La ciudad de Hanoi, que resistió a los bombardeos estadounidenses durante la guerra de Vietnam, hoy abre sus puertas a los proyectos faraónicos de los promotores inmobiliarios. A continuación, un artículo que completa el dossier sobre urbanismo publicado en la edición del mes de abril de Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.
En una oficina celeste pueden verse planos futuristas junto a fotografías de realizaciones y una pantalla de video high tech. El arquitecto Hoang Huu Phe muestra gran entusiasmo para convencer a los demás de que Hanoi debe emprender una política de desarrollo urbano en todos los niveles. «Algunos, en el gobierno, siguen percibiendo a la ciudad como una entidad administrativa. Felizmente, esa visión nostálgica se va debilitando. Debemos construir una capital atractiva y tecnológica, con vocación internacional. ¡Los estadounidenses hicieron surgir a Las Vegas de un desierto!»
Phe es un hombre cuya opinión cuenta. Con 60 años recién cumplidos y en buen estado físico, dirige el departamento de investigación y desarrollo de Vinaconex, la empresa de construcción más grande del Estado vietnamita, emblemática de las empresas florecientes del poscomunismo. Dice burlarse de las burbujas inmobiliarias tanto como de la mala suerte: «Debemos utilizar la especulación como una fuerza motriz subterránea. Nuestra voluntad protegerá a esta ciudad del laissez-faire, que nos llevaría al cosmopolitismo de Bangkok o de Manila, que bien puede llamarse occidentalización. Yo trato de utilizar los mecanismos del mercado para que mi sueño se convierta en realidad» (1).
La revista digital Smart Travel Asia clasificó en el verano de 2009 a Hanoi como la sexta mejor ciudad del continente para hacer shopping, después de Hong Kong y Singapur, pero antes de Shanghai, Tokio, Pekín e incluso Seúl. Vietnam está de moda. En 2008, los proyectos inmobiliarios atrajeron allí más de 28.000 millones de dólares, es decir cerca de la mitad de la Inversión Extranjera Directa (2). En las grandes ciudades los precios de la actividad inmobiliaria se dispararon. ¿Es éste acaso el país herido por la guerra, el mismo que en los noventa mencionaba Noam Chomsky como el Estado que tras «haber sufrido una suerte sin equivalente en la historia europea desde la Peste Negra», le sería necesario «un siglo para poder recuperarse, si eso fuera posible» (3)?
En mayo de 2008, después de seis meses de deliberaciones, el primer ministro Nguyen Tan Dung consiguió que la capital abarque a partir de ese momento a la provincia de Ha Tay, situada al oeste, así como a algunas comunas limítrofes. Así, el 1º de agosto de 2008 la superficie de Hanoi se triplicó. La aglomeración supera ahora los 3.300 km2. Según Laurent Pandolfi, del Instituto de Oficios de la Ciudad, «aun cuando esta decisión fue rápida y muy política, no deja de tener su lógica, ya que responde a una acción de metropolización y coincide con grandes proyectos estructurantes que se sitúan más allá del viejo territorio de Hanoi, tales como la construcción de las rutas periféricas o las líneas del subte».
Al mismo tiempo, el gobierno le confió a la organización coreano-estadounidense Perkins Eastman-Posco Engineering and Construction-Jina (PPJ) la elaboración de un nuevo plan de urbanismo, el «Hanoi Master Plan to 2030 and Vision to 2050 » . Debe concluir en el curso de este año el análisis de más de 700 proyectos, residenciales e industriales. «El plazo es ridículamente corto. Hacen falta al menos tres años de trabajo. Están previstas más de 500 reuniones. Es insostenible. No tendremos realmente un plan, sólo un listado de propuestas mal coordinadas», considera un arquitecto del Ministerio de Construcción que prefiere guardar el anonimato.
¿Qué significa todo este trajín en torno al «Gran Hanoi»? Para entenderlo, hay que retroceder veinte años. Desde 1986 Vietnam llevó a cabo una política de apertura económica (doi moi, «renovación») a la china. En 1990, el Partido Comunista reconoció a la familia como una «entidad económica autónoma, de producción y de empresa», y previó asignarle tierras. Ese fue el comienzo de la descolectivización. La Ley votada por la Asamblea Nacional en 1993 otorga a los particulares un derecho de uso del suelo, con contratos de arrendamiento renovables a largo plazo (quince años en su origen): esas tierras pueden ser alquiladas, vendidas, transmitidas por herencia, etc. Sin embargo, el Estado conserva el derecho de prioridad de compra, en teoría para oponerse a la captación de las tierras por parte de la burguesía urbana. Además, importantes reservas de tierras siguen en posesión del Partido, del ejército y de las organizaciones comunistas de masas (Frente de la Patria, sindicatos, etc.).
