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Entrevista al periodista Esteban Hernández, autor de “El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI” (Akal)

«La izquierda no está comprendiendo el funcionamiento del capitalismo actual»

Fuentes: Rebelión

El capitalismo financiarizado del siglo XXI no tiene como fin principal producir bienes para mercados cada vez más extensos, sino que sobre todo crea intermediaciones para extraer valor en vez de añadirlo. A partir de esta caracterización, el periodista Esteban Hernández señala en el ensayo «El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI» […]

El capitalismo financiarizado del siglo XXI no tiene como fin principal producir bienes para mercados cada vez más extensos, sino que sobre todo crea intermediaciones para extraer valor en vez de añadirlo. A partir de esta caracterización, el periodista Esteban Hernández señala en el ensayo «El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI» (Akal) los ejemplos de Uber en el sector del transporte, Airbnb en los apartamentos turísticos, Amazon y Spotify en los canales de distribución o Facebook y Google en la captación de datos. «El papel de la financiarización es rastrear oportunidades de ganancia, en general a través de nuevos modelos de negocio aplicados a espacios preexistentes», afirma. Éste escenario global de capitales fluidos, que requieren la supresión de barreras, es en el que se expande la derecha populista.

Las nuevas tecnologías, la innovación, la velocidad y las estructuras dinámicas y flexibles de las empresas son rasgos inherentes al modelo. ¿Ha sabido entenderlo la izquierda? Esteban Hernández, que escribe en el periódico El Confidencial y es autor de «Nosotros o el caos: así es la derecha que viene» (2015) y «El fin de la clase media» (2014), lo niega. Hoy el individuo funcional al sistema ha de conocer idiomas, estar al tanto del último celular, seguir la serie de moda y familiarizarse con el «speed dating» y el «multitasking». Tal vez por ello, ante tal exigencia de moral y disciplina, los votantes de Donald Trump y el Brexit «hacen apología de todo lo teóricamente devaluado: beber cerveza, ver deporte por televisión o los bares de siempre», explica Hernández, que ha presentado «El tiempo pervertido» en la librería Ramón Llull de Valencia, en conversación con el inspector de Trabajo y Seguridad Social y miembro de Podemos, Héctor Illueca.

-El 10 de febrero tuvo lugar una manifestación en la Plaza Colón de Madrid para denunciar la «traición» del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por unas supuestas «concesiones» al independentismo catalán. Se movilizaron el PP, Ciudadanos, UPYD y VOX, y también Falange Española de las JONS, España 2000, Democracia Nacional, Alternativa Española y Hogar Social Madrid. ¿Dónde estaba el populismo de derechas?

Creo que se trató más bien de un movimiento táctico de las derechas, con el que intentaban forzar unas elecciones generales. Pero la manifestación no les salió bien. Allí no había ningún elemento populista, como el que puedan representar Marine Le Pen, líder de Reagrupamiento Nacional, en Francia o Matteo Salvini, de la Liga Norte en Italia. Albert Ribera es un liberal pro-europeo, el PP es un partido de derecha y VOX, de extrema derecha.

-El FMI pronostica un crecimiento en el PIB de China del 6,2% en 2019, superior al del 3,5% previsto para todo el mundo, el 2% para las «economías avanzadas», el 2,5% en Estados Unidos, el 1,6% en la Eurozona y el 1,3% en Alemania. ¿De qué modo puede conectarse a la potencia asiática con la irrupción del populismo? 

China no está, por ahora, difundiendo una ideología para que sus aliados la adopten, sino que intenta desarrollarse como imperio. Hoy no sucede lo mismo que en la Guerra Fría; la situación se asemeja más bien al periodo previo a la Primera Guerra Mundial, caracterizado por las diferentes potencias en conflicto. Desde esa perspectiva, no habría relación alguna entre China y el populismo. Pero sí la hay en la respuesta estadounidense, en el intento por parte de Estados Unidos de derrotar a China y resituarse como potencia hegemónica; este proceso implicaría una reestructuración del orden global, donde la UE y Occidente salen perdiendo, Alemania se hace más frágil y Estados Unidos incrementa su poder; una de las explicaciones es que para Estados Unidos resulta mucho más sencillo firmar acuerdos comerciales -en condiciones ventajosas- con países aislados que integrados en bloque. Así, la irrupción de Trump en 2016 cambió totalmente el escenario. El exbanquero de inversiones y exasesor de Trump, Steve Bannon, está promoviendo la expansión en Europa del populismo de derechas. Si Thatcher y Reagan fueron, en los años 80 del siglo pasado, la «punta de lanza» del neoliberalismo, Trump y el Brexit -que fue apoyado por la élite estadounidense cercana a Trump- suponen la proyección de los populismos derechistas en el mundo occidental.

-¿Está cometiendo errores la izquierda?

Si una parte importante de la gente que está perdiendo con la globalización -y que debería ser cercana en las cuestiones materiales- no vota a la izquierda, es que algo se está haciendo mal. Creo que la izquierda no ha sabido entender el funcionamiento del capitalismo actual, de dónde extrae el valor y a quién perjudica. Por ejemplo respecto al funcionamiento de las empresas, con los nuevos métodos del «management» y el «prívate equity». No se está haciendo una buena lectura «material», ni se han sabido adaptar las enseñanzas marxistas al presente, tampoco se han identificado los valores culturales que demandan las clases «perdedoras». Esto impide identificar a los posibles aliados y clases a los que la izquierda ha de dirigirse. En ese contexto, el populismo de derechas ha venido a ofrecer soluciones a las demandas de los «perdedores». Existen opciones al estilo Salvini y Le Pen, cuyos programas económicos incluyen medidas que podrían considerarse sociales o de izquierdas, y que se diferencian de las extremas derechas puras y duras del norte de Europa; o de VOX en España. La derecha extrema de Polonia, que se opone a Rusia, y las de Hungría y Chequia tienen también sus particularidades.

