La deuda es una catástrofe para la humanidad, manteniendo regiones enteras en la más extrema pobreza, aunque estas posean importantes riquezas materiales y humanas. Una tragedia subyacente que provoca una multitud de dramas insoportables. Pero esta tragedia no ha ocurrido por si sola como puede ocurrir con un terremoto o un huracán devastador. Es la […]
La deuda es una catástrofe para la humanidad, manteniendo regiones enteras en la más extrema pobreza, aunque estas posean importantes riquezas materiales y humanas. Una tragedia subyacente que provoca una multitud de dramas insoportables. Pero esta tragedia no ha ocurrido por si sola como puede ocurrir con un terremoto o un huracán devastador. Es la consecuencia de elecciones geopolíticas bien definidas. Es sobretodo un mecanismo de subordinación de los países del Sur, en fin un neocolonialismo. Y como todas las tragedias, se presenta en 5 actas.
Acta 1: los años 1960-1970
Después de la segunda guerra mundial, Estados Unidos instauran el plan Marshall para la reconstrucción de Europa. Invierten masivamente en la economía europea para ayudar a que se recupere y los países europeos vuelven muy rápidamente a ser socios comerciales privilegiados. Un numero cada vez más grande de dólares (moneda de referencia) circulan en el mundo, y las autoridades norteamericanas intentan frenar las demandas de conversión de dólares en oro, para no vaciar sus cajas fuertes. Alientan entonces las inversiones de las empresas americanas en el extranjero, para evitar la vuelta de los dólares en exceso y un crecimiento súbito de la inflación en Estados Unidos. Eso explica porque en los años 1960 a los bancos occidentales les sobran dólares (los eurodólares) para los cuales buscan salidas e inversiones. Los prestan entonces a los países del Sur, que quieren financiar su desarrollo, entre otros los Estados africanos independientes desde hace poco y los países de América latina.
A partir de 1973, el choque petrolero proporciona rentas confortables a los países productores de petróleo que los invierten también en los bancos occidentales: son los petrodólares. Otra vez, los bancos los ofrecen a los países del Sur, a tipos de intereses bajos para incitarles a tomar préstamos. Todos estos préstamos ofrecidos por bancos privados constituyen la parte privada de la deuda exterior de los países en desarrollo (PED).
A eso cabe añadir la influencia de las decisiones de los Estados del Norte, donde la crisis se instaló a partir de este choque petrolero. Las mercancías producidas en el Norte encuentran dificultades para su venta, debido a la recesión y al advenimiento del paro masivo. Estos países ricos deciden entonces repartir poder adquisitivo al Sur, con el fin de incitarles a comprar las mercancías del Norte. De allí surgen los préstamos de Estado a Estado, a menudo tomando forma de crédito a la exportación. Básicamente, te presto 10 millones a tipos muy bajos, con la condición que me compres mercancías mías por un monto de 10 millones… Es la parte bilateral de la deuda exterior de los PED. El tercer actor de esta historia del endeudamiento es el Banco Mundial. Institución nacida en 1944 mientras los Estados Unidos estaban en posición de fuerza en el escenario internacional, es profundamente antidemocrática puesto que el sistema adoptado por los Estados miembros es de «1 dólar, 1 voto». Estados Unidos detienen más del 17% de los derechos de voto (lo que les proporciona una minoría de bloqueo), mientras que el grupo formado por 24 países de África subsahariana detiene solo 2% de estos. A partir de 1968, su presidente es Robert McNamara, antiguo ministro de Defensa americano, quien gestionó la escalada de la guerra en Vietnam. A través del Banco Mundial, McNamara tomara acciones para contrarrestar la influencia sovietica y los diferentes intentos nacionalistas. Su combate se situara en el plano financiero. De 1968 a 1973, el Banco Mundial va a otorgar más préstamos que durante todo el periodo 1945-1968.
Estos préstamos tienen varios propósitos perfectamente claros. Primero apoyar a los aliados estratégicos de Estados Unidos (Mobutu en el Zaire, Suharto en Indonesia, la dictadura brasileña y luego las dictaduras argentinas y chilenas…) para reforzar la zona de influencia americana. Sirven también a impedir el desarrollo de ciertas políticas apuntando a conseguir una independencia económica (Nasser en Egipto con la nacionalización del canal de Suez, N’Krumah en Ghana, Manley en Jamaica, Sukarno en Indonesia, etc.).
