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India: migración de los indigentes

Millones de personas abandonan sus hogares en busca de empleos inexistentes

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La reclasificación de las aldeas y ciudades de India, y los cambios que causa al perfil rural-urbano de la nación, ocurre cada década. Sin embargo solo el Censo 2011 muestra un inmenso cambio, con el aumento de la población en India urbana (91 millones) en relación con India rural (90,6 millones) por primera vez en 90 años. Evidentemente ha sucedido algo inmenso en los últimos10 años que causa esas cifras. Son las inmensas, migraciones no analizadas de gente que busca trabajo debido al derrumbe de la agricultura. Podríamos estar contemplando -y no viendo- este cruel drama en el campo. Un drama de millones que abandonan sus hogares en busca de puestos de trabajo inexistentes. De aldeas que pierden rápidamente sus adultos sanos, que dejan atrás a viejos, hambrientos y vulnerables. De familias que se destruyen al partir sus miembros en diferentes direcciones.

Ni el Censo ni el Estudio Nacional de Muestras registran el movimiento humano más importante de todos – la migración errabunda (es decir la búsqueda desesperada de trabajo que impulsa a la gente más pobre en múltiples direcciones sin un claro destino final.) No están preparados para registrar movimientos a breve plazo, paso por paso. Por ejemplo gran parte de los dos millones de oriyas fuera de su Estado en cualquier año caen en este grupo. Tomemos los de los distritos Bolangir o Nuapada. Típicamente, pueden pasar un mes o dos en Raipur tirando rickshas. Luego trabajan dos o tres meses en hornos de ladrillos en Andhra Pradesh. Después sirven como peones en la construcción yendo y viniendo entre Mumbai o Thane durante unas pocas semanas en cada uno (donde a menudo son utilizados en los pisos superiores en andamiaje peligroso. La mano de obra local cobraría más por lo mismo.)

A menudo, agricultores y trabajadores desplazados se van a ciudades y otros sitios dentro del mismo Estado. Como en Maharashtra o Andhra Pradesh por ejemplo.

Es un hecho, el Censo no puede registrar esos movimientos de la mano de obra. Sin embargo, nos muestra las cifras urbanas-rurales, que sugieren un drama gigantesco que no hemos comenzado a medir. La población urbana y las ciudades están creciendo. Y el Diferencial de Crecimiento Urbano-Rural (URGD, por sus siglas en inglés) está a su más alto nivel en 30 años, a pesar de que las tasas de crecimiento de la población disminuyen por doquier. Las masivas migraciones han ido a la par con la profundización de la crisis agraria. En ella más de 240.000 agricultores han cometido suicidio entre 1995 y 2009, en su mayoría asfixiados por las deudas. Todo el tiempo, ha habido señales no oficiales, fragmentadas y micro-señales del caos. Descartadas fácilmente como anecdóticas, pero están a la vista si queremos verlas.

En la primera parte de los años noventa, había solo unos tres o cuatro autobuses por día de

Khariar en el distrito Nuapada de Orissa a Raipur en Chhattisgarh. Ahora hay 11. Antes, la mayoría de esos autobuses partía de Bhawanipatna (central del distrito Kalahandi) e iban vía Khariar a Raipur. Actualmente parten de muchas ciudades más y llegan a sitios mucho más pequeños en ruta para recoger a gente que busca trabajo. También ha habido inmensos aumentos en los viajes por tren a Raipur desde y a través de esa región, tanto en la cantidad de trenes como en la carga de pasajeros. Y también un inmenso aumento en servicios informales de «vans» y todo terreno que llevan a miles a través de la frontera. «¿Para qué nos vamos a quedar?» me preguntó Bishnu Podh, un migrante andariego en Nuapada. «Al otro lado de la frontera hay posibilidades de trabajo». Cuando Raipur emergió como capital del Estado, el flujo humano se convirtió en una inundación.

En 1994, había pocos o ningún autobús de la corporación estatal de transporte de Kerala (KSRTC) entre Mananthavady en el distrito Wayanad de Kerala y la ciudad Kutta en Karnataka. Luego vino la crisis agrícola y Wayanad, rico en cultivos comerciales había sido un distrito de inmigración. Tanto que era llamado el «Golfo de Kerala». En 2004, KSRTC realizaba 24 viajes al día entre las dos ciudades. «Todo el trabajo en Wayanad se había paralizado», me dijo en un autobús Shinoj Thomas, un migrante en ese año. «Basta con ver las innumerables casas a medio construir en el distrito. Fueron comenzadas cuando a la agricultura le iba bien. Una vez que sobrevino la crisis, la construcción terminó. Nadie tenía dinero para continuar».