Retroceso del Vietnam tradicional
En 1993, el valor de mercado de los terrenos era bajo. Pero en quince años, con las exportaciones nacionales multiplicadas por cuatro, una tasa elevada de crecimiento y 10.000 empresas extranjeras activas en el territorio, los viejos arrozales se convirtieron en minas de oro. La herencia de la historia -por ejemplo, la asignación de confortables casas de campo coloniales a las familias que se volvieron ilustres durante la guerra contra los estadounidenses, o el mantenimiento de muy vastos dominios para los militares- entra en conflicto con las aspiraciones mercantiles. Los promotores exigen terrenos que una ciudad saturada ya no puede ofrecer.
Para sus partidarios, como Phe, el desarrollo del «Gran Hanoi» pasa por la constitución de una red de ciudades satélites. Así, las zonas montañosas del oeste dejarían de estar aisladas, al mismo tiempo que se reduciría la densidad de la población de la capital; se conectaría a esta última con los flujos del comercio transnacional, dotándola de urbanizaciones residenciales modernas. Una palabra resume su concepción: Splendora.
Este complejo en construcción ha colocado sus cimientos en An Khanh norte, en la ex provincia de Ha Tay. Por allí pasará una autopista estratégica que desembocará en el futuro tecnopolo de Hoa Lac, a 30 km del centro de la ciudad. A ese lugar, donde debe edificarse un Silicon Valley a la vietnamita, se mudará la Universidad Nacional de Hanoi, a la que se dotará de un campus. También se implantarán sectores de alto valor agregado tecnológico, además, «verdes».
Actualmente, es la época de la cosecha alrededor de An Khanh. Los campesinos siegan el arroz con la hoz, en torno a los trabajos de la autopista; los niños llevan a los búfalos con una varilla; caballos y cabras circulan entre los bloques de cemento de la obra. Hay carteles que indican los complejos residenciales, con diversos grados de avance: Splendora, pero también las Tricon Towers de Singapur -tres torres ultramodernas de cuarenta y cuatro pisos, que incluyen 732 condominios, con piscinas y yacuzzis-. Nadie ha osado todavía tocar las piedras sepulcrales de los cementerios de los lugareños que, de manera incongruente, salpican de duelo el mar verde de los campos. La que retrocede es el alma de la nación vietnamita tradicional, la de los arrozales y también la de la pobreza endémica.
¿Y la gente común?
Por su parte, los video-clips promocionales de las empresas inmobiliarias presentan en tres dimensiones grandes conjuntos, espacios verdes y lagos atravesados por vías de comunicación rápidas que permiten una circulación fluida hacia un hábitat mixto: rascacielos y edificios de pequeñas dimensiones junto a casas individuales. En la pantalla se suceden escenas de compras muy serenas en los hipermercados, lejos del tumulto del centro o de la rusticidad de los suburbios. «¿Pero, pueden verse en esos videos jardines maternales, escuelas, equipamientos sanitarios?», señala el profesor Pham Van Cu, geógrafo de la Universidad Nacional de Hanoi. «¿Dónde están las personas comunes, dónde la actividad económica? En estos proyectos lo que prima es el interés de los inversores. El Estado recortará sus recursos, los servicios serán privatizados y las personas modestas se volverán dependientes de las empresas de servicios. En este mundo terciario, los ricos pagan a otros ricos: y sólo ellos ganan.»
