Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Las capitales occidentales tienen que tomar una decisión difícil: ¿hasta cuándo se van a hacer ilusiones sobre el estallido de una revolución «de color» en Teherán? El peso recae casi por entero en Europa, ya que Washington tiene otras prioridades.
EE.UU. no puede permitir que lo vean apareciendo en la primera línea de ningún intento de despedazar el régimen iraní en este momento delicado de la política de Oriente Próximo. Teherán no perdonaría por lo menos durante otro cuarto de siglo un desatino estadounidense semejante, y el gobierno de Barack Obama tampoco tiene intenciones de cometer suicidio.
Dentro de Europa, no existe claridad sobre quién es el que encabeza la carga de la brigada ligera. Ningún país parece querer que se le vea al frente – con la excepción de la República Checa, que no tiene otra alternativa, ya que actualmente dirige la presidencia rotativa de la Unión Europea. Pero por otro lado, la mayoría de los países europeos probablemente preferirían perder la oportunidad de ser la pesadilla de Teherán, sino, siguiendo la costumbre, echarían rápidamente marcha atrás en cuanto vean que entra en función la ley de de los ingresos disminuidos y que la continuación de sus invectivas podría poner en peligro lucrativos intereses comerciales en Irán.
Decenas de miles de partidarios del candidato presidencial derrotado, Mir Hossein Musavi, han prometido que mantendrán sus protestas callejeras en Teherán el miércoles, a pesar de que las autoridades han prometido un recuento parcial de la votación del viernes en la que el presidente actual, Mahmud Ahmadineyad fue elegido por otro período de cuatro años.
No hay sitio para una revolución de color
Europa no tiene verdadera experiencia con la escenificación de revoluciones de color. Ha sido el lado fuerte de los estadounidenses – conceptualizado en el espacio post-soviético en Eurasia por el gobierno de Bill Clinton y aprovechado por los neoconservadores en el equipo de George W Bush. Los europeos fueron curiosos espectadores en Georgia, Ucrania y Kirguistán. Francia, en cierta medida, podría haber estado en una posición de confianza respecto al Líbano, pero en ese caso el resultado fue un revoltijo.
En todo caso, para utilizar las famosas palabras del líder bolchevique Vladimir Lenin en un contexto filosófico, la escenificación de una revolución de color en Teherán no es como romper un huevo. Las señales indican que la revolución de color que trata de nacer en las calles de Teherán ha sufrido un aborto. La participación de Ahmadineyad en la reunión en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO) en Ekaterimburgo, Rusia, sólo fue posible con la aprobación tácita del Supremo Líder, Ali Jamenei. Fue una decisión importante en una coyuntura crítica. Informes anteriores en los medios occidentales especularon que Ahmadineyad podría renunciar en vista del desarrollo de la situación política.
Evidentemente, el régimen decidió que Teherán no debiera de ninguna manera proyectar una atmósfera de crisis ya que ésta sólo serviría los intereses de los proponentes de una revolución de color dentro de Irán y en el extranjero. Para citar a un disidente iraní bien conocido, Ibrahim Yazdi: «Ciertamente, la brecha dentro de Irán, en lo político, se ampliará. Nuestra principal preocupación es cómo mantener vivo el entusiasmo que fue creado por la elección, a fin de monitorear y restringir el poder del gobierno. La única manera de contrarrestarlo es el poder del pueblo. Tenemos que organizarlo.»
¿Cómo le hace frente el régimen? Evidentemente, Jamenei es el que dirige y controla el aparato estatal. Navega diestramente el régimen por aguas tormentosas. La reunión de Jamenei con el principal candidato de la oposición en la elección, Musavi, merece atención. La declaración oficial presenta algunos puntos cruciales. Primero, Jamenei indicó inequívocamente a Musavi que el régimen no tolerará protestas callejeras y que por lo tanto debe «canalizar las protestas a través de organismos legales.» Ahora se hará extremadamente difícil que Musavi sea visto desafiando el dictado del Supremo Líder.
Segundo, Jamenei sugirió que no hay nada de extraordinario en la situación actual, en la medida en que «también en elecciones anteriores, hubo alguna gente y algunos candidatos que tuvieron algunos problemas.» Pero insistieron en el asunto a través del Consejo de Guardianes, que en todo caso tiene que aprobar la conducción de la elección presidencial en Irán.
