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Myanmar es una bomba de relojería de COVID-19 pero, ¿se pueden salvar vidas?

Fuentes: Editorial The Irrawaddy
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

El golpe de estado y la resultante agitación política han provocado el colapso del sistema sanitario en Myanmar y han sumido en el caos la respuesta al COVID-19 del país. En la actualidad, Myanmar está al borde de una catástrofe de COVID-19 debido a la falta de liderazgo, visión y gestión adecuada.

Numerosos profesionales de la medicina y la enfermería han pasado a la clandestinidad por su notorio apoyo al Movimiento de Desobediencia Civil (CDM, por sus siglas en inglés).

El ejército también ha detenido a muchas personas trabajadoras del sistema sanitario imputándolas por apoyar el movimiento contra el golpe. Activistas de la oposición y grupos humanitarios acusan a las fuerzas de seguridad de confiscar, durante las redadas, botellas de oxígeno, medicamentos y equipos de protección para su propio uso. Muchas personas enfermas de COVID-19 necesitan urgentemente oxígeno y carecen de la atención médica adecuada.

Solamente el jueves, Myanmar registró 6.701 nuevos contagios de COVID-19 y 319 muertes, que es la mayor cifra de muertes por día desde el golpe de estado en febrero. Sin embargo, profesionales de la medicina, organizaciones humanitarias y servicios funerarios afirman que el número real de muertes es mucho más alto, ya que las personas enfermas mueren en sus casas cuando no pueden respirar, debido a la grave escasez de oxígeno embotellado. Los crematorios son incapaces de mantener el ritmo.

El virus también se está extendiendo con rapidez entre personal de las fuerzas armadas, con varios ministros contagiados e ingresados en hospitales militares. La transmisión está aumentando en las cárceles del país y, recientemente, un miembro importante de la Liga Nacional para la Democracia murió de COVID-19 mientras estaba detenido. El viernes estalló una protesta de tres horas de duración en la conocida prisión de Insein, en Rangún, para exigir que el régimen atendiera a las personas enfermas de COVID-19 viviendo en condiciones de hacinamiento.

Mientras tanto, los cadáveres se acumulan en los cementerios de Rangún, lo que confirma la muerte de cientos de personas enfermas debido a la incompetencia del régimen militar para gestionar el brote de COVID.
La población no confía en que el régimen controle el brote.

Más de 2.200 personas han muerto solamente en las tres primeras semanas de julio. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades estadounidenses clasificaron recientemente a Myanmar como nación de nivel 4 (la categoría que indica más peligro) de COVID-19 debido al aumento diario del número de muertes.

Mientras tanto, en los estados de las minorías étnicas, especialmente en los estados Chin, Kayah, Karen y Kachin, el conflicto armado se agrava, obligando a miles de personas a huir de hogares y aldeas. Según Naciones Unidas y grupos de apoyo, el conflicto en las regiones remotas fronterizas de Myanmar ha desplazado a unos 230.000 residentes desde el golpe de estado.

A estas cifras hay que sumar las más de 500.000 personas ya desplazadas durante décadas de conflicto armado entre los militares y los ejércitos de las minorías étnicas en todo el país.

Actualmente, están aumentando los llamamientos para que la comunidad internacional y los países vecinos intervengan, de manera que se garantice el acceso a Myanmar de ayuda humanitaria y que se pueda hacer frente al recrudecimiento del brote de COVID-19. China, India y Tailandia podrían ser actores clave creando centros de ayuda y humanitarios para prestar asistencia dentro del país desde las zonas fronterizas.

Personas expertas afirman que ha llegado el momento de centrarse en salvar vidas y han solicitado una intervención humanitaria, aunque preocupa que el régimen intente atribuirse el mérito de tales esfuerzos.

La pregunta es: si la ONU y países vecinos de Myanmar hacen un llamamiento al régimen para que permita la entrada de ayuda, ¿dirá éste que sí? Hasta el momento el líder del golpe, General Min Aung Hlaing, no ha pedido ayuda exterior. El jueves llegaron a Rangún más de 730.000 dosis de vacunas contra el COVID-19 donadas por China, parte de una donación total de 2 millones de dosis. No se conoce cómo se distribuirán a la población.

Cada día que pasa se hace más acuciante saber cuál es la mejor manera de proporcionar ayuda a Myanmar. Los informes sobre el estado de la pandemia, en este país de 54 millones de habitantes, son cada vez más sombríos. Todo indica que el virus está causando estragos, que el tratamiento adecuado escasea y que las vacunas son, en gran medida, inexistentes.

Hay quienes, sin embargo, tienen la capacidad de ayudar. Que tomen o no la iniciativa de hacerlo sigue siendo la pregunta a responder».

Fuente original en inglés: https://www.irrawaddy.com/opinion/editorial/myanmar-is-a-covid-19-time-bomb-can-lives-be-saved.html