Por razones conocidas, África constituye la principal zona de influencia de una parte importante de los Estados miembros de la Unión Europea y en consecuencia del bloque en general. Sin embargo, «irrespetando» estos coloniales y cuasi «sagrados» vínculos, EEUU mira hoy hacia esos territorios -como a todo el mundo- desde su voracidad imperial, dando muestras […]
Por razones conocidas, África constituye la principal zona de influencia de una parte importante de los Estados miembros de la Unión Europea y en consecuencia del bloque en general. Sin embargo, «irrespetando» estos coloniales y cuasi «sagrados» vínculos, EEUU mira hoy hacia esos territorios -como a todo el mundo- desde su voracidad imperial, dando muestras de un creciente interés en la región y subregiones específicas del continente, lo que pudiera estar generando un cierto «conflicto de influencias» con el liderazgo comunitario obligándole a fortalecer su posición y tomar medidas al respecto.
Con una mirada crítica y desde una perspectiva histórica, el presente trabajo analiza las principales motivaciones de EEUU al impulsar este acercamiento con el objetivo de demostrar, que no existen grandes diferencias entre uno y otro imperialismo, dígase el europeo y el estadounidense.
1 De los inicios de la historia…
EEUU fortalece hoy sus vínculos con África, sin embargo, se trata de una relación de larga data. Un estudio realizado en el 2004 por el «Centro de Estudios de África y Medio Oriente» de La Habana (CEAMO), apuntaba a que en 1957 el imperialismo estadounidense elaboraba sus primeras políticas[1] hacia el continente africano. Acción comprensible si se toma en consideración dos hechos notorios, significativamente relacionados con la cuestión:
Primero , el proceso de descolonización que se desarrollaba desde el año 1945[2] promovido por la entonces recién creada Organización de Naciones Unidas[3]. En África, solo 2 países gozaban de independencia, Etiopía y Liberia.
Segundo , el que fuera precisamente en 1957 cuando se rubricaran los «Tratados de Roma» que dieron lugar a la Comunidad Económica Europea, (CEE); el nuevo actor internacional que dejó institucionalizadas en sus documentos constitutivos sus pretensiones colonialistas en el área. Importante recordar que la entonces CEE se formó a partir de la unión de 6 Estados, entre ellos 5 de las principales potencias coloniales que dominaron África: Alemania, Bélgica, Francia, Italia y Países Bajos.
Lógicamente, EEUU debía garantizar su presencia en la rica y entonces prometedora región, aún cuando se viese obligado a reconocer el predominio europeo; y lo hizo en el propio 1957, durante la presidencia de D. Eisenhower -1952 a 1961-. De entonces a la fecha, 9 direcciones estadounidenses, incluyendo la recién concluida de G. W. Bush han mantenido una contradictoria relación con África, en la que, más allá de los «colores» políticos, ha primado siempre el interés imperialista estratégico -y también específico- de los grupos de poder, en cualquiera de las esferas de intercambio e invariablemente en detrimento de los pueblos africanos.
Es esta la razón por la cual dos de las cuestiones en las que EEUU ha mostrado mayor dinamismo dentro de los vínculos resultan la actividad inversionista y el comercio. Según refiere el africanista cubano David González, Eisenhower «…propuso canalizar multilateralmente la ayuda al África a través de la ONU, pero las ex metrópolis europeas no estuvieron de acuerdo»[4]. Durante su Gobierno, en 1957, el vicepresidente R. Nixon realizó una emblemática visita al continente que incluyó 8 países[5].
Más tarde R. Kennedy -1961 a 1963-, defendiendo la política de fortalecer la -supuesta- «ayuda» como estímulo al crecimiento del movimiento inversionistas y las relaciones comerciales bilaterales, «…aumentó los préstamos y subsidios e inició las inversiones directas e indirectas de envergadura». Una estrategia que dados los enormes gastos militares generados por la guerra contra Viet Nam, L. Johnson -1963 a 1969- y R. Nixon -1969 a 1974- debieron dejar a un lado, aunque no totalmente: si bien limitaron los montos de la pretendida «cooperación», impulsaron las inversiones y el comercio, principalmente en Angola, Mozambique y Sudáfrica, aún a pesar de que «…en 1973 Nigeria ya había desplazado a Sudáfrica como primer socio comercial de EEUU en la región»[6].
