La industria de la vestimenta de Sri Lanka ha lanzado una campaña millonaria para atraer trabajadoras al sector más rentable del país a cambio de mejores salarios. Los ejecutivos de las firmas de ropa creen que la industria experimenta meramente un problema de mala imagen, pero sindicalistas sostienen que las mujeres se mantienen alejadas porque […]
La industria de la vestimenta de Sri Lanka ha lanzado una campaña millonaria para atraer trabajadoras al sector más rentable del país a cambio de mejores salarios. Los ejecutivos de las firmas de ropa creen que la industria experimenta meramente un problema de mala imagen, pero sindicalistas sostienen que las mujeres se mantienen alejadas porque son poco respetadas y ganan poco por trabajar extensos horarios en lo que antes se conocía como maquilas, zonas francas de procesamiento de artículos para la exportación. «Hay una cuestión de imagen y queremos corregirla y mostrar que éste es un sector respetado y que las trabajadora son bien tratadas», dijo Tuly Cooray, secretario general del Foro Conjunto de la Asociación de la Vestimenta, que representa a decenas de empresarios.
Cooray declaró a IPS que la mala imagen del sector ha creado una escasez de empleadas capacitadas. En una Zona de Libre Comercio de Katunayake, cerca del único aeropuerto internacional del país, hay unas 15.000 vacantes laborales en las fábricas textiles.
Las vestimentas son el principal producto de exportación de Sri Lanka, y en 2010 le generaron 3.500 millones de dólares. Se espera que esta cifra aumente a 5.000 millones de dólares para 2016, según proyecciones del gobierno. Pero el sector necesita mujeres que trabajen en él si quiere cumplir sus objetivos.
El presidente del Foro Conjunto de la Asociación de la Vestimenta, A. Sukumaran, quien también gerencia una fábrica en una de las zonas, dijo que el crecimiento industrial se ve dificultado por la escasez de mano de obra. «Estamos rechazando pedidos porque no tenemos suficientes trabajadoras», dijo en una entrevista telefónica con IPS.
En los últimos meses, una crisis en torno a los salarios en Bangladesh hizo que los compradores occidentales recurrieran a Sri Lanka. Mientras, el aumento del costo de la mano de obra en China, principal productor mundial de vestimenta, también padece el hecho de que se efectúen más pedidos a países como Sri Lanka, donde los costos son más bajos.
Con una campaña de 490.000 dólares que fue lanzada la semana pasada y durará 10 meses, la industria no sólo espera mejorar la imagen de la trabajadora del sector de la vestimenta, sino también permanecer activa en un mercado laboral competitivo. «Al esperarse un auge económico de posguerra, se proyecta que los ingresos por persona aumentarán de los 2.200 dólares actuales a 4.000 dólares en 2016. Entonces habrá una demanda de mano de obra y necesitaremos asegurarnos de que el sector textil todavía sea atractivo», dijo Cooray.
Con el transcurso de los años, las fábricas de ropa de Sri Lanka se han convertido en sofisticadas instalaciones, pero sus empleadas todavía son llamadas a veces «chicas Juki». Ésta es una marca de máquinas de coser. También deben soportar los silbidos de hombres jóvenes que viven en las cercanías de las Zonas de Libre Comercio, donde se ubican la mayoría de las fábricas.
Para que las mujeres se hagan respetar, es necesario que sus salarios mejoren, igual que sus condiciones de vida, dijo Anton Marcus, representante del Sindicato de Trabajadores de las Zonas de Libre Comercio. «A menudo las empleadas trabajan siete días a la semana para poder llegar a fin de mes. No tienen posibilidad de ahorrar. Es una vida dura», dijo Marcus a IPS.
Sriya Ahangamage, del Centro de Mujeres, que lucha por mejores salarios y otros beneficios para las trabajadoras de la industria de la vestimenta, declaró a IPS que las jóvenes de las aldeas continúan uniéndose al sector solamente porque no hay otros puestos disponibles.
«Algunas abandonan el sector y buscan trabajos como empleadas domésticas en Medio Oriente», explicó.
Los sindicatos hacen campaña por un salario digno. El salario básico actual es de unos 80 dólares mensuales, y con las muchas horas extra y trabajando siete días a la semana, una empleada puede ganar hasta 115 dólares. Según Lalitha Ranjani Kumari, de la Unión Nacional de Trabajadores, un salario digno sería de unos 180 dólares.
Marcus dijo que el sueldo que se reclama se calculó en base al costo de vida y a la ingesta de calorías. «Apenas hicimos un chequeo de salud hallamos que muchas mujeres sufrían desnutrición porque sus comidas eran frugales y no incluían carne», señaló.
Las condiciones de vida, otro motivo por el que las mujeres se resisten a integrarse a la fuerza laboral de la industria de la vestimenta, son terribles. Las jóvenes comparten pequeñas habitaciones baratas y lúgubres, sin ventilación adecuada, ubicadas a pocos kilómetros de las zonas francas, y se pagan su propia vivienda.
Cooray coincidió en que es posible que las condiciones no sean las mejores, y dijo que la industria y el gobierno trabajan con el fin de construir albergues decentes para las trabajadoras. «Esto está en la etapa de debate», dijo.
La mayoría de las mujeres que emigran de las aldeas a las ciudades son las jefas de hogar. Marcus citó datos del gobierno según los cuales una familia necesita unos 350 dólares al mes para cubrir los gastos del hogar. Tanto Marcus como las otras dos activistas rechazan los reclamos de Cooray de que una trabajadora de una fábrica de ropa pueda llegar a ganar 180 dólares. «Eso es absurdo. Incluso para ganar (115 dólares), una tiene que trabajar los siete días de la semana», dijo Ahangamage.
Bajo el programa de concientización del Foro Conjunto de la Asociación de la Vestimenta, que es apoyado por el Ministerio de Industria y Comercio, la campaña se realizará en las nueve provincias del país. La iniciativa buscará mostrar el potencial del sector y destacar los aportes que el mismo ha hecho al país, además de hasta qué punto «las trabajadoras han sido parte de este esfuerzo», dijo Sukumaran.
Al ser consultado sobre las quejas en torno a los bajos salarios, Sukumaran declaró: «Todo se basa en la oferta y la demanda. Ahora es la oferta (de mano de obra) la que determina nuestro negocio. Las empresas están dispuestas a pagar más por buenas trabajadoras. Son negocios, estrictamente».