Han muerto más empleados de la empresa L-3 Communications que soldados de casi todos los países «aliados» en Irak y Afganistán, con la excepción de Estados Unidos y Reino Unido. L-3 ocupa el noveno puesto mundial de empresas que más dinero se embolsan como proveedores de armas y de servicios militares: más de 13.000 millones […]
Han muerto más empleados de la empresa L-3 Communications que soldados de casi todos los países «aliados» en Irak y Afganistán, con la excepción de Estados Unidos y Reino Unido. L-3 ocupa el noveno puesto mundial de empresas que más dinero se embolsan como proveedores de armas y de servicios militares: más de 13.000 millones de dólares en 2010, según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).
La compañía especializada en sistemas electrónicos y de espionaje tiene entre sus clientes al Departamento de Defensa de Estados Unidos, a distintas agencias de inteligencia, al Departamento de Estado, al de Seguridad Nacional, al de Justicia y a otros países «aliados». Algunos de los miembros de su equipo directivo habían alcanzado rangos elevados en el ejército antes de retirarse o trabajado en el gobierno, o como asesores en comités y think tanks relacionados con la política exterior de Estados Unidos. En 2005, la compañía adquirió en 2005 a otra llamada Titan, para la que trabajaban dos de los intérpretes investigados por torturas en la cárcel de Abu Ghraib, en Irak.
En el puesto 38 figura DynCorp International, una empresa militar que ofrece servicios de protección diplomática, de seguridad, inteligencia, formación y entrenamiento militar y policial, sistemas de espionaje, equipos de rescate en situaciones de catástrofe. Tiene presencia en países de América Latina, Asia y África.
En 2010, obtuvo ganancias por casi 2.300 millones de dólares. En 2006, obtuvo un contrato de 1.200 millones de dólares del Departamento de Estado para proteger a personal diplomático en Irak. Un año más tarde obtuvo otro contrato, por la misma cantidad, para entrenar a la policía iraquí ante la escalada de violencia sectaria, provocada por la desmovilización del antiguo ejército local y la persecución de las facciones sunitas, leales a Saddam Hussein.
DynCorp también obtuvo un contrato millonario para proteger al presidente de Afganistán, Hamid Karzai, que luego cargó contra las empresas militares occidentales por su implicación en muertes indiscriminadas de civiles y en otros abusos.
También figura en la lista CACI, otra empresa estadounidense que fundaron dos genios de la informática y que ofrece servicios de espionaje y de información. En 2003 obtuvo un contrato del Departamento de Defensa para «apoyo» en los interrogatorios para la «lucha contra el terrorismo» en Irak. El consejero delegado de la empresa lanzó una campaña de lavado de imagen con su libro Our Good Name (nuestro buen nombre), donde cuestiona los datos y la evidencia que utilizaron investigadores militares y periodistas para señalar a algunos de sus empleados como cómplices en los abusos en la cárcel de Abu Ghraib.
En 2008, el Congreso de Estados Unidos creó una comisión para investigar el impacto de la contratación de estas empresas en Irak y Afganistán durante los periodos de conflicto armado y de ocupación. Los resultados del informe final muestran concesiones de contratos a dedo a algunas empresas paraestatales, que inflaban los presupuestos que le presentaban al gobierno para obtener más fondos. Hasta el 70% de los ingresos de estas empresas proviene de contratos públicos. El informe también denuncia la falta de control y de supervisión gubernamental, y advierte de una peligrosa dependencia en esas empresas «privadas».
Al haber trabajado en el gobierno o formado parte de las filas del ejército a altos niveles, los directivos de empresas como DynCorp mantienen contactos en altas esferas de la política. Esto les facilita la concesión de contratos que se pagan con los impuestos de los ciudadanos. También destinan fondos a las campañas políticas para promover sus intereses.
Sus páginas web muestran imágenes de profesionales bien vestidos que sonríen, o de niños en algún país empobrecido pateando un balón de fútbol, o de hombres y mujeres que construyen una casa o un colegio; el lenguaje que utilizan se asocia con la democracia y la libertad. Sus programas filantrópicos, de becas y de Responsabilidad Social Corporativa contribuyen a crear una imagen que convierte la guerra y la ocupación en una labor de reconstrucción y de ayuda humanitaria.
Con el creciente poder adquisitivo de estas empresas paraestatales en un sistema político que funciona a golpe de talonario – en detrimento de la democracia – se cumplen las advertencias del presidente Dwight Eisenhower contra el crecimiento metastático del complejo militar-industrial.