Fue precisamente J. Carter -1977 ª 1981- con su controvertido Gobierno, el primero de los presidentes estadounidenses que visitara África, específicamente a Liberia y a Nigeria. Nada casual si se relacionan dos hechos importantes: el primero, durante su mandato, Carter debió afrontar la grave crisis que conmocionó al mundo y particularmente a EEUU en la década de los 70[7], para lo cual identificó como una de las prioridades de su gobierno, el establecimiento de un programa energético destinado a reducir la dependencia estadounidense del petróleo foráneo cosa que logró potenciando el sector privado. El segundo, desde hace varios años Nigeria constituye el mayor productor de petróleo del continente africano. Conjuntamente Carter intentó mantener la presunta «cooperación» con África, objetivo que no logró cumplir dada la situación interna que se vio obligado a enfrentar.
Una historia que continuó con el Gobierno de Ronald Reagan, y la presencia en él de George H. Bush, en calidad de Vicepresidente, y que tuvo una segunda etapa con el inicio de la «dinastía presidencial» Bush. Según analistas, fue precisamente Bush padre, en representación de la «petrocracia texana», quien diseñó y puso en ejercicio toda una nueva estrategia petrolífera.
Estrategia que luego sería reforzada por William Clinton, indicando con ello que cuando se trata de salvaguardar los intereses y la defensa del gran capital trasnacionalizado e imperialista la cuestión trasciende los «colores» políticos. Así, el controvertido Presidente demócrata, agudizó su atención hacia África, que ya se vislumbraba como otro importante polo de fuentes energéticas, esencialmente petróleo -pero también gas-. Y es que fue precisamente en la época en que terminaba esta administración -que gobernó de 1993 a 2001-, cuando se produjo el descubrimiento de grandes reservas petroleras en la zona del Golfo de Guinea, las que se sumaron a las ya conocidas.
En consecuencia, en 1998, desde un filantrópico discurso, William Clinton se convirtió en el segundo presidente de los EEUU que visitó África Subsahariana en dos grandes giras, consideradas en su momento sin precedentes.
Pero además se preocupó por comenzar un proceso de institucionalización de las relaciones con el área, destacándose en ese orden, la «Ley de Comercio y Desarrollo» aprobada en el 2000 que incluía el «Acta de Crecimiento y Oportunidad Africanos» (AGOA), y la «Asociación Comercial entre Estados Unidos y la Cuenca del Caribe» (CBTPA). Ley que en su opinión representaba «…Un pago inicial en lo que esperamos será una relación económica perdurable con África, y la renovación del compromiso de inyectar nuestra energía a la oportunidad económica de la Cuenca del Caribe»; el primer proyecto de ley comercial que el Congreso aprobaba en sus seis años de Gobierno, y en más de una década, sin que hubiese sido necesario el «beneficio» del «fast track» o «vía rápida»[8], demostrando la importancia estratégica del asunto.
2. ¿Por qué África? De la historia reciente, la era «Bush II»
Por su parte, G. W. Bush y su Gobierno reconocieron abiertamente este renovado interés hacia la región: la «Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos de América», emitida por la Casa Blanca el 20 de septiembre de 2002 hizo público e «institucionalizó» dicho interés, vinculado, entre otros aspectos y esencialmente, a la cuestión de la denominada seguridad energética.
Ya a inicios del 2001, el entonces vicepresidente, Richard Cheney, reconocía lo crítico de la situación: «Sean cuales sean nuestras esperanzas de desarrollar fuentes alternativas y conservar energía, en realidad los combustibles basados en el petróleo cubren virtualmente el 100% de nuestras necesidades de transporte, y una porción abrumadora de nuestros requisitos de electricidad. En el futuro, y durante años, esto seguirá siendo cierto.
Sabemos que en las próximas dos décadas la demanda de petróleo por parte de nuestro país crecerá un tercio. Sin embargo, ahora producimos menos petróleo -el 39% menos- que en 1970. Compensamos la diferencia con importaciones, confiando cada vez más en la afabilidad de los proveedores extranjeros. ¿Cuán dependientes nos hemos vuelto?… durante el embargo petrolero árabe de los años 70, el 36% de nuestro petróleo venía del extranjero. Hoy, es el 56% y esa cifra aumenta constantemente. Según la tendencia actual se estima que alcanzará el 64% en menos de dos décadas»[9].