En 1993, había apenas un servicio completo por semana desde el depósito de autobuses

Mahbubnagar en la región Telangana hacia Mumbai. Diez años después había unos 40. (Sin contar los operadores privados, de servicio nocturno). «Sin Mumbai y Pune no podemos sobrevivir», me había dicho en un autobús Pandu Nayak, un migrante adivasi. «Nuestras familias están profundamente endeudadas. Nuestros hijos, muriéndose de hambre.» En 2003, también los viajeros habían cambiado. Antes, eran sobre todo dalits (intocables) y lambada adivasis, en su mayoría jornaleros agrícolas. Ahora eran carpinteros, alfareros, pequeños y no tan pequeños agricultores. Un momento conmovedor durante un viaje en 2003 fue ver a un jornalero otrora esclavizado por deudas y a su antiguo amo, un agricultor, en el mismo bus a Mumbai, ambos en busca de trabajo. Mientras tanto, cada año, decenas de miles desplazados por proyectos y Zonas Económicas Especiales (SEZs) de Polepally a Polavaram terminan en Hyderabad y las regiones urbanas circundantes.

La crisis económica de 2008 causó el cierre de innumerables unidades de telares mecánicos en Gujarat. Sin embargo, en 2009, más de 5.000 viajeros ‘sin reservas’ de Ganjam, Orissa, todavía tomaban casi cada día trenes a Gujarat en la estación de ferrocarril Berhampur. Eran y son sobre todo jornaleros que migran en busca de trabajo a Surat y Mumbai. «Nuestros empleadores [en Surat] saben que tenemos pocas alternativas», dice Ganesh Pradhan en Ganjam. No hay días libres, no hay recesos, y turnos de 12 horas. «El trabajo aumenta, la paga baja. Ya no hay receso para el almuerzo – perdemos dinero y fuerzas… [Pero] no es que sepamos que las cosas sean mucho mejores en otro sitio». La lista de ejemplos semejantes en todo el país es interminable.

¿Quiénes son esos migrantes? Desde fines de los años noventa, cuando la crisis comenzó a doler, comunidades que no habían recurrido a la migración comenzaron a hacerlo. Los dalits de Kalahandi en Orissa eran migrantes mucho antes. Desde los años noventa se les sumaron adivasis, grupos de OBC [siglas en inglés para Otras Clases Atrasadas en India] y otros. «Las migraciones de estos durante 15 a 20 años fueron en su abrumadora mayoría impulsadas por la miseria, vagabundas, y frecuentemente destructivas del modo de vida, las raíces y los lazos familiares del migrante», dice el economista Dr. K. Nagaraj, profesor en el Asian College of Journalism, Chennai. «Muy pocos de ellos ganan en términos de adquirir pericia y capital, a diferencia de los que provienen de las clases media y superior. Cuando estos últimos migran, usualmente consiguen grandes progresos en pericia, capital y movilidad en la escala profesional». Este éxodo es señal de la ruina de la producción en pequeña escala en el campo.

Y sin embargo, esa inmensa evacuación de seres humanos de sus casas en las aldeas no es espontánea. Ha surgido una masiva cadena de intermediarios y contratistas laborales que ganan considerablemente con este éxodo y por lo tanto tratan de organizarlo en su beneficio. Suministran mano de obra a precios bajos a una variedad de patrones – de contratistas y constructores de pueblos y ciudades a corporaciones, incluidas compañías multinacionales. Eso no solo ayuda a reducir el nivel de salarios locales, sino también ofrece a los patrones una reserva de mano de obra barata desesperada, desorganizada y por lo tanto relativamente dócil. Los empleadores no tienen que preocuparse por la seguridad de los migrantes, por las condiciones en el sitio de trabajo o algunas prestaciones normales que un jornalero ciudadano pueda conocer o reclamar. Para los trabajadores, este sistema ofrece pagos rápidos aunque bajos, deudas agobiadoras e interminable desesperación.

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P. SAINATH es editor de asuntos rurales de The Hindu, donde aparece este artículo, y es autor de Everybody Loves a Good Drought: Stories From India’s Poorest Districts. Para contactos: [email protected]

Fuente: http://www.counterpunch.org/2011/10/07/migration-of-the-destitute/