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Trabajadoras domésticas etíopes en el Golfo

La pesadilla de las emigrantes

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Las oportunidades de empleo en Etiopía son escasas, especialmente para mujeres jóvenes que solo poseen una educación básica y provenientes de áreas rurales en las que vive un 85% de la población. Muchas viajan a pueblos y ciudades en busca de trabajo solo para descubrir que no hay trabajo. El Banco Mundial estima el desempleo en un 20,5% y que un cuarto de los jóvenes entre 15 y 24 años carecen de trabajo. Sin poder encontrar algo en Etiopía se aventuran más lejos, a los Estados del Golfo, Arabia Saudí, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Yemen y Líbano. La mayoría de las mujeres que van al Golfo son solteras de entre 20 y 30 años y según el Ministerio del Trabajo y Asuntos Especiales (MOLSA) un 70% son musulmanas y casi una cuarta parte no sabe leer ni escribir.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) documenta en su informe de 2011 sobre Etiopía un «inmenso aumento de la emigración de Etiopía hacia el exterior y migraciones dentro del país, en particular de jóvenes», los menores de 20 años componen un 50% de la población de 85 millones. La cantidad que emigra hacia el Golfo por todos los caminos aumenta, y más de 70.000 mujeres hicieron el peligroso viaje a Yemen en 2011 desde donde tratan de encontrar alguna manera de llegar a otros Estados del Golfo. UNHCR Briefing Notes del 20 de enero de 2012 informó de que «muchas de las mujeres llegadas de Etiopía todavía dicen que partieron por falta de oportunidades económicas y de subsistencia. Como migrantes económicos ven Yemen como un país de tránsito». Ingenuas y vulnerables van esperanzadas con el fin de apoyar a sus familias, sin darse cuenta de la servidumbre y explotación que las espera demasiado a menudo.

Agentes y cifras del Golfo

Las trabajadoras domésticas de los países del Golfo pueden ganar entre 100 y 150 dólares al mes, lo que comparado con los 12 dólares mensuales que cobran las criadas en Etiopía es una pequeña fortuna y la zanahoria que atrae a tantas inocentes y desesperadas. Existen dos canales «oficiales» para las mujeres que buscan trabajo en el Golfo, las trabajadoras migrantes «públicas» registradas en MOLSA, que buscan trabajo a través de contactos personales en el extranjero y las 100 Agencias Privadas de Empleo (PEA), que trabajan directamente con empleadores o agencias en el país relevante del Golfo. MOLSA dice que esos canales procesan a 30.000 mujeres al año, y estima que otras 30.000 pasan a través de intermediarios ilegales; se puede tratar de individuos o compañías, muchos de los cuales son poco más que traficantes criminales. Las PEA y los intermediarios ilegales son musulmanes en su abrumadora mayoría, comúnmente comerciantes de importación/exportación de mercancías, que han diversificado su actividad hacia el tráfico de personas. Esos ‘intermediarios’ ven simplemente a las mujeres en busca de trabajo como otra mercancía que embalar y vender. Conocen perfectamente el mundo al cual envían a las crédulas y no les importa.

Ethiopian in Domestic Workers in The Gulf de Bina Fernandez, cita al dueño/esposo de «Sabrine PEA: ‘Estoy en el negocio de exportar ganado de Etiopía mientras mi esposa exporta mujeres, y permítame que le diga: es más fácil exportar ganado [porque hay menos regulaciones gubernamentales que cumplir]».

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), calcula que hay entre 53 y 100 millones de trabajadoras domésticas en el mundo que limpian, cocinan y cuidan niños y ancianos. En los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) un asombroso 50% de la población de 35 millones son trabajadores migrantes. En los EAU cerca de 150.000 familias emplean a 300.000 trabajadoras domésticas y según dice el informe de Human Rights Watch (HRW), Walls at Every Turn: «Kuwait tiene 660.000 trabajadoras domésticas migrantes», es decir una por cada dos kuwaitíes. Cifras extraordinarias, y a pesar de ellas esas trabajadoras cuentan con poca o ninguna protección laboral legal y ni siquiera se las considera empleadas según las leyes laborales del CCG. El Código Laboral del Líbano, por ejemplo excluye de la protección legal a trabajadoras domésticas traficadas o ‘sirvientas’ como se refieren a ellas; no existe un límite de las horas que una ‘sirvienta’ puede trabajar o cuántos días por semana, permitiendo a los empleadores un control ilimitado.

