Para prácticamente toda la opinión pública mundial, el asesinato de Jamal Khashoggi, se ha convertido en una de las noticias más relevantes de los últimos tiempos y este fenómeno quizás se lo debamos al talento de las empresas periodísticas, para llegar a unos de los rincones más oscuros de la condición humana: el morbo. Ese […]
Para prácticamente toda la opinión pública mundial, el asesinato de Jamal Khashoggi, se ha convertido en una de las noticias más relevantes de los últimos tiempos y este fenómeno quizás se lo debamos al talento de las empresas periodísticas, para llegar a unos de los rincones más oscuros de la condición humana: el morbo. Ese territorio del regodeó en la tragedia de los otros, cuanto más escabrosos sean los detalles, más interés seguirá provocando.
Mucho se ha conjeturado sobre las razones de un acto tan brutal como absurdo, brutal por el cómo, y absurdo por la torpeza política de su concepción. Las consecuencias a nivel internacional y sobre quienes podrían beneficiarse o perjudicarse por la desaparición del periodista, si no estuviera en medio la vida de un ser humano, daría pie a una ópera bufa. (Ver: Khashoggi: Por qué todos estamos hablando de él).
Así todo, quienes nos hemos ocupado del caso, hemos dejando a un lado un personaje que casi parece ser secundaria en la trama: al muerto. Por eso entonces empecemos de nuevo: ¿quién era en verdad Jamal Khashoggi? a quién oficialmente se lo presenta como un opositor a la dictadura.
Khashoggi, nació en la ciudad de Medina, el 13 de octubre de 1958, y ha tenido una larga actividad como corresponsal en Afganistán, Argelia, Kuwait, Sudán, entre otros países, de los diarios y revistas más importantes de su país, como Asharq al-Awsat, una publicación financiada por el régimen publicada en árabe, que se edita en unas doce capitales de Europa, Asía y África, con una tirada de 200 mil ejemplares; la revista al-Majalla y el periódico oficialista al-Hayat , ha sido jefe de redacción de al-Watan, que se presenta con cierto aire reformista. También fue asesor de medios del Príncipe Turki al-Faisal, mientras el noble saudí, fue embajador de su país en Washington.
Más tarde se desempeñaría como editor jefe de al-Arab News Channel, propiedad del excéntrico y multimillonario saudita el príncipe al-Waleed bin Talal al Saud. El canal, con intenciones de imitar al qatari al-Jazeera, aunque fue prácticamente cerrado al momento de su inauguración en febrero de 2015, por las presiones que Riad ejerció contra Bahréin, ya que sus estudios centrales estaban instalados en su capital Manama. Khashoggi, después de la monumental razia ordenada por el príncipe Mohamed bin Salman (MbS), (Ver: Una maraña shakesperiana en Arabia Saudita) decidió establecerse en los Estados Unidos en septiembre de 2017, donde rápidamente comenzó a escribir en el Washington Post, desde donde disparaba contra el régimen saudita, al que había acompañado a lo largo de toda su carrera periodística.
Un hombre del poder, cualquiera que sea.