En cuanto al «…gas natural: para 2020, nuestra demanda aumentará en dos tercios. (…). Y la demanda total de energía eléctrica se espera que aumente un 43% en los próximos 20 años»[10].
A su vez, Cheney informaba acerca de la «nueva estrategia energética nacional», entonces en proceso de preparación. Un documento altamente esclarecedor en el ejercicio de análisis de las vandálicas acciones que el Gobierno estadounidense perpetraría poco tiempo después, dígase guerra contra Afganistán e Irak. Presentado en el mes de mayo de 2001 bajo el título de «Política Energética Nacional»[11], el Informe fue preparado por un muy «selecto conjunto», el llamado «Grupo de Desarrollo de la Política Energética Nacional» -NEPDG, por sus siglas en inglés-, integrado por 14 miembros encabezados por el propio Cheney y 7 Secretarios gubernamentales; entre ellos, Colin L. Powell, Donald L. Evans y Spencer Abraham, entonces al frente de los ministerios de Estado, Comercio y Energía, respectivamente.
Así, el documento, ampliando las declaraciones adelantadas por Cheney, ratificó la gravedad de la situación energética que enfrenta el Imperio y la urgencia de encontrar soluciones a mediano y largo plazos. Las cifras, reveladoras, tienen un elemento muy a su favor: el análisis de la cuestión se desarrolla desde una visión prospectiva con miras hacia el 2020.
De acuerdo al Informe, «El África Subsahariana tiene el 7% de las reservas mundiales de petróleo y cuenta con el 11% de la producción mundial. Junto con América Latina[12], el África Occidental se espera que sea una de las fuentes de más rápido crecimiento de petróleo y gas para el mercado americano. (…). En el año 2000, Nigeria exportó un promedio de 900.000 barriles de petróleo por día a los Estados Unidos, de su producción total de 2,1 millones de barriles de petróleo por día. Nigeria, en colaboración con el sector privado, se ha fijado ambiciosos objetivos de producción tan altos como 5 millones de barriles diarios durante la próxima década. Angola, con la participación de EEUU y las empresas petroleras internacionales, es también una fuente importante de abastecimiento.
En el 2000, exportó a Estados Unidos 300 000 barriles diarios de petróleo de su producción de 750 000 barriles (al día), y se cree que tienen el potencial de duplicar sus exportaciones en los próximos diez años. Otros importantes exportadores a los Estados Unidos incluyeron a Gabón y al Congo-Brazzaville» [13].
Como resultado, el Grupo NEPD recomendó dar un nuevo impulso a la relación EEUU-África profundizando los lazos bilaterales y multilaterales para promover una participación más activa en el comercio de petróleo y gas, así como en inversiones y operaciones, y garantizar la diversificación geográfica de los suministradores.
Y es que, con una reserva petrolera que representa sólo alrededor del 3% de las mundiales, una producción que significa el 9,8% de todo el petróleo que se obtiene a escala planetaria y un consumo que supera el 25% de dicha producción, el acceso y control de nuevas fuentes del llamado «oro negro» -manteniendo y fortaleciendo a la vez su posición en las actuales-, constituye un problema de alta prioridad para el Gobierno estadounidense, que lo ha convertido en un importante pilar de sus dos Estrategias de Seguridad, tanto la de 2002, como la del 2006.
En el año 2002 la Estrategia de Seguridad Nacional, convertía en Ley esta idea, «Debe mejorarse la seguridad energética. Fortaleceremos nuestra propia seguridad energética y la prosperidad compartida de la economía mundial colaborando con nuestros aliados, socios comerciales y productores de energía». Todo lo cual tiene una explicación muy evidente si se analiza en cifras.
Dos años después, en mayo de 2004, un Informe de Spencer Abraham, entonces secretario de Recursos Energéticos, aseguraba que: «Los estimados más recientes de la Administración de Información Energética (EIA) presentan de manera muy clara los futuros retos en materia de energía para Estados Unidos. (..) se estima que el consumo total de energía aumentará de 98.000 billones de unidades térmicas británicas (Btu) en 2002, a 136.000 billones de Btu en 2025. Debido al crecimiento lento de la producción nacional de energía, se estima que las importaciones netas aumentarán en 2025 desde una cuarta parte de la demanda estadounidense, hasta sobrepasar una tercera parte de esa demanda.
