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Las nuevas sanciones contra la República Islámica cancelarían su acuerdo tripartito con Brasil y Turquía

La imparable ansia nuclear de Irán

Fuentes: Revista Debate

Con doce votos a favor, dos en contra y una abstención, el nuevo y más severo paquete de sanciones contra el programa nuclear iraní es también el menos aprobado de los cuatro adoptados hasta ahora por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, todos ellos de eficacia cuestionada. Bajo liderazgo estadounidense, la resolución en […]

Con doce votos a favor, dos en contra y una abstención, el nuevo y más severo paquete de sanciones contra el programa nuclear iraní es también el menos aprobado de los cuatro adoptados hasta ahora por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, todos ellos de eficacia cuestionada.

Bajo liderazgo estadounidense, la resolución en cuestión fue pacientemente construida a fin de robustecer el intento de privar a la Republica Islámica de las armas atómicas que se sospecha que busca, si bien los usos pacíficos de la energía nuclear son el único y constante objetivo iraní declarado.

A juzgar por anuncios previos, tales sanciones abrirían la puerta para la cancelación de un acuerdo anterior. Mediado por Brasil y Turquía, e inaceptado hasta ahora por el grupo de Viena (Estados Unidos, Francia, Rusia y la Agencia Internacional de Energía Atómica -AIEA-), el acuerdo apunta al canje de 1.200 kilos de uranio de Irán, enriquecido al 3,5 por ciento, por 120 kilos en varillas enriquecidas al veinte por ciento fuera de la Republica Islámica, requeridas por su reactor experimental en Teherán para producir radioisótopos de uso médico.

Sin embargo, el mandatario iraní Mahmoud Ahmadinejad declaró que lo convenido con el jefe del Estado brasileño y con el del gobierno turco «está vivo», y tarde o temprano «ha de jugar su papel».

Del lado norteamericano, las sanciones vinieron de la mano de la reafirmada vigencia de la opción diplomática. Más interesado en retirar a sus efectivos de Irak y Afganistán que en abrir nuevos escenarios bélicos, Estados Unidos tendrá que recurrir a la diplomacia para alcanzar ese fin, tratando de mejorar su posición en esa negociación eventual.

 

CON POCO EFECTO

Con el trasfondo de la compra de 176 kilos de uranio enriquecido argentino por parte de Irán, durante la presidencia de Raúl Alfonsín, para el mismo reactor experimental, no sorprende que Ahmadinejad haya evocado ahora esa transacción de los ochenta ni que, el último año, un asesor del presidente estadounidense Barack Obama tanteara el interés argentino en una nueva provisión de uranio enriquecido al veinte por ciento a Teherán, con resultados negativos. Tampoco llama la atención que Brasil, uno de los tres miembros rotativos del actual Consejo de Seguridad que privaron al nuevo paquete de sanciones de más votos favorables -y cuyo presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, participó junto al premier turco, Recep Tayyip Erdogan, en la negociación del acuerdo tripartito con Teherán- fuese mencionado por un analista iraní en Washington como posible país a confiar el enriquecimiento al veinte por ciento.

Según el boletín israelí DEBKAfile, ya durante la visita de Ahmadinejad a Brasilia, en noviembre último, Lula habría acordado suministrarle uranio natural brasileño.

En contraste con esa hipótesis, vestida de certeza pero jamás vuelta a ser mencionada, resulta más atinado imaginar que el uranio y la experiencia nuclear brasileños puede contarse entre aquello que reviste interés potencial para Irán.

A título comparativo, desde el inicio del régimen de sanciones, en 2006, el nivel de apoyo a las mismas ha mermado.

Los dos primeros paquetes fueron aprobados por unanimidad, mientras que el tercero contó con un solo voto no afirmativo, ahora triplicado. Y, en el rinde, resulta indudable que el paquete más reciente, suficientemente aguado para poder concitar el apoyo ruso y chino, es poco apto para provocar la detención del programa nuclear iraní, o su renuncia al derecho a enriquecer uranio, sujeto al monitoreo de la AIEA, tal como habilita a sus firmantes el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP).

Con más de tres décadas haciendo frente a variadas medidas punitivas estadounidenses, o de inspiración washingtoniana, la reacción de distintos funcionarios de la República Islámica confirmó tal cosa. Su visión de las sanciones como otro escollo a tratar de superar no parece ser ajena a la de sus enemigos y proveedores.

 

SANCIONES SUPLEMENTARIAS

Como principal interesado en neutralizar el ascenso iraní, el premier hebreo, Benjamin Netanyahu, abogó de inmediato por mayor severidad. Hace tiempo que Israel recomienda insistentemente explotar la limitada capacidad de Irán para refinar petróleo. Entendida por varios analistas como una declaración encubierta de guerra, su deseo es que Obama se sirva de la legislación norteamericana para castigar unilateralmente a los proveedores de casi cien mil barriles diarios de gasolina importada desde Irán, o cerca del cuarenta por ciento de lo necesario para atender el consumo interno.

