«Una mujer alfabetizada es una familia alfabetizada». Tal es la divisa de la pedagoga cubana Leonela Relys, creadora de un exitoso método para enseñar a leer y escribir adaptable a lenguas y culturas diversas. «Este programa de alfabetización se puede contextualizar en países tan diferentes y distantes entre sí como Bolivia, Timor Oriental o Nueva […]
«Una mujer alfabetizada es una familia alfabetizada». Tal es la divisa de la pedagoga cubana Leonela Relys, creadora de un exitoso método para enseñar a leer y escribir adaptable a lenguas y culturas diversas.
«Este programa de alfabetización se puede contextualizar en países tan diferentes y distantes entre sí como Bolivia, Timor Oriental o Nueva Zelanda, porque se basa en principios universales que cualquier ser humano puede entender», dijo Relys en entrevista con IPS.
Esta pedagoga es autora del método «Yo sí puedo», que según fuentes oficiales cubanas se aplica, se ha aplicado o está en fase de experimentación en la actualidad para enseñar a leer y escribir en 18 países en América Latina y otras regiones con altos índices de analfabetismo.
«En el mundo, el mayor porcentaje de analfabetos es femenino, debido al predominio de prejuicios machistas, inequidades, discriminación social, falta de oportunidades de empleo. Por todo eso, tenemos como principio poner en primer plano a la mujer», indicó..
Según un estudio conjunto divulgado en febrero de 2005 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en esta región suman 39 millones los adultos analfabetos, la mayor parte de los cuales viven en zonas rurales, pertenecen a minorías étnicas o son pobres.
Para erradicar ese problema en los próximos nueve años se requiere una inversión de casi 7.000 millones de dólares, sostiene el informe. Alcanzar la educación básica universal de niños y niñas para 2015 es uno de los ocho objetivos de desarrollo del milenio aprobados en 2000 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Sin embargo, autoridades cubanas calcularon en un congreso pedagógico realizado el pasado año en La Habana que en 12 años podrían aprender a leer y escribir y concluir la enseñanza primaria unas 1.500 millones de personas en el mundo, con una inversión inicial de 3.000 millones de dólares en el primer trienio y 700 millones en cada uno de los nueve años siguientes.
Datos de la Unesco indican que en América Latina y el Caribe el analfabetismo es de 11 por ciento de la población, mientras en zonas como África subsahariana y Asia meridional asciende a 40 y 45 por ciento, respectivamente.
En 2000, el total de analfabetos en todo el mundo alcanzaba a 876 millones de personas, 563 millones de las cuales eran mujeres, según esa agencia de la ONU.
«Por eso hay que priorizar ante todo a las mujeres. Una madre que sabe leer y escribir no permite que los hijos sean analfabetos y sembrará en su hogar el interés por la lectura, por entender el mundo a través de los libros», comentó Relys.
El método, que se apoya en medios audiovisuales como la televisión y el vídeo para abaratar costos de las campañas y llegar a mayor cantidad de personas, asocia las letras con los números, que los iletrados conocen de manera empírica «obligados por la vida».
Las letras más usadas son las vocales, representadas del uno al cinco, en tanto el seis se asocia a la L, de mayor utilización que las demás consonantes. «No se enseña a partir del abecedario, sino por la frecuencia del uso», explicó la pedagoga.
Casa, beso, familia, sol y luna son las primeras palabras cuya lectura y escritura aprenderá el o la alumna, según la cartilla que muestra la profesora. «Se trata de términos comunes a la vida de cualquier persona, no importa de dónde proceda o dónde viva», comentó.
El programa cubano consta de 65 teleclases de 30 minutos de duración. Como promedio, los iletrados e iletradas adultas aprenden a leer y escribir en sólo tres meses, pero establece como principio que las personas continúen estudiando al menos hasta concluir la enseñanza primaria.
A su juicio, el problema de género figura de forma muy «velada» en el «subtexto» del curso, que incluye una escena dramática en la cual aparecen tres mujeres y dos varones, «lo cual simboliza el mayor por ciento femenino en los índices de analfabetismo y que ellas sí pueden aprender».
Quien enseña es una mujer, presente también en los temas que se abordan: una representa a la juventud que no ha tenido oportunidad de acceder a la educación y la otra a alguien que trabaja, pero que no puede acceder a mejores empleos porque no sabe leer ni escribir.
«Otra representa a las mujeres indígenas, que mundialmente son las más explotadas, demostrando que ellas tienen inteligencia y capacidad suficiente para aprender a leer y escribir. Todo esto va con marcada intención en la concepción escenográfica.», señaló la pedagoga cubana.
El método Yo sí puedo comenzó a aplicarse este mes en Bolivia, donde fuentes oficiales indican que más de un millón de personas no saben leer ni escribir en ese país de 9,2 millones de habitantes.
La campaña encarada por el gobierno izquierdista de Evo Morales tiene previsto alfabetizar a más de 700.000 personas en lo que resta del año, en un programa que a partir de junio se extenderá a las lenguas nativas como el aymara, quechua y guaraní.
Se estima que en Bolivia, así como en Guatemala y Perú, hay menos de 90 mujeres alfabetizadas por cada 100 hombres que saben leer y escribir.
En tanto, Venezuela pasó a considerarse «territorio libre de analfabetismo» desde octubre, cuando anunció que casi 1,5 millones de adultos aprendieron a leer y escribir en los últimos dos años mediante la aplicación masiva del programa Yo sí puedo.
A sus 58 años, Relys tiene la esperanza aún incumplida de regresar a Haití para terminar la puesta en marcha de planes educativos que hace dos o tres años truncó la inestable situación política interna en esa nación, pero la acompaña la certeza de que no se equivocó de profesión.
«En la realidad de ese país aprendimos cómo nosotros, para hacer todos estos programas que tienen un carácter global, necesitamos respetar identidades, costumbres, religión, giros idiomáticos, cultura, todo lo propio de cada lugar», indicó.
En 1997 viajó por una semana al empobrecido Haití para dictar un seminario de alfabetización presencial, sistema que resultó inaplicable a las condiciones internas. Regresó dos años después para encabezar una campaña de alfabetización por radio en creole, la lengua nativa, y en francés.
«Allí comprendí todos estos problemas de la discriminación femenina, el nivel de superstición que existe en el país, donde hay lugares de muy difícil acceso en los que el analfabetismo es mayor», comentó.
Relys explicó que la situación obligó a realizar un trabajo comunitario previo muy profundo, de sensibilización de la sociedad, en el que se requirió la comprensión e intervención de todas las iglesias existentes en el lugar «buscando una comunidad de intereses y de aprobación a lo que se quería hacer por el bien del pueblo haitiano».
«El mayor apoyo que tuvimos en Haití provino de la Iglesia Católica. Los sacerdotes nos ayudaron a convencer a mujeres a asistir a los cursos, porque además una mujer alfabetizada adquiere más conocimiento sobre el medio ambiente, la higiene, la salud, así como educar mejor a los hijos, cómo vivir mejor en familia», afirmó.