Las importaciones de petróleo representan una gran porción de la energía importada, y se espera que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sea la fuente principal de abastecimiento marginal para cubrir la demanda incrementada de petróleo. Para 2025, se espera que la producción de la OPEP llegue a cerca del doble, y el crecimiento estimado de la demanda apunta a un precio mundial de 27 dólares por barril en dólares constantes de 2002.
Suponiendo un aumento de alrededor del 3% anual del producto interno bruto en el mismo período, la demanda total de petróleo en EEUU podría crecer de alrededor de 20 millones a 28 millones de barriles diarios. Como resultado, las importaciones netas de petróleo podrían aumentar del 53% a un 70% por ciento, (…) se estima que los productos refinados representarán una porción cada vez mayor de estas importaciones, para llegar a un estimado del 20% del total de las importaciones netas de petróleo en 2025.
Si bien la producción norteamericana puede suministrar actualmente la mayor parte del gas natural que necesita Estados Unidos, la tendencia aquí es también que una porción mayor del gas se importe desde fuera del Hemisferio Occidental. Incluso con un aumento acelerado de la eficiencia energética, Estados Unidos todavía dependerá enormemente de las importaciones de energía para satisfacer futuras necesidades de consumo»[14].
En este contexto, Cyril L. Obi, coordinador de un programa de estudios africanos en el Instituto Nórdico de Suecia, apuntaba en el 2007 que «Del Delta del Níger procede gran parte del petróleo producido en la subregión y supone un 8,5% de las importaciones petrolíferas de EEUU (…) el petróleo procedente de África Occidental y Central supone un 15% de las importaciones de EEUU y se espera que representen un 25% en el 2020″[15]. En consecuencia no resulta sorprendente la afirmación de S. Abraham, «La energía procedente de África desempeña un papel cada vez más importante en la seguridad energética estadounidense»[16].
A su vez, de acuerdo con Obi, los denominados por los medios de comunicación «nuevos Estados del Golfo», están «…en el centro de las iniciativas estadounidenses para diversificar los suministros petrolíferos de Oriente Próximo y garantizar un suministro estable de petróleo y gas. (…) Los intereses petrolíferos de Washington se centran en grandes productores como Nigeria, Angola, Argelia, Gabón y los «nuevos Estados petroleros en auge» como Chad, Guinea Ecuatorial y Santo Tomé y Príncipe»[17].
Pero además con una importante garantía política: exceptuando a Angola, Argelia y Nigeria, el resto de los productores africanos no son miembros de la OPEP -los primeros incorporados en 2007-, organización a la que desde hace ya mucho tiempo Estados Unidos trata de boicotear. Entendible el atractivo si se conoce que esta condición les exime de la necesidad de acordar precios, es decir los convierte en muy manipulables.
En consecuencia, África fue sentenciada. La Estrategia de Seguridad Nacional de 2002 no dejó dudas al respecto, «Vamos a trabajar con otros países para que el continente africano viva en libertad, paz, y creciente prosperidad. Junto con nuestros aliados europeos, debemos contribuir a fortalecer a África, a sus Estados frágiles. (…) La formación de coaliciones, la voluntad de cooperación y las medidas de seguridad son clave para enfrentar estos nuevos retos»[18].
Para lograrlo, en el 2006 la entonces Secretaria de Estado adjunta para Asuntos Africanos Jendayi E. Frazer afirmaba: «Estados Unidos seguirá respaldando las instituciones fundamentales de la democracia, a saber: una prensa libre, un poder judicial independiente, un sistema financiero firme y partidos políticos activos. En los próximos dos años una de las prioridades será la consolidación de la infraestructura electoral…»[19], ¿el objetivo? el «Apoyo a la propagación de la libertad política en África»[20].
Un año después, en el 2007, Washington anunció la creación del Mando Militar Estadounidense para África, AFRICOM; en inglés, el África Command, USAFRICOM. Un proyecto que presentado como parte de la llamada y falaz «protección humanitaria en la guerra global anti terrorismo», constituye realmente un nuevo instrumento del Gobierno de EEUU para asegurar su presencia, una muestra de lo que pudiera ser considerado como una nueva Guerra Fría contra quienes identifica como sus competidores, en este caso en el continente africano, esencialmente la propia UE y China, pero también India y Rusia[21].
