Como es norma común, las noticias atraviesan como centellas nuestras retinas y la concatenación de estas no permite reparar en los efectos reales que a medio-corto plazo pueden ocasionar muchos de los acontecimientos a los que hacen referencia.La muerte en atentado de Rafia Hariri esta semana en Beirut no es un atentado más a los […]
Como es norma común, las noticias atraviesan como centellas nuestras retinas y la concatenación de estas no permite reparar en los efectos reales que a medio-corto plazo pueden ocasionar muchos de los acontecimientos a los que hacen referencia.
La muerte en atentado de Rafia Hariri esta semana en Beirut no es un atentado más a los que estamos habituados en Oriente Próximo y Oriente Medio, aunque para despojarnos de los eternos clichés eurocéntricos sería más correcta la denominación de Asia Occidental, por ejemplo. La sucesión de atentados selectivos en Líbano desde hace una década siempre es vinculada a un maremagno de teorías conspirativas que en todos los casos apuntan a agentes externos del país. Es decir, siempre se analizan los hechos desde la perspectiva de que Líbano es un escenario sobre el que fuerzas exógenas se miden en función de sus peones o aliados. Líderes chiíes de Amal o Hezbollá, cristianos maronitas de las Falanges, refugiados palestinos de distintas organizaciones de la resistencia, algún líder druso. todos los colectivos que protagonizaron la guerra (1975-1990) han sufrido atentados desde entonces, siendo algunos de ellos verdaderamente decisivos respecto a la estabilidad del frágil País de los
Cedros, pero no siempre han de entenderse estas acciones desde prismas exógenos. Las rivalidades endógenas históricas de la complejidad de Líbano tienen también gran parte de responsabilidad de muchos de los acontecimientos recientes que ha vivido el país.
De lo que no hay duda es que esa estabilidad no se ha resquebrajado, por mucho que lo hayan intentado, Israel por ejemplo con vehemencia, gracias en parte a que las tropas sirias que apoyan el proceso de transición y han apuntalado siempre al frágil gobierno de turno, han disuadido de cualquier proceso involucionista que diera al traste con el proceso de normalización. Un proceso, por otra parte, que ha sido reivindicado como fruto de la labor de personajes como Hariri, gran magnate de la construcción que hizo el agosto con la reconstrucción de Beirut y que le situaba entre uno de los 100 más ricos del planeta, ahí es nada, pero del que se omite su responsabilidad respecto de la exacerbada deuda externa que legó tras sus mandatos, la friolera de 35.000 millones de dólares.
Los acontecimientos que se han precipitado tras el atentado de esta semana no son casuales. EE.UU e Israel acusan a Siria del atentado y colocan a este país en el punto de mira inmediato como gestor del «terrorismo internacional». Los llamamientos activos de «prevención» ante Siria, son tan alarmantes, que Siria ha hecho público un acuerdo de defensa mutua con Irán, el otro objetivo claro. El guión era sencillo, Hariri se había distanciado de la política de Siria en Líbano y de hecho siempre se ha especulado sobre su renuncia, responsabilizar a Siria del atentado abre la veda contra este país. La «mano» Siria es la «versión» oficial. ¿Pero hasta que punto interesa a Siria este escenario? ¿Era realmente tan decisivo hoy Hariri en el escenario libanés? ¿Un Líbano soliviantado que cuestiona la presencia de tropas sirias interesa a Siria?
Una anécdota histórica refleja con nitidez el gran submundo de poliedro libanés. En 1983, activistas musulmanes atacaron un cuartel de marines USA en Beirut con un camión bomba, murieron más de 300 marines. El Mossad tenía controlado al grupo, pudo neutralizar el atentado, pero tuvo orden de Tel Aviv «de dejar hacer», «los EE.UU no pintan nada en este país». Está documentado y es público.
Otras hipótesis «menos oficiales» pueden apuntar a autorías diversas. La reivindicación de un grupo de carácter teocrático fundamentalista suní puede entenderse desde la perspectiva de que el multimillonario Hariri tenía unas excelentes relaciones con las monarquías árabes, tan criticadas por estos grupos. También se ha especulado con «ajustes de cuentas» derivados de las oscuras tramas corruptas del entorno de Hariri, del que por otra parte no era ajeno. Pero una vez más, este tipo de lógicas interpretativas lineales son excesivamente simplistas, la variable interpretativa exógena se vuelve a imponer, y si bien el atentado pudiera resultar de una razón endógena, está se coloca al servicio de una lógica exógena, conscientemente o no. Pero lo cierto es que un atentado de esta envergadura ha sido bien planificado, y no solo a nivel operativo, Hariri y su entorno estaban totalmente obsesionados con la seguridad y una acción de este tipo requiere una estructura importante (inform
ación, contravigilancia, logística.).
La desestabilización del Líbano abre la puerta a las «opciones de prevención», es decir, expulsar a los sirios, impulsar a los falangistas e intentar estrangular a la otra cabeza de la hidra, Hezbollá. Así es, Hezbollá, la formación de resistencia islámica chií, es un estado dentro del estado. Es la espina clavada que tiene Israel, y que cuestiona todo proceso que Bush-Sharón quieran imponer en Palestina vía Mazen. La excusa para forzar la salida siria de Líbano trae a continuación el intento por desactivar Hezbollá. De ahí que, el escenario que pudiera proyectarse tras el atentado es totalmente coherente con los planes»diplomáticos» que la Casa Blanca anunció en enero.
Es por ello que, con todas las reservas, no sea descabellado ver la mano de los servicios de inteligencia «antiterroristas» como autores intelectuales e incluso materiales. Y no lo es además porque sin olvidar los precedentes propios habidos en el país, la experiencia reciente en Irak demuestra que la operatividad de estos grupos es hoy máxima, en la generación de confusos escenarios propiciatorios para los planes de la Casa Blanca y sus aliados israelíes.
La I Guerra Mundial comienza con la muerte en Sarajevo del Archiduque austrohúngaro y la concatenación de sucesos posteriores. La muerte de Hariri puede ser la primera piedra para la apertura de un proceso de «democratización» de Líbano, Siria e Irán en claves Obushsiano-Sharonianas. Al tiempo.