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México y el factor riesgo

Fuentes: Rebelión

El grupo financiero más influyente de México, el BBVA Bancomer, consideró que la situación política en torno a las elecciones presidenciales del próximo 2 de julio, es riesgosa para la economía del país. Según sus apreciaciones en los siguientes tres meses «el nerviosismo generado por el proceso electoral podría afectar las decisiones de consumo e […]

El grupo financiero más influyente de México, el BBVA Bancomer, consideró que la situación política en torno a las elecciones presidenciales del próximo 2 de julio, es riesgosa para la economía del país. Según sus apreciaciones en los siguientes tres meses «el nerviosismo generado por el proceso electoral podría afectar las decisiones de consumo e inversión y ralentizar la consolidación de la recuperación».

Este reporte financiero dado a conocer el pasado fin de semana sorprendió a los círculos políticos del país y, obviamente, a los empresarios embarcados en diversos «negocios de coyuntura» como son las inversiones en la bolsa mexicana de valores (mercado bursátil) y el mercado cambiario peso-dólar, pues se trata de la primera vez que este el tipo de informes incluye variables externas a las meramente económicas como factores de riesgo determinantes.

La posición explícita de Bancomer podría interpretarse de dos maneras. La primera, que es un llamado a la clase política para que garantice un proceso electoral pacífico, sin conflictos. Y la segunda, que existen factores tanto económicos internos como externos cultivándose (la desinversión productiva y la inflación en los Estados Unidos) que eventualmente desembocarían en una crisis coyuntural empatada con los acontecimientos políticos, como ya sucedió con la crisis financiera de 1994 y el cambio de gobierno en ese mismo año.

Lo que es cierto es que, por las dos vías expuestas, el sector financiero nacional dejó claro que también está jugando en el tablero de los alfiles y los caballos electorales, auque con «ingenuidad» se nos quiera hacer creer que reportes como el emitido no afectan (para bien o para mal) los ejercicios democráticos formales.

Pero la pregunta es: ¿Por qué hasta ahora se da este posicionamiento «escandaloso para las buenas conciencias» a escasas dos semanas de la jornada cívica en México? La respuesta puede ser sugerida con base en los acontecimientos recientes empañados por el uso indiscriminado de la fuerza y la lamentable muerte de inocentes.

En Oaxaca, una entidad al sur del país, fueron recientemente desalojados por la policía los maestros del magisterio local que mantenían un plantón por demandas propias y reivindicaciones gremiales. Este hecho, que incluyó la movilización de 3 mil policías, provocó la indignación de la ciudadanía, ya harta de injusticias y promesas incumplidas, que se ha extendido por todo el territorio nacional.

Algunas semanas antes, la Policía Federa Preventiva (PFP) y otras corporaciones policíacas tomaron violentamente el poblado de San Salvador Atenco en el Estado de México deteniendo alrededor de 270 personas, las cuales fueron golpeadas, muchas torturadas, (dos de ellas muertas) y varias mujeres violadas, todo esto bajo el pretexto de ser un lugar de permanente conflicto e inseguridad social.

También en Lázaro Cárdenas, Michoacán, una huelga de trabajadores mineros fue levantada con el uso de la fuerza pública resultando un trabajador asesinado tras la golpiza propinada por los agentes de la PFP.

Este es el panorama preelectoral que se vive en México, signado por el descontento social como nunca antes en la historia reciente se había experimentado y en el cual quedó ejemplificado el tratamiento quirúrgico de contención y disolución por medio de los órganos policíacos.

La señal que enviaron los empresarios del sector financiero podría interpretarse como un aliento a la «pacificación estatal» contra quienes afecten los comicios federales venideros, luego de aplaudir el sofocamiento de incendios sociales locales en varios estados del país.

Mientras el contexto se enrarece, los partidos políticos con mayores posibilidades de triunfo Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN) y Partido de la Revolución Democrática (PRD) se encaminan esta semana a cerrar sus campañas proselitistas.

En un desesperado intento por alcanzar el primer lugar de las preferencias en las encuestas, el candidato del PAN, Felipe Calderón Hinojosa, continúa impulsando la llamada guerra sucia electoral con la promoción de los espots mediáticos calificando de «autoritario y populista» al candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, al tiempo de señalarlo como el responsable de provocar la inseguridad social y política actual.

El PAN quiere seguir en el poder y para ello los actuales acontecimientos sociales deben ser inyectados con la medicina de la pax estatal, el orden y el progreso, visión conservadora del siglo XIX y así postrarse como los verdaderos paladines de la estabilidad macroeconómica con una fuerte dosis de política y administración de conflictos.

Por su parte, el candidato del PRI, Roberto Madrazo Pintado, reunió a miles de militantes de su partido en la ciudad fronteriza de Tijuana. En su mitin de campaña, aseguró que el otrora partido oficial ganará las elecciones puesto que tiene la única estructura política de alcance nacional y es «el único que garantizaría la pacificación del país», como efectivamente se vio luego de aplaudir las recientes represiones a los movimientos sociales en los estados de Oaxaca y Estado de México.