Y si esa interferencia desatara una acción bélica contra el Estado hebreo -no es ocioso recordar que el recurso de las armas ya llevó a su galardonado escritor Amos Oz a retratar al Israel de hoy como un hombre dotado de una maza enorme, simplificadora de todo problema-, pasará a verse como un clavo a ser remachado. Ante tal diagnóstico, el jefe del Mossad, Meir Dagan, alertó al gobierno acerca de que Israel se está volviendo una carga para Washington.

En el afán de agregar garra a las sanciones aprobadas, Estados Unidos ha alentado a otros a adoptar medidas suplementarias, y la Unión Europea (UE) ya decidió castigos adicionales. Vista la renuencia de Alemania, que junto con Italia es el principal socio comercial de Irán a regalar mercados a sus competidores, resta ver cómo cada miembro de la UE implementa tales medidas. No parece ser casual que el subjefe de la diplomacia germana declarara que su país desplegaría esfuerzos en aras de la remoción de las sanciones. Difundidas por un medio iraní, sus palabras no parecen haber dado pie a enmiendas.

A su turno, el primer ministro ruso, Vladimir Putin, se ha mostrado escéptico respecto de todas las sanciones. Resguardada la venta rusa a Irán del sistema defensivo S-300, no incluido en el nuevo paquete de sanciones, y la inauguración de la usina atómica de Bushehr, Putin preguntó: «¿Acaso se sabe de una sola instancia en la que las sanciones hayan sido efectivas?».

Como variable de ajuste en la relación rusa con Estados Unidos, Irán debe resignarse, empero, a la sujeción de la entrega de ese material bélico -y la largamente diferida inauguración de la central nuclear- a los avatares del vínculo entre ambas potencias.

Para volver al acuerdo tripartito, para Lula, «esta vez, tristemente fue Irán el que deseaba negociar, y quienes creen que la fuerza todo lo arregla los que no quisieron».

Quedó demostrado en la carta de Obama a Lula, del 20 de abril, que ese deseo nunca significó descuido de los mediadores a requerimientos deletreados, desde octubre 2009, por el grupo de Viena.

Al igual que en su correspondencia con Erdogan, Obama explicitaba las condiciones ingresadas en el acuerdo tripartito. Al tomar estado público, esa misiva puso sobre el tapete que nunca antes se habló de más uranio iraní que los 1.200 kilos mencionados en el acuerdo tripartito, para ser canjeado por varillas inútiles para fines bélicos, limitándose así el riesgo de una bomba iraní.

 

INCITACIÓN

Teherán no está dispuesto a sacrificar su derecho a enriquecer uranio para fines pacíficos, aunque el director del ente oficial dijo no estar apurado por construir nuevas plantas de enriquecimiento. A ojos de Irán es sin duda Israel, sexta potencia nuclear, el que, además de su ventaja en armas convencionales, posee el único arsenal atómico de la región. Sin ser suscriptor del TNP, Israel es visto como proliferante, no sólo porque su poderío incita a sus vecinos a angostar la brecha, sino también por su pasada oferta a Sudáfrica de misiles munidos de ojivas nucleares.

Nada de esto preocupa tanto como el actual canciller israelí, Avigdor Liberman, quien propuso, antes de acceder a recientes cargos ministeriales, un bombardeo atómico a la represa egipcia de Aswan.

El interés en mantener la ventaja regional israelí parece haberse extendido hasta los usos pacíficos de la energía atómica, alcanzando a países como Jordania, en paz con Israel desde 1994. Su programa nuclear sólo apunta a atender necesidades propias de electricidad y de algún vecino.

Negado en Israel, el monarca jordano denunció obstrucción hebrea en tratativas para la compra de cuatro reactores. Estados Unidos parece ser el mejor posicionado para hacer esa venta, pero la condiciona a la compra de combustible nuclear fuera de Jordania. Para Amman, abstenerse de utilizar los importantes yacimientos de uranio descubiertos en el reino para producir su propio combustible lesiona sus derechos como suscriptor del TNP.

En suma, recordando que la fórmula empleada surgió de Estados Unidos, es razonable pensar que el acuerdo tripartito, cuyos mediadores ya han sido alentados por Francia y otros a continuar, tendrá en el futuro el desenlace esperado.

Con la salida de Irán de 1.200 kilos de uranio se atenuarán las preocupaciones generadas por el ansia iraní de ser reconocida como potencia regional.

Después, será un Oriente Medio libre de armas de destrucción masiva -propuesta de Egipto, Jordania, Turquía y no sólo otros aliados y amigos de Estados Unidos- la mejor opción para acotar toda clase de peligros reales e imaginados.

A ese respecto, no carece de mérito el comentario de un analista turco sobre la peligrosidad del uranio enriquecido iraní, lejano aun del noventa por ciento requerido para armas atómicas, pero superado por la enriquecida hipocresía norteamericana.

 

Ignacio Klich. Historiador y compilador de Árabes y judíos en América Latina, Siglo XXI Iberoamericana, Buenos Aires, 2006.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/2010/06/25/2991.php