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Refugiados

Los caprichos del invierno

Fuentes: Rebelión

Cuándo el blindaje mediático había logrado empujar la crisis de los refugiados fuera del escenario, el invierno ha llegado para poner las cosas en su lugar. Leve, como las primeras nevadas, los refugiados reaparecieron en las portadas de los grandes medios del mundo, y la noticia ha congelado las congeladas vísceras de la dirigencia europea, […]

Cuándo el blindaje mediático había logrado empujar la crisis de los refugiados fuera del escenario, el invierno ha llegado para poner las cosas en su lugar.

Leve, como las primeras nevadas, los refugiados reaparecieron en las portadas de los grandes medios del mundo, y la noticia ha congelado las congeladas vísceras de la dirigencia europea, que creyeron que en esconder el problema, estaba la solución.

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) anunció este último viernes 13, que ya son por lo menos cinco refugiados que han muerto debido a la ola de frío que asola a Europa.

Los cuerpos de cuatros de ellos, dos iraquíes, un paquistaní y una mujer somalí, fueron encontrados próximos a las alambradas fronterizas entre Bulgaria y Turquía, a la vez que un afgano de 20 años, murió al atravesar el río Evros, límite entre Grecia y Turquía, zona donde se han registrado temperaturas de diez grados bajo cero. En Bulgaria dos adolescentes somalíes, fueron encontrados con síntomas de congelación tras pasar dos noches en un bosque.

Aunque hay información de que se han registrado otras doce muertes de refugiados por congelamiento desde principio de año, no se han logrado obtener datos concretos de las víctimas.

La situación es particularmente crítica en la isla griega de Lesbos y otras como Quíos y Samos, donde más de 5 mil personas solo pueden protegerse en carpas y galpones precarios sin calefacción, de temperaturas que llegan a 15 grados bajo cero, por la que la ONG Médicos sin Fronteras hizo un dramático llamado a Bruselas para que apure el traslado de los refugiados al continente.

Los refugiados atrapados en la ruta de los Balcanes, el corredor que comunica Grecia con el norte de Europa, tampoco están mejor.

En Serbia por ejemplo, de los 7300 refugiados, 6200 han logrado ser recogidos en algún centro de recepción, mientras que 1200 están a la intemperie en Belgrado, donde se esperan, para esta semana hasta, temperaturas de menos 11 grados.

ACNUR también ha denunciado que las guardias fronterizas de todos los países de los Balcanes, impiden el tránsito de refugiados, a la vez que comenten todo tipo de atropellos y abusos contra ellos, desde robos, extorciones, golpizas hasta violaciones.

Las denuncias también mencionan la incautación y destrucción de teléfonos móviles, para impedirles que puedan pedir socorro.

En la frontera de Hungría con Croacia y Serbia, según informa el diario alemán Der Spiegel, la situación es extrema: «Decenas de personas viven en improvisadas tiendas de campaña, con temperaturas de 12 grados bajo cero».

El gobierno ultraderechista húngaro del primer ministro Viktor Orban que ha sido el más refractario a la acogida de refugiados, por los que no han prestado prácticamente ninguna facilidad, ni siquiera para paso de estos contingentes de refugiados por su territorio. Todos los campamentos que Budapest ha dispuesto, por presión de la UE, carecen de calefacción, agua caliente o cualquier otro tipo de «comodidad» para paliar en algo la crítica situación, de quienes deben esperar alguna resolución de la UE, con temperaturas que llegan a los menos 9 grados chapaleando entre el barro y la nieve.

La burocracia arma del genocidio

No hay dudas que a esta altura de la «civilización occidental», y con los medios de los que dispone la Unión Europea, que se hayan producido la muerte por frio de refugiados en su territorio, solo es prueba de la falta de interés en darle una solución a la crisis, que desde el 2014 se ha disparado y a casi tres años vista no tiene visos de solución.

De que hoy haya millones de hombres y mujeres, pugnando por un lugar en Europa, ha sido consecuencia de las propias políticas europeas, o mejor dicho, por seguir a pie juntillas las políticas belicistas de los Estados Unidos, contra las naciones a las que han devastado, en procura de sus riquezas fundamentalmente sus recursos energéticos, petróleo, gas y uranio o fondos contantes y sonantes, como fue el caso libio.

La alambicada burocracia de Bruselas, capital de la Unión Europea, está impidiendo la resolución de la crisis que es más urgente que nunca. A no ser que esperen que el frió extermine a los 160 mil refugiados que hoy ansían una solución bajo una capa de 50 centímetros de nieve, no se entiende la demora.

La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) ha declarado que hasta el día 11 de enero murieron 27 al intentar cruzar el Mediterráneo. Aunque el último viernes se supo del naufragio de una barcaza en cercanías de las costas libias con cien pasajeros, con temperaturas de menos 5 grados, lo que sin duda va elevar el primer número de manera sustancial, poniendo al año 2017 a disputar la trágica estadística.

En los primeros días del año la Organización Mundial de las Migraciones (OIM) informó que en 2016, 5079 personas murieron en el Mediterráneo, una cifra sensiblemente mayor a los 3777 del 2015 y los 3279 de 2014.

A pesar de que esta última semana la Comisión Europea, ha declarado que la situación es «insostenible», y reprochó a Atenas de no «asegurar unas adecuadas condiciones de recepción y gestionar los centros de refugiados» a quién la había enviado 90 millones de euros, tres veces menos de lo que cuesta la transferencia del futbolista Lionel Messi, para la construcción de campamento de acogida, de los cuales se crearon un pequeño número.

En el centro de refugiados de Moria, en la isla de Lesbos, se amontonan unas 5500 personas, prácticamente a la intemperie, con escaza o nula asistencia, a los que como novedad semántica ahora llaman hotspots (puntos calientes) el lugar donde se deposita a los demandantes de asilo al llegar a las islas, hasta que se decida por el sí o el nefasto retorno a Turquía.

En los extenuantes e imbricados papers, por los que los burócratas de Bruselas justifican sus extraordinarios sueldos, se mencionan recomendaciones, articulados y consideraciones técnicas, sin querer entender que hay gente que literalmente se está muriendo de frío.

Recién esta semana, en la sesión plenaria en Parlamento Europeo en Estrasburgo, los eurodiputados reclamarán, en lo que será un animado, divertido y bien servido debate, a la Comisión y el Consejo que facilite ayuda de emergencia.

Sería de algún interés saber cuántos seres humanos o refugiados que son casi lo mismo, aniquilara el frio, hasta que la gigantesca rueda de la burocracia, se ponga en marcha y de alguna respuesta.

Se estima que unos 160 mil refugiados en territorio europeo se encuentran en extremo riesgo al tener que resistir prácticamente a la intemperie temperaturas hasta de menos 20 grados, con capas de nieve de hasta 50 centímetros, con síntomas de congelación, solo protegidos por paupérrimas carpas, sin posibilidad, siquiera de secar sus ropas.

En el Mediterráneo central, frente a las costas libias, al recoger náufragos explican los socorristas que «Tras sacarles la ropa mojada y ponerles seca, abrimos una vía para introducir el suero tibio, que les ayuda a entrar en calor, además de mantas y la ayuda de los packs de calor químico».

La situación es tan obvia como dramática, lo que hace parece que en Europa nadie está debidamente informado que los refugiados morirán en masa si no se articulan ya la mediadas para contener los caprichos de invierno.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino . Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.