China y Rusia, Rusia y China llevan caminos paralelos pero con una tendencia cada vez mayor hacia la confluencia. No son caminos que avanzan mirándose de reojo el uno al otro si no que cada año, cada día que pasa se van acercando más y más puesto que ambos persiguen la misma meta: el fin […]
China y Rusia, Rusia y China llevan caminos paralelos pero con una tendencia cada vez mayor hacia la confluencia. No son caminos que avanzan mirándose de reojo el uno al otro si no que cada año, cada día que pasa se van acercando más y más puesto que ambos persiguen la misma meta: el fin de la hegemonía occidental. Mientras ese momento llega, los pasos que van dando ambos países van acotando el espacio por el que tradicionalmente ha viajado Occidente, que ve cómo aunque el mundo es ancho los límites en los que siempre se había sentido cómodo -por ejercer su hegemonía- se van reduciendo una y otra vez.
Es conocido que Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en EEUU y que uno de sus primeros movimientos ha sido acentuar las relaciones con Taiwán y afirmar que no se siente implicado en eso de «una sola China», la tesis que maneja Beijing para reunificar a la China continental y la insular. Eso ocurrió el día 10 de diciembre. De inmediato ha sido interpretado como «un paso justo en una nueva estrategia para Asia» de EEUU, una vez que se ha constatado que el Tratado Trans Pacífico -que con tanto empeño promovió Obama- está muerto (Trump ya ha dicho que EEUU se retirará del mismo) y que el giro hacia Asia que había impulsado Obama para contener a China se ha disuelto como un azucarcillo en una taza de café. Y todo el mundo, los neo-conservadores y los supuestamente progresistas demócratas en EEUU, que han abandonado temporalmente sus diferencias gracias a ésto, se ha puesto a aplaudir la decisión de Trump.
Sin embargo, esta gente mantiene los viejos parámetros, como cuando Occidente hacía y deshacía y todo el mundo tenía que agachar la cabeza. Ya no es así, ni mucho menos. Porque la respuesta de China al gesto de Trump ha sido fulminante: anunciar (el 12 de diciembre) que sustituye el dólar en sus transacciones financieras con siete países: Dinamarca, Hungría, México, Noruega, Polonia, Suecia y Turquía.
Como es lógico, una medida de estas características ya se había hablado y decidido desde mucho tiempo antes, pero el momento elegido para hacerla pública no es casual. China devuelve el golpe, con creces. Porque esta medida supone que ya no es necesario utilizar el dólar en las transacciones comerciales entre China y esos países, que también podrán comerciar con China en yuanes, lo que ayudará a reducir los costes comerciales entre ellos.
Además, China ahonda en la herida europea con un acuerdo en el que se incluyen países europeos muy vasallos de EEUU (como es el caso de Polonia) y muy díscolos (como es el caso de Hungría). Pero el común denominador de todos los países europeos con los que China da este paso es que mantienen su moneda por lo que en la práctica también se debilita la moneda única europea, el euro. Un aviso a navegantes para la moribunda UE si mantiene su vasallaje respecto a EEUU.
Pero, además, hay que detenerse en Turquía, un país cada vez más alejado de EEUU tras el fracaso del golpe militar de julio, y que si bien no ha dado aún el paso de comerciar con Rusia en sus respectivas monedas, como ha prometido Erdogan, sí lo acaba de hacer con China. Y lo hace justo cuando Erdogan ha lanzado una nueva amenaza a la UE y a EEUU afirmando que está estudiando la posibilidad de incorporarse «de pleno» a la Organización para la Cooperación de Shangai. Es de suponer que no hará falta recordar que Turquía es miembro de la OTAN y que mantiene negociaciones para ingresar en la UE desde hace más de una década, por lo que tras el paso de comerciar en liras turcas y yuanes chinos es algo más que una amenaza.
