Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La rápida visita a Iraq, mantenida en secreto hasta el último minuto, del presidente de EE.UU., Barack Obama, fue tan virtual como la visita de un piloto de avión no tripulado Predator basado en Nevada a las áreas tribales en Pakistán. Los iraquíes tienen todos los motivos del mundo para decir que el presidente no vio Iraq – sino el Pentágono en Iraq.
La fecha no podía ser más preñada de significado. Bagdad bajo Sadam Husein cayó frente al Cuerpo de Marines de EE.UU. de George W Bush hace exactamente seis años este jueves – años luz de muerte y devastación. Para probar que tuvo razón retóricamente en Ankara ante el parlamento turco, al decir que «EE.UU. no está, y nunca estará, en guerra con el Islam,» Obama podría haber logrado el vuelacercas definitivo yendo a Firdous Square para hacer un conmovedor discurso ante verdaderos iraquíes sufrientes de carne y hueso, suníes y chiíes por igual. En comparación con su reunión con alegres 600 de los 139.000 soldados de EE.UU. que siguen ocupando Iraq, sería un genuino momento histórico.
Desde el minuto en que Air Force One aterrizó en Baghdad International a las 4 de la tarde hora local este martes, todo la hazaña sonaba a «operación de seguridad.» Air Force One sólo aterrizó después de la clausura de todo el aeropuerto. En medio de una seguridad ultra-máxima, Obama se reunió con el general Ray Odierno, máximo comandante de EE.UU. en Iraq, subió a un todo terreno y se bajó en Camp Victory, la máxima base militar de EE.UU. en Iraq, que por casualidad es contigua al aeropuerto. Ni un vistazo a la vida real en la confusa y peligrosa Zona Roja de Bagdad.
Se suponía que entonces Obama subiría a un helicóptero para visitar la ciudadela Zona Verde. Pero hasta la Zona Verde representaba un riesgo supremo de seguridad. Según el cuento de la Casa Blanca, el viaje fue cancelado por una «tormenta de arena.» En lugar de volar a la Zona Verde, Obama fue saludado por una espera sin riesgos hasta que la caravana de automóviles del primer ministro iraquí Nuri al-Maliki llegara a visitarlo en Camp Victory. La carretera desde la Zona Verde hasta el aeropuerto fue, por supuesto, totalmente bloqueada.
Por lo tanto no hubo un Obama en la Zona Roja – ni siquiera un Obama en la Zona Verde. Fue todo el tiempo un Obama de la Zona Pentágono. El presidente llegó a Bagdad para esa toma de fotos de comunidad cerrada – o vuelta olímpica, después de su gran tour europeo un día después del «Lunes Negro,» en el que seis bombas coordinadas en vecindarios chiíes mataron a 34 personas e hirieron a más de 100. ¿Qué pasó con la ‘oleada’ de Bush y del general Davis Petraeus?, ¿qué fue si no una artimaña de soborno de guerrilleros árabes suníes? – ¿dónde quedó el «inmenso éxito,» que han estado inventando los republicanos y los medios corporativos de EE.UU.?
Bueno, no realmente. No cuando el gobierno de coalición de mayoría chií de al-Maliki arroja a las cárceles a numerosos líderes suníes de los Consejos del Despertar; no en circunstancias de que la «reconciliación nacional» inventada continuamente por los acólitos de Maliki, es un mito; no cuando se saca un muro o dos contra explosiones de un vecindario chií e inmediatamente después grupos de combatientes suníes ven una ocasión para colocar coches bomba por doquier.
El potencial para una explosión siempre ha existido; se ha hecho invisible sólo para los medios corporativos de EE.UU. Una cosa fue que facciones de las guerrillas suníes colaboraran con la artimaña ‘oleada’/soborno de Petraeus expulsando en 2007 a unos pocos insoportables yihadistas de al-Qaeda de algunas áreas. Otra cosa es prometer lealtad a un gobierno que desprecian (los llaman «los safavides» – una referencia a una dinastía persa.
