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Conferencia para el desarme en Oslo

Heridas expuestas contra bombas de racimo

Fuentes: IPS

Cuando Branislav Kapetanovic corrió unas ramas para tener una mejor perspectiva, sus brazos y piernas fueron arrancados por el estallido de una bomba de racimo lanzada por la OTAN. Sus tímpanos se rompieron y camino al hospital su corazón dejó de latir. Pero sobrevivió para contar el cuento. Cuatro años y más de 20 operaciones […]

Cuando Branislav Kapetanovic corrió unas ramas para tener una mejor perspectiva, sus brazos y piernas fueron arrancados por el estallido de una bomba de racimo lanzada por la OTAN. Sus tímpanos se rompieron y camino al hospital su corazón dejó de latir. Pero sobrevivió para contar el cuento.

Cuatro años y más de 20 operaciones quirúrgicas después, Kapetanovic narró lo ocurrido ese fatídico día a los delegados participantes en un foro de la sociedad civil realizado en Oslo.

En su silla de ruedas, gesticulando con los muñones, expuso su caso contra las bombas de racimo en este encuentro de la sociedad civil, convocado el miércoles con el fin de ejercer presión sobre la Conferencia sobre Bombas de Racimo de dos días que comenzó este jueves también en la capital noruega.

Ese explosivo está formado por un contenedor con cientos de pequeñas municiones que tienen una imprecisión inaceptable y son poco fiables.

Una vez lanzados, desde aviones, vehículos terrestres o marítimos, estallan y las municiones se dispersan sobre superficies muy amplias, que pueden llegar a cientos de hectáreas y entre cinco y 30 por ciento de las así desperdigadas no llegan a explotar, quedando enterradas o dispersas por el suelo.

Tal como él mismo relató, ese funesto día de noviembre de 2000, un año y medio después de que la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) bombardeó durante 11 semanas la antigua Yugoslavia, Kapetanovic era un militar que se encontraba desmantelando bombas de racimo para el ejército serbio. Pero la verdad, documentada por varias organizaciones no gubernamentales, es que la mayoría de los heridos por el estallido de esas municiones, y más inquietante aún, las que no explotaron, son civiles que hacen sus compras, descansan en sus salones, van a la escuela, al preescolar o al trabajo, labran la tierra y que luego regresan a su casa después de la guerra.

Según estimaciones de la no gubernamental Handicap International, 98 por ciento de las víctimas de bombas de racimo en las últimas tres décadas han sido civiles.

«No espero que nadie se sorprenda de mi destino, yo era un profesional que las desarmaba. Pero no entiendo por qué tantos civiles están expuestos a la misma situación», comentó Kapetanovic en el foro.

Tras el fracaso de las negociaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en noviembre, Noruega lanzó su propia campaña para prohibir las bombas de racimo, con el respaldo de una gran cantidad de organizaciones no gubernamentales.

El gobierno noruego espera repetir el éxito sin precedentes que obtuvo con la campaña contra las minas antipersonal de la década del 90, por la cual organizaciones no gubernamentales impulsaron un proceso que condujo a una prohibición mundial de su uso, logrando incluso que países no signatarios como China, Estados Unidos y Rusia se abstuvieran de usarlas.

La Coalición de las Bombas de Racimo, integrada por 150 organizaciones, reclama que de la Conferencia surja «un claro compromiso» para lograr la prohibición de estos artefactos en 2008.

El director ejecutivo de Human Rights Watch (HRW), la organización no gubernamental con sede en Nueva York, Steve Goose fue más cauteloso y predijo una prohibición para dentro de cinco o 10 años.

Goose reconoció que hasta ahora no existe la misma cantidad de organizaciones ni se ha involucrado a la prensa como en la campaña contra las minas antipersonal.

«La principal razón es que las minas antipersonal representaban una crisis humanitaria existente. Las bombas de racimo son una crisis en espera, por lo que hay un fuerte componente de prevención», señaló.

Muchos parlamentarios de varios países europeos participan en el foro.

«No creo en la guerra, así que hagamos lo que podemos hacer», dijo a IPS la vicepresidenta del Parlamento Europeo, la italiana Luisa Morgantini.

El Parlamento Europeo no puede aprobar leyes, pero exhortó a la Unión Europea (UE) a presionar por una prohibición de las bombas de racimo en una resolución conjunta de noviembre.

«Quisiera no conocer más, en ningún lado, niños y niñas, hombres y mujeres destruidos de esta forma. No tenemos facultades legislativas pero representamos a 500 millones de europeos», apuntó.

Los incidentes con las municiones de las bombas de racimo mataron entre 90 y 150 civiles en la antigua Yugoslavia, según HRW. Sólo se conocen siete casos de efectivos militares muertos por esta causa.

Pueblos, ciudades y tierras agrícolas fueron alcanzadas durante el bombardeo a Serbia de 1999, a pesar de que la OTAN señaló que únicamente había lanzado bombas en zonas militares.

En el informe «Yellow Killers», publicado en enero por la no gubernamental Ayuda Noruega a la Población, se enumeran algunos hechos concretos.

El centro y los suburbios de la sudoccidental ciudad de Nis, la tercera más grande de Serbia, experimentó varios estallidos de pequeños explosivos. Catorce civiles murieron y 27 quedaron gravemente heridos.

La OTAN declaró que se trató de un error. El mismo día de su comunicado más bombas de racimo llovieron en zonas residenciales de la ciudad.

Cuatro días más tarde otra área habitada fue golpeada y tres civiles resultaron muy mal heridos.

Se estima que Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda tiraron casi 2.000 bombas de racimo que liberaron unas 300.000 municiones en Serbia y Montenegro en 1999. Las cifras y lugares exactos no son claros porque la OTAN dio a conocer detalles.

Últimamente, se utilizaron bombas de racimo en Afganistán e Iraq, mientras que Israel lanzó casi 4,4 millones de pequeños explosivos en las últimas 72 horas de su último ataque al sur de Líbano, en el último verano boreal.

Hasta octubre de 2006, esos explosivos se habían cobrado la vida de al menos 120 personas y herido a casi 380, sin incluir las víctimas de Hezbolá (Partido de Dios), chiita y prosirio de Líbano. La ONU estima que 40 por ciento de las bombas no explotó con el impacto y muchas quedan aún sin desactivar.

Algunas de las bombas cayeron sobre ambulancias libanesas que estaban socorriendo a varios heridos de un ataque anterior. Una de ellas cayó en la ambulancia del pintor Mohamad Shakib Nahlé mientras se dirigía al hospital con personas que había ayudado a rescatar.

«La ambulancia explotó y me lastimé la pierna. Me llevaron al hospital donde me la amputaron porque no pudieron disponer del equipo correcto», relató a IPS.

http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=40203