Y hay que detenerse, también, en México, el segundo gran país latinoamericano tras Brasil que comercia con los chinos en su propia moneda.
Si se tiene en cuenta que China ya comercia con los otros países del eje BRICS (Rusia, India, Brasil y África del Sur) en sus propias monedas, y que además hace lo propio con Corea del Sur, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, mientras que mantiene conversaciones sobre la misma cuestión con Canadá, Nueva Zelanda y Singapur, se ve con claridad cómo se va a acotando el terreno sobre el que Occidente, más en concreto EEUU, ha dominado históricamente. Un dominio que se sustenta en el predominio del dólar, precisamente.
A ello hay que sumar el giro dado por la práctica totalidad de países asiáticos hacia China despreciando, como se ha dicho más arriba, el TTP impulsado por Obama. Es lo que están haciendo a pasos agigantados dos países, Filipinas y Malasia, con quienes China ha firmado suculentos acuerdos de colaboración política y económica.
Con ser importante ésto lo es aún más el giro de Indonesia, país en el que la inversión China supone ya el 30% del total de la inversión extranjera, convirtiéndose así en el tercer país inversor en el archipiélago tras Singapur y Japón y desplazando claramente de esa posición a EEUU. Lo mismo se podría decir de Tailandia, donde el nuevo rey ya ha anunciado su disposición a «mejorar y ampliar» la relación con China e incrementar el comercio entre ambos países.
Hay que recordar que desde el mes de octubre el yuan o renminbi forma parte oficialmente de la canasta de divisas del FMI (1), por lo que además de estos países cualquier otro puede utilizar esta moneda en sus transacciones económicas y financieras. Y que desde enero de este año, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras está concediendo créditos a los países asiáticos en yuanes, no en dólares.
Por si fuese poco todo lo anterior, el Consejo Mundial del Oro acaba de certificar que este año 2016 China y Rusia se han vuelto a convertir, por sexto año consecutivo, en los principales compradores de oro de todo el mundo incrementando de forma sustancial sus reservas de este metal. A este ritmo, muy probablemente en cinco o seis años estos dos países superarán a Francia a Italia en reservas de oro y se situarán casi en paridad con las que mantiene el Fondo Monetario Internacional. Por encima de ellos sólo estarán en este aspecto EEUU y Alemania.
La franqueza inusual del FMI
Todo lo anterior refuerza que el camino hacia la desdolarización de la economía mundial y el fin de la hegemonía de Occidente son imparables y en el mismo China juega un importantísimo papel junto a Rusia.
En una muestra inusual de franqueza, el Fondo Monetario Internacional ha publicado un informe en el que reconoce que Rusia ha resistido mucho mejor de lo que se esperaba las sanciones impuestas por Occidente, EEUU y sus vasallos europeos, como consecuencia de la crisis de Ucrania (2).
En síntesis, el FMI dice que «la economía de Rusia ha absorbido los choques del petróleo y las sanciones», que «hay señales de una recuperación incipiente» y que para el año que viene «se prevé una expansión del 1’1%» porque la inflación se está desacelerando.
Quedan ya muy lejos los sesudos análisis de más de uno y más de dos en los que se vaticinaba -era el año 2014- que Rusia no podría sobrevivir a las sanciones, que su sistema bancario se iba a desmoronar en seis meses. Pues no, no sólo se ha mantenido sino que se ha reforzado.
Rusia puso en marcha de inmediato un sistema alternativo al occidental (SWIFT) que se denomina MIR (mir, en ruso, es paz) para las transacciones financieras internas (sueldos, pensiones, cuentas de débito y crédito) e internacionales dado que el SWIFT es la soga con que Occidente suele ahorcar a los pueblos y gobiernos que se resisten a sus presiones (3). El sistema MIR es hoy casi el único que se puede ver en las tiendas rusas de todo tipo, desde el pequeño al gran comercio, habiendo desaparecido en la práctica las tarjetas de pago occidentales tipo VISA o Mastercard. Es decir, cada vez circulan menos el dólar y el euro en la economía rusa. Resulta curioso ver cómo quienes más empeño están poniendo en que esas sanciones sean levantadas son este tipo de empresas, que no los gobiernos occidentales.