La señal que ha enviado el PRI es de garantizar la regresión institucional del «Estado fuerte, economía segura», en tanto que las variables de las finanzas puedan ser estabilizadas con «nuevo elementos» de la desactivación de movimientos reivindicativos o de escenarios de irrupción social. Si en los años anteriores lograron pacificar al país con un férreo control corporativo de los sectores campesinos y obreros, ahora dicen tener experiencia para enfrentar «momentos indeseados donde se ponga el riesgo la paz interna».

El candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, mantiene las mayores preferencias electorales y se encamina a cerrar con un apoyo masivo su campaña política para la presidencia de la República.

Ante las declaraciones del grupo financiero, López Obrador continúa en su línea de una mejor distribución de la riqueza para evitar actos de desesperación social y enfrentamientos enconados con las fuerzas del orden. El lema «por el bien de todos, primero los pobres» sintetiza la postura del candidato perredista, quien buscará atajar los descontentos sociales con una política de reparto hacia las clases subalternas y pobres del país, aunque ciertamente no plantea un cambio radical de las condiciones de existencia de los mexicanos pues en su proyecto alternativo de nación queda desamparada la reindustrialización y la protección total pública de los sectores estratégicos nacionales como el petróleo y la industria eléctrica.

Al filo de su cierre de campaña en los estados sureños de Tabasco y Chiapas, López Obrador dijo no tener como enemigos a los empresarios, sino sólo llama la atención sobre los actos de corrupción e influyentismo de las administraciones pasadas con sectores empresariales amparados y protegidos por intereses particulares o de grupo.

Los partidos políticos tienen su propia visión de cómo enfrentar situaciones consideradas para ellos caóticas y desestabilizadoras, pero lo importante es que reconozcan que viven en un país con grandes desigualdades sociales e injusticias, verdaderos motivos para la irrupción social, y que deben mirar a los sectores vulnerables del país atendiéndolos con dosis de apoyos económicos, aumento de salarios, promoción del empleo, integración a proyectos de desarrollo local y nacional y participación ciudadana en vez de usar la «razón de Estado», la violencia institucional.

México, elecciones y candidatos

La contienda electoral por la presidencia de la República que concluirá el próximo 2 de julio ha dado un giro completo luego del debate realizado la semana pasada entre los cinco candidatos, tres de ellos con las mayores preferencias ciudadanas, y al destaparse el escándalo del tráfico de influencias protagonizado por el abanderado del partido derechista en el gobierno Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón Hinojosa.

En un revés inesperado, el candidato del presidente Vicente Fox quedó en el tercer lugar de las encuestas inmediatamente después de confirmarse la acusación frente a millones de televidentes que le hizo el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de que el panista participó en el affair de los contratos otorgados ilegalmente a una empresa privada de su esposa y familia cuando fungió como secretario de Energía entre los años 2003 y 2004.

Violando la ley, Calderón favoreció a la firma de software Hildebrando, a nombre de su cuñado, con 19 contratos en entidades públicas estatales y permitió la evasión de impuestos, lo cual potenció el enriquecimiento de 23 millones de pesos (23 mil dólares) de ventas en 1996 a 683 millones (683 mil dólares) en 2005 y convertirse así en una de las empresas más grandes e importantes de México.

Este hecho sacudió el espectro político nacional, ya que el gobierno federal, un grupo de poderosos empresarios vinculados al ex presidente Salinas de Gortari, las dos televisoras más influyentes y algunos sectores ortodoxos de la iglesia católica, habían cerrado filas para darle su respaldo al candidato de «la continuidad» y defender a toda costa el poder que arrebataron en el año 2000 al partido que gobernó por más de 75 años, el Revolucionario Institucional (PRI). Después de haber cantado victoria y orientar las encuestas (dudosas) a favor de Calderón, desplazando virtualmente al centro izquierdista López Obrador como posible triunfador, el PAN quedó ahora relegado y desnudo ante sus actividades ilícitas en apenas 6 años de gobierno.

Frente a lo evidente, los sectores poderosos en el país buscan revirar la situación y han emprendido una campaña de intoxicación mediática acusando a López Obrador de ser el factor estimulante para desestabilizar la región y lo equiparan con el venezonalo Hugo Chávez a quien lo pintan como «autoritario y populista», además, los hombres del establishment mexicano sostienen de que si el candidato del PRD llegara a la presidencia buscaría la alianza con «el eje del mal latinoamericano» Castro-Morales-Chávez.

Dos han sido los espots mediáticos financiados por el PAN y manipulados por Televisa con el fin de ser dirigidos a mermar la imagen de López Obrador, quien sin dudas ganó en el debate frente a sus contrincantes, con todo y los proyectiles teledirigidos a su campaña en la misma arena política de los mass media.

