Hoy en día se habla de las «luchas de resistencia» que corresponden a un carácter defensivo en la correlación de fuerzas en el periodo actual, factor que no niega la posibilidad de construcción de alternativas de transformación social. En la actualidad, el imperialismo viene arremetiendo de manera violenta contra los pueblos del mundo, en particular […]
Hoy en día se habla de las «luchas de resistencia» que corresponden a un carácter defensivo en la correlación de fuerzas en el periodo actual, factor que no niega la posibilidad de construcción de alternativas de transformación social.
En la actualidad, el imperialismo viene arremetiendo de manera violenta contra los pueblos del mundo, en particular contra las naciones oprimidas. Desde el saqueo de recursos naturales (como el petróleo en el golfo Pérsico y en el golfo de Guinea en África, el control del agua en Centroamérica y en Entrerríos, al norte de Argentina, y la biodiversidad de la Amazonía) pasando por una mayor explotación de la mano de obra por medio de las reformas laborales impuestas para establecer maquilas; por las agresiones militares como en Afganistán e Irak, intervenciones en golpes de Estado como en Haití y Venezuela, e intervenciones de todo tipo (con asesores, contratistas, financiación, etc. como el Plan Colombia); hasta la imposición de una supuesta racionalidad más avanzada en contra de otras culturas para el control ideológico de los seres humanos (basta recordar la frase de Henry Ford: «además de coches, creamos personas»), y la pretensión de monopolizar el conocimiento acumulado p or la humanidad por medio de las patentes, unido a una mayor criminalización de los pueblos, tachándolos de «terroristas» para justificar sus genocidios.
En oposición a esta arremetida, encontramos una diversidad de manifestaciones de resistencia del pueblo contra el imperialismo: desde resistencias armadas como en Filipinas, Irak, Nepal, Colombia, México, entre otras, hasta las resistencias de movimientos sociales contra la globalización, contra los tratados de libre comercio, o más recientemente el «Foro Social Mundial», los movimientos ecológicos, los movimientos de desempleados, las resistencias indígenas en Bolivia, Ecuador y Colombia, etc. Encontramos hasta campañas de resistencia contra el consumo de mercancías imperialistas, como la que se desarrolla actualmente contra Coca-Cola, en la que además se expresa su rechazo por la financiación de grupos paramilitares.
En Argentina, en el año 2001, después de que De la Rua decretó el Estado de Sitio, los porteños se lanzaron a las calles, conformando asambleas barriales. A pesar de que inicialmente fue un fenómeno puramente bonaerense, el movimiento se fue extendiendo a otros lugares del país, lo que muestra que ante la alianza desembosada de los gobiernos de las naciones oprimidas con el imperialismo, los pueblos se han movilizado hasta llegar al punto de tumbar presidentes: en los últimos años, han caído gobiernos en Argentina, Ecuador, Bolivia y Perú.
Otro ejemplo poco conocido de resistencia es el de los indígenas Tules de Antioquia, (Colombia) de los cuales hoy sólo sobreviven mil de ellos, quienes han hecho un plan de resistencia al desplazamiento, en defensa del territorio, pero ahora a partir de una propuesta que incluye lo cultural: según los Tules, ahora plantean «zonas de protección en cada cabildo, como un refugio, una resistencia. Por eso estamos trabajando fuertemente por la seguridad alimentaria. Estamos sembrando alimentos para resistir en comida. Para nosotros, la resistencia es desde la cultura. Tenemos que resistir, pero desde la cultura tradicional y el poder local». (1)
Esta diversidad de manifestaciones a su vez ha dado lugar a múltiples interpretaciones teóricas. Unas desde el marxismo, y otras para tratar de desvirtuarlo. De ahí que el debate sobre los actuales procesos de resistencia cobre gran importancia política e ideológica.
Lo cierto es que en los hechos encontramos una diversidad de formas de lucha y de organización del pueblo en los procesos de resistencia, pues encontramos desde resistencias de género, de minorías étnicas, de consumidores, hasta las formas clasistas de organización; desde luchas armadas, diplomáticas, de masas, hasta actos individuales y espontáneos. En toda esta situación de diversidad de la resistencia del pueblo, y ante la condición actual, es fundamental que el pensamiento político de quienes están al frente de los procesos de transformación social sea flexible y comprenda dicha realidad para poder darle mayor perspectiva a los actuales procesos de resistencia.
¿POR QUÉ SE HABLA HOY DE RESISTENCIA?
