Cuando, en abril ultimo, la monarquía de los Emiratos Árabes Unidos decretó el cierre de las oficinas del National Democratic Institute (Instituto Nacional Democrático) (NDI) en Abu Dhabi, el «Times» de Nueva York reportó que hubo desconcierto en sectores de la opinión pública de Estados Unidos que tienen al NDI como una respetable agencia «sin […]
Cuando, en abril ultimo, la monarquía de los Emiratos Árabes Unidos decretó el cierre de las oficinas del National Democratic Institute (Instituto Nacional Democrático) (NDI) en Abu Dhabi, el «Times» de Nueva York reportó que hubo desconcierto en sectores de la opinión pública de Estados Unidos que tienen al NDI como una respetable agencia «sin fines de lucro» cuya misión es promover la democracia por todo el mundo.
El NDI se identifica como una organización no gubernamental (ONG) pese a que es notorio su financiamiento por el gobierno de los Estados Unidos a través del Departamento de Estado y la CIA.
Según el escrito del Times firmado por su reportero Steven Lee Myers, uno percibe que «la mayor parte de a ciudadanía considera la cosa más natural del mundo que el gobierno de Estados Unidos subvencione a organizaciones que envían personas por todo el mundo a difundir la democracia, incluso hasta el punto de ayudar a promover revoluciones en naciones consideradas insuficientemente jeffersonianas».
Según el trabajo de Myers, la decisión de los Emiratos Árabes Unidos
(EAU) constituyó «un sorprendente desafío diplomático y un acto marcadamente provocativo» dado que se produjo en momentos en que se anunciaba el próximo arribo de la Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, a los EAU para conversaciones con los líderes de ese país y de otros que son miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (Gulf Cooperation Council).
La canciller estadounidense no tardó en lamentar la acción de la EAU aunque lo hizo en términos sorprendentemente blandos. Sostuvo que el NDI juega un papel vital a cumplir en el apoyo a la ONGs y la sociedad civil en la región. Se limitó a anunciar que se proponía sostener conversaciones sobre el tema con sus próximos anfitriones.
Es posible que esta moderación por parte de la Clinton, quien en circunstancias similares suele actuar con ira prepotente, haya obedecido a la necesidad de ubicarse en la circunstancia específica con una perspectiva regional.
En Egipto, en días previos, había sido arrestado un número de representantes de «ONGs promotoras de la democracia» que allí operaban. Estaban siendo amenazadas con ser procesadas por delitos de interferencia en los asuntos internos de esa nación árabe.
Las acusaciones inculpaban a tres ONGs estadounidenses muy conocidas por sus estrechos vínculos con la CIA (el NDI, la Freedom House y el International Republican Institute) que habían recibido financiamiento extranjero ilegal por 65 millones de dólares para ejecutar acciones de presión para influir en las elecciones del país y beneficiar objetivos políticos de Washington en la región.
El caso tuvo mayor divulgación en los medios de Estados Unidos porque, entre los arrestados estaba el hijo del Secretario estadounidense de Transporte, Ray LaHood, quien fue presentado a juicio criminal junto a los demás acusados. Todos fueron puestos en libertad solo luego que el gobierno de Estados Unidos amenazó con suspender una proyectada venta de armas por $1.3 billones a Egipto.
No obstante, las actividades de las tres ONGs, todas actuantes como fachadas de la CIA en El Cairo, se mantuvieron suspendidas.
Moscú también había expresado indignación por actividades injerencistas de ONGs estadounidenses en Rusia en esos días. El primer ministro Vladimir Putin denunció que durante su campaña por la presidencia, cientos de millones de dólares fueron inyectados por Estados Unidos para influir en esos procesos de consulta.
China igualmente había formulado denuncias por similares acciones intervencionistas de Estados Unidos.
En un artículo titulado «Unmasking the Democracy Promoters»
(Desenmascarando a los promotores de democracia), Robert W. Merry, editor de la revista The National Interest y autor de varios libros sobre historia y política exterior de Estados Unidos, se pregunta cómo reaccionarían los estadounidenses si análogas organizaciones rusas, china o indias dedicaran similares cuantiosos recursos a influenciar la política interna de Estados Unidos.
Merry cita palabras de Michael McFaul representante de la NDI en Rusia hace algunos años: «No vamos a ponernos a dictar a Rusia cual es el camino hacia la democracia. Solo vamos a apoyar lo que nos gusta llamar valores universales. No valores americanos, no valores occidentales, sino valores universales».
Pero Merry pregunta: «¿Quién es el árbitro que determina cuáles son tales valores universales? ¿Cómo es que se selecciona a quienes deban actuar como abanderados en su nombre? Para que nos lo digan habría que viajar a Rusia para hablar con Michael Mc Faul quien actualmente se desempeña en Moscú como Embajador de Estados Unidos».
Manuel E. Yepe. Periodista cubano especializado en temas de política internacional.
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