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La nueva estrategia de EEUU en Líbano: la guerra secreta contra Hizbulá

Fuentes: CEPRID

Un viejo aserto periodístico dice que la redundancia ayuda a comprender mejor el lenguaje, así que vamos una vez más con ello: el árbol de Irak no nos deja ver el bosque de Oriente Medio. Absortos en nuestro propio ombligo, nos comportamos como los niños que se tapan los ojos para alejar de sí una […]

Un viejo aserto periodístico dice que la redundancia ayuda a comprender mejor el lenguaje, así que vamos una vez más con ello: el árbol de Irak no nos deja ver el bosque de Oriente Medio. Absortos en nuestro propio ombligo, nos comportamos como los niños que se tapan los ojos para alejar de sí una realidad que no les gusta. Eso pasa con Irak cuando nos negamos a reconocer que hay más variantes de las que parecen a la hora de definir lo que está sucediendo en ese país, y pasa también en Líbano cuando la realidad nos vuelve a golpear en el rostro. Llega la realidad y no es que nos encuentre dormidos, sino alienados.

En poco menos de un año hemos asistido a dos acontecimientos predecibles pero que, al producirse, pillaron a mucha gente por sorpresa. El primero fue la guerra del pasado verano y vuelve a suceder ahora con los enfrentamientos entre una organización aparentemente palestina vinculada al islamismo más ortodoxo y el Ejército libanés. En un artículo publicado el 13 de julio de 2006, nada más iniciarse la guerra, este autor decía lo siguiente: «En Líbano no hay un enfrentamiento sectario al estilo iraquí, pero el radicalismo suní está en auge en zonas como Trípoli y Akkar, donde parece que Al Qaeda se está haciendo fuerte» (1).

Guste o no, el avance de Al Qaeda en Oriente Medio es muy rápido y el terreno está abonado con la guerra de Irak. De hecho, Al Qaeda es como el alien de la película de Ridley Scott: un bicho que crece dentro del cuerpo, se va alimentando de él y cuando es lo suficientemente fuerte ataca a su, digamos, progenitor. Scott podría haber colocado un letrero en su película que dijese «basada en hechos reales». Unos hechos que tuvieron lugar en Afganistán durante la ocupación soviética. El alien de entonces eran los islamistas de todo el mundo que se dieron cita en esa tierra, que crecieron gracias a la generosa ayuda de los EEUU y Arabia Saudí y, tras la salida soviética del país, evolucionaron hacia el fenómeno de Al Qaeda.

El alien Al Qaeda es hoy independiente en Irak y mantiene varios frentes abiertos (contra los ocupantes, los suníes y los shíies, a quienes combate por considerarles apóstatas), pero aún no puede vivir por sí sólo en Líbano y necesita de un cuerpo para alimentarse. Ese cuerpo pudiera ser Fatah al Islam, una organización que no se identifica abiertamente como integrada en Al Qaeda pero sí dice ser «comprensiva con los hermanos» [en referencia a Al Qaeda] y compartir con ellos su prédica política y religiosa. Fatah al Islam se identifica a sí misma como «seguidores de la tradición salafista de la nación islámica», dice tener presencia «en la tierra de Al Sham» (2) y en uno de los pocos documentos que se conocen de este grupo, fechado en febrero, llama a los musulmanes de todo el mundo a luchar contra «los enemigos de Alá», critica a «los líderes apóstatas» y, especialmente, a Hamás por haber firmado el acuerdo con Fatah para lograr un gobierno de unidad nacional y acusaba a Hamás de haber hecho «cesiones en los derechos de los palestinos».

¿Cuáles son las razones por las que se produce este enfrentamiento entre un grupo insertado en un campo de refugiados palestinos, pero no compuesto únicamente por árabes de esta nacionalidad sino que serían minoría, y un ejército que se mantuvo al margen durante el mes largo que duró la guerra contra Israel? Estas son algunas de ellas.

El segundo informe de Ban Ki-moon

El pasado 7 de mayo, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, hizo público su segundo informe (el quinto en total desde el fin de las hostilidades del verano pasado) sobre Líbano. En él sigue el camino trazado con anterioridad y se separa aún más de la pretendida equidistancia mostrada por su antecesor, Kofi Annan, en el informe publicado antes de retirarse del cargo en diciembre de 2006, el tercero por orden cronológico. Nada de lo que Ban Ki-moon recoge en ese informe tiene desperdicio (3) y las acusaciones a Hizbulá por no desarmarse y a Siria e Irán son constantes a lo largo de las 14 páginas y 66 puntos del documento.

