Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo.
¿Alguna vez ha pensado en la posibilidad de que casi todo lo que le han contado los medios de comunicación occidentales sobre el mundo sea un puro cuento?
Estoy seguro de que sí, al menos en los últimos tiempos, cuando la insensatez de la propaganda occidental se ha hecho cada vez más evidente. Pero, ¿a qué nivel de adoctrinamiento ha estado usted sometido?
Jóvenes cineastas trabajando en las calles de Teherán (foto Andre Vltchek)
Si usted vive en Europa o en América del Norte, ¿hasta qué punto está contaminado por las mentiras que emiten sobre Cuba y Venezuela, sobre Rusia y China, sobre Corea del Norte y, sí, sobre Irán? ¿Tiene todavía posibilidades de recuperación? Si viera la verdad, si se viera confrontado por la realidad, ¿sería aún capaz de reconocerla o la consideraría propaganda y embustes?
Acabo de volver de Teherán, una ciudad con una enorme historia y cultura, rebosante de museos, teatros y parques magníficamente cuidados salpicados de esculturas de arte moderno. Se trata de una ciudad con un transporte público moderno y completamente subvencionado con un metro dotado de alta tecnología, autobuses ecológicos y trenes de cercanías. Una ciudad con árboles altos y plazas tranquilas, con cafés elegantes y personas extremadamente educadas y amables.
Una ciudad que perfectamente podría formar parte de las «diez mejores» ciudades del planeta, si no fuera la capital de un país que Occidente está tratando de arruinar, primero mediante sanciones injustas y draconianas y puede, quién sabe, que incluso con una invasión militar.
¿Qué saben la mayor parte de los occidentales sobre Irán? ¿Qué es lo que les han contado? Creo que la imagen que los medios de comunicación de masas quieren proyectar de Irán es la de un país musulmán radical, una especia de Arabia Saudí chií, o incluso algo peor. Mucho peor, ya que Arabia Saudí, el mejor aliado de Londres y Washington en la zona, es intocable en Occidente, a pesar de la barbarie y el terror que expanda por todo el mundo.
Quienes conocen tanto Yeda como Teherán se reirían ante tamaña comparación. Arabia Saudí y su semi-colonia Bahréin están, a pesar de la riqueza procedente del petróleo, entre las sociedades más inhumanas del planeta, en donde la miseria se codea con la ostentación extrema y repugnantemente vulgar de la riqueza.
Bello paisaje urbano de Teherán (foto Andre Vltchek)
Irán es en esencia un país socialista. Es internacionalista y extiende su solidaridad a muchas de las naciones más oprimidas y luchadoras del planeta. No, no estoy hablando solo de de Siria, Yemen o Palestina; estoy hablando de Cuba y Venezuela entre muchas otras. ¿No lo sabía? No me sorprende, ¡se supone que no debe saberlo!
También se supone que debe mantener su ignorancia sobre el sistema social iraní, claramente socialista. Educación y sanidad gratuitas, transporte público y cultura muy subvencionados, enormes espacios públicos y, hasta cierto punto, un gobierno fuerte y planificación central, al menos parcial.
A pesar de las terribles sanciones absolutamente injustas que le impusieron, con algunas interrupciones, Washington y sus aliados, Irán se mantiene en pie, intentando cuidar de sus ciudadanos en la medida de lo posible. Y, a pesar de la terrible prueba a la que se le ha sometido, el pueblo iraní no engaña ni roba. La tasa de cambio se desplomó cuando Washington le impuso otro paquete de grotescas sanciones, que desencadenó la frustración e incluso manifestaciones de protesta. Pero la mayor parte de los iraníes comprenden quién es el verdadero culpable. Y no es ningún secreto que la llamada oposición suele estar financiada desde Occidente.
La mayor parte de los visitantes no entienden nada de la moneda local o la tasa de cambio. Yo no soy una excepción, así que me limitaba a dar a los taxistas o a los camareros mi monedero para que ellos tomaran lo que debían. Según comprobé con mis colegas iraníes, la cantidad que tomaban siempre era la correcta.
Los iraníes no exhiben un «orgullo arrogante»; solo muestran el orgullo digno y patriótico de pertenecer a una nación con miles de años de cultura que es totalmente consciente de estar en el lado correcto de la historia.
Estoy seguro de que ha oído muchas veces lo «enormemente» religioso que es Irán. Pero, a diferencia de lo que sucede en Arabia Saudí o en Indonesia, la religión no se utiliza como arma arrojadiza ni se alza como bandera. En Irán, la religión es algo interno, profundo, que se expresa con humildad y sin ruido. Mientras en Yakarta las mezquitas emiten sermones completos, durante horas y a todo volumen, y la gente es enviada a prisión por atreverse a criticar la imposición religiosa en la población general, en Teherán apenas podía detectar el Adhan (la llamada a oración). La mayor parte de la población local femenina de Teherán solo se cubre simbólicamente el pelo, un tercio o una cuarta parte del mismo, manteniendo el resto al aire.
Pero Occidente nunca impondría sanciones a Indonesia o mostraría hostilidad a dicho país de cualquier otro modo, a pesar de la brutalidad con que trata a su pueblo. Washington, Londres y Camberra ya interrumpieron su trayectoria socialista tras el golpe de Estado orquestado por Estados Unidos en 1965. Actualmente, Yakarta es una sociedad obediente, turbo-capitalista, anticomunista y amante de la comida basura y el ocio infantiloide occidental. No mantiene nada público. Las élites han completado su saqueo del país en nombre de Occidente. En Indonesia, las religiones se utilizan para sostener el régimen fascista pro-occidental.