La decisión existencial de Musavi
Sin embargo, el tercer punto mencionado por Jamenei es el más crucial. Acusó a las «acciones provocativas de los enemigos» así como «ciertos complots entre bastidores» que apuntaban a «crear caos en Irán.» Jamenei entonces continuó de un modo muy significativo para recordar a Musavi que «su carácter [el de Musavi] es diferente del de gente semejante y es necesario que usted se concentre en los problemas mediante la calma.»
La observación muy personal tuvo un toque de admonición, pero también de una invitación directa a un razonamiento que podría abrir puertas conducentes a caminos agradables por los cuales dos interlocutores que, después de todo se conocen desde hace tiempo, podrían dar un paseo. Fue una observación muy persa.
Jamenei virtualmente recordó a Musavi su antigua asociación, cuando este último sirvió bajo él como primer ministro de Irán, y cuando los dos no fueron sólo compañeros de lucha por la preservación de la revolución iraní durante los años críticos de la guerra Irán-Iraq en los años ochenta, sino trabajaron juntos para frustrar las astutas estratagemas de Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, quien en su calidad de poderoso presidente del Majlis (parlamento) conspiró constantemente para arrogarse el poder estatal.
Durante ese período, Rafsanjani disparó constantemente contra Musavi y trató de debilitarlo, a pesar de que gozaba con el apoyo de Ayatolá Ruhollah Jomeini. En numerosas ocasiones, Rafsanjani le hizo la vida imposible desde la sala del Majlis, embarazándolo cuando buscó aprobación parlamentaria para sus acciones, menoscabando su autoridad para ejecutar su política y debilitando sistemáticamente su posición política en la opinión pública.
Rafsanjani ya había comenzado a maniobrar para reforzar su posición a la espera de la era post-Jomeini. Al enfermar Jomeini, Rafsanjani se volvió más perentorio. De hecho, Musavi llegó a identificarse con revolucionarios iraníes, como Ahmadineyad), que se horrorizaron ante la sugerencia de Rafsanjani de que Jomeini «bebiera del cáliz del veneno» y ordenara un cese al fuego para terminar la guerra Irán-Iraq lo que significaba efectivamente que se permitiera que Sadam Husein tomara la ruta del escape. Fueron tiempos tumultuosos en los que la suerte de la revolución iraní de 1979 colgaba de un hilo.
El principal escollo fue la política económica del gobierno de Musavi. Rafsanjani quería una política que satisficiera al bazar de Teherán, que beneficiara a miembros de su familia así como a grandes secciones del clero corrupto, que estaban alineados con él. Pero Musavi optó por el control estatal de la economía e insistió en que actuaba de acuerdo con los ideales de la revolución y los deseos de Jomeini. Lo que Rafsanjani propuso durante esos años difíciles era que se diera latitud a su clan y a otros parásitos para que lucraran con la guerra. La respuesta de Musavi fue un firme «no» y mantuvo la política económica austera.
Cuando terminó la guerra de ocho años con Iraq en agosto de 1988, Rafsanjani propuso que Irán debía diluir sus ideales revolucionarios y aceptar ayuda occidental para la reconstrucción. (La familia Rafsanjani hizo inicialmente su fortuna exportando productos iraníes como pistachos y alfombras a EE.UU.) Pero Musavi se mantuvo firme en su desacuerdo y se negó a ir a contrapelo de la revolución. Finalmente, cuando las riendas del poder pasaron a sus manos como presidente, la furia de Rafsanjani no tuvo límites. Vengativo por naturaleza, literalmente impulsó a Musavi al exilio político. El ex primer ministro abandonó de manera
sumaria la política y volvió a su profesión de arquitectura y enseñanza.
Por lo tanto, Jamenei prácticamente refrescó la memoria de Musavi en su reunión en Teherán, sugiriendo que este último no se uniera a Rafsanjani en su contra. Sugirió que Rafsanjani y sus círculos simplemente lo estaban utilizando para sus fines políticos. Jamenei virtualmente recordó a Musavi su antiguo electorado. Por cierto, como primer ministro (1981-1989), Musavi tuvo una reputación impecable como partidario de la línea dura – tal como actualmente la «comunidad internacional» ve a Ahmadineyad. En un artículo memorable escrito en 1988, la revista Economist lo describió como «radical firme.»