Esto, aunque parezca pequeño, tiene un gran valor en sí mismo puesto que supone que el rublo se fortalece frente al dólar y el euro. Además, si se tiene en cuenta lo dicho anteriormente sobre la compra de oro por parte de Rusia, se entiende aún mejor puesto que la pretensión del gobierno ruso es vincular el rublo al oro y desvincularlo progresivamente del dólar.
Junto a ello hay que poner el acuerdo al que ha llegado la OPEP con Rusia para congelar la producción de petróleo y estabilizar así el precio del barril alrededor de los 50 dólares como mínimo. Esto ha ocurrido este mes de diciembre y va precedido del anuncio ruso (abril de 2016) de establecer un precio propio de referencia del petróleo para ir desconectando sin problemas del mecanismo de formación de precios más usado a nivel mundial, el petróleo Brent, que se origina en Londres. Aunque la OPEP no participa de esta decisión, no la puede evitar puesto que Rusia no forma parte de este organismo y puede vender el petróleo no sólo al precio que quiera sino en las cantidades que quiera, aunque siempre ha respetado los precios decididos por la OPEP y lo mismo va a hacer ahora con el acuerdo suscrito.
China y Rusia, Rusia y China están dando cada vez más pasos hacia la desdolarización de la economía mundial y van minando, con firmeza y sin pausa, el poder de Occidente. Si bien hay diferencias entre ambos países en cuestiones regionales -como Vietnam, por ejemplo- sus relaciones económicas y energéticas les van acercando más y más hacia su gran objetivo, como lo demuestra el cada vez mayor desarrollo de su asociación estratégica y el gran entendimiento que muestran y comparten en aspectos clave de la política global. Los dos países ahora están inmersos en unas frenéticas conversaciones para hacer confluir sus dos grandes proyectos, la Nueva Ruta de la Seda y la Unión Económica Euroasiática, respectivamente.
El acercamiento entre los dos países tiene un mismo origen: la prepotencia occidental y, en particular, la estadounidense. La Administración Obama no calculó bien su estrategia, imbuida de su usual prepotencia. Todo lo que se diga o se intente hacer, como un acercamiento mayor de la moribunda Unión Europea hacia Rusia (tal y como han propuesto países de dentro de la UE y de fuera, el último Finlandia el pasado día 1 de diciembre) ya no tiene nada que ver con lo que podía haber sido hace un par de años. La cooperación entre Rusia y China, China y Rusia es ya inamovible.
Estos dos países van a establecer acuerdos tanto con EEUU como con la UE, sin duda, pero ya no será desde una posición subordinada sino que se basarán, en gran medida, en sus propias premisas e intereses. Las últimas maniobras rusófobas de EEUU y de la UE no son otra cosa que el canto del cisne por intentar evitar lo inevitable.
China y Rusia, Rusia y China están asumiendo de forma clara, constante y decidida su posición geopolítica y no la van a dejar en mucho tiempo. Para ellos Occidente ya no es más que una cuestión geográfica con cada vez menos relevancia internacional. El siglo XXI es, claramente, el siglo de Eurasia.
Notas:
(1) Alberto Cruz, «Los movimientos de China y Rusia tras la reforma del FMI: acelerar la desdolarización» http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2091
(2) http://www.imf.org/en/News/Articles/2016/11/29/PR16529-Russian-Federation-IMF-Staff-Concludes-Visit
(3) Alberto Cruz, «A propósito del G-20 y de las críticas por su supuesta irrelevancia» http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2165
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es «Las brujas de la noche. El 46 Regimiento «Taman» de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial», editado por La Caída con la colaboración del CEPRID.
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