En efecto, todos estos proyectos están dirigidos a una clase social acomodada, la del 10% de los hogares que concentran el 30% del ingreso nacional. La misma que, los domingos, pasea alrededor del gran lago del Oeste, a lo largo de un paseo de 17 km. Los promotores dan por descontado que dejarán el centro de la ciudad por departamentos más espaciosos y la calma «de las afueras», en el sentido estadounidense del término. El problema es que entre estas urbanizaciones, autopistas y complejos industriales quedarán encastradas tierras agrícolas, privadas de acceso al agua para el riego. Además, los nuevos conjuntos colocan sus cimientos sobre terraplenes sobreelevados con relación a los pueblos, lo que acentúa los riesgos de inundación aguas abajo. Ahora bien, en estas latitudes de monzones, en esta llanura aluvial muy densamente poblada, llueve mucho… Los protocolos que rigen la construcción de las plataformas urbanas imponen a los promotores la instalación de sistemas de drenaje. ¿Pero quién controlará eso cuando el Estado se desentienda del asunto al punto de transferir a los inversores sus prerrogativas de ordenamiento territorial? El Estado les concede, por ejemplo, los terrenos contiguos a cambio de la construcción de la infraestructura caminera. E incluso delega en las propias empresas la expropiación de las tierras.
Eso es lo que ocurrió en Hoa Muc cuando, en 1997, este antiguo distrito rural fue reclasificado como urbano, y el valor de la tierra subió rápidamente. Tres años más tarde los poderes públicos iniciaron la construcción de la urbanización de Nuong Chin-Truong Hoa a cargo de la empresa Vinaconex. «Hoa Muc era uno de esos numerosos pueblos que combinan la agricultura y el oficio de los artesanos. En este caso, se trataba de los ladrillos -relata la socióloga canadiense Danièle Labbé-. Cuando el Estado decidió construir Nuong Chin-Truong Hoa hizo uso del derecho de compra de las tierras agrícolas de los pobladores, dejándoles su casa y un pequeño pedazo de tierra para cultivar. El Estado negoció el monto de las expropiaciones a través del Comité Popular (municipalidad) y las organizaciones de masas. Todos sabían que los pobladores de otros nuevos distritos urbanos que habían resistido fueron maltratados; por lo tanto, cedieron. A partir de 2003, el Estado confió directamente la expropiación al desarrollo privado. Hubo promesas de puestos de trabajo y recategorización profesional, generalmente incumplidas. En Hoa Muc, la indemnización financiera, aunque muy inferior al valor de mercado, fue decente. Pero en otras partes los conflictos se hicieron más duros, y actualmente se mantiene el enfrentamiento.»
El Comité Popular de Hanoi, en su origen urbano, se enfrenta de golpe con espacios y problemáticas que no conoce: las de los distritos rurales. Los riesgos sociales son considerables. «Pasar de lo rural a lo urbano es siempre caótico, sobre todo cuando se lo hace rápidamente, sin formación -señala la investigadora-. Es muy difícil encontrar un empleo. Y, en este caso, hablamos de un pueblo ubicado a 4 km del centro de la ciudad, vinculado a ella desde hace siglos. ¿Qué ocurrirá con los de la periferia más lejana?»
La desestabilización de los espacios periurbanos amenaza desestructurar el centro comercial de la ciudad, cuyo desarrollo se apoyaba en un ida y vuelta continuo, con una cintura periférica densa -agrícola, artesanal e industrial-, al menos desde el siglo XVII (4). A partir del final de los años 1980, la reconstitución de esta organización tradicional, quebrada por el período comunista y por la guerra, permitió que la ciudad se levantara.
Fragor que no cesa
El barrio llamado «de las treinta y seis calles y corporaciones» le debe su renombre a su vitalidad comercial. En el seno de un amontonamiento de construcciones profundas donde se unen los patios interiores y los pisos escondidos, toda una oleada de mercancías desborda las fachadas de las viviendas, sobrecargadas de adornos, de balaustradas y de colores. Cada calle tiene su especialidad. Una es la del café y las torrefacciones; otra la de los equipos de oficina; está la de la farmacopea tradicional, donde se mezclan especias -fragancias de anís, de jengibre…- e ingredientes medicinales. Otra huele a ropa usada para vender, e incluso a acero recién cortado.
La comida se une con los negocios. A pesar del ruido y la promiscuidad, los habitantes de Hanoi concurren a los innumerables restaurantes callejeros, donde se sientan sobre taburetes miniatura para estar más cerca del suelo. La calle zumba continuamente. Es de quien la ocupa, ya que la frontera entre vereda y calle es puramente formal. Todavía poco numerosos, los autos le disputan cada metro de calzada a las miles de motocicletas.