Jamenei terminó su conversación con Musavi, «admirando» la masiva participación en la elección del viernes y «subrayando una vez más su naturaleza saludable y calma.» Permitió sutilmente que Musavi se formara una idea sobre sus procesos mentales frente a la actual situación. Mientras tanto, Jamenei ha instruido al Consejo de Guardianes para que estudie las apelaciones sobre la elección y dé su opinión dentro entre una semana y 10 días. También realizó una reunión conjunta con los representantes de los cuatro candidatos en la elección y funcionarios del Consejo de Guardianes de doce miembros y del Ministerio del Interior. En la reunión, Jamenei utilizó un lenguaje duro para describir a los manifestantes en las calles como «vándalos» por haber dañado propiedad del Estado. Dijo a los partidarios de los candidatos que se distanciaran de los «vándalos» y que apoyaran la paz en el país ya que la elección «no debería causar divisiones.»
Jamenei agregó: «Habría habido incidentes» aunque el resultado de la elección hubiera sido diferente, ya que «cierta gente» está contra la unidad de la nación iraní y la solidaridad del sistema islámico. Ofreció que se podría organizar un recuento parcial de los votos en las elecciones, si fuera necesario. Pero concluyó presentando su propia opinión: «Los que están a cargo de supervisar las elecciones son siempre gente digna de confianza.»
Teherán desaira a Europa
Al mismo tiempo, Teherán ha desairado los intentos europeos de interferir. Lo ha hecho al nivel diplomático adecuado: El Ministerio de Exteriores convocó a los enviados de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Holanda. Además, un «mitin de unidad» realizado en Teherán por partidarios de Ahmadineyad condenó a «enemigos, particularmente EE.UU., Gran Bretaña e Israel… [por] interferir en los asuntos internos de Irán, conspirando contra el gobierno y dando apoyo mediático a grupos enemigos, alborotadores y gamberros sociales y políticos que tratan de avivar el caos en la República Islámica.»
En resumidas cuentas, las capitales occidentales tomarán nota de que la esperanza de que una revolución de color pueda revocar la victoria de Ahmadineyad o, en el mejor de los casos, llevar al derrocamiento del régimen iraní es inverosímil y casi extravagante. La magnitud de las protestas callejeras ha disminuido en Teherán, aunque persisten algunas incertidumbres. Por lo tanto parece que la esperanza de que haya un levantamiento popular en todo el país es también improbable.
Si el astuto temperamento político de Rafsanjani ha de servir de guía, tratará de pasar muy desapercibido y en general evitará llamar la atención. Mientras tanto, realizará una cierta coordinación con sus contactos en el aparato del poder, extenderá sus extraordinarias antenas políticas y realizará una cuidadosa evaluación en cuanto a la posibilidad de un compromiso con los que controlan el poder y cuándo conviene proceder a su próximo movimiento. En primer lugar debe sobrevivir para luchar en otra oportunidad. Eso podría requerir algunos compromisos. Después de todo, la política es el arte de lo posible. De modo que, sin inmutarse, podría dar la espalda a Musavi y al ex presidente Mohammed Jatami, que después de todo, fueron sus aliados temporales en la reciente epopeya.
¿Tendrá otra oportunidad? Es una gran pregunta. A Rafsanjani parece habérsele acabado el tiempo. Ahmadineyad ha proyectado repetidamente una acción «contra la corrupción» como puntal importante de su nueva presidencia. ¿Fue simple retórica electoral, u optará por la familia Rafsanjani, que tiene tantos trapos sucios que ocultar? Todo depende de lo que piense Jamenei. Puede estimar que esta vez el «tiburón» fue demasiado lejos en la conspiración por un ataque letal que podría haber tenido éxito. O, podría permitir que lo pasado, pasado está.
Rafsanjani es sin duda el favorito de Occidente – y de los gobernantes árabes autoritarios «pro-Occidentales» en la región. La elección difícil para las capitales europeas es cuánta ventaja propagandística desean extraer de esta etapa antes de seguir adelante. Una vez que comience un acercamiento entre EE.UU. e Irán, las compañías europeas llegarán corriendo a la busca de contratos petroleros. Si el desafortunado gasoducto Nabucco de la Unión Europea tiene alguna posibilidad de materializarse, dependerá primordialmente del acceso al gas iraní.