¿El objetivo?, el mismo, asegurar una mayor cuota de poder político y económico de EEUU en el área, y particularmente sobre los recursos energéticos. El cerco fue cerrado.
Una historia que condensada por Eduardo Galeano en un ejemplo con esa forma tan sagaz que tiene de decir, «En 1978 se descubrió petróleo en el Sur del Sudán. Siete años después, se sabe que las reservas llegan a más del doble, y la mayor cantidad yace al oeste del país, en la región de Darfur. Allí ha ocurrido recientemente, y sigue ocurriendo, otra matanza. Muchos campesinos negros, dos millones según algunas estimaciones, han huido o han sucumbido, por bala, cuchillo o hambre, al paso de las milicias árabes que el gobierno respalda con tanques y helicópteros. Esta guerra se disfraza de conflicto étnico y religioso entre los pastores árabes, islámicos, y los labriegos negros, cristianos y animistas. Pero ocurre que las aldeas incendiadas y los cultivos arrasados estaban donde ahora empiezan a estar las torres petroleras que perforan la tierra»[22].
3 ¿Y el nuevo Gobierno de EEUU? ¿Y Obama?
Ya quedan pocas dudas acerca de cuales serán los verdaderos caminos que seguirá el nuevo Gobierno de EEUU en su estrategia de política exterior, al menos en sus relaciones con el «Sur geopolítico». La primera señal llegó con la designación de Hillary Clinton al frente de esta gestión; luego vendrían otras, también muy reveladoras.
Hoy existe un estrecho margen para especulación y lo que resulta aún peor para la esperanza de que se produzca un cambio realmente significativo. Y es que más allá de las posibles intenciones personales del presidente Obama, ha quedado muy claro que los grandes intereses a los que realmente representa no le dejaran adelantar mucho en esa dirección.
Al menos con África los hechos apuntan hacia esta conclusión. Así, Obama despertó grandes ilusiones en ese continente, en el que fueron muchas las manifestaciones de júbilo de quienes vieron en él, más que al estadounidense, a un descendiente de los otrora salvajemente maltratados y saqueados pueblos africanos, algo así como el inicio de una real reivindicación de la raza negra en los sempiternos racistas Estados Unidos de Norteamérica.
Pero… ¿cómo puede explicar el actual Gobierno de EEUU que asumirá una nueva posición respecto a África si mantiene iguales posiciones que su predecesor? Así, el Gobierno de Barack Obama no dudó en mantener las condenas a la República de Zimbabwe, acompañándolas además de expresiones altamente injerencistas del embajador en ese país, James D. McGee quien en una entrevista concedida el pasado 23 de marzo, declaró: «EEUU simplemente no va a levantar esas sanciones. Tenemos sanciones individuales y tenemos sanciones contra instituciones estatales. Ambos tipos de sanciones están ahí por una razón (…), porque ciertas personas y entidades han estado utilizando el país para su propio enriquecimiento. Lo que los Estados Unidos están buscando, es una nueva constitución en Zimbabwe en un plazo de 18 meses y una nueva elección dentro de 24 meses. Esa es la clave -elecciones libres y justas en Zimbabwe en el plazo de 24 meses»[23].
A esto súmesele la biografía política del recién nombrado secretario de Estado Adjunto para Asuntos Africanos, Johnnie Carson. De la raza negra como su predecesora –Jendayi E. Frazer-, Carson se incorporó a la labor de asuntos exteriores en la década del 70, acumulando más de 37 años de servicio, lo que le ha llevado a trabajar bajo el mandato de varias presidencias, entre ellas la de R. Ronald Reagan, la dinastía Bush, y la de William Clinton. Por sus resultados, ha sido acreedor de varios premios superiores de «Honor» del Departamento de Estado y de un «Premio al Servicio Meritorio» otorgado por la ex secretaria de Estado Madeleine Albright.
Con estos antecedentes, ¿qué pueden esperar los pueblos africanos de su gestión futura? Seguramente muy poco de lo que resulta necesario para revertir la posición imperialista y depredadora que ha asumido siempre EEUU con los empobrecidos pueblos del «Sur», de los cuales los africanos se encuentran muy lejos de ser la excepción.