Irán es todo lo contrario: su interpretación de la religión es tradicional, como solía ser antes de que Occidente se las apañara para desbaratar su esencia en innumerables partes del mundo. Es socialista, compasiva, espiritual y, sí, también internacionalista.
A diferencia de lugares como Yeda o Yakarta, en donde salir a cenar es el culmen de la vida cultural (y a menudo la única forma de «disfrutar la ciudad), Teherán ofrece cines con una oferta de gran calidad artística (las películas iranés están entre las mejores y más intelectuales del mundo), museos y galerías de arte de primera clase, enormes espacios públicos, así como un gran número de instalaciones deportivas y de ocio, incluyendo parques muy cuidados.
¿Desea colgarse de un cable y sobrevolar un valle, cerca de una de las torres de televisión más altas del mundo? Puede hacerlo fácilmente en Teherán. ¿Quiere ver una selección de las más recientes películas de arte y ensayo chinas? Puede hacerlo en el magnífico palacio que lleva por nombre el Museo del Cine. ¿O quizás le atraiga la idea de contemplar una obra de teatro de Chejov o Tennessee Williams, si es capaz de entender algo de farsi? ¿Por qué no?
Claro que, si está enamorado de su coche, puede verse atrapado en un horrible embotellamiento urbano, al igual que en Yakarta o en Riad, pero también puede atravesar la ciudad rápida y cómodamente de forma barata a bordo de un sistema de metro supermoderno. Puede pasear por bonitas aceras bajo la sombra de grandes árboles, que hunden sus raíces en las franjas verdes que separan la calzada de las áreas para peatones.
Espacios verdes con árboles para separar la calzada y la acera en Teherán (foto Andre Vltchek)
¿Qué más cosas le han dicho sobre Irán? ¿Que no puede mirar a los ojos de las mujeres so pena de ser apedreado hasta la muerte? En Teherán, se ven parejas de la mano por todas partes y las chicas que se enfadan dan cachetes en la cara de sus acompañantes, por lo general como expresión de coquetería, pero a veces también en serio.
¿Se lo creería, si lo viera? ¿O es demasiado tarde y ya ha traspasado el punto de no retorno?
Un día, un taxista que me trasladaba del hotel al estudio de prensa y televisión exclamó con desesperación:
Los europeos que nos visitan no quieren aprender. Aunque sea la primera vez que vienen a Irán, según aterrizan en el aeropuerto se meten en mi coche y empiezan a sermonear: ¡quieren darme lecciones sobre mi propio país! Todos llegan con la misma historia, con las mismas críticas a Irán. ¡Todos son iguales! ¿Cómo pueden considerarse países democráticos si todos piensan de la misma manera?
En Teherán, la diversidad es absolutamente asombrosa. Con mis colegas y amigos discutimos de todos los temas, desde la guerra en Yugoslavia a América Latina y, por supuesto, sobre Irán. Quieren saber cosas de China y de Rusia. Me encanta lo que veo y lo que escucho; cuando la gente tiene curiosidad sobre otras culturas y se muestra respetuosa hacia ellas siempre es una buena señal.
Irán está sangrando, está sufriendo, pero es fuerte. No todos están de acuerdo con las políticas del gobierno (aunque la mayoría lo apoya), pero todos están decididos a luchar y defender su país, si sufriera un ataque militar o de otro tipo.
Cada vez que lo visito siento esta necesidad grosera; quiero gritar a mis lectores: ¡Venid y aprended algo! Irán no es perfecto, pero es real: allí la vida es real, como lo son las personas. Gracias a su historia y su cultura, consiguen separar las piedras preciosas de los cachivaches, las ideas puras de la propaganda, el capitalismo barato y mortal de la gran lucha por un mundo mejor. Si no me cree, vaya a ver sus películas: constituyen una serie de obras maestras.
Quizás por ello Occidente desea arruinar, en primer lugar, y luego destruir totalmente este país. Para Occidente, Irán es «peligroso». Irán es peligroso, incluso letal, para la organización imperialista del mundo, al igual que es peligrosa China, como Rusia, como lo son Cuba, Venezuela, Siria y Bolivia.
Pero destruir Irán no será fácil. Me atrevería a decir que puede resultar imposible. Su pueblo es demasiado inteligente, resuelto y fuerte. E Irán no está solo; cuenta con muchos amigos y camaradas. Incluso sus vecinos cercanos -Turquía y Pakistán- están cambiando en los últimos tiempos de dirección y alejándose de Occidente.
No se fíen a ciegas de mi palabra, vayan a verlo y comprueben por ustedes mismos. Pero no den sermones; hagan preguntas y luego, ¡por favor, siéntense, escuchen y aprendan! Es un país con más de 7.000 años de una formidable historia. En lugar de bombardearlo, lean a sus poetas, vean sus películas ¡y aprendan de su postura internacionalista! Y entonces, solo entonces, decidan si Irán es realmente su enemigo o un buen camarada y amigo.
Andre Vltchek es filósofo, novelista, cineasta y periodista de investigación nacido en Rusia y residente en Estados Unidos. Ha cubierto guerras y conflictos en docenas de países y es autor de múltiples libros, entre ellos un diálogo con Noam Chomsky en el que analiza el poder y la propaganda occidental, Terrorismo occidental (Txalaparta, 2014).
Fuente: https://www.investigaction.net/en/hello-they-lied-to-you-about-iran/
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