Desde la salida de Duvalier, Haití se convirtió en un verdadero laboratorio diplomático para la comunidad internacional. No es un homenaje al duvalierismo, sino el honesto reconocimiento de un hecho. Desde 1986 hasta la realización efectiva de las elecciones del 2006, se ha experimentado casi todo. Aparte de lo que se diga y piense, los […]
Desde la salida de Duvalier, Haití se convirtió en un verdadero laboratorio diplomático para la comunidad internacional. No es un homenaje al duvalierismo, sino el honesto reconocimiento de un hecho. Desde 1986 hasta la realización efectiva de las elecciones del 2006, se ha experimentado casi todo. Aparte de lo que se diga y piense, los resultados están allí para testimoniar la eficacia o no de las fórmulas aplicadas: la inseguridad y la violencia política se decuplicaron, la economía se volvió moribunda, la sociedad fragmentada, la clase política se sumerge en la indignidad más sórdida y la diplomacia del «caso azul» sustituye al proyecto de construir una diplomacia autónoma y que responda a las nobles propósitos del país. Resumidamente, todos estos datos son la prueba de la nulidad de las clases dirigentes nacionales y ponen en evidencia también la singular mala intención de la comunidad internacional que ha manipulado a todos los protagonistas que se sucedieron al poder durante los 20 últimos años.
Haití no es ya lo que era a principios de los años 80, el país poseedor de la economía más dinámica del Caribe, sino un país deshonrado, degradado y expuesto a la burla del resto del mundo. Demasiado ocupadas en recuperar la francachela financiera y económica que se derivaba del fastuoso tren de vida que llevan los ocupantes, las élites haitianas han abdicado de su derecho a la protesta y se abstienen de ofrecer resistencia alguna a la diplomacia rascistoide practicada por la comunidad internacional en Haití. En este tiempo de «time is money», lo esencial parece reducirse a nada más que salir del apuro. ¿Y, qué apuro? Maniobras para poner el país bajo tutela durante veinte años. ¿Y qué tutela? Una parodia de cooperación Sur-Sur bajo el «control remoto» de Francia y los EE.UU donde las torpezas de los aprendices- diplomáticos delegados in situ se presentan como proezas.
No está en contra de toda esperanza el hecho de que las Naciones Unidas y la OEA acaban de conceder un acuerdo de reconocimiento a Juan Gabriel Valdés y a Louise Brunet por el «buen trabajo» efectuado en Haití en materia electoral. Como quien no quiere la cosa, es como si la ignorancia fuera ciencia. Nuestros especialistas en relaciones internacionales no ha dicho nada sobre el ultimátum lanzado al Consejo Electoral Provisional (CEP) y al Gobierno por las organizaciones internacionales antes mencionadas. Su función crítica intelectual como que se vuelve esclerótica. Y no es exagerado decir que, en adelante, la inteligensia haitiana está en estado de coma. Porque es en estas coyunturas difíciles que debería asumir sus responsabilidades frente a la nación, desempeñando plenamente su rol esclarecedor. Era también su deber prever que las cosas podían deteriorarse hasta este punto y promover la concepción de una estrategia adecuada para contradecir las insolentes intromisiones de la comunidad internacional en los asuntos internos del país.
Es necesario recordarlo por enésima vez, las elecciones constituyen un acto de soberanía nacional y debería procurarse que estén financiadas en gran parte por el Estado haitiano. Aceptar que estén planificadas, financiadas y ejecutadas por extranjeros es una vergüenza y un menosprecio a los sacrificios que nuestros antepasados hicieron. Es por eso qué, denunciando al mismo tiempo la mala intención de la comunidad internacional, expresamos nuestra indignación por la irresponsabilidad de los hombres que nos dirigen. Desde el fondo de su ridícula política, inventaron, sin pudor, el concepto de «soberanía supervisada» para entregar el país atado de pies y manos a las fuerzas tenebrosas como son las potencias imperialistas y de los países emergentes en búsqueda de supremacía y lugares apropiados como Haití para saciar sus aspiraciones de potencias.
La ONU y la OEA se unen ahora para hacer comprender a los hombres que están actualmente en el poder en Haití, que la etiqueta de tecnócratas que la comunidad internacional les había concedido no era más que un traje circunstancial para reducir al silencio a los GNBistes (1) demasiado apresurados por ocupar las avenidas del poder político después de la salida de Jean Bertrand Aristide. Como siervos cretinos, están allí para recibir órdenes, mediante los enviados, y ejecutarlas como a ellos les son dictadas.
En su mimetismo diplomático, los países de América Latina, como Brasil y Chile, que viven también de las migajas que caen de la boca de los países del Norte, rápidamente aportaron su cuota para ejercer máxima presión sobre el régimen actual para que entregue la mercancía electoral. Ocurra lo que ocurra… el vino ya está sacado y es necesario beberlo. Latortue tiene la delicadeza de intentar pedir una oportunidad para expresarse con el fin de poder beneficiarse de una prórroga, se hizo poco caso de su petición y se le comunicó sin rodeos que… wè pa wè antèman pour catre.
Sí, estas elecciones son la sentencia de muerte que Haití firmará. Estas especies de Iscariotes que colaboraron en este proyecto saldrán con la cabeza baja ya que se habrán dado cuenta de que jugaron más a aprendices de brujo haciendo mucho más que lo que sus patrones les pidieron y que también han trabajado en su propio detrimento. Impotentes, constatarán cómo la comunidad internacional, les ha embaucado y les ha asignado la totalidad de las responsabilidades de este derrumbe electoral planificado, el cual servirá para consagrar «la incapacidad de los haitianos» de gobernarse por si mismos.
La ONU como la OEA saben pertinentemente que es imposible que la CEP realice en un mes lo que no pudo realizar en un año; pero la verdad es que estos organismos internacionales quieren imponer una lógica de extrema urgencia a esta etapa del desarrollo del proceso electoral, la cual abrirá la vía a dos posibilidades: o las cosas se hacen a una gran velocidad, lo que facilitará todas las formas de manipulación (fuera de toda posibilidad de protesta por parte de los perdedores), o las elecciones se realizarán en la confusión total con todas las irregularidades imaginables, en cuyo caso la prensa internacional difundirá la información hasta los confines del planeta. En este caso hipotético, la ONU, la OEA, Francia, los EE.UU, Canadá, etc… tomarán nota y tendrán material para montar todo un justificativo político-diplomático con el fin de aplicar su verdadero proyecto. Entonces allí, nuestra fealdad, otra vez habrá dado la vuelta al mundo. Pero del resto, ¿durante cuánto tiempo esta comunidad internacional estará en condiciones de disimular su diplomacia rascistoide y su inefable mala intención en su informe sobre la primera República negra del mundo…? (Traducción ALAI)
– Gary Olius, ex miembro del Consejo Electoral Provisional. AlterPresse.
(1) NDLR: GNBistes: ex opositores armados al régimen de Jean Bertrand Aristide.