Recomiendo:
0

Cronopiando

Las huelgas y los medios en Latinoamérica

Fuentes: Rebelión

Sólo cuando los profesionales de la medicina, del magisterio, del tráfico aéreo o de cualquier otro sector productivo, cansados de escuchar las mismas incumplidas promesas deciden ir a la huelga, es que algunos medios de comunicación, como si de improviso reparasen en los consumidores, ellos que tantas páginas y micrófonos dedican al consumo, muestran su […]

Sólo cuando los profesionales de la medicina, del magisterio, del tráfico aéreo o de cualquier otro sector productivo, cansados de escuchar las mismas incumplidas promesas deciden ir a la huelga, es que algunos medios de comunicación, como si de improviso reparasen en los consumidores, ellos que tantas páginas y micrófonos dedican al consumo, muestran su preocupación por los dolorosos perjuicios que el ejercicio del derecho a la huelga provoca a los «desamparados» ciudadanos.

Mientras persistan las infames condiciones de trabajo de esos sectores, mientras se mantengan los bajos salarios o el empleo precario, a ningún medio se le ocurre, y bien que podría hacerlo, editorializar sobre los inconvenientes que semejantes condiciones laborales provocan en la gente, pero basta que trabajadores de cualquier área se declaren en huelga, para que, inmediatamente, se llame la atención desde la prensa por los problemas que genera el paro a los pobres y desprotegidos usuarios de los servicios en huelga. No hay informativo de televisión en el que no se pregunte a algunos ciudadanos afectados por la huelga su crítico parecer sobre la misma, y las emisoras de radio se congestionan de sesudos contertulios que apelan a la razón y a la prudencia, a la implementación de otras formas de protesta que no afecten a los pobres consumidores, y al posible carácter político de lo que se pretende presentar como mera reivindicación salarial. Se insiste, también, en que la huelga es un derecho que, sin embargo, tiene sus reglas y que nadie escapa a su cumplimiento…o casi nadie; se reitera lo inoportuno del momento, se recuerda la escasa efectividad que tuvieron los últimos llamados a huelga; y, por supuesto, se solicita a los huelguistas que no recurran a la violencia para no tener que lamentar alguna víctima.

El peligro de que se suspenda el año escolar queda así como única responsabilidad del magisterio; la salud de la ciudadanía se convierte en exclusiva competencia de los médicos; la posibilidad de que haya incidentes violentos e, incluso, muertos, va a depender de quienes impulsan y apoyan la huelga.

El ejercicio de un derecho constitucional, como el derecho a huelga, pasa, sutilmente, a transformarse en responsable de todas las diarias calamidades en que se desenvuelve cualquier actividad laboral en el país.

Y es entonces que se invoca a esa legión de consumidores de salud, de educación, de servicios, ese pueblo tantas veces engañado e ignorado y que, recobra su protagonismo para los medios como víctima propiciatoria de los desmanes de insensibles profesionales y despiadadas huelgas.

Mientras tanto, se sigue hablando de modernizar la educación sobre la base de dotar de computadoras a todas las escuelas, pero la mayoría del profesorado, eje fundamental en el desarrollo de la educación, hace años que, cansada de incumplimientos, optó por irse del país, a trabajar como taxista en Puerto Rico o a limpiar baños en Nueva York, dejando la enseñanza en manos de simples bachilleres.

Se insiste en la modernización del sistema de salud porque se adquieren o se reciben donaciones de equipos para algunos centros médicos, pero médicos y enfermeras, cansados de esperar respuestas satisfactorias a viejas e insatisfechas demandas, abandonan los hospitales camino del exilio, para que su lugar lo ocupen estudiantes de prácticas o graduados «al vapor».

Cuando concluya la manida modernización y, como prometieran todos los presidentes de esos Estados, no quede ningún hospital sin escaner; ninguna casa sin nevera, ninguna escuela sin computadora, ninguna playa sin hotel, ningún campo sin tractor, ninguna avenida sin túnel… ya no nos quedará tampoco ningún maestro, médico, agrónomo, ingeniero o profesional que ponga a funcionar tanto prodigio tecnológico.

Lo único que quedará, posiblemente, sean periodistas que, como en las huelgas nunca faltan algunos muertos de sospechoso origen, algún incendio, algún saqueo, consigan aportar las imágenes que no tuvieron antes, cuando la «normalidad» también se cobraba sus cotidianos muertos, o prendía en candela la esperanza de una vida digna o saqueaba los salarios de todos.

Pasada la huelga el país recupera su habitual calma y sosiego, su amenazada y cotidiana paz.

Todo, absolutamente todo, vuelve a la normalidad.

Como es costumbre, los precios, hábilmente camuflajeados en las góndolas de los supermercados y armados de guarismos de largo alcance y distintos calibres, patrullan las estanterías y los aparadores vigilando de cerca los movimientos de los consumidores.

Algunos precios, veteranos de otras alzas, practican allanamientos en las registradoras de los centros comerciales decomisando salarios de fabricación casera y esperanzas falsificadas, al tiempo que otros precios, efectúan normales redadas en gasolineras provocando largos taponamientos de respingos e improperios.

Se sabe de precios que, normalmente, forman piquetes y recorren colmados y centros de expendio en los barrios populares, amenazando con violentas represalias a quienes se niegan a especular aumentos.

Turbas de facturas, siempre encapuchadas, asedian y saquean domicilios familiares, cargando con todo lo que de valor encuentran, desde expectativas preciosas hasta confianzas en efectivo. Y se detectan numerosos dólares vandálicos provistos de filosas alzas y subidas contundentes, sembrando el caos entre los pesos y centavos locales, quemando enteros en la calle y provocando fuertes disturbios en todos los presupuestos.

Miles de consumidores permanecen detenidos en el Destacamento de la Impotencia y otros tantos ya han sido traducidos a la Fiscalía de Rebajas, Fiaos y Cobros Compulsivos.

Fuentes de entero crédito aseguran que varios consumidores resultaron muertos, en hechos ocurridos por separado en la capital y el resto del país, en los llamados intercambios de tarifas. Dos más habrían resultado heridos al ser arrollados por un aumento de precios repentino que no respetó una luz roja. El aumento no fue identificado por haberse dado a la fuga tan pronto atropelló a los dos infelices.

Para mayor tranquilidad de los alevosos y reincidentes ahorrantes, algunos, incluso, con varias fichas en su historial, se informa que hoy no está previsto que quiebre banco alguno y los medios celebran la buena nueva en nombre de la ciudadanía.

([email protected])