El Banco Mundial incita a los Países del Sur tomar préstamos con la clara esperanza de financiar la modernización de su aparato de exportación y conectarlos al mercado mundial. Es la parte multilateral de la deuda exterior de los PED.
Durante esos años, el endeudamiento sigue aguantable para los países del Sur porque a pesar de todo, estos préstamos les permiten producir más, para exportar más, y recuperar divisas para reembolsos y nuevas inversiones.
Estos tres actores (bancos privados, Estados del Norte, Banco Mundial), con la complicidad de las clases dirigentes del Sur, están al origen de un aumento exponencial de la deuda (se multiplica por 12 entre 1968 y 1980), precediendo un cambio de trayectoria trágico.
Acta 2: la crisis de la deuda
A finales del año 1979, para salir de la crisis que les golpea, luchar contra una inflación importante y reafirmar su lidership mundial después de los severos fracasos de Vietnam en 1975, en Irán y en Nicaragua en 1979, Estados Unidos empiezan un viraje ultraliberal, que continuara después de la elección de Ronald Reagan a la presidencia. Hace ya algunos meses que el Reino Unido hace lo mismo con el gobierno de Maragaret Thatcher. Paul Volcker, el director de la Reserva Federal americana, decide un fuerte aumento de los tipos de interés americanos con el propósito de seducir capitales y así relanzar la maquina económica americana. Los inversores de todo el planeta están entonces fuertemente incitados a invertir su dinero en Estados Unidos. ¿Pero que relación tiene esto con la deuda?
Es que hasta entonces los tipos de interés de los préstamos otorgados a los Estados del Sur eran bajos, pero variables y vinculados a los tipos americanos. Del orden de 4-5% en los años 1970, pasaron a 16-18% por lo menos, hasta más en el peor momento de la crisis, puesto que la prima de riesgo se volvió enorme. Así, de la noche a la mañana, el Sur tiene que rembolsar intereses tres veces más elevados. A mitad del juego, las normas han sido cambiadas de manera deliberada: la trampa ha funcionado.
Además, los países del Sur están confrontados a otro cambio brutal: la bajada del valor de las materias primas y de los productos agrícolas que exportan. La gran mayoría de los préstamos ha sido contraída en monedas fuertes como el dólar. Durante los años 1970, los países deudores deben así hacerse cada vez con más divisas para rembolsar sus acreedores. Intentan entonces exportar aún más (café, cacao, algodón, azúcar, cacahuete, minerales, petróleo, etc.) para recuperar una cantidad mayor de divisas, lo que hace bajar los precios todavía más, puesto que el Norte no aumenta su demanda. El Sur se encuentra preso de la deuda sin por supuesto poder enfrentarse a los plazos fijados. Es la crisis de la deuda.
En Agosto de 1982, México es el primer país en anunciar que no puede rembolsar. Es el final del acta 2, corto, pero brutal.
Acta 3: los planes de ajuste estructural
Esta crisis de la deuda suena como un trueno en el mundo económico y político. Las instituciones internacionales, sirven supuestamente para regular el sistema y prever las crisis, y no han visto nada llegar.
En el momento que algún país tiene que dejar de rembolsar, el Fondo Monetario Internacional (FMI) llega en bombero financiero. Pero un bombero algo raro, que ha empujado al vicio los pirómanos…
Nadie más quiere prestar a esos países que no pueden rembolsar. El FMI es su único recurso. Acepta prestar el dinero que hace falta (que permite más que nada salvar a los acreedores – a menudo privados – del Norte), con tipos altos, por supuesto, pero con la condición que el país en cuestión acepte de llevar a cabo la política decidida por sus expertos: son las famosas condiciones del FMI. En una palabra, la política económica del estado endeudado pasa bajo el control del FMI y de sus expertos ultraliberales. Allí aparece una nueva colonización: una colonización económica. Ni hace falta entretener una administración y un ejercito colonial en el sitio, la mecánica de la deuda se encarga solita de gestionar la dependencia.
