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Nicaragua

La complicidad del silencio

Fuentes: El Salto

Los tres meses de lucha civil en Nicaragua contra el régimen de Ortega-Murillo han sido respondidos con un silencio atronador de las izquierdas. La historia pasará factura.

Algún día todos seremos pasto del olvido, pero las hemerotecas -en papel, digitales, virtuales…- seguirán ahí. Despertaremos y el silencio cómplice de una gran parte de las izquierdas sobre lo que está aconteciendo en Nicaragua nos pasará factura.

Un hermano, revolucionario, resistente, poderoso, me escribe hoy: «Luchamos por la vida, pero ando buscando ataúdes para los compas que nos mataron ayer… solo en Masaya asesinaron a 11 personas. Paradojas de esta lucha». Y yo me rompo por dentro y me dan ganas de salir a gritar a la calle… a esas calles vacías de solidaridad con la lucha solitaria de una mayoría del pueblo nicaragüense contra la dictadura familiar de Daniel Ortega y Rosario Murillo, apoyada por aquellos que se niegan a ver que del Frente Sandinista que conocimos y que apoyamos ya no queda casi nada. Al menos, no está en la parte alta de la pirámide de poder orquestada por esta pareja enferma que igual invoca a los espíritus que saca a los paramilitares a la calle.

En los pasillos del Foro de Sao Paulo, el gran encuentro de las izquierdas latinoamericanas que en este momento se celebra en La Habana, los secuestradores del sandinismo insisten en que todo es un complot del imperio: «La derecha ya no tiene gente, ya a sus marchas y convocatorias no va casi nadie, porque muchas personas abrieron los ojos percatándose de la manipulación de la que fueron víctimas», declaraba Carlos Fonseca Terán a Prensa Latina. Continúa: «Pretenden hacernos ver como genocidas, que masacramos al pueblo, a los manifestantes pacíficos, lo cual es totalmente falso».

Mientras los medios de la izquierda más inmovilista difunden la versión del complot, en los medios de comunicación convencionales Nicaragua es una anécdota: unos 20 segundos de suceso en los que el proceso no tiene peso. Pero yo hablo con compañeros y compañeras que no son sospechosos de contrarrevolucionarios -entre otras cosas porque el gobierno que encabeza Daniel Ortega desde hace 11 años no es revolucionario-, que pusieron cuerpo y alma en la verdadera revolución, que han sido coherentes a lo largo de todos estos años de alianzas corruptas entre Daniel y las élites sandinistas con la peor de las derechas del país.

Y lo que me cuentan esos compas no dibuja un golpe de estado orquestado por la derecha, sino la sordera violenta de un matrimonio multimillonario y ensimismado con el poder incapaz de escuchar a un pueblo que se cansó de la arbitrariedad y del mesianismo. Nadie recuerda ya que la revuelta de los estudiantes comenzó por la reforma del sistema de pensiones que realizó Ortega al dictado del Fondo Monetario Internacional: nada revolucionario, me temo.

Este domingo, el objetivo de los paramilitares y de la policía fue Masaya y los Pueblos Blancos. Mientras la persecución, las detenciones arbitrarias y los muertos se multiplica, Ortega programa actos de homenaje a la revolución traicionada por él mismo y hace desconexiones totales de la televisión para que sus chicos armados puedan actuar sin que la noticia se vea -aunque las redes que todo lo pueden rompen el bloqueo-.

Imagino que eso irá a más conforme se acerque el 19 de julio, cuando se conmemora la entrada triunfal a Nicaragua tras el triunfo de la revolución y la expulsión de Somoza, en 1979. ¿Qué van a hacer las izquierdas españolas, catalanas, vascas… mientras? Imagino que seguir calladas, inmutables. Es fácil organizar actos contra el pérfido gobierno de Israel o en contra de la hipocresía europea en el caso de los migrantes, pero queda «feo» manifestarse en contra de un régimen que, en teoría, está en manos de uno de los históricos partidos revolucionarios.

Esta complicidad se pagará. Este abandono de los compañeros y compañeras nicaragüenses, seguirá ahondando la profunda desconexión de las izquierdas con la realidad cuando esa realidad no coincide con nuestros imaginarios. A mi, personalmente, me da vergüenza propia y ajena que sigamos sin aprender.

PD1: ¿Alguien se pregunta por qué el Ejército nica no ha salido a frenar esta «operación imperialista de la derecha»?

PD2: Ni Correa era revolucionario, ni García Linera es el nuevo faro del marxismo andino amazónico, ni Maduro es Chávez, ni Lula es Chico Mendes. Siento que la realidad sea así (de decepcionante).