«Armonía» es el término que más se escucha entre funcionarios y académicos chinos cuando se trata de caracterizar la realidad actual del país, aunque mucho de lo que ocurre está lejos de ese autoconvocado equilibrio neoconfuciano. Se considera, por ejemplo, que las relaciones laborales se basan precisamente en esa deseada avenencia entre trabajo y capital, […]
«Armonía» es el término que más se escucha entre funcionarios y académicos chinos cuando se trata de caracterizar la realidad actual del país, aunque mucho de lo que ocurre está lejos de ese autoconvocado equilibrio neoconfuciano. Se considera, por ejemplo, que las relaciones laborales se basan precisamente en esa deseada avenencia entre trabajo y capital, la cual sin duda existe en muchas regiones en las que la economía de mercado se ha impuesto con beligerancia y acompañada de una ideología empresarial fuertemente competitiva y arraigada, sobre todo entre los jóvenes que no vivieron los avatares de la revolución.
Un empresario francés con quien conversé, que mantiene en China una planta de más de mil 500 operarios, comentó que sus obreros son «ejemplares», pues no ocasionan el menor problema, mucho menos huelgas, y los comparó con los trabajadores franceses «a los que no satisfacía nada y protestaban por todo».
Paradójicamente, ese mismo día (31 de julio de 2009), el periódico China Daily reportaba el linchamiento de un alto ejecutivo corporativo a manos de los enfurecidos obreros de la compañía Iron and Steel, situada en Tonghua, provincia de Jilin. El acontecimiento fatal ocurrió durante una asamblea en la que el fallecido había informado que habría una reducción en el número de trabajadores: de 13 mil a 5 mil. Posteriormente, miles de obreros bloquearon la fábrica para impedir que la ambulancia y los vehículos de la policía ingresaran a las instalaciones. El reportaje estremecedor describía un contexto previo en el que más de 4 mil personas en edad laboral se encontraban ya desempleadas y por ello el temor a los recortes masivos de personal.
En esa misma semana y en otro punto de la geografía china, en Shenzhen, provincia de Hunan, 120 migrantes fueron a la huelga, manteniendo un mitin permanente frente a la municipalidad para obtener compensación por las enfermedades pulmonares laborales contraídas como mineros en una de las primeras zonas económicas especiales que se abrieron a finales de los años 80. Diecisiete obreros ya habían fallecido por el padecimiento y otros se encontraban en etapas iniciales o avanzadas. Las autoridades locales ofrecían el equivalente a 4 mil dólares como compensación para quienes pudieran probar su relación laboral, requisito difícil de llenar en condiciones discrecionales en las que no existían contratos establecidos formalmente.
En Kunming, capital de la provincia de Yunnan, famosa por albergar la mayor cantidad de minorías étnicas en China, se celebró un congreso mundial de antropólogos, por lo que se organizaron visitas a pueblos multiétnicos y ciudades modelos de desarrollo económico y de relaciones multiculturales armoniosas, fincadas en el respeto mutuo. Sin embargo, precisamente en los días en que se realizó el congreso, los periódicos locales y nacionales exhibieron en primera plana las fotografías de los 15 dirigentes de los motines que se registraron a principios de mes en Urumqi, capital de la provincia autónoma de Xinjian Uygur, en el otro extremo del país, quienes eran buscados por las autoridades. Las informaciones daban cuenta del arresto de 253 personas más, que se sumaban a los mil 400 ya detenidos. El conflicto entre integrantes de la nacionalidad mayoritaria han y los miembros de la minoría musulmana uygur dejó 197 muertos y mil 700 heridos. Las autoridades conminaban a los fugitivos a entregarse, ofrecían recompensas por su captura y amenazaban a quienes los protegieran, publicando incluso una carta de los hijos de la única mujer dirigente fugitiva, en la que la urgían a rendirse y a arrepentirse de sus actos.
El desarrollo urbano-industrial y la correspondiente infraestructura de comunicaciones carreteras y de servicios son impresionantes, tomando en cuenta que las reformas que dan curso a la economía capitalista inician hace tan sólo unas décadas.
De Macao a Cantón, por ejemplo, a lo largo de la carretera, se encuentran centenares de enclaves industriales de numerosas y variadas firmas internacionales. Lo mismo ocurre en otras muchas ciudades y provincias chinas. No obstante, los costos en contradicciones sociales y daños ambientales son altos en una sociedad jerarquizada y autoritaria, donde se ofrecen reducidas aperturas críticas a la prensa y la academia.
A principios de agosto, por ejemplo, los habitantes de Zhentou, provincia de Hunan, tomaron las calles nuevamente para protestar por la detención de seis manifestantes contra la contaminación causada por la planta química Xianhe, que ha arruinado tierras y cosechas, y provocado graves problemas de salud. Otro grupo ciudadano de protección al ambiente levantó una denuncia en la corte municipal de Qingzhen, provincia de Guizhou, por la contaminación de una fábrica de bebidas a dos lagos cercanos, que son la fuente de agua potable de los pobladores. Lo sorprendente fue que, por primera vez en la historia del país, una corte de justicia aceptó una demanda legal por contaminación en contra de la compañía y el propio gobierno.
La academia no escapa a la feroz competencia que el mercado provoca y en esos mismos días de nuestra visita varios medios impresos comentaron sobre la práctica, muy difundida, del plagio y de toda clase de recursos intelectuales indebidos para sobresalir, destacando el caso de Zhou Zude, presidente de una prestigiada universidad que presentó como suyo el trabajo de un científico chileno.
Esta breve mirada al océano de la problemática china demuestra que el pueblo de esa milenaria nación -que llevó a cabo una de las más sorprendentes revoluciones sociales del siglo XX y que se transformó drásticamente, en unas cuantas décadas y dentro de la «modernidad», en un apabullante capitalismo de Estado- también es capaz de resistir lo que ese capitalismo significa para las clases mayoritarias desposeídas.