Parecería que existe un contrato no escrito entre las dinastías del Golfo y sus ciudadanos. La población acepta la indiscutible legitimidad de los regímenes a cambio de que los ingresos del petróleo se utilicen para subvencionar sistemas del Estado de bienestar. La importación de trabajadoras migrantes para realizar el trabajo sucio forma parte de ese trato. Bina Fernandez explica: «el Estado asegura una vida ociosa a cambio de un control político total». Un ingrediente importante en estilos de vida tan autoindulgentes son las trabajadoras domésticas, una mercancía de lujo y símbolo de estatus en un mundo basado en la imagen y el materialismo. Las filipinas brillan en la punta de esa cadena de joyas, seguidas por las indonesias y srilankesas, y las mujeres africanas/etíopes se encuentran muy abajo. Seres humanos reducidos a bienes, al uso y abuso por parte de sus dueños. Es la actitud de numerosas familias del Golfo hacia las frágiles, solitarias, mujeres aisladas que tienen a cargo.

Propiedad Kafala

En el corazón ponzoñoso del sistema de empleo de trabajadoras domésticas migrantes en todo el CCG se encuentra el patrocinio/Kafala. El sistema otorga efectivamente la propiedad sobre las migrantes al empleador, alimenta el tráfico y toda manera de abuso y explotación. Bina Fernandez explica que la presencia legal de las «trabajadoras en el país está vinculada a la Kafala (patrocinador/empleador) quien invariablemente confisca sus pasaportes para controlarlas». HRW en su informe sobre el tráfico ‘Como si no fuera humano‘ señala que el sistema «crea un profundo desequilibrio de poder entre empleadores y trabajadoras e impone duras restricciones de los derechos de las trabajadoras migrantes». Las trabajadoras domésticas duermen, comen y trabajan dentro de la casa de su empleador, de quien dependen para todo, legal y prácticamente. La vida con la familia coloca a la mujer en una posición altamente vulnerable.

La Kafala niega a las trabajadoras todos los derechos independientes y crea un peligroso desequilibrio entre empleador y empleada, colocando todo el poder en el patrocinador. La libertad de movimiento de las trabajadoras es completamente restringida por el empleador; pueden estar confinadas en la casa durante semanas o meses; en muchos casos se obliga a las mujeres a seguir trabajando durante mucho tiempo después del final de su contrato y no se les permite volver a casa. Este encarcelamiento contraviene el artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (UDHR), que dice (1) «Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado (2). Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.»

Aparte de posibilitar el abuso generalizado y la explotación de trabajadoras, los empleadores que ven una oportunidad comercial venden patrocinios a otras familias, lo que alimenta la resistencia a su abolición, solicitada por grupos de derechos humanos. La Kafala es un gran obstáculo a la implementación de Leyes Laborales universales y convenciones internacionales de derechos humanos. Es urgente que se elimine, que se acepten salvaguardas que protejan los derechos de las trabajadoras y que se implementen en toda la región del Golfo.

Traficantes y servidumbre

Al llegar a los aeropuertos de Dubai, Abu Dhabi, Beirut y Kuwait City las mujeres son recibidas rutinariamente por un agente local que muy a menudo es esencial en la explotación y el tráfico. Las mujeres son encorraladas en un área especial del aeropuerto, sus pasaportes y teléfonos celulares confiscados y las conducen a las casas de sus empleadores, donde normalmente desaparecen. Como dice la jefa de Derechos de las Mujeres de HRW, Liesl Gerntholtz, «Lo que es particularmente impresionante respecto a las trabajadoras domésticas es su invisibilidad. Una vez que llegan al país, desaparecen en las casas de la gente». Aisladas y controladas estrictamente dentro de las casas de sus patronos, las mujeres se exponen a todo tipo de abusos, dice HRW en su amplio informe

Convirtiendo nuevos estándares laborales globales en cambio en el terreno , señalando que «las trabajadoras domésticas son típicamente aisladas y ocultadas del escrutinio público… y corren un riesgo elevado de maltrato, incluyendo abuso físico, sexual y psicológico; privación de alimento y confinamiento forzoso».

El Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños, firmado y ratificado por Arabia Saudí, los EAU y Kuwait, pero deliberadamente no por el Líbano y Etiopía, define el tráfico entre otras cosas como: «Se entenderá por ‘trata de personas’ la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas recurriendo a la amenaza, al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder…» Esto cubre claramente el patrocinio Kafala y la detención de personas dentro de las casas de sus empleadores. La explotación es también un elemento clave en los criterios legales del tráfico. El Protocolo de las Naciones Unidas declara: «Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre…» Otra forma de encarcelamiento que cae bajo el concepto de tráfico es la esclavitud por deudas.

