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Jóvenes australianas, otra cara sin techo

Fuentes: IPS

Las jóvenes australianas Geraldine Martin, Sara Stilianos y Erin Murphy tiran abajo el estereotipo de las personas sin hogar, hombres alcohólicos de mediana edad, en un país próspero como Australia. «Una semana después de cumplir 17 años, mi mamá me echó de la casa», señaló Geraldine. La joven de 20 años estuvo 18 meses yendo […]

Las jóvenes australianas Geraldine Martin, Sara Stilianos y Erin Murphy tiran abajo el estereotipo de las personas sin hogar, hombres alcohólicos de mediana edad, en un país próspero como Australia.

«Una semana después de cumplir 17 años, mi mamá me echó de la casa», señaló Geraldine.

La joven de 20 años estuvo 18 meses yendo de la casa de un amigo a la de otro –práctica conocida en este país como surf de sofá– en su ciudad natal de Adelaida, hasta llegar a Melbourne, donde tuvo periodos de relativa estabilidad con empleo y vivienda.

También vivió en dos refugios para jóvenes sin hogar y ahora en un hogar estatal provisorio que deberá abandonar a fines de este año.

Los dos refugios fueron «realmente muy buenos», comentó Geraldine, pero ahora tiene una beba y quiere conseguir algo privado, nada fácil en Australia, donde el costo de los alquileres se disparó en los últimos años y la demanda es grande.

«No quiero llevar a mi beba a un refugio donde no puedo elegir con quien vivir», dijo a IPS Geraldine, quien estudia para terminar la secundaria.

«Muchos australianos asocian el problema de la falta de vivienda con un estereotipo de hombre adulto sentado en un banco de plaza y con una botella de vino envuelta en papel de periódico», señaló Brett McDonnell, responsables de Frontyard Youth Services, que ofrece asistencia social y emocional a personas sin hogar de entre 12 a 24 años.

En este país «no hay mucha gente durmiendo en la calle, pero tenemos muchos surfistas de sofás jóvenes» y la gente no suele considerarlos como personas sin hogar», añadió.

Una persona sin hogar es aquella que «no dispone de una vivienda adecuada y segura», según Homelessness Australia, órgano responsable en la materia.

Unas 105.000 personas en promedio no duermen en su casa una noche cualquiera, pese a la relativa prosperidad de este país.

Uno de cada 105 australianos solicitó ayuda a algunas de las agencias que trabajan con personas sin hogar en los 12 meses anteriores a julio de 2009, según un informe difundido en abril por el Instituto de Salud y Bienestar.

Mujeres de entre 15 y 19 años son mayoría entre las personas sin hogar y una de cada 50 recurre a los servicios estatales que ofrecen alimento y un lugar para bañarse.

Las jóvenes que llegan a Frontyard suelen tener vidas complejas.

«Cuando desempacan sus historias te das cuenta de que llevan mucho más tiempo viviendo sin hogar que los varones», indicó McDonnell.

Erin Murphy no tiene hogar fijo desde hace años. Oriunda de Brisbane, se fue de su casa a los 16 años tras una disputa con su madre. Ahora vive en un hostal de mochileros en Melbourne.

La joven de 24 años vivió antes en varios hoteles y pensiones.

«Es muy duro cuando no tienes nada que te saque del círculo de no tener nada», explicó. «Nadie está en la calle por voluntad propia», añadió.

Erin cedió la custodia de su hija de tres años mientras busca trabajo y un lugar que pueda considerar su hogar. Se siente culpable de que se críe sin ella, pero al menos ella tiene una situación estable.

«Los niños sufren el estrés de no saber dónde van a dormir de noche», apuntó.

Para Sara Stilianos no tener hogar es una situación «tan estresante» que le causa dolor de pecho y estómago. Hace tres semanas que está en casa de un amigo, pero no sabe hasta cuándo.

Había estado 11 días en otro lugar y en un sitio distinto un mes antes. No es nada nuevo para la joven de 20 años, que se fue de su casa a los 15 tras una crisis nerviosa de su madre.

«Hace seis años que vivo mudándome. Fui a Cairns, Adelaida, Sydney y estuve en varios lugares de Melbourne», relató Sara.

Sara tiene planes de crear un refugio para jóvenes «que no tienen adonde ir» y conseguir trabajo y un hogar seguro para poder vivir con su hija, pero ahora siente que está estancada.

«Siento que cada vez que deseo algo, siempre aparece otra cosa que lo arruina», se lamentó.

Cuando no tiene adonde ir, suele quedarse con concidos de la calle o se va a un casino abierto las 24 horas.

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=95617