Se comenta y se analiza en la prensa nacional e internacional (1) que la sentencia condenatoria, a través de un fallo unánime, del Tribunal Penal de la Corte Suprema del Perú, contra Alberto Fujimori es un hito histórico para la democracia para peruana y del mundo, ya que afirma la consolidación del principio de autonomía […]
Se comenta y se analiza en la prensa nacional e internacional (1) que la sentencia condenatoria, a través de un fallo unánime, del Tribunal Penal de la Corte Suprema del Perú, contra Alberto Fujimori es un hito histórico para la democracia para peruana y del mundo, ya que afirma la consolidación del principio de autonomía de la justicia como uno de los tres poderes fundacionales de la Nación. De este modo, establecería, como dice César Hildebrandt, (2) un antes y un después en la justicia peruana que la enaltece. Eso es absolutamente cierto. A través de una sustentación jurídica impecable la condena fundamenta y demuestra concluyentemente la autoría mediata del acusado. Alberto Fujimori al ser el jefe principal de una estructura de poder, es responsable mediato de los crímenes de Estado que se cometieron en su mandato: delitos de homicidio calificado y secuestro agravado, tipificados como crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, las repercusiones del juicio en la población peruana no han sido homogéneas, esto es lo que nos interesa analizar. En los sectores de la clase media y alta peruana (sectores que no representan la mayoría de la población) conformada por profesionales, técnicos, funcionarios de estado, existen dos claras posiciones. Para un sector, este juicio representa una justa recompensa a su exigencia de justicia, aquí están, ciudadanos pertenecientes a las ONGs defensoras de derechos humanos, así como personas ligadas a la Comisión de la Verdad y Reconciliación a quienes, injustamente, se los ha llamado la «izquierda caviar». De otro lado, están los sectores de la derecha representada en los empresarios, las fuerzas armadas y policiales contrarios o al menos reticentes, a aceptar el fallo: algunos lo tildan de severo y otros más cínicos de injusto. No cabe otra explicación, que muchos de ellos fueron cómplices o partidarios del autoritarismo del régimen. Esta misma división se expresa también en los medios de comunicación. (3)
A pesar de ello lo inquietante es: ¿por qué los miles o más bien los millones de personas pobres, de las ciudades y el campo (especialmente de los populosos conos de la ciudad de Lima que representan el 27% de la población total del Perú) continúan apoyando a Alberto Fujimori? ¿Lo hacen sólo por atraso, incultura política o ausencia de civismo? ¿Qué está detrás de su apoyo? ¿Qué nos dice esto acerca del valor mismo del concepto de democracia en las sociedades actuales?
Pienso que intentar responder a estas preguntas nos ayudaría a analizar la naturaleza misma de la democracia, su misma legitimidad y perdurabilidad.
A Raúl Alfonsín, quien acaba de fallecer los 82 años, le tocó ser, en 1983, el primer presidente en las cenagosas aguas de la post-dictadura de Videla. En medio de la inercial turbiedad de ese período de transición, cedió en ocasiones a presiones de la derecha, cometió errores, pero dejó un indudable mensaje democrático que marcó a la sociedad argentina y que la opinión pública internacional ha recogido.
Dice Alfonsín «Cómo hacer para que el primer objetivo de la democracia sea mejorar cuanto antes las condiciones objetivas de vida del hombre; cómo hacer para que la primera meta de un proceso progresista sea la transformación del hombre y de su cultura…». Continua: «Todos sabemos que el atraso y la pobreza conspiran contra la democracia y que sin ella es imposible el respeto por las otras categorías de derechos humanos». […] «La acción política es, ante todo, una acción transformadora de la realidad. No puede haber principios tales que nieguen la capacidad de acción. De allí que el desafío para los hombres políticos sea encontrar en el campo de la ética los caminos que aseguren la acción».
Pero también advierte: «la quiebra súbita de una escala de valores puede traducirse en la ausencia de términos de referencia políticos, sociales, culturales y morales. Una sociedad no resiste esa mutilación. Y por eso tratará de lograr un fuerte componente cohesivo, que si no nace de la sociedad a través de una propuesta democrática, será encarnado por una minoría que buscará la expresión más crudamente autoritaria del Estado». [….] «una de las causas de la desestabilización política latinoamericana es que la democracia no ha logrado dar satisfacción a las expectativas de los sectores populares, traducidas en requerimientos vinculados con la justicia social, y en definitiva, con la dignidad del hombre«. (4)
Creo que estas lúcidas declaraciones nos ayudarán a entender por qué un sector importante de la sociedad apoya a Fujimori. El 16 % de apoyo a Keiko, que para algunos nos resulta inquietante y peligroso, responde a la siniestra relación entre un gobierno que fue autoritario y criminal, pero que satisfizo algunas de sus necesidades. En mi opinión ese apoyo al fujimorismo, expresa la insatisfacción por su desamparo, el del Estado y el sistema político que les concede un tratamiento discriminatorio y no inclusivo. Miles de peruanos no cuentan con necesidades básicas como una vivienda digna, alumbrado, agua potable, desagüe, calles asfaltadas, escuelas con buenos maestros, un decente sistema de salud, campos deportivos, áreas verdes. Estos sectores sienten que durante la primera presidencia de Fujimori, al menos una parte de estas necesidades fueron atendidas. Sin satisfacción de las mismas sé es ciudadano de segunda categoría y no se está en condiciones de experimentar y ejercer plenamente los derechos y deberes de la ciudadanía. En esas precarias y, en ocasiones, viles condiciones de vida, la democracia, la presunta autonomía de los tres poderes del estado, los derechos humanos son entes abstractos, no presentes y alejados de su dura experiencia diaria. Experimentan que, con distintos enfoques, pero con resultados similares, los partidos políticos de derecha o de izquierda los utilizan política y electoralmente como masa de apoyo y de maniobras, pero son «olvidados», tratados, en los hechos, como inexistentes sino se hacen presentes a través del derecho de protesta. .