Las medidas preconizadas están inscritas en un Plan de Ajuste Estructural (PAE), que siempre sigue el mismo esquema: abandono de las subvenciones a los productos y servicios de primera necesidad: pan, arroz, leche, azúcar, combustible…; austeridad presupuestaria y reducción de los gastos, en general baja drástica del presupuesto social «no-productivo» (salud, educación, subvenciones a los productos de primera necesidad); devaluación de la moneda local; tipos de interés altos, para atraer los capitales extranjeros con una remuneración alta; producción agrícola enteramente dedicada a la exportación (café, algodón, cacao, cacahuete, té, etc.) para que entren divisas, entonces reducción de las culturas alimenticias y deforestación para ganar nuevas superficies; apertura total de los mercados a través de la supresión de los aranceles; liberalización de la economía, entre otras medidas el abandono del control de los movimientos de capitales y la supresión del control de cambios; fiscalidad incrementando aun mas las desigualdades con el principio de un impuesto sobre el valor añadido (IVA) y la preservación de las ganancias del capital; privatizaciones masivas de las empresas publicas, así como un desempeño del Estado de los sectores de producción competitivas… La poción es muy amarga.
Por ejemplo, en Malí, Alpha Oumar Konaré es elegido Presidente en 1992, después de la dictadura del general Moussa Traoré. Su política es dócil respecto al FMI y su propósito es el restablecimiento de los grandes equilibrios macro-económicos. Se empeña en promover las actividades mercantiles privadas y a sanear el sector público, como se dice en el FMI. Los efectivos de la función pública pasan entonces de 45.000 en 1991 a 37.700 en 1998, y los salarios públicos sufren una bajada en valor real de entre 11% y 18%. La presión fiscal pasó de 8.5% en 1988 a 14% en 1998, mientras que los gastos corrientes han pasado de 15% del PIB a 10.8%. Y el gobierno se enorgullece de deducir de ello que al respecto de los grandes equilibrios, ¡»la política del ajuste a permitido una mejora cierta»! De las 90 empresas públicas en 1985 en Malí, quedaban 36 en 1998, 26 habiendo sido liquidadas y 28 privatizadas. Así que en 1988, 75% de los ingresos fiscales del gobierno iban a parar en la masa asalariada de sus funcionarios, a comparar con 27% en 1998. Es lo que el gobierno califica de «saneamiento cierto de los gastos». Y eso prosigue: en el año 2000, auditorias de la Caja de las Jubilaciones de Malí (CRM) y del Instituto Nacional para la Previsión Social (INPS) y adopción de un plan de saneamiento de sus finanzas; venta del 60% del capital de la Sociedad Nacional de los Tabacos y Cerillas de Malí (SONATAM), con una privatización total en vista; liquidación de la Sociedad Maliense de Material de Obras Públicas (SLMTP), de la Oficina de los Paradores Turísticos (ORT) y de la Sociedad Nacional de Investigación y de Explotación Minera (SONAREM).
A pesar de ello el nivel de vida de la población no mejora. Algunas cifras bastan: en 1999, la taza bruta de escolarización primaria es de 56%; el numero promedio de alumnos por profesor en primaria es de 79; 27% de los niños menores de 5 años padecen malnutrición; 59% de la población tiene acceso a un centro de salud a menos de 15 km; 17% de las casas están equipadas con agua corriente y 12% de electricidad.
Otro ejemplo: en Julio de 1999, el FMI otorgó un crédito a Madagascar. A cambio, el gobierno procede a importantes reformas estructurales, como la privatización del segundo banco del país (un banco agrícola), así como a la liberalización de las telecomunicaciones, de la pesca y de los recursos mineros. La compañía petrolera pública (Solima) se privatizó con retraso, en Junio del 2000. Pero, como el país aplicaba amablemente la política que se proponía imponerle, se merecía otro respiro. A partir de Julio de 2000, se le otorgó la primera parte de un nuevo crédito de ajuste estructural del Banco Mundial.
