Traducido para Rebelión por Juan Alba Martínez
Durante 5000 años combatir ha implicado la posibilidad de morir. Hoy, con los aviones sin piloto los EE.UU pueden afrontar los conflictos como si fueran videojuegos. Pero el uso de los drones está bajo acusación en Pakistán y Washington.
Un cuarto de hora después de haber lanzado misiles en la zona tribal de Paquistán, el capitán Dan entra en su casa a pocos kilómetros de la base aeronáutica de Creech en Nevada, abraza a su mujer y a sus hijos y se sienta en la mesa para cenar. Esto es posible gracias a uno de los 200 «unmanned aerial vehicle«(UAV) que posee el ejército estadounidense. Aviones sin piloto o simplemente drones guiados con joystick, teclado y pantalla, a miles de kilómetros del objetivo y con las instrucciones dadas paso a paso por la CIA en Langley, Virginia. El modelo más avanzado se llama MQ-9 «reaper«, literalmente «segador», y tiene una capacidad de destrucción mayor que su predecesor, el «predator«, del cual están en servicio 195 ejemplares. De once metros de longitud y dotado de alas de 20 metros, los 28 «reaper» estadounidenses son verdaderas máquinas de guerra que con el depósito lleno pueden volar noche y día durante 14 horas seguidas trasportando bombas GBU-12 guiadas por láser y misiles aire-tierra AGM-114 Hellfire. Transmitidas por un sistema de satélites y antenas, las órdenes impartidas desde la base de Creech llegan a los drones en 1,2 segundos.
Cuando los que experimentaban eran los italianos
Fue un italiano el que inauguró la era de los bombardeos aéreos el 1 de noviembre 1911: el subteniente marqués Giulio Gavotti. Los pilotos corrían más riesgos que ahora, pero, como en el caso de los UAV, Gavotti podía estar seguro de que no lo derribarían. Sven Lindqvist, en su «Historia de los bombardeos» (Editorial Turner), nos recuerda ese acontecimiento: «Se asomó fuera del habitáculo de su monoplano, ligero como una libélula, y lanzó la bomba -una granada de mano de fabricación danesa- sobre el oasis norteafricano de Tagiura, cerca de Trípoli. Unos instantes más tarde, atacó el oasis de Ain Zahra. En el primer ataque aéreo se lanzó un total de cuatro bombas, cada una de ellas de dos kilos de peso». Un año después Gustav Janson, en un libro llamado Lögnern (Las mentiras) contó las sensaciones del aviador italiano: «¡La tierra vacía bajo sus pies, el cielo abierto sobre su cabeza y él, el hombre solitario, navegando entre ellos! Lo embargó una fuerte sensación de poder. Estaba atravesando el espacio aéreo, haciendo valer la indiscutible superioridad de la raza blanca. Tenía la prueba de ello al alcance de la mano: siete bombas altamente explosivas. Ser capaz de lanzarlas desde el mismo cielo, eso era definitivo e irrefutable».
Han pasado casi cien años y ahora el país más masacrado es Pakistán, donde la administración de Barack Obama ha ordenado más de 40 ataques con drones, que han matado entre 326 y 538 personas, la mayor parte civiles. «Aunque es difícil tener una cifra precisa», escribe Jane Mayer en el New Yorker el 26 de octubre, «la cosa está clara: la CIA se ha unido a los servicios secretos pakistaníes en una campaña agresiva para arrancar de raíz a los milicianos locales y extranjeros que han encontrado refugio en las zonas más inaccesibles del país».
El coronel William Brandt explicaba en un reciente documental de Frontline que «estamos a punto de vivir un completo cambio en la cultura de la aviación: dentro de poco tendremos más aviones sin piloto que aviones conducidos por pilotos». En efecto la californiana General Atomics Aeronautical Systems no consigue satisfacer todos los encargos de predator y reaper.
El pasado 1 de agosto el Pentágono dijo en el Congreso que el gobierno italiano quería comprar «cuatro MQ-9, tres estaciones móviles de tierra y cinco años de mantenimiento» con un gasto total de 330 millones de dólares.
«Hacer la guerra ha tenido el mismo significado durante 5000 años», explica Peter Warren Singer, investigador para la Brooking Institution y autor de Wired for war: «Ir a un sitio donde hay tantos riesgos que podrías no regresar nunca a casa, no volver a ver a tu familia nunca más. Ahora un piloto de predator se sienta delante de un ordenador, lanza misiles contra un objetivo, mata enemigos y al finalizar el día coge el coche y 20 minutos más tarde está sentado a la mesa hablando de los deberes de sus hijos».
Basándose en autorizados medios de información, la New America Foundation ha trazado un balance de la actividad de los drones en Pakistán. Desde el año 2006 a la mitad del mes pasado, 82 ataques de drones han matado en el país entre 750 y 1000 personas, de las cuales entre 500 y 700 (entre el 66% al 68%) eran combatientes. Según estas mismas fuentes el número de civiles muertos oscila entre 250 y 300 (33%-35%), se nos dice en el artículo «La revancha de los drones». Desde que Obama está en el gobierno, aparte de la media docena de dirigentes combatientes, se ha matado a 530 personas: entre 250 y 400 eran combatientes (75%) y el resto, civiles (25%).
Con Obama aumentan los raid
En vez de rectificar el proyecto heredado de George W. Bush, Obama intensifica dramáticamente el número de ataques con drones predator. Este año ha habido 43 ataques en Pakistán (dos con Bush en el poder contra 34 durante el año en curso).
El documento del New American Times acaba subrayando seis problemas, tácticos y estratégicos, «que tendrían que tenerse en cuenta en la discusión sobre su eficacia»:
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Los raid tienen una débil justificación jurídica, porque violarían el principio de proporcionalidad, según la cual un objetivo militar no puede ser atacado si se corre el riesgo de que haya víctimas civiles o daños excesivos respecto de la ventaja derivada del ataque.
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Son muy impopulares entre la opinión publica pakistaní, los milicianos de al Qaeda y los talibanes, quienes lo utilizan como excusa para atacar objetivos gubernamentales en el interior de Pakistán
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Los drones ya no tienen efecto sorpresa: para huir, muchos dirigentes se han refugiado en otras zonas de Pakistán, contribuyendo a desestabilizar el país.
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Han matado a dirigentes de rango medio, pero al mismo tiempo las bombas destruyen también ordenadores, teléfonos móviles y pruebas que podrían ser utilizadas por los servicios de inteligencia.
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Representan una táctica y no tienen ningún efecto estratégico.
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Han dañado a al-Qaeda pero, ¿hasta qué punto no han reforzado la propaganda de los combatientes y desestabilizado Pakistán?
Segun Mayer, «no hay ya dudas de que el asesinato selectivo se ha convertido en política oficial de los EE.UU». Pero sobre todo no se puede ignorar que «el programa predator ha empezado tras una escasísima discusión pública, tanto más si se piensa que estamos ante un uso radicalmente nuevo y sin fronteras de la fuerza letal del Estado».
Acusaciones a las cuales el jefe de la CIA, Leon Panetta, responde desde hace meses con la misma cantinela: «Nos aseguramos de atacar sólo objetivos reales».
http://www.ilmanifesto.it/il-manifesto/in-edicola/numero/20091106/pagina/16/pezzo/264124/