En esas condiciones es siempre alta la posibilidad de que regímenes autoritarios de sesgo populista, como el de Fujimori, tengan éxito. Lo paradójico es que a largo plazo estos gobiernos terminan aplicando, fieles al Consenso de Washington, políticas neoliberales, privatizadoras, antilaborales, antisindicales, que concentran la riqueza y acrecentar las desigualdades sociales, precisamente traicionando a quienes los eligieron. Sin ser un síntoma definitivo, es significativo que Keiko Fujimori, la heredera del shogunato japonés Fujimori, salga primera en las últimas encuestas de opinión como presidenta de la república. En este sentido, la opinión de Aldo Mariátegui, director de «Correo» no es tirada de los cabellos, sino una sombría posibilidad.
La única legitimación que posibilitaría una relativa perdurabilidad de la democracia sería su carácter inclusivo, la participación más amplia – siendo imposible hoy el ágora de la polis griega – de las poblaciones en la toma de decisiones, en suma, en el delineamiento de su futuro. Queremos saber adonde vamos y estamos comprobando en forma espeluznante con la actual crisis financiera y capitalista global que la sociedad de mercado nos lleva al abismo económico y al colapso climático. Cuando la democracia participativa, a través de referéndum se ha querido aplicar en el Perú, ha dado resultados, parciales pero maravillosos como el de Tambogrande, contra la prepotencia coaligadas de la minera Manhattan y del estado contra los agricultores piuranos, con el triunfo, parcial, de estos últimos gracias a la movilización local y nacional. Triunfó un modelo de desarrollo humano sostenible contra un engendro puramente extractivo y depredador de la feraz agricultura tambograndina, de la minería a tajo abierto de la Manhattan. Cuando este mismo modelo se lo ha querido aplicar en otras partes, como en Majaz, Piura, el gobierno, el Ministerio de Energía y Minas, apoyando a las mineras, han hecho todo lo posible por sabotear los referéndum organizados por las comunidades, desautorizándolos como no vinculantes, acusándolas de actividades terroristas, llegando, en confabulación con empresas de seguridad minera secuestrar y torturar a 29 de sus dirigentes. Esa es la «democracia» de este régimen.
Este déficit, esta falta de representatividad y legitimidad de la democracia esta presente, con distintos niveles y peculiaridades históricas y culturales en los diferentes países del mundo. La actual democracia está en crisis en todo el mundo. Si bien el ideal de la democracia no es un punto final de arribo a un pretendido sistema acabado sino una lucha sin fin en búsqueda de continuos perfeccionamientos, hoy ese objetivo se encuentra oscurecido por el predominio aplastante de una globalización neoliberal, que profundiza las desigualdades sociales, que ha destruido antiguos tejidos sociales y fabriles basados en la subjetividad e intersubjetividad solidaria y comunitaria, remplazándola por un individualismo estupidizante – el homo videns de Giovanni Sartori, seres que sólo ven y escuchan pero no leen ni piensan, configurando sociedades de mercado poco cohesionadas y reactivas frente, por ejemplo, los increíbles abusos y fraudes de las grandes corporaciones financieras, compañías de seguros y bancos, cuyos directivos deberían ser juzgados, según propone el ex-presidente argentino Eduardo Duhalde, por tribunales como los de los juicios de Nuremberg ya que, gracias a su codicia y voracidad sin límites han llevado a la humanidad a una situación límite, como lo reconoce Strauss-Kahn, director gerente del FMI, quien alertó que la actual crisis puede arrastrar a la pobreza y al desempleo a millones de personas en todo el mundo, lo que eleva el riesgo de enfrentamientos sociales e incluso de guerra, más allá aún, para muchos países, amenazas a la democracia «, advirtió.
Resumiendo: Reconocer a la democracia como un valor está íntimamente ligado con nuestras condiciones de vida, con aquellas que aseguran nuestra dignidad y sobrevivencia. Cuando estamos privados de agua, luz y alimento el concepto de democracia no se traduce en ninguna exigencia vital, se trata de un concepto abstracto que pareciera no afectar la existencia de nuestras vidas. La pobreza en la que miles de peruanos viven envilece y reduce su espíritu, no es posible pensar democracia en una economía neoliberal despiadada y perversa.
NOTAS:
(1) La mayor parte de la prensa internacional latinoamericana, europea, estadounidense y asiática ha celebrado y elogiado la sentencia.
(2) La Primera (8/04/09).
(3) Se expresan favorablemente a la sentencia diarios como El Comercio, La República y La Primera. Con menor certitud e intensidad, están las expresiones del diario «Correo», quien considera la sentencia como «exagerada» y más bien ve en ella, la posibilidad de victimizar al fujimorismo y llevarlo nuevamente al poder en el 2011. Con esta misma tibieza se expresa «Perú 21» a través de un ambiguo editorial de Fritz Dubois. No hay nada de que decir de los periódicos como «La Razón» o «El Chino» donde cada letra está plagada de mentira fujimorista.
(4) En: Mendoza on line. http://www.mdzol.com/mdz/nota/115691-De-la-%C3%A9tica-de-las-convicciones-a-la-crudeza-del-desencanto/ (los subrayados son míos).
Alberto Di Franco Palacios es un economista peruano, veterano militante de causas de izquierda.
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2486