Lo más sorprendente de los talibanes no es su resistencia ni su fanatismo. Lo más impresionante es su capacidad de reproducción. Hace casi siete años que comenzó el ataque contra el Afganistán talibán, y ahí siguen, numerosos y activos. Cada mes mueren decenas en operaciones militares, o en atentados suicidas, pero da lo mismo. No […]
Lo más sorprendente de los talibanes no es su resistencia ni su fanatismo. Lo más impresionante es su capacidad de reproducción. Hace casi siete años que comenzó el ataque contra el Afganistán talibán, y ahí siguen, numerosos y activos. Cada mes mueren decenas en operaciones militares, o en atentados suicidas, pero da lo mismo. No sólo no desaparecen, sino que por lo visto cada día son más, y los niveles de violencia en Afganistán están ahora en el peor momento desde el comienzo de la guerra.
Cuando comenzó la invasión del país, tras el 11-S, nos decían que los talibanes eran una panda de fanáticos que mantenía sojuzgada a la población imponiendo la ley islámica. Los bombardeos mataron a muchos, y pronto huyeron de la capital, Kabul, encabezados por aquel legendario Omar, el mulá tuerto que dio esquinazo a los invasores con su motocicleta. Los últimos se escondieron en las montañas de Tora-Bora. ¿Las recuerdan? Eran la guarida del mal, donde Bin Laden, el mulá y sus últimos fieles resistían en cuevas dotadas de alta tecnología, según nos contaba la infografía periodística.
Las montañas fueron desmontadas mediante el «bombardeo de alfombra» de los B-52, aquellas enormes explosiones que todos recordamos. Allí debieron perecer cientos de ellos. De los que sobrevivieron, algunos escaparon a la vecina Pakistán, pero otros muchos cayeron presos y acabaron en Guantánamo, en las cárceles secretas de medio mundo, o liquidados en varios episodios siniestros -la cárcel de Mazari Sharif o los asfixiados en contenedores, entre otros-.
Pasados ocho años, los talibanes están más activos que nunca, y ya mueren más soldados extranjeros en Afganistán que en Irak. De ahí mi estupor ante su capacidad de multiplicación. Deben reproducirse por esporas, o cuando se mojan, como los gremlins, porque si no, no se entiende. Lo que sí entendemos es que, en la interminable guerra afgana, no es lo mismo decir «mueren cuarenta afganos en un bombardeo» que «mueren cuarenta talibanes en un bombardeo». Hagan la prueba, y verán como no es igual.