CONCLUSIONES
En resumen, para la Unión Europea la creciente presencia de EEUU en África constituye indudablemente una amenaza devenida reto, mucho más ahora que esta región ha sido identificada como uno de los pilares sobre los cuales el bloque comunitario ha proyectado sustentar su seguridad energética.
¿Podrá su liderazgo revertir este impulso? Obviamente se trata de una de las clásicas contradicciones inter-imperialista que podría terminar con un, también muy clásico, reparto de zonas de influencia.
Para África, condenada hace mucho tiempo a padecer el peso de la voracidad de los poderes imperiales, el riesgo es muy grave, y las consecuencias impredecibles. La única solución ante tan acuciante panorama sería el triunfo de un nuevo orden internacional, tarea compleja pero no imposible, America Latina representa hoy lo que pudiera ser el epicentro de estos posibles cambios, el reto se encuentra en saberlos conducir y en vencer.
[1] Véase González D. «Opciones históricas en la formulación de políticas norteamericanas para el África». En : CEAMO, volumen 14, número 1; 2004. CEAMO, La Habana, Cuba; pp. 7-19.
[2] Año en el cual según datos del propio organismo, 750 millones de personas -casi una tercera parte de la población mundial de aquel momento- se encontraba en condición de coloniaje.
[3] Esencialmente a través de la «Carta de las Naciones Unidas», rubricada el 26 de junio de 1945; en especial el Capitulo XI, «Declaración Relativa a Territorios no Autónomos», artículos 73 y 74. Al constatar lentitud en el proceso de descolonización, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprueba en 1960 la «Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los países y pueblos coloniales», Resolución 1514 (XV). En 1962 estableció el «Comité Especial de los 24″ o «Comité de Descolonización». Sitio WEB: www.un.org
[4] González D. :Opus Cit.; página 13.
[5] Ibidem
[6] Ibidem
[7] Relacionado con la desaceleración económica que sufrió la propia economía estadounidense desde fines de la década del 60 y las medidas de ajuste -suspensión unilateral de la convertibilidad del oro; devaluación del dólar en un 10%- y su principal impacto, el fin del sistema monetario de Bretton Woods, sumado a la crisis energética de 1973 vinculada a la Guerra del Yom Kipur y a la de 1979 como resultado directo de la revolución iraní.
[8] Ross S. W. «El Presidente Clinton firma Ley de Comercio con África y el Caribe». Mayo de 2000. Sitio WEB: usembassy.state.gov
[9] Cheney, R. Discurso pronunciado ante la Reunión Anual de la «Associated Press». Lunes, 30 de abril de 2001, Toronto, Canadá. Sitio WEB: www.usa.gov
[10] Ibidem
[11] NEPDG: «Nacional Energy Policy». Report of the National Energy Policy Development Group, May 2001. Sitio WEB: www.usa.gov
[12] Importante y peligrosa esta mención.
[13] Ibidem
[14] Abraham, S. «La Política Energética Nacional de Estados Unidos y la seguridad energética mundial». Spencer Abraham era Secretario de Recursos Energéticos de Estados Unidos. Revista «Perspectivas Económicas», mayo 2004.
[15] Obi C. Elecciones en Nigeria ¿Petrolear la democracia? Revista Política Exterior, número 117; mayo/junio 2007.
[16] Abraham, S. Opus Cit.
[17] Obi, C. Opus Cit.
[18] The White House, Wahington, The Nacional Security Strategy of the United States of America September 2002.
[19]Frazer, J. Asuntos Africanos. Sitio WEB:http://usinfo.state.gov
[20] Ibidem
[21] Veáse García C., D. «La creación del AFRICOM y los objetivos de la política de EEUU hacia África: gobernanza, contraterrorismo, contrainsurgencia y seguridad energética (ARI)». ARI Nº 53/2007 – 10/05/2007. Sitio WEB: Real Instituo Elcano
[22] Galeano E. «Las guerras no mienten. Y las del agua que ya están ocurriendo», 2005. Sitio WEB: www.voltairenet.org
[23] Corey, Ch. «Sanctions Will Remain on Zimbabwe, U.S. Ambassador Say». Sitio WEB:http://usinfo.state.gov/af/