Bajo esas circunstancias, el que Obama hable de «progreso político» suena como una ligera exageración. («Es importante que utilicemos toda nuestra influencia para alentar a las partes a que resuelvan estos problemas de maneras que sean equitativas. Pienso que mi presencia aquí pueda ayudar a lograrlo.») Obama, a pesar de todo su carisma, sigue siendo el presidente de una potencia ocupante.
Ahora bien, hablando de esa contingencia en ultramar…
Los iraquíes, suníes y chiíes por igual, se muestran extremadamente suspicaces ante los planes del gobierno de Obama – y del Pentágono – de mantener una «fuerza residual» de hasta 50.000 soldados de EE.UU. en Iraq por el futuro previsible, para no hablar de más de 70.000 mercenarios de todo tipo.
¿Y qué se supone que piensen de las siguientes palabras de Obama a las tropas de ocupación: «Habéis dado a Iraq la oportunidad de aparecer por sí solo como un país democrático. Es un logro extraordinario?» ¿Se trata de jerga de Obama que reemplaza a la clásica jerga de Bush: «Os bombardearemos hacia la democracia, os guste o no»?
Los iraquíes se mostrarán aún más desconfiados ante el nuevo y astronómico presupuesto de 534.000 millones de dólares del Pentágono para el año fiscal 2010. (Es mayor que el último presupuesto de la era de Bush, y ni siquiera incluye los «suplementos de emergencia» para Iraq y Afganistán.) Vienen a ser gastos militares como paquete de estímulo.
Además, este nuevo Pentágono loco por la contrainsurgencia propuesta por Robert Gayes sólo demuestra que la «Larga Guerra», la antigua «guerra global contra el terror» – a la que ahora la Casa Blanca y el Departamento de Estado se refieren como Operaciones de Contingencia en Ultramar – sigue siendo el marco para toda la estrategia nacional de seguridad de EE.UU. Y Obama se aviene a ella.
Una vez más, en Ankara, Obama subrayó: «EE.UU. removerá sus brigadas de combate a fines de agosto próximo, mientras trabaja con el gobierno iraquí que se hará cargo de la responsabilidad por la seguridad.» Pero también subrayó: «Iraq, Turquía y EE.UU. enfrentan una amenaza común del terrorismo. Eso incluye a los terroristas de al-Qaeda que han tratado de separar a los iraquíes y destruir su país.» Obama insiste en combinar a toda la miríada de grupos de la resistencia árabe suní contra la ocupación de EE.UU. como «al-Qaeda». Ningún ciudadano informado en Iraq, Turquía o en todo el mundo musulmán caerá en esa trampa.
No ayuda el que Obama haya dicho en su discurso de Ankara: «La paz en la región también progresará si Irán abandona todas sus ambiciones de armas nucleares.» A pesar de todas las aperturas del gobierno por disminuir la tensión en la relación entre EE.UU. e Irán, Obama sigue implicando que Teherán realiza un programa de armas nucleares – algo que el propio establishment de la seguridad de EE.UU. ha admitido por escrito que no corresponde a la verdad.
El historial de «ideología de odio» del gobierno de Bush sigue grabado en la psique de cientos de millones de musulmanes por doquier. Virtualmente todo sondeo de opinión desde el Magreb hasta Oriente Próximo y el Sur de Asia sigue revelando profundos recelos sobre la manera como EE.UU. ve a los musulmanes.
Un cambio en la retórica sería más que bienvenido. Pero suficientes sesiones fotográficas o vueltas olímpicas en el «imperio de bases» de EE.UU. La acción dice más que las palabras. Tal como Obama puede ir al Estrasburgo real y al Estambul real, ha llegado la hora de ir al Kabul real, Teherán real, y Bagdad real.
Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y de «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge.» Su nuevo libro, que acaba de aparecer, es «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009).
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