Además, el FMI tiene la destreza de hacer llevar la responsabilidad de estas decisiones a los gobiernos del Sur. Cada año, cada Estado tiene que redactar informes analizando la situación económica y dibujando las perspectivas para el futuro. En una dirección ultraliberal, por supuesto. Los préstamos y varios nuevos escalonamientos solo se otorgan si estos informes van en el sentido adecuado, completados con visitas de caballeros del Banco Mundial o del FMI para asegurarse de ello en persona. De hecho, las instituciones financieras internacionales hacen cuñar por las autoridades en ejercicio la lista de sus revendicaciones propias, para explicar mejor si fuese el caso que ellos no han hecho nada más que ratificar las elecciones de los autóctonos… El mecanismo de la deuda es un mecanismo de subordinación muy sutil y muy impresionante.
Acta 4: El uso de los préstamos en el Sur
A pesar de esto, los préstamos masivos contraídos por los dirigentes de los países del Sur no han beneficiado mucho a las poblaciones. La mayor parte fue decidida por regimenes dictatoriales, aliados estratégicos de las grandes potencias del Norte. Una parte importante de las sumas conseguidas fue malversada por esos gobiernos corruptos. Aceptaron aun mas fácilmente endeudar sus países que se otorgaron de paso comisiones con al apoyo de los demás actores del endeudamiento. Como explicar que cuando murió, Mobutu Sese Soko, a la cabeza de Zaire durante más de 30 años, disponía de una fortuna estimada a 8.000 millones de dólares, equivalente a dos tercios de la deuda de su país, sin hablar del enriquecimiento de sus amigos? O que en Haití, en 1986, la deuda externa llegaba a 750 millones de dólares cuando la familia Duvalier, que gobernó con una mano de hierro durante treinta años (primero François – conocido como Papa Doc – luego Jean-Claude – llamado Bebe Doc), huyó hacia la Costa Azul francesa con una fortuna estimada a más de 900 millones de dólares? Que otra explicación encontrar al enriquecimiento de la familia de Suharto en Indonesia de la cual la fortuna, cuando fue alejado del poder en 1998 después de 32 años de reino, se estimaba en 40.000 millones de dólares, mientras su país estaba en un marasmo total.
A veces, como en el caso de la dictadura argentina (1976-1983), la situación es increíble. Durante este periodo, la deuda fue multiplicada por 5.5 para llegar a 45 mil millones de dólares en 1983, en gran parte contraída con bancos privados, con el consentimiento de las autoridades estado-unidenses. A partir de 1976, un préstamo del FMI había dado una señal fuerte a los bancos del Norte: se podía hacer negocios con la Argentina de la dictadura. La junta en el poder recurrió a un endeudamiento obligatorio de las empresas públicas, como la compañía petrolera YPF cuya deuda externa pasó de 372 millones de dólares a 6 mil millones de dólares, fue así multiplicada por 16 en 7 años. Pero las divisas tomadas prestadas en esta época casi nunca llegaron en la caja de las empresas públicas. Las sumas tomadas prestadas a los bancos Estado-unidenses fueron invertidas allí en su mayor parte bajo la forma de depósitos, con un tipo de interés inferior al del préstamo. Se produjo entonces un enriquecimiento personal de los próximos al poder dictatorial a través de comisiones importantes. A titulo de ejemplo, entre Julio y Noviembre de 1976, la Chase Manhattan Bank recibió cada mes depósitos de 22 millones de dólares y los remuneró a alrededor del 5.5%; mientras tanto, al mismo ritmo, el Banco central de Argentina tomaba prestado 30 millones de dólares al mismo banco con tipos de interés del 8.75%. Todo esto se hizo con el apoyo activo del FMI y de los Estados Unidos, permitiendo que siguiera en el poder un régimen de terror al mismo tiempo que acercaba a Argentina de Estados Unidos después de la experiencia nacionalista de Perón y de sus sucesores.