La emergencia de microunidades familiares, que trabajan en el rubro de servicios o la venta minorista, logra compensar el retroceso estructural de la cantidad de funcionarios y de agricultores. El ingreso mensual medio es estimado allí en 2,4 millones de dongs (alrededor de 90 euros). Una encuesta realizada a varios miles de hogares acaba de establecer que «el sector informal es el primer empleador de Hanoi (30% del empleo total) (…) y opera como una economía de enclave, relativamente separada de los canales normales del comercio» (5).
Puede tratarse de esa vieja vendedora ambulante que trota para no caer bajo el peso de su carga. O de esas dos mujeres que pasan en bicicleta, majestuosamente, con su carga de carambolas y de anonas (fruto parecido a la chirimoya). O bien de Quyen, que, a los 26 años, es moto-taxi, una profesión necesaria en una ciudad donde los transportes públicos son balbucientes. Pasa diez horas por día en una atmósfera supercontaminada y peligrosa, dada la interpretación muy personal del código de tránsito que hacen los conductores hanoianos.
A la hora de hacer una pausa, se permite una profunda calada de su pipa, un trabajado objeto de unos cincuenta centímetros de largo. El envase de tabaco de mala calidad cuesta solamente 3.000 dongs (6). Pero, como todo, también aumenta. «Sigo logrando hacer dos comidas por día, pero debo tener cuidado. Mi compañera es manicura, tampoco es rica. No tenemos suficiente dinero para el casamiento, entonces fumo menos y bebo menos. Pero voy a necesitar años para reunir la suma necesaria».
Para Quyen el problema principal, aun más que la inflación, que hace aumentar el costo de los bienes de primera necesidad, es la vivienda. La suya consiste en un cuchitril de diez metros cuadrados que alquila por cerca de un millón de dongs mensuales (40 euros), lo cual incluye el agua y la electricidad. Al haber nacido en una provincia, ya no tiene esperanzas de encontrar algo mejor, porque todo está ocupado por los hanoianos de pura cepa. El mismo dilema se le presenta a la señorita Lon. Baja la cabeza al hablar, molesta porque su situación social contrasta demasiado con sus esperanzas profesionales. Mientras termina su tesis de sociología, debe seguir compartiendo el alquiler de una habitación, con ducha y baño en el palier. «Hice diez años de estudios, hago investigaciones para un instituto prestigioso, pero nada se desocupa. Al contrario. Desde hace dos años ya no se encuentran viviendas. Los internados universitarios están abarrotados. No es normal que el gobierno ya no apoye a los estudiantes.»
Regreso al pasado
Según Nguyen Thi Thieng, directora Adjunta del Departamento de Población de la Universidad Nacional de Economía, «los estudios señalan de manera notable que los migrantes se establecen ahora en los barrios periféricos, aunque, hasta 2007, se agrupaban en los distritos centrales de Ba Dinh y Hoan Kiem. Ya no tienen acceso a viviendas en los barrios donde trabajan». La ironía quiere que, a veces, los ex campesinos desposeídos de sus tierras agrícolas se reconviertan en locatarios improvisados: como lo señala la socióloga Labbé, «los habitantes de Hoa Munc han construido edificios simples que alquilan a los estudiantes y a los trabajadores que no tienen los medios para vivir en el centro de la ciudad en la pequeña parcela que les quedó. Es un mercado muy importante».
Puesto que la demanda sigue creciendo en el preciso momento en que los proyectos de los promotores cierran el acceso a la propiedad, ello provoca alzas en los precios. Y el proceso no ha terminado. La aglomeración de Hanoi cuenta ahora, según el censo de abril de 2009, con cerca de seis millones y medio de habitantes, ¡tanto como todo el vecino país de Laos!
«Gracias a la reducción de la pobreza, el progreso de Vietnam es espectacular. Es, simplemente, el más rápido del mundo, ¡más aún que el de China!», se entusiasmaba Martín Rama, economista Jefe del Banco Mundial, durante un coloquio organizado en Hanoi en septiembre de 2009 (7). «Del 58% de personas bajo el umbral de la pobreza en 1993, se ha pasado al 16% en 2006, y todavía menos desde entonces «. Nguyen Nga, que dirige una galería, la «Casa de las Artes», tiene una visión más dura después de haber trabajado veinte años en proyectos humanitarios y de desarrollo económico: «Para comprender bien Hanoi, hay que tener presentes los años 1980 y su miseria. Al mirar a los niños, me decía a mí misma que ellos aprendían la desigualdad con el hambre, que la incorporaban. Y es lo que pasó. Esos niños tienen ahora veinte años, y no han conocido otra cosa que el ‘cada uno para sí’. Quieren su parte de las posesiones materiales, pero su sensibilidad está atrofiada, sus sueños se han empobrecido».