Muchas mujeres etíopes están atadas a condenas de trabajo explotadoras y dañinas por esclavitud por deudas o trabajo esclavo o forzado. Los gastos cobrados por agentes inescrupulosos que deben ser pagados por los empleados, o los gastos inflados por cambio de empleador frecuentemente se cargan a las trabajadoras. Muchas de ellas, como dice HRW en Como si no fuera humana «descubren que se hacen deducciones del 90% al 100% de sus salarios para cubrir costes de reclutamiento y colocación. Dependiendo del país, las trabajadoras domésticas migrantes pueden trabajar de tres a diez meses sin siquiera recibir un salario.» Dicha ‘deuda’ se utiliza para atraparlas en la servidumbre. Algunas informan de que las han mantenido ‘cautivas’ sin su pasaporte, con sus salarios retenidos durante todo el período de dos años». Según los antecedentes de HRW «algunas estaban bajo la amenaza, directa o indirecta, de sus empleadores o de los agentes, de que las venderían a la prostitución forzosa y les cobrarían grandes multas si no terminaban sus contratos, o que las abandonarían lejos de sus países». No se trata de intermediarios/agentes en algún sentido legítimo reconocible de la palabra, sino de criminales comunes involucrados en el tráfico de personas y en la destrucción de vidas. Es hora de que sean tratados como tales por el sistema judicial.

Violencia y desesperación

El catálogo de casos en los que se ha informado de tratamiento criminal y abuso físico sufrido por trabajadoras migrantes, incluidos asesinatos, violaciones, golpizas, quemaduras e insultos verbales, es interminable. El informe de HRW Convención de Trabajadoras Domésticas (DWc) documenta numerosos casos. Éste en Arabia Saudí: «Ella me golpeó hasta que ardía todo mi cuerpo. Me golpeaba casi cada día… Golpeaba mi cabeza contra la cocina hasta que se hinchaba. Me lanzó un cuchillo pero lo evité. Esa conducta comenzó desde la primera semana de mi llegada». El acoso y el abuso sexual son lugares comunes y llevan a muchas mujeres a la desesperación. El 27 de febrero de 2012 Arab Times informaba de una serie de casos. «La policía busca a una criada etíope de 23 años que escapó de la casa de sus patronos… después que los tres hijos de estos la violaron». La misma fuente documenta el caso de «Una criada etíope [que] murió después que su patrono kuwaití [supuestamente] la golpeó». Junto con Líbano y Arabia Saudí, Kuwait está catalogado en el Sector 3, la categoría más baja, en el informe anual sobre tráfico (Oficina de la secretaria de Estado de EE.UU. para el monitoreo y combate del tráfico de personas) en el cual HRW dice que «hace que esos países estén potencialmente sujetos a sanciones de EE.UU. por negar ayuda humanitaria». Según el informe, los tres Estados, son países de destino para mujeres y niños sometidos a trabajo forzado, tráfico sexual y una miríada de formas de abuso, incluyendo severas golpizas, bofetadas y ataques con el uso de armas como zapatos, cinturones, bastones, cables eléctricos y útiles de cocina; en algunos casos el informe de HRW habla de «abusos físicos tan severos que llevan a parálisis, ceguera y muerte». 

El caso de Alem Dechesa es el ejemplo de maltrato más ampliamente publicado. Supuestamente se ahorcó (impensable en una cristiana ortodoxa) en una institución de salud mental de Beirut, después de ser arrastrada y golpeada por el agente de reclutamiento frente al consulado etíope en el cual había buscado refugio, que le había sido negado. Una vergüenza para las autoridades etíopes, que una vez más se mostraron indiferentes a las necesidades de sus ciudadanos. The Guardian del 9 de abril de 2012 dice «El caso de Alem ha sacado a la luz el sufrimiento de las trabajadoras migrantes en el Líbano… HRW dice que un trabajador migrante muere cada semana en el Líbano por suicidio u otras causas».

Insomne en el Golfo

Ni siquiera encuentran tranquilidad en el sueño, que a menudo se niega a los a encarcelados y esclavizados en tantas familias del Golfo, los obligan a dormir en bodegas, armarios, patios interiores y sitios semejantes, lo que los hace terriblemente vulnerables a ataques sexuales. Obligadas a trabajar desde la madrugada hasta la noche, sin días libres, las mujeres tienen poco o ningún descanso y a menudo reciben comida podrida o de mala calidad.

