Jóvenes de diversos pueblos indígenas se involucran en iniciativas para evitar que sus respectivas comunidades sigan por el camino de la desaparición y para coexistir con otras culturas en un mundo cada vez más globalizado. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que hay unos 370 millones de indígenas que viven en comunidades, ya […]
Jóvenes de diversos pueblos indígenas se involucran en iniciativas para evitar que sus respectivas comunidades sigan por el camino de la desaparición y para coexistir con otras culturas en un mundo cada vez más globalizado.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que hay unos 370 millones de indígenas que viven en comunidades, ya sea en ámbitos urbanos, en reservas o mitad de camino entre ambos.
Estos pueblos sufren los mismos problemas que otras comunidades carentes de derechos como pobreza, falta de educación básica, elevado desempleo, altas tasas de delincuencia y una falta general de acceso a los servicios públicos y recursos.
Pero hay otros asuntos que son únicos de la experiencia indígena, como la separación forzada de sus tierras ancestrales, la pérdida de su lengua e historias de injusticia, exclusión social y violencia que llevaron a su marginación.
En el año 2000 fue creado el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas, en el que un comité de expertos, designados por los gobiernos y organizaciones indígenas de la sociedad civil, discute asuntos clave y recomiendan acciones al sistema de la ONU.
Este año, el Foro Permanente destaca el papel de los jóvenes indígenas como líderes comunitarios y ya hubo en enero un encuentro entre representantes de siete regiones para compartir su visión con miembros del Foro y expertos de organizaciones relacionadas.
Lengua, educación y conciencia
Los siete jóvenes coincidieron en su preocupación por la rápida desaparición de las lenguas indígenas, vitales para la unidad cultural. El Fondo de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) estima que en el mundo desaparece una lengua cada dos semanas.
Los sistemas educativos desempeñaron un papel histórico en la desaparición de las lenguas indígenas, a veces forzando su extinción castigando y humillando severamente a niños y niñas por hablar su lengua madre o por expresar de alguna forma su identidad étnica.
En la tribu anishinaabe de Andrea Landry, en Canadá, solo queda una anciana que habla con fluidez su lengua ancestral. A los 80 años todavía no ha superado la vergüenza por hablarla que le fue inculcada de niña, lo que hizo que le fuera más complicado compartirla con las generaciones más jóvenes.
Landry, representante de América del Norte, coincidió con muchos de sus compañeros en el encuentro que si bien el Estado debía ofrecer una educación bilingüe en las escuelas donde había niños y niñas indígenas, la cantidad de lenguas dificultó la implementación de la medida.
Implementar programas en el ámbito comunitario a través de organizaciones de la sociedad civil sería una buena alternativa, sugirieron los jóvenes.
También se mostraron todos preocupados por la falta de conciencia y por la tergiversación de su historia, cultura y situación actual. Todos coincidieron en que los sistemas educativos debían enseñar su historia y la diversidad social con más cuidado y exactitud.
Landry contó a IPS que cuando hacía su máster en comunicación y justicia social se quedó sorprendida por la falta de material sobre cuestiones indígenas. Trató de llenar las faltas con material complementario, pero arguyó: «no soy yo la que tiene que enseñar estas cosas».
Steven Brown, el representante de las naciones tribales bundjalung y yuin, en Australia, planteó su preocupación por los estereotipos negativos que se difunden en vez de una comprensión real de los pueblos indígenas.
Derecho a la información
En algunas comunidades, donde numerosas personas solo hablan su lengua ancestral, se plantean otros problemas: acceso a información importante sobre atención a la salud, oportunidades de empleo, derechos legales y servicios públicos.
El representante de la tribu de cazadores recolectores batwa, en Uganda, Niwamanya Rodgers Matuna, dio un ejemplo a IPS sobre cómo la falta de información sobre los medicamentos y su uso adecuado en la lengua materna de su pueblo llevó a que sus miembros no confiaran en remedios que no fueran los suyos tradicionales y rápidamente parecen perder eficacia.
El uso inadecuado y la mala calidad de los antibióticos hicieron que las enfermedades desarrollaran resistencia, un fenómeno que se volvió problemático en países pobres, pero que puede combatirse mejorando el acceso a la información de los destinatarios de los fármacos.
La representante de Asia, Meenakshi Munda, de la comunidad munda, en India, dijo que no quiere que su pueblo se vuelva dependiente de la ayuda estatal ni internacional.
Buscando un equilibrio
Los indígenas, y en especial los más jóvenes, saben que aprender otras lenguas es una necesidad para colaborar con gente de otros ámbitos en ambientes académicos y profesionales. Muchos de ellos, de hecho, se beneficiaron de saber varias lenguas y de los intercambios con otras personas.
Sin embargo, confían en que ese proceso de aprendizaje puede y debe ser un intercambio entre iguales y no requerir la subyugación de un pueblo o la eliminación de su cultura o historia.
El mundo tiene mucho que aprender del estilo de vida de los pueblos indígenas. A pesar de que existe una gran diversidad entre ellos comparten ideas centrales que no tienen la mayoría de las sociedades modernas.
La idea más significativa quizá sea el enorme respeto que tienen por la tierra y la profunda conexión con el territorio en el que viven.
«Tenemos una relación con la tierra, es un ser viviente», explicó Landry. «No se trata de tomar, tomar, tomar. Le damos a la tierra y esta nos da a nosotros», añadió.
Además, los pueblos indígenas conservan un enorme respeto por las personas mayores y todo lo que posea la sabiduría del tiempo. A alguna gente le puede parecer difícil comprender la importancia de proteger las culturas indígenas en tanto que ancestros de las civilizaciones modernas.
«Un río que olvida su fuente, se seca pronto», resumió Matuna, citando un proverbio africano.