Se dice que actualmente, en el año 4646 del calendario tradicional, las tortas del hotel Sheraton son los mejores pequeños regalos que sirven para todo: entierros, casamientos, negocios. Finalmente, 35 años después de la guerra, ¿lograrán los estadounidenses conquistar los corazones y los espíritus vietnamitas? En todo caso, el momento de las divisiones ideológicas está lejos. El dólar es bienvenido e incluso constituye una segunda moneda. El nacionalismo, desprendiéndose de su herencia comunista, vuelve a las fuentes más tradicionales. Según el historiador Nguyen The Anh, profesor emérito de la Escuela práctica de Altos Estudios, «el país ha vuelto, de cierta manera, a los tiempos de la antigua monarquía, particularmente en lo que se refiere a la estructura de gobernanza. La casta dirigente, sin que importe su partido, es comparable a un mandarinato autoproclamado, aunque sin las virtudes confucianas. El pueblo, por su parte, retoma los antiguos cultos».
Cerca del lago Hoan Kiem, en el corazón de Hanoi, un afiche luminoso señala los días que restan para el 10 de octubre de 2010. En esa fecha, el pueblo festejará oficialmente sus mil años. Se anuncian grandiosas ceremonias. Dos dragones vegetales -homenaje al primer nombre de la capital, Thang Long, la «ciudad del dragón que se eleva»- enmarcan la estatua del emperador Ly Thai To (974-1028). Con esas realizaciones simbólicas, el Partido Comunista vietnamita arraiga la ciudad más antigua del país en un relato nacional consensuado, y pone en valor el espesor histórico de Hanoi, único entre las capitales del sudeste asiático (8).
No lejos de allí, un grupo de obreros venidos de alguna provincia se ocupa de la restauración de un templo del siglo XVII. A pesar del barro y del ruido incesante de la capital, el campamento improvisado encontró su centro: el genio del lugar, un héroe popular divinizado. Generaciones de ocupantes ilegales lo dejaron intacto. Flores, frutos, platos cocinados y palillos de incienso se amontonan hoy a sus pies.
Notas:
1 Para un desarrollo de estos conceptos, véase Hoang Huu Phe, «North An Khanh satellite town and the search for a suitable urban structure for Hanoi», Journal of Construction, Hanoi, agosto de 2008, y «Urban change from the individual standpoint: an Asian perspective», en Urban 21: Future Urban Lifestyles, Peter Hall (Dir.), Berlín, 2000.
2 Oficina Nacional de Estadística, Hanoi Statistical Yearbook, Hanoi, 2009.
3 Noam Chomsky, Perspectivas sobre el poder, El Roure, Barcelona, 2001.
4 Véase Philippe Papin, Histoire de Hanoi, Fayard, París, 2001.
5 Véase Jean-Pierre Cling, Le Van Duy, Nguyen Thi Thu Huyen, Phan T. Ngoc Tram, Mireille Razafindrakoto y François Roubaud, «Shedding light on a huge black hole: The informal sector in Hanoi», GS0-ISS/IRD-DIAL, Hanoi, abril de 2009.
6 25.000 dongs equivale a 1 euro.
7 «Las jornadas de Tam Dao. Estrategias de lucha contra la pobreza: aproximaciones metodológicas y transversales», coloquio organizado por la Academia de Ciencias Sociales de Vietnam, la Agencia francesa para el Desarrollo y el Instituto de investigación para el desarrollo, del 18 y 26 de septiembre de 2009, cuyas actas se publicarán en junio en las ediciones The Gioi (www.tamdaoconf.com).
8 Bangkok, Phnom Penh y Vientián emergieron en los siglos XVII y XVIII; Manila, Yakarta, Singapur, Kuala Lumpur, fundadas por los europeos, son también de aparición reciente.
Xavier Monthéard. Director general del Centro de Investigaciones y de Informaciones Sociopolíticas (CRISP), Bruselas.
Traducción: Lucía Vera