-La financiarización…

Es esencial. Hemos pasado del capitalismo fordista al financiarizado, con unas nuevas lógicas que producen ganadores y perdedores. En España, el 45% de las inversiones en la bolsa están hoy en manos extranjeras. Según un informe de Intermón («Premiar el trabajo, no la riqueza», enero de 2018), el 82% de la riqueza mundial generada en 2017 fue absorbido por el 1% más rico de la población mundial, mientras que el 50% más pobre (3.700 millones de personas) no se beneficiaron en modo alguno de este crecimiento. En Occidente los «perdedores» son la clase obrera cada vez más precarizada, la población emigrante, la clase media empobrecida e incluso, en algunos casos, las clases medias-altas. ¿También los taxistas que piden limitaciones a Uber y Cabify, o los «chalecos amarillos» movilizados en Francia? Sin duda. Quienes pierden con la globalización viven en un mundo muy fluido, en un cambio permanente, aunque necesiten más raíces, estabilidad y seguridad. En resumen, la misma derecha que produjo la financiarización, encuentra ahora una salida (de derechas) para «arreglar» el problema que creó.

-En el ensayo destacas unas palabras del empresario, fundador y presidente ejecutivo del Foro de Davos, Klaus Schwab, también autor del libro «La Cuarta Revolución Industrial» (Debate, 2016): «La línea de la división de hoy no está entre la izquierda y la derecha políticas, sino entre los que abrazan el cambio y los que quieren conservar el pasado. Estos últimos se quedarán atrás». ¿Cómo deberían interpretarse las ideas de conservadurismo, seguridad y certidumbre?

Cuando habitas en un mundo fordista y sabes que toda la vida trabajarás en la fábrica, esto ofrece un elemento positivo: tienes trabajo y puedes mantener a tu familia. Pero hay también un factor negativo: el trabajo resulta muy repetitivo, no satisface o produce un deterioro físico; en aquel contexto fordista podría entenderse la seguridad como una atadura. Pero no estamos en ese momento, hoy no existen opciones donde elegir, de ahí la inseguridad. Una de las consecuencias del cambio tecnológico es un mercado laboral en el que, por un lado, existe una abundante mano de obra adaptable en el sector servicios, que ha de saber cambiar según las circunstancias. Y por otra parte un tipo de trabajo cualificado, muy especializado y bien pagado, para personal con óptima formación. Y esto, sin apenas estratos intermedios. También las mercancías se han dividido entre «Premium», prestigiosas y de alto valor añadido; y «commodity», devaluadas y fácilmente intercambiables. Los países podrán ser «startup nations», al contar con empresas innovadoras y exportadoras, o los habrá que compitan con Asia rebajando las condiciones laborales.

-Un informe de la Universidad de Oxford (2013) señala que el 47% de los empleos actuales podrían «automatizarse» en 25 años. ¿La transformación del mercado laboral se ha extendido también al comercio?

Si observas la España de hace 30 años, había un número muy elevado de pequeñas tiendas de barrio, que hoy han desaparecido. A este modelo siguió el de los hipermercados y después el de la concentración en centros comerciales y grandes marcas. De ahí pasamos a Amazon, Walmart y Spotify. Actualmente la concentración del poder y los ingresos se da entre menos actores, en épocas anteriores estaba mucho más repartido (el 14 de febrero la compañía de comercio electrónico Amazon difundió que renunciaba a la construcción de una nueva sede en Nueva York, debido a la oposición de políticos locales, activistas y una parte de la población; algunas de las críticas al proyecto fueron «los incentivos fiscales y el potencial impacto sobre los servicios públicos», según informó la Agencia Efe. Nota del entrevistador).

-Por último, el periódico Cinco Días publicó en enero la ratio de las 10 empresas más importantes del mundo por su valor en bolsa, de las que siete son tecnológicas: Microsoft, Apple, Amazon, Google, Tencent, Facebook y Alibaba; dos financieras, de Estados Unidos (Berkshire Hathaway y JP Morgan Chase) y una de la Salud, también estadounidense (Johnson&Johnson); además, según la empresa de investigación de mercados eMarketer, las compañías Google, Facebook y el grupo chino Alibaba concentrarán en 2019 el 60% del mercado global de publicidad digital. ¿Qué importancia otorgas a las nuevas tecnologías?

Las grandes tecnológicas son principalmente estadounidenses y necesitan -porque son monopolios, u oligopolios en el mejor de los casos- deteriorar las regulaciones que existen en Occidente para poder generar ingresos y ser rentables. Estados Unidos las protege. Contamos con algunos ejemplos evidentes de estas prácticas, como son Uber y Airbnb: necesitan convertir a los trabajadores asalariados en autónomos y eliminar la obligación de pagar impuestos en el país donde obtienen los beneficios. Asimismo, Apple se ha convertido en un instrumento de inversión que capta financiación a buen precio y la reinvierte en activos. Google y Amazon no sólo son empresas que necesitan deteriorar normativas y reglas, sino que -en el caso de Google y Facebook me parece evidente- están concentrando la distribución de información más que nunca. Estas compañías son las que tienen mayor capacidad para que una idea penetre en la sociedad. Hasta ahora, han favorecido a los populismos de derechas, incluyendo WhatsApp, que fue adquirida por Facebook en 2014 por 22.000 millones de dólares.

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