Kosovo representa otra manzana de la discordia en el mundo de hoy. A finales de diciembre, las divergencias en torno al futuro estatus político de esa provincia serbia, de mayoría albanesa, parecían alejar un arreglo negociado en el seno de la ONU, institución de la que el asunto podría escapar, para convertirse en algo terrible: […]
Kosovo representa otra manzana de la discordia en el mundo de hoy. A finales de diciembre, las divergencias en torno al futuro estatus político de esa provincia serbia, de mayoría albanesa, parecían alejar un arreglo negociado en el seno de la ONU, institución de la que el asunto podría escapar, para convertirse en algo terrible: otra guerra en los Balcanes.
Prensa Latina informaba que, en una sesión de enconadas discusiones celebrada a puertas cerradas, el 19 del pasado mes, los 15 miembros del Consejo de Seguridad no pudieron llegar a consenso sobre el futuro de ese territorio bajo administración de las Naciones Unidas, conforme a lo estipulado por la Resolución 1244, en vigor desde el año 1999, cuando concluyeron los bombardeos de la aviación estadounidense y la OTAN contra Serbia.
Durante los cuatro meses de negociaciones que Serbia y los albano-kosovares sostuvieron, hasta el 10 de diciembre, el principal obstáculo para el arreglo fue la recomendación del mediador de la ONU, Martti Ahtisaari, de conceder a Kosovo una independencia tutelada por la propia ONU y la OTAN.
La recomendación de separación, respaldada por Estados Unidos y la Unión Europea, y rechazada por Rusia y Serbia, al parecer ha envalentonado a los albano-kosovares, que han desestimado una y otra vez los ofrecimientos de amplia autonomía hechos por Belgrado en defensa de la integridad territorial del país.
Al término de la reunión del Consejo de Seguridad, los albano-kosovares aseguraban estar dispuestos a proclamar unilateralmente la independencia de Kosovo; y los serbios advertían que rechazarán esa declaración, la cual, subrayaban, abriría las puertas a numerosas demandas similares de las minorías nacionales de estados miembros de la Unión Europea.
Ahora, ¿por qué el desgajamiento de Kosovo concita el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea, si podría sembrar un mal precedente en el Viejo Continente, y obligaría a modificar o anular la Resolución 1244, que reconoce la soberanía de Serbia sobre la provincia?
Elemental. Estados Unidos y sus principales aliados europeos impulsan a toda vela la secesión con el fin de completar la desintegración de la antigua Yugoslavia, cuyo principal integrante, Serbia, siempre ha ocupado una posición política más cercana a Rusia que a Occidente.
Pero, además, Kosovo cuenta con grandes reservas de lignito y carbón, convertibles en energía eléctrica que satisfaga su desarrollo interno y el de países vecinos. ¿Qué no darían los Estados Unidos, la Unión Europea y las transnacionales por las abundantes reservas energéticas de un territorio que representa el 15 por ciento de la superficie de Serbia? Imagine usted la respuesta. Claro que ya las autoridades albano-kosovares han emprendido un amplio plan de privatización del sector energético, a favor de empresas norteamericanas y europeas, dejando fuera nada menos que a Rusia.
¿Cómo entonces, insistimos, Occidente va a seguir asumiendo una Resolución de la ONU que reconoce la soberanía de Serbia sobre Kosovo? Sobre Kosovo, que tiene también una enorme utilidad para los planes estadounidenses de construcción, a través de los Balcanes, de una estratégica red para el transporte de petróleo y gas, que garantice el suministro en cualquier circunstancia.
Kosovo como neocolonia es lo que necesitan Washington y la Unión Europea. Por eso, el empecinamiento en una política, la de independencia, que si, para algunos analistas podría llevar sólo a conflictos de baja intensidad, dada la presencia allí de más de 16 mil efectivos de la OTAN, para otros podría conducir a una guerra más amplia, que implique otra ola de limpieza étnica de serbios y romaníes a manos de los albano-kosovares.
Y aquí una pregunta nada retórica nos asalta. En caso del escenario de guerra amplia, ¿les importaría a ciertas élites de poder asentadas en Washington y Europa la muerte de miles de seres humanos cuando de economía y geopolítica se trata? Conociendo el paño, no creemos que esa multiplicada muerte les quite el sueno.
Lo cierto es que habrá que seguir atentos a esa otra manzana de la discordia que es Kosovo. Por si las moscas, vaya. Y por la estabilidad de un planeta ancho y ajeno para los de abajo, como acuñó un célebre escritor latinoamericano.