Ya Lenin en su libro sobre el imperialismo nos mostró cómo la resistencia de los pueblos al imperialismo es una constante por la opresión que este provoca. En su debate con Hilderfing, Lenin aclara que «no sólo en los países nuevamente descubiertos, sino incluso en los viejos, el imperialismo conduce a las anexiones, a la intensificación de la opresión nacional, y por consiguiente, también, a la intensificación de la resistencia». (2)
Es decir, la resistencia en las naciones oprimidas por el imperialismo es una constante y es expresión de la permanente situación revolucionaria que se presenta debido a la agudización de las contradicciones sociales. Dicha situación puede expresarse como estacionaria o en desarrollo. Además, debe tenerse en cuenta que desde el punto de vista histórico se puede hablar de periodos de auge o de repliegue de la revolución, lo que no contradice lo expuesto por Lenin.
En este sentido, la historia relacionada con los procesos revolucionarios muestra que desde 1917, con la revolución de octubre, hasta 1976, con el inicio de la restauración del capitalismo en China, se presentó un periodo de ascenso o auge de los procesos revolucionarios a nivel mundial. Sin embargo, con posterioridad a esta fecha se inicia un repliegue de estos procesos. Ya en el periodo comprendido entre la Comuna de Paris de 1871, y octubre de 1917, se presentó un periodo similar, el cual es expuesto por Federico Engels en la introducción del libro «Las luchas de clases en Francia». (3)
Por ejemplo, en la historia reciente, las décadas de 1960 y 1970 se caracterizaron principalmente como un periodo de luchas de liberación nacional y de avance del socialismo, a diferencia del periodo actual. Recordemos que se presentaron procesos de liberación nacional en África, Asia y América Latina, y que el socialismo abarcaba en ese momento a un tercio de la población mundial. Por el contrario, hoy en día, a pesar de las luchas del pueblo, encontramos una situación diferente, pues se enfatiza en las luchas de resistencia.
De la misma manera, en el actual periodo de resistencia se presentan procesos revolucionarios como en Nepal, Colombia, Venezuela, la guerra de liberación en Irak, etc. Es decir, los procesos de resistencia y los de liberación nacional no son mutuamente excluyentes, sino que en un periodo histórico, uno de los aspectos se presenta como principal.
A pesar de que tanto en las décadas mencionadas como hoy, la contradicción principal en el ámbito internacional es entre el imperialismo y las naciones oprimidas, la diferencia es que existía el campo socialista, y además hoy en día es el imperialismo quien está a la ofensiva y el pueblo a la defensiva, resistiendo. Esto es evidente en casos como las invasiones directas a naciones oprimidas, o el mayor saqueo de los recursos. Si bien en las décadas anteriores el pueblo conquistaba reivindicaciones económicas y políticas, y se tenía como máxima reivindicación su ascenso al poder, en la época actual se lucha principalmente por no perder derechos ya adquiridos. (Aunque hay que tener en cuenta que no por ello los pueblos han renunciado al poder, pues algunas luchas siguen esta perspectiva). Dicha contradicción principal no niega las contradicciones interimperialistas, como los casos de la región del Caucaso entre EE. UU. y Rusia, en África entre EE. UU. y Francia, entre otros.
De hecho, esta situación no es eterna, sino temporal, y su superación depende de que se presente una mayor crisis económica del sistema imperialista o de hechos revolucionarios como el surgimiento de un gobierno con un programa revolucionario y transformador que promueva un nuevo auge. Por ejemplo, la existencia del gobierno bolivariano de Venezuela, liderado por Chávez, ha generado cierto auge en América Latina.
¿QUÉ ES LA RESISTENCIA?
En el caso particular de los pueblos de América, el concepto resistencia está muy ligado a su historia, pues ésta existe desde la resistencia de los pueblos aborígenes contra la barbarie de la conquista, hasta el rechazo de las actuales medidas institucionales que buscan arrasar violentamente con los pueblos física y culturalmente, así como su riqueza, como lo son los tratados militares y los de «libre comercio».
Para entender a qué se está refiriendo cuando se habla de un periodo de resistencia, es necesario diferenciar entre qué es guerra de resistencia y cuándo se caracterizan las luchas del pueblo como resistencia. La guerra de resistencia corresponde al momento de una invasión directa de un país imperialista a una nación. En general, la resistencia al imperialismo no es una actividad esporádica, sino que es algo inherente al pueblo. Su importancia para frenar las fuerzas del imperialismo la expusieron tanto Hobson como Lenin, al analizarlo. Pero caracterizar las luchas del pueblo como «de resistencia», corresponde a un carácter defensivo en la correlación de fuerzas de la lucha de clases en un periodo determinado, pues de lo contrario se hablaría de auge de la revolución o de predominancia de las guerras de liberación nacional. Sin embargo, decir que la resistencia corresponde a un carácter defensivo no niega la posibilidad de construcción de alternativas de transformación social , sino al contrario: esto es una necesidad.