Ki-moon repite hasta la extenuación que el gobierno libanés es «legítimo» (olvidando que la dimisión de los ministros shiíes y un cristiano le deja sin legitimidad constitucional), por lo que no ha lugar a las protestas que se vienen produciendo desde el mes de noviembre del año pasado en pro de un gobierno más representativo y de unidad nacional; insiste en que continúa el tráfico de armas desde Siria hacia Hizbulá (dando por buenas las tesis israelíes en ese sentido y avalando, así, la constante violación de la Resolución 1701 por parte de Israel puesto que continúan con los vuelos de sus aviones de guerra y de espionaje), y a pesar de haber dicho en su anterior informe del 14 de marzo pasado que antes de junio iba a estar lista la cartografía que sanciona si las granjas de la Shebaa son libanesas o sirias dice ahora que el cartógrafo «continúa con su trabajo» y pide a ambos países que se pongan de acuerdo en los límites territoriales y fronterizos. Esta petición no es una simple fórmula para trazar una nueva raya en un mapa, es vital para lograr que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe la extensión de la misión de la FINUL a la frontera con Siria para controlar el tráfico de armas que, asumiendo las tesis israelíes, se produciría a lo largo de la frontera.

El informe de Ban Ki-moon se dio a conocer tras el fracaso de la pretensión de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña de que el Consejo de Seguridad aprobase una nueva resolución sobre Líbano reforzando al gobierno de Siniora y acusando a Siria e Irán de continuar apoyando con armas y dinero a Hizbulá. El intento de aprobar dicha resolución fue parado por Rusia y China, así como por otros países miembros del CS de la ONU como Ghana y Sudáfrica. En el borrador que fue parado se pedía que el CS de la ONU formase una «misión independiente» formada por «un comité de expertos de la ONU» para controlar la frontera (4). Una misión que iba a estar compuesta por países europeos y a la que se invitaba a egipcios y jordanos, los dos únicos países árabes de la zona que mantienen relaciones diplomáticas con Israel.

Fracasado el intento, había que mostrar a los países reticentes, y al mundo en general, que los objetivos que se prentendían eran loables. Nada más iniciarse los combates en Nahr al Bared las acusaciones a Siria se han reproducido en la práctica totalidad de los medios. De Fatah al Islam se sabe poco más que es una organización escindida de Fatah Intifada y de ahí deducen que cuenta con el patrocinio sirio. El gobierno libanés y sus mentores occidentales se han apresurado a acusar a Siria de estar detrás de este grupo con el objetivo, según ellos, de dificultar la puesta en marcha del tribunal internacional que investiga la muerte del primer ministro Rafiq Hariri. Desde hace casi dos años el tema Hariri (un multimillonario sunita estrechamente vinculado al régimen saudí y, en concreto, al principe Bandar bin Sultan, hoy Consejero de Seguridad de Arabia Saudí) es la única explicación que tiene un gobierno corrupto y neoliberal para explicar lo que pasa en Líbano y que no es más que una muestra de su seguidismo hacia las políticas neoliberales diseñadas por el FMI y el BM y su propia corrupción e incompetencia.

Puede que haya implicación siria, pero también puede que no. Lo que sí es evidente es que Fatah al Islam se dio a conocer en otoño del año 2006, coincidiendo con la proclamación del Estado Islámico en Irak por parte de Al Qaeda. Y para quienes conocemos la situación en los campos de refugiados palestinos es evidente que no tiene nada que ver con Siria.

Durante una visita a algunos de los campos de refugiados palestinos ubicados en Líbano (Nahr Al Bared, Ein el Helwe, Chatila y Burj el Barajne) en diciembre de 2006, inmerso Líbano en una impresionante movilización popular por un gobierno nacional representativo (5), destacados representantes del Consejo Popular que gobierna Nahr el Bared hablaron directamente a este autor sobre la existencia entre ellos de Fatah al Islam, a quien no otorgaban el calificativo organización palestina por estar compuesta mayoritariamente, según decían, por saudíes, marroquíes, argelinos, jordanos, yemeníes y egipcios «muchos de ellos jihadistas en Irak». Otros representantes de Ein el Helwe mencionarion que tras los enfrentamientos entre milicianos de otra organización islamista, Jund al Sham, y otras organizaciones palestinas como Asbat al Ansar, también islamista radical, y que causó dos muertos, parte de los integrantes de Jund al Sham se habían trasladado «al norte» y habrían ingresado en Fatah al Islam. Para abundar aún más en la sospechosa aparición de este grupo en Líbano ya entonces se comentaba que la financiación para su crecimiento ha provenido de los saudíes y del propio hijo de Hariri, Saad, con una doble finalidad: limitar el prestigio de Hamás entre los palestinos y, sobre todo, de Hizbulá.

