Traducido por Caty R.
¿Las sucesivas administraciones de Washington desde 1982 son responsables de las calamidades, viejas y nuevas, de los libaneses y los refugiados palestinos en Líbano?
La respuesta es sí. Sin ninguna duda.
Y hay mucho más. Deberíamos añadir que la responsabilidad estadounidense, que se remonta más allá de 1982, tiene dos vertientes: directa e indirecta. Y la responsabilidad directa no reside sólo en el apoyo (político, económico y militar) prodigado a los gobiernos israelíes para acallar las legítimas reivindicaciones del pueblo palestino.
Los «muyahidines» de Bin Laden.
Para comprender la situación que prevalece en Líbano debemos volver, muy rápido, dos decenios atrás, al momento en que Occidente en pleno aclamaba ruidosamente a quienes llamaba entonces «los muyahidines» quienes, bajo los auspicios de la CIA y de un tal Osama Bin Laden, constituían la avanzadilla de este Occidente frente al peligro del comunismo, representado por la presencia de la antigua URSS en Afganistán.
El reclutamiento de los muyahidines se efectuó en los ambientes más oscurantistas del mundo árabe, los «salafistas», que querían enlazar con el pensamiento árabe tradiciones que no tenían nada que ver con el Islam y además amordazar totalmente a los que tenían una actitud aperturista y un cierto respeto por la diferencia. Los llevaron a Paquistán para someterlos a un entrenamiento de élite antes de encaminarlos hacia la frontera soviético-afgana.
Pero una vez que la «Yihad» acabó con los «ateos», estos combatientes se escindieron en dos grupos:
El primero lo formaban los combatientes a quienes se repatrió a sus países (árabes) respectivos, con el fin de preparar el advenimiento de los gurús del «nuevo orden mundial».
El segundo estaba constituido por los «duros», los fieles de Bin Laden que con sus amigos del Pentágono encontraron en Afganistán, gobernado por el nuevo régimen del mulá Omar y sus talibanes, un lugar propicio para continuar su misión destructora. Así que se apresuraron a conseguir de Washington el reconocimiento del nuevo régimen, que les cedió campos de entrenamiento militar en medio de los cultivos de opio. Y vivieron felices, a pesar de todo lo que oían y veían con respecto a las actuaciones y fechorías de los que en adelante se llamaron «los afganos», que fueron la base de los movimientos que empezaron a desestabilizar Argelia, el Golfo Pérsico y Líbano.
¿Qué es «Fath Al Islam»?
Por tanto fueron los «afganos» quienes dieron origen a los movimientos terroristas en todos los países árabes sin excepción. Algunos de estos movimientos crecieron y prosperaron no sólo gracias a la omnipresencia de Bin Laden y su «Qaeda», sino también gracias a la ayuda que les proporcionaban los regímenes árabes por diferentes razones: lucha contra lo que quedaba de la izquierda árabe con el fin de impedir que recobrara terreno, protección de tronos tambaleantes y sobre todo la preparación de determinados cambios en la región árabe que pretendía recobrar el brillo de ciertos gobiernos (Egipto, por ejemplo) o efectuar cambios que atraerían a nuevos «amigos seguros» aunque éstos podrían administrar mejor o preservar los intereses de Estados Unidos sobre el petróleo (en Iraq).
Eso está en los objetivos señalados en el proyecto del «Gran Oriente Medio» cuyas primicias se desvelaron en 1993, en una conferencia que se celebró en El Cairo tras la publicación del libro del dirigente israelí Simón Peres (The New Middle East, New York: Henry Holt & Co, 1993, N. de T.) muy revelador sobre ese plan. Y es en el marco de esos objetivos donde se subvencionaron antiguos grupos «durmientes» o se crearon «nuevos» grupos de combatientes, con el fin de minar el mundo árabe y corroerlo por dentro permitiendo así la ejecución del plan esencial mencionado.
Pronto nacieron grupúsculos de todo tipo y por todas partes, en Mashrek (Oriente) y en el Magreb árabe, con nombres alusivos a la «guerra santa» contra Occidente y sin embargo, de alguna manera subvencionados por el propio Occidente a través de las personalidades árabes que formaban parte del engranaje de la pujante y enorme maquinaria del «nuevo orden mundial». Y esto nos recuerda mucho lo que pasó en los años cincuenta en Vietnam durante los cuales, aprovechando la lucha de liberación contra los franceses, se crearon bandas de terroristas bajo los auspicios de hombres de la CIA enviados para ese fin.
Entre estos grupos y los que nacieron de la guerra civil en las dos regiones, el «este» y el «oeste» podemos citar, sólo en Líbano, más de una veintena de todas las confesiones islamistas mezcladas, entre ellos «Fath Al Islam» que se hizo célebre primero en Iraq antes de pasar a Siria y Líbano donde infiltró en el campo palestino de Nahr Al Bared más de 250 combatientes que venían, la mayoría, del Golfo (principalmente saudíes), además de palestinos, sirios y libaneses.
Las versiones sobre la creación de Fath Al Islam difieren: algunos dicen que los sirios tienen una cierta responsabilidad en este hecho; otros (entre ellos algunos periodistas bien informados como Seymour Hersch) dicen que es el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Chenney, quien le subvenciona actualmente.