La resistencia corresponde a una fase de la lucha de clases, en particular en momentos de repliegue de la revolución a nivel mundial, en la que caben múltiples manifestaciones. Algunas de ellas pueden ser de carácter espontáneo o con propósitos inmediatos.
Por otra parte, debe relacionarse la resistencia con el concepto de violencia revolucionaria, pues hay quienes separan la resistencia de las manifestaciones de violencia. Por ejemplo, algunos consideran que hay que diferenciar «resistencia» de «resistencia civil», que por su naturaleza, sería «pacífica» o «no violenta», lo cual es un punto de vista erróneo, ya que la resistencia popular es una sola, y puede ser por vías pacíficas o violentas. Y en este último caso, no se puede reducir la violencia sólo a la lucha armada, pues la resistencia está integrada tanto por lo armado como por las acciones de las masas con el recurso a la violencia (con el uso o no de armas). A su vez, la resistencia civil puede contemplarse como violenta o no violenta. En esta última, podemos mencionar la desobediencia al pago de impuestos, las huelgas de hambre, manifestaciones pacíficas como las marchas del silencio, el no consumo de mercancías imperialistas, jornadas de trueque comercial, etc., que aunque son manifestaciones de resistencia, no son violentas. Lo que se debe precisar es que en una condición concreta una forma de resistencia es la principal, sin que por ello se excluyan las demás.
En síntesis, caracterizar las luchas del pueblo como «de resistencia», corresponde a que estas tienen un carácter amplio, diverso, y pueden estar en función o no de proyectos revolucionarios. A su vez, cobija diversas formas de organización, de lucha y de clases sociales. Aunque lo esencial es que dichas luchas de resistencia del pueblo contra el imperialismo corresponden principalmente a un periodo de reflujo de la revolución.
LÍMITES Y APORTES DE LAS RESISTENCIAS ACTUALES
Algunas experiencias de los movimientos de resistencia tienen como fin la solución inmediata de problemas concretos de un sector de la población, o pugnan por reivindicaciones específicas, sin que se interesen por una transformación total de la sociedad. Tal es el caso de los movimientos ecológicos, feministas, étnicos, o el llamado «movimiento antiglobalización». Estos son procesos sectoriales y limitados, más no por ello dejan de ser importantes.
Sobre esas experiencias, algunos autores, entre ellos Isabel Rauber (4), consideran que las resistencias deben ser de carácter espontáneo, es decir, sólo luchar por lo inmediato y sin la necesidad de proponerse luchar por el poder político, y mucho menos que se requiera de la educación política por parte de alguna organización partidaria. (5) Claro está que muchas manifestaciones de resistencia tienen dicho carácter, pero esa es una limitante para la perspectiva política. Ya Lenin en el «Qué Hacer» (6), analizaba esta situación, mostrando cómo a pesar de que lo espontáneo encierra en sí mismo el germen de lo consciente, a su vez remarcó la importancia de la educación política para darle perspectiva al movimiento y elevar la conciencia política del pueblo. Si en la actualidad no se tienen en cuenta estas enseñanzas de Lenin, las resistencias espontáneas tienen un límite político, hecho que podría llevarlas al fracaso con gran facilidad.
La dispersión actual de las diversas manifestaciones de resistencia es otra limitante que se presenta, pues le quita contundencia al proceso en general. Por eso, consideramos que es necesario resolver dicho problema. Para superar esta problemática, la coordinación de los diferentes procesos de resistencia es vital. Si entre otras, no se resuelven estas dos limitantes de la resistencia actual, no puede dársele perspectiva, lo que significa no superar la actual fase, en la que la correlación de fuerzas es desfavorable a los procesos de transformación social.
Si no se le da perspectiva a estos movimientos, se corre el riesgo de que algunas manifestaciones de resistencia sean absorbidas y utilizadas por el imperialismo, como es el caso de la resistencia por el rescate de las artesanías indígenas, que son mercantilizadas con gran facilidad, así como con su medicina, o las experiencias de las escuelas agroecológicas, que pueden terminar comercializando sus productos dentro de la moda de «productos limpios». O por la falta de coordinación de las luchas del pueblo, se da el caso que los regímenes reaccionarios manipulen a las masas, buscando su enfrentamiento, como en los casos en los que se atizan contradicciones entre empleados y desempleados, tratando de movilizar estos últimos contra los que llaman «privilegiados», a pesar de que ambos sectores sociales sean explotados por el sistema capitalista.