La deuda creció rápidamente, así como la riqueza personal de los próximos al poder. Fue también benéfico para los bancos del Norte: el dinero volvía en parte en sus cajas, y se podíar presta de nuevo a otros que también lo rembolsaron… Además, la fortuna de los dictadores era muy útil a los bancos porque les servía de garantía. Si de repente el gobierno de un país endeudado se volvía reticente a rembolsar los préstamos contraídos en nombre del Estado, el banco podía amenazar tranquilamente con congelar los haberes personales secretos de los dirigentes, o hasta confiscarlos. La corrupción y las malversaciones han tenido entonces un papel importante.
Por otra parte, el poco dinero que llegaba en el país endeudado se utilizó de amera muy específica. Los créditos pararon mayoritariamente en mega-proyectos energéticos o de infraestructuras (presas, centrales térmicas, oleoductos…) muy a menudo inadaptados y megalomaniacos, que fueron apodados «elefantes blancos». El propósito no era mejorar la vida cotidiana de las poblaciones, pero al contrario conseguir extraer las riquezas naturales del Sur y llevarlas fácilmente hacia el mercado mundial. Por ejemplo, la presa de Inga en Zaire permitió instalar una línea de alta tensión sin precedente de 1.900 kilómetros hacia el Katanga, región rica en minerales con vistas a su extracción. Pero esta línea no fue acompañada de la instalación de transformadores para proporcionar electricidad a los pueblos que sobrevuela…
Esta lógica prevalece todavía regularmente, como lo prueba la construcción del oleoducto Chad-Camerún, lanzada a mediados de los años 1990, que permite llevar el petróleo de la región de Doba (Chad, incomunicado) al terminal marítimo de Kribi (Camerún) a 1.000 kilómetros de allí. Su puesta en servicio se hizo menospreciando los interese de las poblaciones. Por ejemplo, al principio, para compensar las poblaciones de los daños provocados por este proyecto cofinanciado por el Banco Mundial y asociando Shell, Exxon y Elf, los responsables propusieron 3.000 francos CFA (4.5 dólares) por tronco de mango destruido, cuando según el diputado de Chad Ngarléjy Yorongar la primera producción de este árbol puede dar 1.000 mangos de las cuales cada una se puede negociar 100 francos CFA (0.15 dólares)…
La compra de armas o de material militar para oprimir los pueblos contó también en el incremento del endeudamiento. Numerosas dictaduras mantuvieron su control sobre las poblaciones comprando a crédito armas con la complicidad activa o pasiva de los acreedores. Las poblaciones de hoy en día rembolsan así una deuda que permitió comprar las armas responsables de la desaparición de los suyos, que se trate de los 30.000 desaparecidos de Argentina bajo la dictadura (1976-1983), de las victimas del régimen de apartheid en África del Sur (1948-1994) o del genocidio en Ruanda (1994). El dinero tomado prestado sirvió también a alimentar las cajas negras de los regimenes en ejercicio, para comprometer los partidos de oposición y financiar campañas electorales costosas y políticas clientelistas.
Los préstamos se destinaron también en prioridad a la ayuda condicionada. El dinero sirvió entonces a comprar productos fabricados por las empresas del país acreedor, contribuyendo a equilibrar su balanza comercial. Las necesidades reales de las poblaciones de los Países en Desarrollo pasaban en un segundo plano.
Infraestructuras impuestas por las multinacionales del Norte, ayuda condicionada, compra de armas para una represión masiva, malversaciones y corrupción, a esto sirvieron las sumas tomadas prestadas durante decenas de años.
Acta 5: la copa esta llena
En los años 90, en su gran mayoría, los países en desarrollo cayeron bajo el control del FMI. Pero nada se arregló por ello, todo al contrario. La deuda sigue su carrera loca, lo hemos visto, y las crisis financieras se multiplican. La apertura total del Tercer Mundo a los capitales extranjeros y las medidas liberales impuestas por el FMI atrajeron capitales altamente volátiles, listos a huir en cuanto aparecieran las primeras señales de fragilidad económica. Fue el caso en América del Sur en 1994, luego en Asia del Sur-este en 1997, en Rusia en 1998, de nuevo en América latina en 1999, en Turquía entre 1999 y 2002, en Argentina en 2001-2002, en Brasil en 2002. Pero siempre y por todas partes, las mismas recetas se impusieron: nuevos préstamos en cambio de una liberalización acentuada de la economía. De hecho, estos nuevos préstamos incrementaron la deuda, pero no sirvieron a restaurar un poco de bien-estar a las poblaciones del Sur. Solo se usaron para permitir al Estado en crisis a rembolsar sus acreedores del Norte, a menudo responsables de inversiones arriesgados y azarosos…
Cada vez, la prioridad se da a seguir rembolsando la deuda. Así, desde la crisis de la deuda de 1994, los ingresos de las exportaciones de petróleo de México transitan por una cuenta situada en Estados Unidos, y un magistrado americano tiene la autorización de bloquear los flujos de esta cuenta hacia México si no rembolsa su deuda. Los Estados así dominados por el FMI pierden su soberanía: es en efecto una colonización económica.
