En cierta ocasión tuve el encargo de acudir a México en viaje profesional, representando al madrileño Círculo de Bellas Artes (hoy entregado vergonzantemente a PRISA, editora del diario El País), una vez que la Junta Directiva de la entidad aprobara un proyecto que bauticé como «El Círculo Volante», cuyas líneas maestras eran la mutua colaboración […]
En cierta ocasión tuve el encargo de acudir a México en viaje profesional, representando al madrileño Círculo de Bellas Artes (hoy entregado vergonzantemente a PRISA, editora del diario El País), una vez que la Junta Directiva de la entidad aprobara un proyecto que bauticé como «El Círculo Volante», cuyas líneas maestras eran la mutua colaboración de nuestros países en todas las facetas del arte. La tierra del Subcomandante Marcos era el primer paso del plan.
El entonces Presidente de Iberia puso tanto entusiasmo en la idea que me aseguró: «Si en México aceptan el proyecto, tienes a tu disposición un Boeing-747 para utilizarlo como quiera el Círculo». El meollo del asunto era, fuera de los estúpidos fastos del 92, trasladar a hasta México durante tres semanas a decenas de artistas españoles (plásticos, escritores, bailarines, diseñadores, actores, actrices, realizadores, etc.), realizar en el DF (Distrito Federal) una serie de actividades de carácter polifacético, como teatro musical, lectura de poemas acompañada de baile clásico y/o moderno, escultura en vivo, pintura en la calle y otras, al cabo de las cuales los homólogos mexicanos vendrían en el mismo avión a España para hacer lo propio. Y en pocos meses intentaríamos realizar la misma labor en La Habana, Buenos Aires, etc.
En mi equipaje había mucha cautela, algo de escepticismo, unos gramos de entusiasmo y unas camisetas que entregaría a las autoridades del país, una vez que fuera recibido en los lujosos salones donde acostumbran a trabajar los ministros y ad-láteres. La prenda lucía una leyenda muy expresiva y un magnífico dibujo de mi amigo Andrés Vázquez de Sola, alusivo al descubrimiento del Nuevo Mundo. El texto muy breve y rotundo: «Me cago en el Quinto Centenario».
La primera visita fue al Ministerio de Cultura. El titular me recibió muy amable en su despacho decorado con caoba y marfil, amén de dos espléndidas secretarias en minifalda que, luciendo una sonrisa de anuncio de televisión, me brindaron bebida y algo para picar mientras explicaba al responsable de la cartera el proyecto del Círculo. La respuesta era la que yo esperaba: «Mire, señor Tena, México le agradece profundamente su oferta, pero no puede poner ni un solo peso en la empresa. Al fin y al cabo este tipo de cosas las esperábamos hace más de cuatro siglos».
Todo entusiasmado por la dignidad demostrada, quise probar tamaño ataque de nacionalismo extrayendo de mi portafolios una de las camisetas y le pedí al señor ministro que, por pura coherencia con lo afirmado, se la pusiera unos segundos para ver cómo le sentaba. La cara del chico (un empresario amigo personal de Bush padre) era un poema. El entonces Presidente de la República, Salinas de Gortari, no le hubiera ido a la zaga en pasmo y sorpresa. Excusándose como pudo, confundido y sonriendo nervioso, me despidió amablemente, mientras yo volvía a empacar la camiseta del V Centenario e imaginaba a Vázquez de Sola cuando le narrara los hechos.
Al llegar al hotel puse la televisión (qué horror, ya sé, merezco la horca por ello) y quedé estupefacto ante un anuncio de promoción gubernamental. En los 30 segundos que duraba el spot, el protagonista, un hombre de mediana edad con aire campesino, se subía los pantalones (se suponía que acababa de defecar en un terreno recoleto con pocos edificios en lontananza), mientras la voz en off decía, más o menos: «Cuando hagas ésto, cúbrelo con tierra. Que la fecalidad no alcance el cielo. Por un México más limpio».