Sin embargo, a pesar de dichas limitaciones, hay valiosos aportes de las actuales manifestaciones de resistencia. Entre ellas, se puede resaltar la diversidad organizativa: encontramos organizaciones de género, étnicas, de usuarios, organizaciones clasistas, etc., y variadas formas de lucha que ya se mencionaron. También han aportado a la construcción de experiencias económicas, políticas y culturales, como comedores populares para la solución del hambre, cooperativas de autogestión, redes de trueque comercial, formas de poder popular como pautas de control territorial, etc., lo que muestra la posibilidad y necesidad de construir nuevas formas de relaciones, antes del momento de ascenso al poder central. Aunque si no se le da una perspectiva política a estas ricas experiencias, como ya se dijo, pueden ser absorbidas por el imperialismo, ya que sin tal perspectiva estas tienen un límite en el tiempo y en su desarrollo. Los actuales procesos de resistencia han mostrado nuevos a spectos y nuevas reivindicaciones, que desde miradas esquemáticas de la izquierda no se les había desarrollado en los procesos anteriores de transformación social.
RESISTENCIA Y PODER POLÍTICO
Es fundamental establecer un puente entre los actuales procesos de resistencia con la lucha por el poder político, pues se presentan en la actualidad posturas teóricas que consideran que no hay que hacerlo, pues basta con resistir a situaciones inmediatas. Incluso, se dice que es posible generar poder desde lo puramente cotidiano.
En la época actual, se valorizan los procesos con una dinámica esencialmente local y regional, donde no se busca la «toma del poder», sino la construcción del poder. Es decir, algunos proyectos han dejado de lado la visión tradicional de la izquierda en cuanto al poder, en la cual se aspiraba a la toma del poder central para poder decidir desde allí la suerte de toda la nación. Desde otra perspectiva, se plantea construir el poder tomando como punto de partida y de acción las instancias locales y regionales de organización popular. (7)
En el texto «la dualidad de poderes» (8), Lenin expone la necesidad de luchar por el poder político, a su vez que expone cómo es el proceso de la toma del poder en un periodo específico: desde abajo, dice él, y con la mayoría. Es importante darle relevancia al poder local, donde los procesos de resistencia están avanzados, para ir no sólo sentando bases para los procesos de transformación, sino para ir prestando atención a la solución de los problemas concretos de las masas. Esto ayuda también a superar cierto escepticismo ante los proyectos políticos alternativos, sintetizando los aciertos e inexperiencias de procesos anteriores, llegando incluso a desarrollar procesos de «empoderamiento», que ya se han presentado en diferentes partes del mundo.
Por lo tanto, para superar la actual fase de resistencia del pueblo ante el imperialismo, se requiere de no perder la perspectiva del poder político, (o en dado caso, de dársela), Para esto, es fundamental que los dirigentes de dichos procesos no excluyan experiencias anteriores y actuales de la práctica por la transformación social.
CONCLUSIÓN
Decir que estamos en un periodo de repliegue de la revolución a nivel mundial, y que las luchas actuales del pueblo se caracterizan principalmente como resistencia, conlleva consecuentemente a apoyar sus diversas manifestaciones, utilizar todas las formas de lucha y a proyectarlas para el avance de los procesos de transformación. Hoy en día, la clase obrera cuenta con una diversidad de aliados debido a la dinámica misma del imperialismo, potencial que debe ser acertadamente aprovechado. Para este propósito, el debate y desarrollo teórico es un arma fundamental, por lo que el estudio de los clásicos del marxismo y la investigación de la realidad es urgente para la transformación de cada condición concreta de la sociedad.
NOTAS
1. Abadio Green, líder indígena de Antioquia. Encuentro Internacional de Resistencias. Universidad Nacional de Colombia, Planeta Paz, ILSA y ATI. Bogotá, 13 al 16 de agosto de 2004.
2. LENIN, V. I. «El imperialismo, fase superior del capitalismo». Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1975. Pág. 157.
3. ENGELS, Federico. Introducción de 1895 a la obra de Carlos Marx. «Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850». Moscú, Progreso, 1979.
4. Isabel Rauber es socióloga y filósofa, profesora de la Universidad de La Habana e investigadora de los movimientos sociales latinoamericanos. Véase la obra: «La Argentina de los piquetes. Cerrar el paso, abriendo caminos (Argentina, 1998-2002)». Bogotá, Desde Abajo, 2003.
5. Véase: Isabel Rauber. «Movimientos sociales y representación política». En: Rebelión. Sección «Otro mundo es posible». http://www.rebelion.org/
6. LENIN, V. I. «¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento». Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1974.
7. «Autonomía y poder local». Ponencia publicada en: «Memorias del Seminario Taller sobre reforma descentralista y minorías étnicas en Colombia». Bogotá, Escuela Superior de Administración Pública ESAP, 1991. Pág. 149-156.
8. LENIN, V. I. «La dualidad de poderes». Publicado originalmente en: Pravda, número 28, 9 de abril de 1917. En: Obras escogidas en tres tomos. Moscú, Progreso, 1970. Tomo II, páginas 40-42.
N.2 abril/2005. [email protected]