La caída del precio de las materias primas prosigue inexorablemente. Lo que observamos se parece mucho más a un saqueo de los recursos del Sur que a unos intercambios comerciales equitativos.
A mediados de los años 90, los dirigentes de los países los más ricos estaban muy preocupados por el sistema financiero internacional. En 1996, la cumbre del G7 de Lyon decide a consecuencia lanzar una iniciativa muy mediatizada para aliviar substancialmente la deuda de los países pobres: la iniciativa PPTE («Países pobres muy endeudados»).
Se supone que esta iniciativa, respaldada en la cumbre del G7 de Colonia en 1999, aliviara la deuda de los países pobres muy endeudados. Pero ha nacido mal: no resuelve nada. Concierna solo un pequeñísimo numero de países pobres (42 de 165 PED) y su propósito se limita en volver su deuda externa sostenible. El FMI y el Banco Mundial intentan aliviar la deuda lo que es necesario para acabar con las sumas atrasadas y a las demandas de escalonamientos, por otra parte sin tampoco conseguirlo. Pero sobre todo aprovechan esta iniciativa que parece generosa para imponer un reforzamiento del ajuste estructural. A pesar de una apariencia de cambio, la misma lógica prosigue. Para conseguir un alivio de la deuda en el marco de la iniciativa PPTE, las etapas son numerosas y exigentes, y necesitan un tiempo demasiado largo.
Primero, los países susceptibles de beneficiar de ella tienen que sufrir de un «grado de endeudamiento insostenible» según el FMI, y «establecer antecedentes positivos en la puesta en marcha de reformas y de buenas políticas económicas a través de programas respaldados por el FMI y el Banco Mundial». Se trata de un verdadero camino del combatiente. El país considerado tiene que firmar primero un acuerdo con el FMI para llevar a cabo durante un periodo de 3 años una política económica aprobada por Washington. Esta política se apoya en la redacción de un Documento de estrategia para la reducción de la Pobreza (DSRP). Este documento detalla la lista de las privatizaciones, las medidas de desregulación económica que permite generar los recursos para rembolsar la deuda por una parte, y por otra parte como los fondos resultados del alivio se usaran, entre otras cosas para luchar contra la pobreza. La contradicción es evidente.
Al vencer este periodo de tres años, el FMI y el Banco Mundial intentan saber si la política seguida por este país basta para permitirle rembolsar su deuda. El criterio elegido para determinar una eventual insostenibilidad de la deuda es la taza entre el valor actual de su deuda y el monto anual de sus exportaciones. A ojo, si esta taza supera los 150%, la deuda se estima insostenible. En este caso, este país alcanza el punto de decisión y se declara admisible a la iniciativa PPTE.
Un país que consiguió llegar favorablemente al punto de decisión tiene entonces que seguir aplicando las políticas respaldadas por el FMI y redactar un DSRP definitivo. La duración de este periodo oscila entre uno y tres años, y es determinada por la redacción del DSRP y la puesta en marcha satisfactoria de las reformas-llave convenidas con el FMI. Estas reformas-llave corresponden de hecho a un reforzamiento del ajuste estructural de los años 1980 y 1990, rebautizado DSRP para la circunstancia.