La guerra secreta de EEUU contra Hizbulá

El tiempo, implacable juez, acaba dando la razón a quien la tiene a pesar de las campañas que difunden los medios de comunicación de masas en occidente. Ya nadie puede discutir que la victoria de Hizbulá sobre Israel es tal vez el hecho más notorio de la historia en lo que va de siglo XXI, puesto que termina con uno de los mitos del siglo XX: la invencibilidad de Israel. Es lo que los expertos en Oriente Medio comienzan a identificar como «el efecto Hizbulá» y que ha puesto patas arriba el diseño neocolonial en esa zona del mundo. De ahí que desde casi el mismo momento de constatar la derrota de Israel, los EEUU hayan puesto en marcha una guerra secreta contra el movimiento político-militar libanés.

Varios diarios (el británico The Guardian, el libanés The Daily Star y el estadounidense New Yorker, por ejemplo), han venido publicando desde el mes de enero noticias o informes en ese sentido. En marzo, el periodista Seymour Hersh decía que el vicepresidente estadounidense Dick Cheney, el consejero de Seguridad Nacional Eliot Abrams y el príncipe saudí Bandar bin Sultan -a su vez consejero de Seguridad Nacional en su país- habían acordado financiar a Fatah al Islam «como contrapeso de Hizbulá». El 12 de abril el Daily Star mencionaba que los EEUU habrían destinado 60 millones de dólares para reforzar a las fuerzas del Ministerio del Interior (policía) y a organizaciones suníes identificadas por el diario como «jihadistas» aunque no mencionaba en concreto a ninguna de ellas. Unos días más tarde, The Asia Times ofrecía un amplio reportaje en esta misma línea: «Irak ha llegado a Líbano. Los centenares de jihadistas que están desparramados entre los más de 400.000 palestinos que viven en los campos [de refugiados] se integran en las filas de Ansar al Islam o Fatah al Islam, siguen claramente los designios de Al Qaeda y tienen experiencia de combate adquirida en el campo de batalla iraquí luchando contra la ocupación de los EEUU» (6). Y el propio Hizbulá, a través de su canal de televisión Al Manar, reforzaba la tesis afirmando que la presencia de jihadistas en Líbano es parte de una estrategia de EEUU, Israel y Arabia Saudí que busca una guerra regional entre suníes y shíies que daría pie a la partición de Irak y a la que segurían la partición de Siria y Líbano (7).

El plan estadounidense está siendo puesto en marcha por el gobierno de Fouad Siniora, que no ha dudado ni un momento en acusar a Siria de amparar y armar a Fatah al Islam. Con este episodio, por una parte, se crean fuertes tensiones con el fin de provocar un ablandamiento de la postura de los países críticos con el intento de EEUU, Francia y Gran Bretaña de aprobar una nueva resolución en el Consejo de Seguridad para extender la misión de la FINUL y controlar la frontera con Siria con la excusa del contrabando de armas y justificar una suerte de tutela internacional sobre Líbano. Aquí va a tener el nuevo presidente francés, Nicolás Sarkozy, su prueba del nueve para saber si mantiene la política de su predecesor Jacques Chirac (que ha recibido favores y dinero de Saad Hariri y que, en contraprestación, le apoyó incondicionalmente tras la muerte de su padre en atentado).

Por otra, se prueba al Ejército libanés en un papel en el que nunca hasta ahora se había visto envuelto desde los acuerdos de paz de Taif: la represión interna. Lo que se está viendo es la posibilidad de un enfrentamiento en el futuro entre Hizbulá y el Ejército libanés, de ahí que el movimiento político-militar desde el primer momento haya mostrado su apoyo al Ejército. En una declaración algo compleja Hizbulá ha denunciado los ataques de Fatah al Islam contra el Ejército libanés al tiempo que critica al actual gobierno («sentimos que hay alguien que desea arrastrar al Ejército a esta confrontación y lucha sangrienta para servir a proyectos y objetivos bien conocidos») y pide una solución política a la crisis para evitar mayores castigos a la ya castigada población palestina de los campos (8). Más explícito ha sido el secretario general de Hizbulá, Hassan Nasrala, al decir que «el problema en el norte puede ser solucionado políticamente y a través de la judicatura de una manera que proteja al ejército libanés, nuestros hermanos palestinos, el estado y la paz y estabilidad sin transformar Líbano en un campo de batalla en el cual luchemos con Al Qaeda a nombre de los americanos». Nasrala fue mucho más allá y dijo, con cuntundencia, que lo que pretende el imperialismo es una confrontación de Al Qaeda y Hizbulá y que por ello «trae a tantos combatientes de Al Qaeda de todo el mundo a Líbano» (9).

