La destitución en junio pasado del expresidente Fernando Lugo marca las elecciones presidenciales en Paraguay, a las que la izquierda concurre dividida y en las que, según las encuestas, el orden oligárquico recuperará el poder. Los partidos: La Asociación Nacional Republicana (ANR), más conocida como Partido Colorado, que gobernó de manera ininterrumpida durante 60 años […]
La destitución en junio pasado del expresidente Fernando Lugo marca las elecciones presidenciales en Paraguay, a las que la izquierda concurre dividida y en las que, según las encuestas, el orden oligárquico recuperará el poder.
Los partidos: La Asociación Nacional Republicana (ANR), más conocida como Partido Colorado, que gobernó de manera ininterrumpida durante 60 años (1948-2008), 35 de ellos en dictadura (1954-1989), pretende regresar al Ejecutivo tras la breve «primavera democrática» que vivió el país con el mandato de Lugo (2008-2012).
Para la reconquista del Estado, los colorados tienen como cabeza de cartel a Horacio Cartes, un outsider proveniente del ámbito empresarial, que posee una de las fortunas más grandes del país y que ha sido denunciado reiteradamente por sus vínculos con el narcotráfico. La ANR, necesitada de fuertes recursos para mantener su descomunal maquinaria clientelar -debilitada tras su salida del Gobierno nacional en 2008- tuvo que aceptar el padrinazgo empresarial de Cartes. Se evidencia así cómo el mundo de los negocios «coloniza» groseramente el ámbito político para gobernar sin intermediarios.
El Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) que actualmente gobierna gracias al golpe parlamentario de 2012, pretende aspirar a un triunfo que las urnas le niegan hace décadas, apoyándose en la figura de Efraín Alegre, exministro de Obras Públicas y representante del ala neoliberal del partido. En la recta final de la campaña han conseguido que la agrupación ultra UNACE, escisión colorada creada por el recién fallecido general golpista Lino Oviedo, pida el voto para los liberales, lo cual les situaría formalmente más cerca de la victoria. Sin embargo, es muy probable que un notable porcentaje de voto «oviedista» regrese al redil colorado.
El arco de izquierda y progresista, por su parte, se presenta fragmentado, tras la ruptura del Frente Guasu poco tiempo después del golpe. Las dos candidaturas más importantes son, por una parte, la de Avanza País, liderada por el expresentador de televisión Mario Ferreiro, con un perfil marcadamente urbano y de orientación progresista; y por otra parte, la liderada por el expresidente Fernando Lugo, que encabeza la lista para los comicios parlamentarios, y que tiene mayor implantación en las zonas rurales y del interior.
La complementariedad de estos dos perfiles le otorgaba un potencial inmenso a la candidatura unitaria que en un principio se acordó. Sin embargo, la división actual sitúa a estos dos proyectos en una pugna por el tercer puesto, tras los partidos tradicionales.
La candidatura presidencial de Ferreiro parece que tiene asegurada la tercera plaza, mientras que la del Frente Guasu probablemente logrará el mismo lugar en las parlamentarias.
Hay que destacar también la novedosa candidatura de Kuña Pyrenda, una propuesta inspirada por mujeres que pretende instalar una agenda feminista. Aunque según las encuestas sus resultados serán testimoniales, es probable que logren interpelar cada vez más a una izquierda tradicional que no escapa de lógicas machistas muy arraigadas en la cultura paraguaya.
Claves de la campaña. Las encuestas se han convertido en una de las herramientas de propaganda electoral más incisivas, con diferencias porcentuales estratosféricas entre ellas. Tanto liberales como colorados esgrimen encuestas que les otorgan la victoria, fundamentalmente para estimular el voto. La fiabilidad de estas es prácticamente nula, ya que cada agrupación política negocia con «su» empresa los resultados que deben ser publicitados. De cualquier manera, la mayoría de los sondeos dan la victoria a los colorados y la percepción ciudadana coincide con estos.
Una de las claves de esta campaña está siendo la estrategia de «guerra sucia» que están protagonizando colorados y liberales. Para ello han contratado a expertos extranjeros en campañas de desprestigio del oponente a través del recurso permanente a las denuncias de corrupción. Estos últimos días, Cartes ha sido acusado de fundar un banco en un paraíso fiscal, mientras que los liberales han sido denunciados por comprar tierras sobrevaloradas a un senador oviedista (con quien acaban de pactar).
Una de las mayores novedades de la campaña se está dando en la redefinición de la imagen de los candidatos de los partidos tradicionales. Producto del desgaste histórico de estas agrupaciones, tanto Cartes como Alegre aparecen menos vinculados a los clásicos símbolos partidarios (colores, himnos…) y mucho más asociados a la figura del «emprendedor», ya sea en su formato de «empresario exitoso» (Cartes) o de «gestor eficiente» (Alegre).
Un último aspecto reseñable es la apuesta de los grandes medios para invisibilizar al sector de la izquierda (el actual Frente Guasu) liderado por el expresidente Lugo. Su candidato presidenciable, Aníbal Carrillo, no ha sido invitado a los principales debates televisivos y cuando lo han hecho ha sido junto con los partidos minoritarios, desdibujando así su figura.
Acta vs Voto. Es casi seguro que los resultados oficiales no se corresponderán con los resultados reales, debido a la persistencia de prácticas ilegales durante la jornada de votación. Una cosa es la intención de voto y otra es el «voto efectivo», ya que aquel se ve reducido finalmente por diferentes vías, como la compra de cédulas de identidad, el pago de voto de última hora, las amenazas…
Por otro lado, el voto finalmente válido es el «voto registrado en acta». Los partidos de izquierda denuncian que en las mesas donde no tienen observadores ni apoderados, sus votos se los reparten los partidos tradicionales, los cuales sí tienen una maquinaria clientelar que cubre todas las mesas.
Aquí es donde opera la ecuación: «acta mata voto». Si las previsiones se cumplen y ganan colorados o liberales, las elecciones terminarán sirviendo para normalizar y «legitimar» internacionalmente el orden oligárquico tras el golpe.
Luismi Uharte. Miembro de Parte Hartuz Ikerketa Taldea