Aunque en verdad Khashoggi ha sido un hombre de régimen y ha estado al servicio de la monarquía hasta su caída en desgracia, poco más de un año atrás, sus postulados reaccionarios tampoco parecieron cambiar tras el conchabo en el Washington Post. El tres de julio último publica en el diario norteamericano un columna titulada «Es hora de separar Siria», donde no solo sostiene el plan primigenio del Departamento de Estado y la razón del inicio de la guerra en 2011, sino que reprocha a los Estados Unidos, no intervenir y advierte sobre las venganzas que el «régimen» de Bashar al-Assad iría a cometer contra el millón de habitantes de la ciudad de Daraa, por ser la cuna de la «revolución», lo que ya reconquistada la ciudad no solo, no se ha producido ninguna matanza de civiles, sino que se lucha contra relojes para restablecer la normalidad y atender las necesidades más apremiantes de ese más de millones de sirios recién librados del tormento terrorista. En ese mismo artículo también dice «Es hora de que Estados Unidos intensifique y reafirme a su autoridad tradicional en la región. Este no es un trabajo para los rusos ni para los israelíes, ambos de los cuales traerían un acuerdo con considerables ataduras. Y mientras Irán tenga cartas estratégicas en Siria, la posibilidad de éxito es nula. Los Estados Unidos serían el único agente honesto en el esfuerzo internacional para restaurar la paz y la justicia para todos los sirios». finalmente en su panegírico a la intervención norteamérica y como si el mismo hubiera servido a la corona sueca y no saudí acota: «Para lograr una paz permanente en Siria, la parte sur del país debe ser protegida. La victoria para Assad no es una solución completa, sino que es una pausa. Los territorios gobernados por Assad están gobernados por el miedo y la pérdida de esperanza para la prosperidad. Los Estados Unidos deberían proponer la partición en Siria. Assad puede mantener lo que controla, y los rebeldes pueden formar gobiernos locales y establecer una nueva entidad. Con el reconocimiento y el apoyo internacional, sería posible celebrar elecciones para los consejos locales, restringir a los individuos radicalizados y detener la lucha que ha desestabilizado la región y creado una crisis de refugiados que se ha extendido por Europa».
Khashoggi también pareció haber descubierto en los últimos meses el error del Rey Salman, de iniciar el genocidio en Yemen, ya que el 28 de marzo de 2015, a poco más de una semana de iniciada la operación «Tormenta Decisiva» el nombre como se conoce la intervención saudita sobre Yemen, publicaba en el al-Hayat, «La Doctrina Salman», un artículo laudatorio del genocida, justificando la intervención que desataría además el exterminio de una nación, una hambruna desconocida en el mundo que pone al borde de la muerte a 13 millones de personas. En la que también alienta a expandir esa estrategia también a Siria diciendo que: «No se trata de una política para Yemen, sino para toda la región; si funciona, habrá otras operaciones, tal vez en Siria».
Justificaba entonces la guerra asimétrica contra el pueblo yemení, para evitar la política «expansionista» de Irán, la amenaza de los grupos terroristas que los propios sauditas crearon y financiaron y las políticas de acercamiento a Teherán, durante el último año de gobierno el presidente norteamericano Barak Obama, criticando fuertemente el pacto nuclear que firmó con la nación chií: «más allá de que Arabia Saudí tenga un nuevo líder hay dos factores que la impulsan: El desastre que nos rodea con el extremismo del Daesh, por un lado, y el expansionismo de Irán, por otro; y la falta de interés de Estados Unidos y Occidente, en general. Ha presionado el rey Salman para tomar la iniciativa y liderar la situación frente al silencio de los Estados Unidos es la debilidad de un presidente cuyo mandato termina en dos años».
En otro párrafo acusa a la resistencia yemení, los houtíes de atacar las instituciones estatales (que respondían a Riad) y a los propios ciudadanos con apoyo extranjero refiriéndose obviamente a Irán, lo que nunca ha podido ser demostrado, además de que los houthis se imponían sobre el pueblo yemení utilizando el poder de las armas y la intimidación.
Unos de los primeros quiebres que Khashoggi, tuvo con la familia real, se produjo al criticar el entusiasmo de los Saud, ante el triunfo de Donald Trump.
Algunas versiones, entienden que la decisión de quién en algún momento fue el amanuense oficial del reino, estarían vinculadas a el trabajo que había desarrollado Khashoggi en los servicios de inteligencia saudita, que le permitieron acceder a información reservada sobre la propia familia real, y que estaría decidido a publicar, llegado el caso, lo que incluía un plan secretos que tanto los Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita todavía guardaban para Siria. Lo que podría ser el motivo para que el régimen saudita con el que tanto colaboró Jamal Khashoggi, haya tomado de rehenes a su familia, poniéndoles abandonar el reino. Quien además se permitió obligar al hijo del periodista ejecutado, Salah Khashoggi, el último martes a recibir las condolencias del rey Salman y del príncipe heredero Mohammed bin Salman y estrechar las manos de los asesinos de su padre, el hombre que seguramente jamás imaginó que sería víctima del régimen al que tanto revindicó.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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