La división del partido colorado y la unidad de la oposición llevan al triunfo de los últimos irreductiblemente. Pero si los colorados llegan unidos a unas elecciones ganan inequívocamente aunque la oposición este unida. En 1998 la oposición se articuló bajo la alianza Laíno-Filizzola, pero ganó el partido colorado que estructuró una sólida unidad con […]
La división del partido colorado y la unidad de la oposición llevan al triunfo de los últimos irreductiblemente. Pero si los colorados llegan unidos a unas elecciones ganan inequívocamente aunque la oposición este unida. En 1998 la oposición se articuló bajo la alianza Laíno-Filizzola, pero ganó el partido colorado que estructuró una sólida unidad con la dupla Cubas-Argaña. En el 2008 los colorados llegaban a las elecciones impulsando la candidatura de Blanca Ovelar, pero fragmentado tras las internas que convirtió a Castiglioni en un adversario. Esas elecciones fueron ganadas por Fernando Lugo que logró aglutinar a todas las fuerzas opositoras en un proyecto común.
Hoy el partido colorado está experimentado la peor división de la era Cartes, y este trata de armar un equipo político con sus imberbes «chicagos boy» Sergio Peña, Gustavo Leite, Roberto Moreno y López Moreira, con el apoyo del anémico grupo samanieguista. Los otros, los políticos de raza, los marginados del «nuevo rumbo», están preparando su artillería más pesada. Galaverna, Velázquez, Castiglioni, Baqueta, Marito y Duarte Frutos, por citar algunos, calibran sus misiles apuntando las internas del 2017. Las posiciones están encontradas en la ANR: por un lado, el neoliberalismo cartista que no logra levantar cabeza, y por el otro el conservadurismo nacionalista representado por los políticos de rancia tradición.
Si Cartes quiere seguir contando con el apoyo imperial debe cumplir la receta neoliberal fondomonetarista. Si los caudillos pretenden lograr la adhesión de las bases coloradas, visceralmente antiliberales, deberán construir un discurso nacionalista «antioligárquico», ya probado eficazmente por Duarte Frutos en el 2003. La división está sellada, los colorados llegarán al 2018 sin posibilidades de unidad. Las bases coloradas probaron con Cartes y erraron, y no van errar una vez más. No hay gato que meta la mano en el fuego dos veces aunque le ofrezcan la fortuna del narcotráfico.
Para la oposición la mesa está servida como en el 2008, ahora sólo le toca hacer su trabajo y los colorados probablemente volverán a la llanura.
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