Nasrala dijo también, en un aviso al gobierno Siniora y las fuerzas que lo apoyan, que «el Ejército [libanés] es el guardián de la seguridad, estabilidad y unidad nacional», por lo que le respetan como «la única institución» capaz de preservar esos aspectos y que un ataque contra el Ejército es «la línea roja» que Hizbulá no tolerará que sea traspasada por nadie. Además, pone el dedo en la llaga afirmando que la ayuda militar que está siendo entregada por EEUU es peligrosa y pregunta al gobierno Siniora «¿dónde estaban esas armas cuando Israel bombardeaba sus posiciones y vehículos?, es algo que hay que preguntar a los libaneses, a los palestinos y a los árabes». Nasrala ha acusado en reiteradas ocasiones a la Administración Bush en desencadenar la «fitna», es decir, «la fragmentación dentro del Islam» en referencia a las tensiones y enfrentamientos sectarios entre suníes y shiíes.

Pero hay más. La OTAN tiene previsto construir una base militar en Qleiat, muy cerca de Trípoli -donde se asienta el campo de Nahr el Bared- y de la frontera norte con Siria. Acogería un escuadrón de helicópteros, unidades de fuerzas especiales y formaría al Ejército libanés y a la policía (10) y la zona ya habría sido visitada a mediados de abril por una delegación de militares estadounidenses, alemanes y turcos de la OTAN para buscar el emplazamiento ideal.

EEUU y sus aliados europeos y árabes están haciendo todo lo posible por evitar la caída del gobierno de Siniora porque eso sería percibido por el pueblo árabe como una señal inequívoca de la decadencia de los EEUU en Oriente Medio. Por eso, todo cambio en la actual correlación de fuerzas en Líbano (donde la población de religión shíi está infrarepresentada en el gobierno pese a ser el 40% de la población total de Líbano) debe ser bloqueado, de ahí la resistencia de Siniora a aceptar la democrática petición de las fuerzas opositoras: gobierno de unidad nacional o adelanto de las elecciones.

El fiasco de las promesas de ayuda de París III

A este escenario hay que añadir que la ayuda prometida por las potencias occidentales y gran parte de los países árabes al gobierno de Siniora en la cumbre de París del mes de enero (casi 8.000 millones de dólares) no sólo no llega, sino que está generando deuda. El ministro de Hacienda, Jihad Azour, ha tenido que reconocer que la situación de empantanamiento político le va a suponer a Líbano mil millones de dólares puesto que no se pueden poner en marcha las medidas económicas neoliberales prometidas para conseguir esa ayuda. Para ello se necesita la aprobación del parlamento y la oposición lo tiene claro, no habrá quorum mientras no se convoquen elecciones o se instaure un gobierno de unidad nacional. No hay que olvidar que Arabia Saudí tiene grandes intereses financieros en Líbano que no se podrán poner en marcha mientras persista la situación de bloqueo actual.

El día 10 de mayo el gobierno de Siniora firmó un acuerdo con el FMI para supervisar el gasto del Estado libanés, lo que fue duramente criticado por Hizbulá, Amal y el Movimiento Patriótico Libre (la organización mayoritaria dentro de los cristianos y compuesta en su mayor parte por la clase media y media-baja de esta religión). La inestabilidad refuerza a Siniora, da argumentos a quienes mueven los hilos desde fuera y atenaza en cierta forma a la oposición puesto que se ve obligada a posicionarse con el gobierno, aunque sea indirectamente al apoyar al Ejército libanés. Eso es algo que buscaba el gobierno prooccidental y neoliberal de Siniora, puesto que en su interior ha habido más de una crítica hacia lo que consideran «complicidad con la oposición» de un sector del Ejército que, en su mayoría, está compuesto por shíies.

Y con todo este panorama una pregunta: si tanto interés tiene la ONU en aplicar las resoluciones sobre Líbano ¿para cuándo la 194, el derecho al retorno de los refugiados palestinos? El plan que la Liga Árabe desempolvó tras la victoria de Hizbulá incluye este derecho, pero en las negociaciones que saudíes, egipcios y jordanos están manteniendo con emisarios estadounidenses e israelíes se habla ya de aceptar un retorno simbólico. Los palestinos, de nuevo, como los grandes parias de la hsitoria, se convierten en moneda de cambio y en carne de cañón.

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(1) Alberto Cruz, «La lección de Hizbulá» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=34516

(2) El salafismo es la tradición de seguir a los primeros creyentes de la generación de Mahoma. La referencia a Al Sham es histórica y supone el área que hoy engloba a Palestina, Líbano y Siria.

(3) Quinto informe semestral del Secretario General sobre la aplicación de la resolución 1559 (2004) del Consejo de Seguridad. S/2007/262. 7 de mayo de 2007

(4) The Daily Star, 20 de abril de 2007.

(5) Alberto Cruz, «Hizbulá lee a Gramsci» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=43303

(6) The Asia Times, 20 de abril de 2007.

(7) Al Manar, 23 de abril de 2007.

(8) Al Manar, 20 de mayo de 2007.

(9) Al Manar, 25 de mayo de 2007.

(10) Al Diyar, 15 de abril de 2007.

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Especializado en Relaciones Internacionales.

[email protected]m