Algunas intentan huir de su patrón y escapar del tormento, sean cuales sean los peligros asociados con la huida. Sin pasaporte ni dinero, las mujeres en las calles se encuentran en una situación precaria. Si son capturadas por la policía se arriesgan a que abusen sexualmente de ellas y pueden ser devueltas a un patrón enfurecido. En el Líbano, las trabajadoras que abandonan la casa de su empleador sin permiso pierden automáticamente su estatus legal. Las que no son capturadas buscan a otras mujeres etíopes que viven al aire libre; las fugitivas también viven juntas en pequeñas habitaciones arrendadas, aceptan trabajos domésticos independientes, venden alcohol ilegalmente o recurren a la prostitución. Viven vidas ocultas y están completamente abandonadas por el consulado etíope, que es culpable de negligencia hacia todas las trabajadoras domésticas y consideran a las independientes como delincuentes que han roto su contrato de empleo. No reconoce la explotación y el maltrato que las mujeres han sufrido a manos de patronos y agentes abusivos, ni su responsabilidad de proteger a sus ciudadanos en un país extranjero.

Leyes para los indefensos

Víctimas de una cadena de usura y explotación, las trabajadoras domésticas migrantes atrapadas en la esclavitud por la pobreza, la falta de oportunidades y el temor a lo peor, necesitan que se imponga la protección establecida por el derecho internacional. Además del Protocolo de las Naciones Unidas, que trata de las numerosas ofensas que se cometen actualmente, la gran esperanza de las trabajadoras domésticas de todo el mundo es la Convención 189 de la OIT sobre Trabajadoras Domésticas. Aprobada en junio de 2011, crucialmente con el voto a favor de todos los Estados del Golfo, la Convención 189 es un inmenso paso adelante. Los países que la ratifican tienen que asegurar la promoción efectiva y la protección de los derechos humanos de todos los trabajadores, como deja claro la OIT: «Este tratado histórico que fija estándares para el tratamiento de trabajadoras domésticas… ha sido saludado ampliamente como un hito»… «apunta a proteger y mejorar las condiciones de trabajo y de vida de las trabajadoras domésticas en todo el mundo». Cuando la Convención se implemente y entre en vigor el abuso y la explotación tan prevalecientes en la actualidad serán en gran parte erradicados, dice la convención en simples directrices mínimas para los empleadores.

Es una estructura legislativa necesaria desde hace tiempo que entrará en vigor un año después de su ratificación por dos países (2013 en el mejor de los casos); hay que aplicar una presión urgente y permanente sobre todos los Estados para que ratifiquen esta importante convención. Hace tiempo que es imprescindible sacar a las trabajadoras domésticas migrantes de las sombras de la esclavitud, el abuso y la explotación hacia la luz de la decencia y el respeto de sus derechos humanos y morales.

En un acto positivo, Arabia Saudí ha propuesto una nueva ley que según HRW del 12 de abril de 2012, «abolirá el sistema de «patrocinio» basado en el empleador. Y los EAU han preparado recientemente una nueva, aunque inadecuada, ley que garantiza a las trabajadoras domésticas un día libre pagado por semana, dos semanas de vacaciones pagadas y 15 días de enfermedad pagados. Llena de agujeros y contradicciones, no deja de ser un paso hacia el reconocimiento de las trabajadoras domésticas como seres humanos, con los mismos derechos de otros empleados. El vigor del derecho internacional debe aplicarse en los Estados del Golfo que permiten que continúe un tratamiento inhumano generalizado de las trabajadoras domésticas, a fin de que las leyes laborales interiores se reformen de acuerdo con los estándares internacionales.

Las trabajadoras domésticas migrantes etíopes son más baratas y más fáciles de manipular que las de otros países. Las solicitudes para conseguirlas por parte del CCG y de los Estados vecinos continuarán indudablemente. El gobierno etíope debe comenzar urgentemente a ofrecerles apoyo, establecer grupos de apoyo para mujeres y exigir justicia cuando se investigan y fundamentan quejas de maltrato. Dentro de Etiopía es esencial adoptar medidas a largo plazo para la educación y la creación de oportunidades de empleo para las mujeres. Hay que aplicar controles más estrictos a los agentes de reclutamiento y adoptar medidas para eliminar a los intermediarios ilegales involucrados en el tráfico hacia los Estados del Golfo, donde se permite que tengan lugar abusos tan horrendos que destruyen las vidas de tantas jóvenes vulnerables.

Graham Peebles es director de Create Trust. Contacto: [email protected]

Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/07/11/migrant-nightmares/

rCR