Las capitales europeas habrán notado también que los países de Oriente Próximo se muestran muy reticentes antes de apuntar a Teherán por no practicar una democracia al estilo occidental. Los regímenes árabes autocráticos se pondrán nerviosos si la enfermedad contagiosa de la revolución de color apareciera en Irán. Podría terminar por extenderse al paisaje político de Oriente Próximo. No sorprende que la única excepción haya sido Israel (y sus amigos en los medios), que tiene un interés creado en la frustración de un acercamiento entre EE.UU. e Irán y que no dejarán pasar fácilmente una oportunidad de satanizar a
Ahmadineyad.
Por otra parte, tres importantes vecinos de Irán – Pakistán, Afganistán y Azerbaiyán – felicitaron rápidamente a Ahmadineyad, mucho antes de que el protocolo lo exigiera. Ahmadineyad también fue calurosamente saludado en la cumbre de la SCO.
«Irán, Rusia y China son tres importantes polos económicos y políticos que asisten a la cumbre [de la SCO]… Juegan importantes papeles en el manejo de los acontecimientos actuales y futuros del mundo,» fue lo que según las informaciones dijo Ahmadineyad al People’s Daily que también destacó el ataque de Ahmadineyad en su discurso contra «el orden mundial unipolar.» Por su parte, Moscú dijo en una declaración específica que: «las elecciones iraníes son un asunto interior de Irán. Saludamos el hecho de que las elecciones hayan tenido lugar, saludamos al nuevo presidente en suelo ruso y consideramos que es simbólico que haya hecho su primera visita [como recién elegido presidente] a Rusia. Esto permite esperanzas para el progreso en las relaciones bilaterales.» El presidente ruso Dmitry Medvedev planificó una reunión bilateral con Ahmadineyad en Ekaterimburgo.
Jamenei dejó en claro en las últimas semanas que el gobierno de Obama encontrará un interlocutor resuelto cuando comiencen dentro de poco las negociaciones directas entre EE.UU. e Iraq. Jamenei no se dejará ablandar por tácticas de presión occidentales no importa cuántas sean. Con Ahmadineyad en su puesto de presidente, Jamenei tiene a su equipo en posición.
El gobierno de Obama enfrenta difíciles decisiones. La agitación en Teherán se está convirtiendo rápidamente en una revolución Twitter». Nada semejante ha sucedido antes allí, a pesar de todos los esfuerzos del ex presidente Dick Cheney de EE.UU., quien durante mucho más de cuatro años ha estado provocando un «cambio de régimen.»
EE.UU. detecta el potencial para una «revolución Twitter» en Irán. Antes, en Moldavia, se estudió el potencial de Twitter para gatillar convulsiones en el estado anímico de la población. El Departamento de Estado de EE.UU. confirmó el martes que había contactado a Twitter para instarlo a retardar una actualización programada que hubiera reducido el servicio durante el día a los iraníes. Pero un portavoz del departamento desmintió que sus contactos con Twitter signifiquen una intervención en los asuntos internos de Irán – la susceptibilidad de EE.UU. ante la posibilidad de causar molestias al régimen iraní es obvia.
Al mismo tiempo, Obama tiene que preocuparse de que disturbios en Irán puedan frustrar sus planes para iniciar un acercamiento directo con Teherán dentro de los próximos días o semanas. Al contrario, debe enfrentar la presión del influyente lobby israelí en EE.UU., descontento porque Washington no aprieta suficientemente fuerte el pedal a favor de una revolución de color el Irán. Pero Obama va despacio. Dijo tarde el martes que no parece haber diferencias políticas entre Ahmadineyad y Musavi. «La diferencia entre Ahmadineyad y Musavi en cuanto a sus políticas reales podría no ser tan grande como se ha publicitado. De una u otra manera, vamos a tratar con un régimen iraní que ha sido tradicionalmente hostil a EE.UU.
Es una formulación hábilmente redactada. A primera vista, Obama satisface al régimen en Teherán en la medida en que se muestra «distante» en lo que respecta a los próximos días en las protestas en las calles o por las deliberaciones del Consejo de Guardianes de Irán. Está bien. Pero, por otra parte, Obama también neutraliza inteligentemente toda afirmación de que el fenómeno Rafsanjani-Jatami-Musavi sea de alguna manera estigmatizado por el régimen iraní como «pro-EE.UU.». La observación de Obama ayuda a la oposición iraní a sostener que sus motivaciones son exclusivamente impulsadas por los intereses nacionales de Irán.
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El Embajador M K Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Entre los puestos desempeñados figuran los ejercidos en la Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía.
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