Durante la guerra de Vietnam, Camboya fue bombardeada (1965-1973) secreta e ilegalmente por los B-52. Decenas de miles de personas fueron asesinadas, cientos de comunidades campesinas destruidas, hasta dos millones de campesinos se refugiaron en la capital, Phnom Penh, huyendo de las bombas. Ahora los verdugos quieren que las víctimas paguen los gastos humanitarios ocasionados […]
Durante la guerra de Vietnam, Camboya fue bombardeada (1965-1973) secreta e ilegalmente por los B-52. Decenas de miles de personas fueron asesinadas, cientos de comunidades campesinas destruidas, hasta dos millones de campesinos se refugiaron en la capital, Phnom Penh, huyendo de las bombas. Ahora los verdugos quieren que las víctimas paguen los gastos humanitarios ocasionados por su agresión imperialista.
Parece un cuento del género del surrealismo trágico o de novela negra surrealista, no sé si existen, pero William Heidt, el embajador de los Estados Unidos en Camboya, ha pedido al gobierno camboyano la devolución con intereses de un crédito que Estados Unidos concedió a uno de sus gobiernos títeres en la región durante aquella época, un gobierno que había llegado al poder en un golpe organizado por los propios Estados Unidos.
El gobierno del general Lon Nol pidió el crédito para hacer frente a la crisis humanitaria creada por las bombas lanzadas desde los mortíferos B-52. Ninguno de los gobiernos posteriores ha aceptado la deuda. La han considerado ilegítima. Ni tan siquiera cuando Camboya se dotó de un gobierno elegido en las urnas al final de su guerra civil en el último decenio del siglo XX cuando los Jemeres Rojos fueron definitivamente derrotados y Camboya se integró cabalmente en la Comunidad Internacional.
Los camboyanos consideran que la deuda fue contraída por un gobierno ilegal e ilegítimo que en 1970 había derrocado mediante un golpe de Estado al Rey Norodom Sihanouk. El monarca había mantenido contra viento y marea neutral a Camboya en la guerra de Vietnam. El crédito fue concedido después de que el nuevo gobierno golpista, contra el deseo mayoritario de los camboyanos, se pusiera al lado de Estados Unidos contra Hanoi; ascendió a 274 millones de dólares y fue utilizado en su mayor parte para alimentar y vestir a los campesinos refugiados en la capital de los bombardeos estadounidenses y otra parte para comprar armas. Por eso los camboyanos consideran la reclamación americana ilegítima e inmoral.
Los bombardeos se habían iniciado en 1965 para acabar con el suministro de armas al Vietcong a través de la ruta Ho Chi Minh, pero en 1969 el Presidente Nixon y su secretario de Estado Kissinger mandaron sembrar de bombas a Camboya. Como criminales que esperan la noche exigieron al Pentágono hacerlo de manera secreta. Era una orden ilegal, porque el Congreso tenía que aprobar la declaración de guerra, algo que nunca sucedió. Fue uno de los motivos -la opinión pública se enteró en 1973- que ayudaron al hundimiento de Nixon. Según el Centro de Estudios del Genocidio de la Universidad de Yale cayeron 2.756.941 toneladas de bombas, en 230.516 salidas, a 113.716 lugares, entre ellos 13 mil pueblos. Una cantidad mucho mayor que en todo Japón, incluida las bombas nucleares, durante toda la segunda guerra mundial. Los muertos podrían ser mucho más que los 150 mil declarados. Peter Maguire, un profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, habla de 500 mil. Todavía a principios de este año una comunidad fue desplazada para retirar varias bombas no explotadas. Niños siguen muriendo de bombas de racimo que encuentran en el bosque cuando acompañan a su madre a coger leña.
De cualquier manera los bombardeos masivos -Trump se niega a aprender la lección- no impidieron que los marines tuvieran que salir corriendo de Camboya en 1975 cuando Lon Nol fue derrotado por guerrilleros de los Jemeres Rojos. Una derrota que los generales que sueñan otra vez con hacer grande América les cuesta digerir. Es como si Estados Unidos todavía tuviera clavada su derrota en Vietnam como un aguijón. Una herida reabierta con la llegada a la casa blanca de Trump, que sueña con borrar en el imaginario patriótico la amarga derrota en Indochina.
La exigencia del embajador ha indignado a los camboyanos. Ven la reclamación de la deuda como un símbolo de que Estados Unidos no tiene ningún remordimiento por los crímenes de guerra cometidos y que están dispuestos a intervenir de nuevo agresivamente cuando lo crean oportuno. Los Estados Unidos quieren que Camboya le pague el doble del préstamo concedido aduciendo los intereses. Está pidiendo 506 millones de dólares a los camboyanos de una deuda original de 274 millones.
La mayoría de los camboyanos creen que debería ser al revés. Los que sufrieron la carnicería deberían ser compensados por los carniceros. Los camboyanos sufren la misma lógica de matón que el Presidente Trump usa con los mexicanos: quiere que paguen bajo amenazas el muro construido por Estados Unidos en su propio beneficio; o que Iraq pague con su propio petróleo la invasión americana que destruyó el país. Trump actúa como lo que ha sido en sus negocios de casinos: un gángster. Está convirtiendo la política del cowboy matón en la nueva «doctrina» de política exterior en Estados Unidos, al menos con los débiles. Legar a «acuerdos» sin que importen las leyes o imperativos morales bajo la amenaza de los puños metálicos. Puro y simple militarismo hueco.
Camboya hace apenas una década era uno de los países más pobres del mundo. El año pasado el FMI lo subió de categoría dándole el estatus de país de bajo-medio ingreso. Camboya había quedado al margen del milagro económico regional debido a una guerra a la que había contribuido Estados Unidos. Washington apoyó a Pol Pot durante años -no le había importado para nada que un tercio de la población muriera bajo su régimen- en su juego de ajedrez contra la Unión Soviética cuando Tailandia o Malasia conocían su despegue económico. Ahora la partida de ajedrez de Washington es contra Beijing. Camboya empieza a ser alguien económicamente y China puede ser la más beneficiada. Camboya ha sido un aliado tradicional suyo. En los últimos años China ha incrementado considerablemente sus inversiones y préstamos en el país. El año pasado condonó la deuda camboyana, incluida la contraída por Camboya durante los tiempos de Kampuchea Democrática; un período en que China concedió importantes prestamos al régimen de Pol Pot.
William Heidt, el embajador estadounidense, pidió el pago de la deuda después de que Camboya suspendiera unas maniobras militares conjuntas con Estados Unidos. En la rueda de prensa recordó a los camboyanos que no pagar la deuda será un obstáculo a su desarrollo porque dificulta la capacidad de conseguir préstamos en el mercado internacional de crédito. ¿Quiere Estados Unidos poner obstáculos entre Camboya y China dificultando el desarrollo de Camboya?
Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-indignante-reclamacion-estados-unidos-camboya/