Aún alucinado por el consejo, dirigí mis pasos hacia la residencia del entonces embajador español en México, Don Alberto Aza Arias, que me dijeron era una excelente persona proveniente de la UCD, licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, que fue legado en Gabón, Argelia e Italia. En el 77 fue nombrado Subdirector General de la Oficina de Información Diplomática y más tarde Director del Gabinete del Presidente Suárez. En 1985 fue nombrado Observador Permanente ante la OEA (inútil y descafeinada organización en la que EEUU hace y deshace a su antojo), y en 1990 llegó a México. Efectivamente, me topé con un hombre muy culto, agradable, que me animó, a pesar de mi fracaso con el ministro, a seguir adelante entrevistándome con los directores de museos, teatros, organismos oficiales de cine, TV, etc. Aproveché la visita para inquirir acerca del anuncio de marras y la respuesta fue tan contundente como inesperada: en el México de Salinas de Gortari, ahora de Fox, el aire, además de plomo (es una de las ciudades del mundo con una contaminación que supera los estándares permitidos), falta de oxígeno (el DF se encuentra situado a 2.240 metros de altitud), contenía un nada despreciable índice de fecalidad: o sea, de mierda, para ser claros.
Los parásitos más frecuentes allá eran y son: La giardia lambia, la entomoeba histolitica, los tricocéfalos, los enterovirus vermiculares ( oxiurious) los áscaris lumbricoides, la uncinaria, las taenias solium y saginata, las taenias enanas, el estrongiloides esterocalis y el balantidium coli, blastosistis hominis. Las lesiones que provoca la Entamoeba Histolitica a nivel del colon van desde las eritematosas dimitutas, úlceras de diversos tamaños, hasta verdaderas complicaciones que pueden amenazar la vida de un ser humano como son la perforación intestinal, y la invasión a tejidos extraintestinales y sobretodo cuando se perfora el pulmón. Otra complicación de la amebiasis es el ameboma del colon, que puede confundir al clínico con un tumor. Y por si esto fuera poco, las moscas juegan un papel importante en la trasmisión de este parásito el cual es exclusivo del ser humano. Cuando una persona esta contaminada, significa que de algún modo ha ingerido directa o indirectamente material fecal humano. Tremendo y veraz. Así de duro, así de rotundo.
El propio embajador, hoy Jefe de la Casa Real del ciudadano Juan Carlos de Borbón, me confesaba contrito que sus hijas padecían fuertes dolores por culpa de esas amebas fecales que se les habían colado a las niñas en los pulmones y estómago. Amebas fecales que pululaban en la atmosfera del México lindo y querido. ¿Por qué semejantes bichos circulaban en el aire?. Veamos, queridos amigos de Rebelión: en el DF hay más de 10 millones de personas (oigan, las poblaciones de Cataluña, Euskadi y Galicia juntas) que NO TIENEN OCASIÓN DE DEFECAR excepto al aire libre, sin letrinas, sin papel sanitario, sin agua que trague las heces, sin alcantarillas que las lleven al fondo de la tierra, sin nada, en fin, que asegure que ese manjar de las moscas no va a volar hacia el cielo azteca. ¡¡ 10 millones de cagadas diarias (perdón por la dureza) cuyo destino es el firmamento de Agustín Lara y Jorge Negrete ¡¡.
¿Por qué razón, además, no se advierte de ese estado de cosas a la población y a los turistas? Nunca hasta hoy nadie quiso publicar mi denuncia. Nunca en la radio admitieron que contara lo que hoy afirmo. Jamás pude decirlo en la TV. Y pienso que hoy no es mal día. No es que López-Obrador, el alcalde a lo Zalamea, pero en azteca, me caiga demasiado bien, pero con tal que defenestrar al siniestro Fox, bien vale lanzar un «¡vete con tu mierda Fox¡; déjanos limpiar a México de tus detritus, abandona el poder, huye a Miami con Bush, compra una villa al lado de tu colega Mireya Moscoso y sé feliz».
Mi castigado México DF, al que regresé en el 2000, sigue sufriendo el castigo de ese vaquero cutre y mentiroso sin que nadie ponga remedio a las heces celestiales. Por un México más limpio y sano: Vete Fox. Vete a donde tú sabes.
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