La tergiversación de la información y la mentira son la reacción de quienes se dicen ser los dueños del país y al unísono repiten en conferencias de prensa, programas y mítines de las campañas que son la mejor opción para los mexicanos, de ser los promotores de la democracia y de velar por los más pobres, aunque en los hechos actúen contra los derechos de los ciudadanos y utilicen los recursos públicos, que son de todos, a favor de intereses particulares como de sus empresas personales.

En la ruta hacia las elecciones quedan claro dos cosas. Primero, que el grupo en el poder hará todo lo posible para que López Obrador no llegue a la presidencia de la República, incluso a buscar la consumación de un fraude de Estado como ya sucedió en 1988 cuando Salinas de Gortari le robó la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas y, segundo, de que en caso la centro izquierda llegue a la silla más codiciada, buscarán «trabajar día y noche» para desestabilizar al gobierno como los propios militantes del PAN lo han declarado.

A menos de un mes de las elecciones que renovarán la presidencia y las cámaras de senadores y diputados en México, los partidos PRI, PAN y PRD enfilan sus estrategias de campaña hacia la última parte de sus proyectos trazados, en medio de una agitación política y social sin precedentes en la historia de las elecciones, por lo menos, de la llamada era de la revolución estabilizadora.

El candidato del PRI, Roberto Madrazo Pintado, originario del estado sureño de Tabasco, apuesta a mantener su voto duro con la estructura corporativa que mantiene en todo el territorio nacional, tanto en los sectores populares urbanos como en los campesinos, y convertirse en la referencia obligada de negociación si acaso no logra los votos necesarios para ser presidente. De hecho, sabe que la presidencia le queda lejos, pero también conoce el poder que tiene su aparato forjado en muchos años de haber sido el partido del Estado. Mantendrá su organismo político la mayoría relativa en la conformación del Congreso de la Unión con senadores y diputados, un factor de poder determinante para llevar acabo reformas, cambios constitucionales y proyectos de nación.

El candidato del PAN, Calderón Hinojosa, ahora de dudosa calidad moral y antes acusado de estar vinculado con el grupo ultraconservador y supramacista de El Yunque, tiene a su servicio el aparato del gobierno y la cobertura del presidente Fox quien no desperdicia ocasión, acto público o privado, para promover la candidatura del abanderado panista.

Durante seis años de gobierno de Acción Nacional tres reformas fundamentales han podido ser aprobadas en contra de la población mexicana. Una, la llamada reforma sobre los derechos y cultura indígena que dejó sin acción jurídica a los pueblos indios, ya que no se les otorgó el ser sujetos de derecho ni tampoco la histórica posesión de recursos naturales y tierras para su provecho. Dos, la contrarreforma a las leyes de Radio y Televisión y Federal de Telecomunicaciones, la famosa Ley Televisa, que otorgó de un mayor poder a las televisoras y a los llamados multimedios en detrimento de los medios públicos y comunitarios y resultó ser un gran golpe a la cultura y educación nacional. Tres, la reforma al Régimen de Jubilaciones y Pensiones que castigó a los trabajadores del Seguro Social en sus años de jubilación extendiendo el tiempo y convirtiendo sus ahorros en capital invertido en bancos privados sin poder usarlos hasta años después.

La candidatura del PAN va en esta línea de consumar las llamadas reformas estructurales que forman parte de la segunda ola de privatizaciones del sector público y contemplan, porque ya lo han propuesto en los órganos legislativos, la reforma a la industria eléctrica y petrolera, al sector salud, telecomunicaciones y más reformas a los derechos laborales, jubilaciones y pensiones.

Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD, es el que mayor simpatía a generado en la población mexicana, sobre todo en los electores jóvenes y adultos mayores, quienes ven en él una alternativa a 6 años de abandono en la educación, empleo, oportunidades y seguridad en la vejez.

Con su llamado proyecto alternativo de nación que promueve el cambio de política económica hacia el mercado interno y condicionamiento al mercado externo, se presenta como una especie de cuasirectoria en las actividades económicas por parte del Estado, pero atendiendo a las necesidades de los mercados emergentes del llamado libre comercio. Su propuesta se basa en una mejor distribución de la riqueza entre la población mexicana.

Este candidato ha sobrepasado todas las adversidades que los grupos más poderosos de México, los partidos PRI y PAN y los medios de comunicación masiva, le han montado en su contra. Por ejemplo, vincularlo con actos de corrupción que empañaron su gobierno luego de conocerse los llamados videoescándalos donde apareció una persona de su gabinete como gobernante capitalino, extorsionando a un empresario; o la búsqueda de desaforarlo para impedir su candidatura a la presidencia por un supuesto problema de terrenos en la ciudad de México.

Lo que es cierto es que para algunos intelectuales y analistas mexicanos, López Obrador será el presidente de México, porque será elegido por los ciudadanos, pero de que el actual régimen lo deje es ya una afrenta que se verá en los próximos días.