Durante los cuatro años del gobierno de Fernando Lugo, el congreso sistemáticamente se encargó de impedir los cambios impulsados desde el ejecutivo, y en todo ese tiempo, la izquierda se lamentó sistemáticamente por tener un congreso de derecha. Los nulos avances en la reforma agraria, reforma tributaria, salud y educación, fueron responsabilidad del parlamento y […]
Durante los cuatro años del gobierno de Fernando Lugo, el congreso sistemáticamente se encargó de impedir los cambios impulsados desde el ejecutivo, y en todo ese tiempo, la izquierda se lamentó sistemáticamente por tener un congreso de derecha. Los nulos avances en la reforma agraria, reforma tributaria, salud y educación, fueron responsabilidad del parlamento y no de Lugo, según la izquierda.
En esos cuatro años, los referentes de izquierda, proclamaban constantemente que en las elecciones del 2013 habría que elegir unitariamente a legisladores socialistas para disputar a la derecha el espacio parlamentario. Pero hoy, solo a unos meses de las elecciones, la izquierda está haciendo exactamente todo lo contrario, y Lugo, que sufrió en carne propia esta realidad, es el que menos voluntad ha puesto para cumplir ese postulado.
La indignación por el golpe parlamentario sigue recorriendo el país. La gente común se siente estafada por los sucesos de junio pasado, incluido los afiliados de los partidos tradicionales. En las últimas internas del partido colorado, 30.000 electores estamparon el lema «golpistas» en las papeletas de votación como expresión de su indignación y rechazo. En el partido liberal fueron muchos más, 50.000 indignados electores hicieron lo mismo. Los miles de indignados son potenciales votos, pero los partidos de izquierda están más preocupados en descubrir las diferencias que los separan, antes que encontrar las coincidencias que puedan llevar al cambio, en un país consumido por 150 años de dominación bipartidista.
La izquierda, que está dividida en tres frentes (Avanza país, Frente Guazú y Kuña Pyrenda) en su conjunto concentra alrededor del 15% de la intención de votos, con tendencia a crecer si logra construir la unidad del campo popular. Fernando Lugo tendría que ser el artífice de esta unidad, pero él, que pretende asegurase una banca parlamentaria, se aísla y se atrinchera en el Frente Guazú, que lo postula como candidato a primer senador. Con esta actitud, antes que unidad, sólo está contribuyendo a la desarticulación del campo popular.
Más que nunca, la gente anhela profundizar el cambio iniciado en el 2008, con el triunfo de Lugo, y abortado con el golpe de junio del 2012. La coyuntura internacional y la situación interna como nunca son favorables, pero el egoísmo obnubila al luguismo, que ve a los otros sectores de izquierda como los enemigos que pretenden disputarle su espacio, y no se acuerdan que el espacio por el que hay que luchar es del congreso.
Si la derecha hizo enormes esfuerzos para impedir la consolidación del gobierno luguista, hoy la izquierda luguista está haciendo iguales esfuerzos para que la derecha retome el poder. Lugo cumplió la tarea histórica de derrotar al partido colorado, tras 61 años hegemónicos, pero hoy se está convirtiendo en el mayor cómplice de su regreso al poder.
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