Luego llega el punto de cumplimiento. El país beneficia entonces de una pequeña reducción del stock de su deuda externa de manera a volverla sostenible. El alivio permite finalmente hacer pagar los PED al máximo de sus posibilidades. De hecho, se cancelan principalmente las deudas impagables. La iniciativa PPTE esta destinada antes que nada a garantizar la perennidad de los reembolsos y a disimular el reforzamiento del ajuste estructural bajo la apariencia de generosidad. En el año 2000, es decir 4 años después del principio de la iniciativa, los 42 PPTE han transferido sumas colosales al Norte: la transferencia neta sobre la deuda a sido para ellos negativa de alrededor de 2.3 mil millones de dólares.
A partir de 2000, la CNUCED lo tiene claro: «Las esperanzas que se basan actualmente en la puesta en marcha de la iniciativa a favor de los países pobres muy endeudados (PPTE) no son realistas. El alivio de la deuda considerado no bastara a volverla sostenible a medio plazo (…); por otra parte, el alcance del alivio de la deuda y la manera en la que ocurre no tendrán efectos directos notables sobre la reducción de la pobreza.»
En total, 34 de los 42 PPTE son países del África subsahariana, a los cuales hay que añadir 4 países de América latina (Honduras, Nicaragua, Bolivia, Guayana), 3 países de Asia (Laos, Vietnam y Myanmar) y el Yemen. Solo los países muy pobres y muy endeudados pueden esperar leves alivios. Así, Nigeria esta muy endeudado, pero como es un país exportador de petróleo, no se considera lo bastante pobre. Haití, uno de los países los más pobres del planeta no se considera lo bastante endeudado para estar elegible. Y los países donde viven la mayoría de los pobres del planeta no están concernidos: China, India, Brasil, Argentina, México, Filipinas, Pakistán, etc. Los PPTE representan solo el 11% de la población total de los PED. ¿Como esperar salir del callejón sin salida financiero actual donde se encuentran todos los PED con tal iniciativa?
Hasta estos 42 países no se beneficiaran todos de alivios. Por ejemplo, Laos no pretende beneficiar de esta iniciativa, ya que sus dirigentes consideran que conlleva más inconvenientes que ventajas. Además, 4 países llegaron al punto de decisión y obtuvieron una respuesta negativa: Angola, Kenya, Vietnam y Yemen. Su endeudamiento se considera sostenible, aunque Angola por ejemplo, arrasado por 25 años de guerra civil apoyada por las multinacionales petroleras, tuvo que enfrentarse en 2002 con una hambruna sin precedentes en su territorio… Finalmente, las previsiones indican que tres países más no se beneficiaran con la iniciativa (por culpa de un estado de guerra o de una falta de cooperación con los países ricos): Liberia, Sudan y Somalia, sancionados de tal manera porque no son políticamente correctos. La iniciativa PPTE concierne así en el mejor de los casos 34 países.
En diciembre de 2002, 26 países habían alcanzado el punto de decisión, y 6 de ellos habían alcanzado el punto de cumplimiento: Uganda, Bolivia, Mozambique, Tanzania, Burkina Faso y Mauritania.
La CNUCED sigue muy lucida en su informe de septiembre de 2002: «Después de casi 20 años de programas de ajuste estructural, la pobreza a aumentado, el crecimiento es en la mayoría de los casos lento y errático, las crisis rurales se han agravado y la desindustrialización a acabado con las perspectivas de crecimiento. Desde hace dos años la reducción de la pobreza se ha vuelto el objetivo fundamental de los programas y de las actividades de las instituciones financieras internacionales en África y en otros países de pocos ingresos. Este cambio de actitud merece ser saludado. Pero ha habido una evolución de las mentes?» O también: «Un examen detallado de las medidas macroeconómicas y de ajuste estructural que constan en los DSRP permite constatar que no hay ninguna evolución fundamental de los consejos formulados en el marco de lo que llamamos el Consenso de Washington.» Detlef Kotte, uno de sus dirigentes, no duda en escribir: «El FMI o el Banco Mundial han cambiado las palabras, las siglas, su modo de consultación, pero no han cambiado nada a sus creencias.» Lo comprobamos, hoy en día el problema de la deuda sigue entero.
Artículo tomado de cadtm. Más información sobre la semana contra la deuda en quiendebeaquien