Lo que sí es seguro es que una gran parte de los combatientes de este grupo entraron como «turistas» por el aeropuerto; primero fueron agrupados en Saida, en el sur de Líbano, donde -según algunos- recibieron subvenciones de diputados que pertenecen a la mayoría actual representada por el gobierno de Fouad Siniora, antes de pasar a la región del norte.
Objetivos de la nueva intensificación de la violencia.
Lo que también es seguro es que los libaneses tienen miedo de este recrudecimiento de la violencia en su país, que se debe a la ejecución de agendas con las que no tienen nada que ver: el nuevo orden del día puesto en marcha por Bush para el Golfo en general e Iraq en particular que debe entrar en vigor durante el verano de 2007, la agenda iraní de la réplica «nuclear» o, sobre todo, la agenda israelí que pone en primer lugar un ataque (no generalizado) contra Líbano con el fin de devolver la confianza al ejército, derrotado en 2006 por los miembros de la resistencia de Hezbolá y la resistencia patriótica libanesa.
Sobre todo, estas nuevas agendas chocan contra otras puramente libanesas, como la promulgación, según el capítulo séptimo, del «tribunal de carácter internacional» para juzgar los asesinatos políticos perpetrados desde 2005, las reivindicaciones concernientes a la creación de un nuevo gobierno sobre las bases de una «mejor distribución» del poder ejecutivo y las elecciones presidenciales del próximo otoño. Y sobre todo también que estas agendas, después del voto del Consejo de seguridad de la ONU de la resolución 1559 en septiembre de 2004, dividen el país sobre bases confesionales muy peligrosas que pueden, si no se les frena, degenerar en una nueva guerra civil. Las imágenes de violencia registradas el pasado 25 de enero en la Universidad árabe de Beirut y todo lo que siguió, no son nada tranquilizadoras.
Por otra parte las posturas en los dos bandos libaneses, el gobierno de Siniora y sus aliados por una parte y Hezbolá y sus aliados por otra, dan una imagen muy clara de que la mayoría (pro estadounidense) no busca únicamente adueñarse de todo el poder ni llegar a «la verdad» sobre los asesinatos, sino que querría también tener la posibilidad de echarle el guante a las armas de la resistencia representada por Hezbolá. Mientras tanto la oposición (amiga de Irán o Siria) se niega a ceder las armas, según el plan, antes de que las Naciones Unidas se pronuncien con respecto a las granjas de Chebaa, los altos de Kfarchouba y los presos libaneses de las cárceles israelíes.
Los analistas, sobre todo occidentales, ven en esta nueva fase «libanesa» del conflicto y en las repercusiones del nuevo plan de la administración estadounidense contra Irán un estímulo para las violencias sectarias de facciones suníes contra chiíes no sólo en Iraq sino en todos los países árabes orientales, sobre todo porque Estados Unidos y sus aliados temen por el petróleo con la presencia de la minoría chií en los diferentes países del Golfo Pérsico si no se somete a Irán; además Israel no podría recuperarse de una nueva derrota de Hezbolá.
Este plan, en marcha desde el verano de 2006, ¿dónde falló? La pregunta sigue omnipresente.
Mientras tanto los palestinos tienen miedo de que «Fath Al Islam» continúe actuando duramente en los campos del norte de Líbano y de que esto tenga repercusiones en otras regiones. Los libaneses por su parte se agazapan en el temor de lo desconocido. Reinan los rumores, como en 1975, y se incendian los espíritus con discursos de tal virulencia que podemos temernos lo peor.
Durante este tiempo y mientras los bombarderos israelíes inspeccionan todas las regiones de Líbano, la administración de Georges W. Bush declara que está dispuesta a «responder favorablemente a una petición de ayuda militar del gobierno libanés elegido democráticamente» y envía material militar y armas al ejército libanés (se habla de un puente aéreo) que sufrió grandes pérdidas por la desorganización de la cooperación que deberían haber establecido entre ellos los diferentes servicios de seguridad en Líbano.
Todo esto nos trae a la memoria las declaraciones del 7 de mayo de Condoleezza Rice, ministra estadounidense de Asuntos Exteriores, que dijo: «el gobierno de Fouad Siniora, elegido democráticamente, debe obtener nuestra ayuda. Líbano y los libaneses pueden contar con Estados Unidos porque la democracia en Líbano y la soberanía de este país constituyen uno de nuestros intereses esenciales».
Al día siguiente de esa declaración, el embajador de Estados Unidos en Líbano, Jeffry Fieltmanm, decía: «En cuanto a Líbano, todos nosotros debemos tomar en serio los temores que conciernen a la seguridad del país», mientras que el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, hablando de nuevas armas introducidas en Líbano por la frontera siria y de la presencia de grupos islamistas «salafistas» en los campos palestinos de Líbano, expresaba su temor de un recrudecimiento de «la guerra civil en Líbano».
Original en francés: http://www.legrandsoir.info/article.php3?id_article=5086
Marie Nassif-Debs nació en Trípoli (Líbano); es periodista, escritora, feminista y sindicalista. Milita en el «Rencontre nationale pour l’élimination de toute forme de discrimination contre la femme» y forma parte del buró político del Partido Comunista Libanés (PCL).
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, la traductora y la fuente.