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Corrupción y capitalismo

Los jardines del pecado

Fuentes: Rebelión

La corrupción Pública se come a las sociedades. La corrupción campea en las ciudades, es fácil identificarla en los invisibles hilos del dinero que desfila con la impunidad de la magia democrática por las campañas políticas exuberantes montadas por el crimen organizado, es fácil verla correr en el ascenso maratónico de los nuevos ricos, y […]

La corrupción Pública se come a las sociedades. La corrupción campea en las ciudades, es fácil identificarla en los invisibles hilos del dinero que desfila con la impunidad de la magia democrática por las campañas políticas exuberantes montadas por el crimen organizado, es fácil verla correr en el ascenso maratónico de los nuevos ricos, y desfilar con una cara de falsa conmiseración ante las muertes de los inocentes en los hospitales repletos de enfermos y vacíos de medicinas.

La corrupción se ríe del dolor, y las iglesias al servicios de los silencios y de las complicidades bendicen la pobreza como una herencia divina, y a la riqueza como la expresión de que Dios asigna el papel de la economía a unos cuantos sabios, quienes te aseguran que la flecha loca del crecimiento económico mundial te tiene que hallar en el punto más alto de la producción, importando un bledo que te asalte aun con las bolsas vacías. No cabe ninguna duda de que el análisis marxista abrió los ojos de la explotación del capital sobre el trabajo a través de ese mecanismo salvaje de despojarte de años de vida a cambio de migas de subsistencia. Pero la voracidad de ese monstruo no conforme con el robo legal e institucionalizado distorsiona operaciones públicas con la más elemental de las reglas de la aritmética, en el que 5 mas 5 son cero para las arcas públicas, utilizando para ello un silencio comprado con servicios de anuncios publicitarios en los medios escritos y televisivos que son los únicos autorizados para decir y callar los nuevos convencionalismos que dejan sin autoridad a los Pitágoras y a los Baldores.

Igualmente la Semántica sufre duros golpes en estos negocios sucios de los corruptos en los países del tercer mundo, que dejan en la zaga a la novedosa gramática generativa del ingenioso Noam Chomsky, y así pues los términos legales: «urgente necesidad» y «emergencia pública» se vuelen las palabritas mágicas de moda para indicar que otro amigo accedió al mundo de los millonarios. El caso Zumwinkel en Alemania sobre la corrupción del Director de Correos nacional muestra claramente que la tan afamada bonanza del sistema no es tal, y que algunas veces es necesario meter la mano más de la cuenta para que puedas formar parte y ser aceptado en la lista de los exitosos del sistema, pero lo que resulta mas risible es que la tan publicitada ética de la Unión Europea no puede eliminar del todo esa remota posibilidad de pecado que se erige como una alternativa ventajosa en ciertos momentos, en que la laxitud premeditada te hace realizar viajes de negocios a paraísos terrenales como la Suiza Moderna de Liechtenstein, y allí si se elimina esa sensación de culpa que produce el estar en una clase social más baja que los poderosos con los depósitos casi poéticos nacidos fuera de los alcances de los radares financieros oficiales.

En nuestra América, Gran Caimán es una Isla prodigiosa en magia financiera, a esta Isla el Sheriff de la democracia no le exige una transición a la democracia, porque como se le va a exigir eso a una Isla tan ecuménica que convierte blanco lo negro y bueno lo malo. El sistema ama estos desahogos, venera a estos estados paradisiacos porque des estressan de los controles internos aun generosos, pero tan rigurosos que no permiten la nueva riqueza fácilmente o el crecimiento de las mismas con un ademán de varita mágica.

Pero estos paraísos se quedan pequeños en términos relativos con los pingues y risibles negocios que hacen estos maestros de la prestidigitación en los países tercermundistas. Para el caso en Honduras, funcionarios del Aeropuerto de San Francisco California se involucraron en la creación de una compañía subsidiaria en Honduras, y la fundaron en Estados Unidos con la irrisoria suma de cien dólares, y lograron la adjudicación de la Licitación Pública Internacional de la Concesión para administrar los aeropuertos del país con ganancias millonarias, y excesivamente significativas para un país que se hunde en la más vil de las pobrezas. La multinacional Motorola logró con una compañía subsidiaria creada en Honduras, ganar una Licitación Pública en la que se tenía que pagar un cargo mensual por cada celular vendido y utilizado mensualmente.

Ellos proyectaron que en cinco años lograrían vender 28,180 teléfonos pero la manía de la comunicación provocó que en la actualidad se vendieran más de cuatro millones de celulares. La empresa con la original proyección ofreció un pago de siete dólares por compra y uso de celular mensual. Sin embargo al ver el crecimiento desmesurado logró de funcionarios públicos generosos, en una operación aritmética que dejaría atónito y sin ninguna validez al mismísimo «triangulo» creado por el matemático Francés Blaise Pascal, que la empresa únicamente pagara los 28,180 abonados proyectados, y se le perdonara del pago por los que excedieran de esta cantidad (y en la actualidad hay cuatro millones). Esta es una acrobacia digna de aplauso para los que callan con la complicidad oficial más absoluta, y son asiduos limosneros de ocasión que sonríen con agradecimiento al asaltante que te robó la bolsa, y tuvo la generosidad de darle para el autobús.

El fundamento ético del sistema capitalista ha desaparecido para partir de la premisa falsa de que ha existido, y en la Alemania del primer mundo como en la Honduras perisférica los arribistas fervientes creyentes de la movilidad social, agradecen al sistema por la oportunidades que dan los ingenuos adanes y evas ante las razones persuasivas de las serpientes del capitalismo, que te atragantan con manzanas de la concordia social, y de arboles de conocimientos productores de las mas atroces codicias.


MILSON SALGADO ESCRITOR HONDUREÑO Y FISCAL CONTRA LA CORRUPCIÓN.