Nicaragua, tierra de huracanes, de lluvias y tormentas, inclementes y constantes, durante todo el siglo pasado y lo que va del XXI. Nicaragua, la revolución que nos conmovió cerrando los setenta y abriendo los ochenta, tanto nos conmovió que corrimos a defenderla, a sostenerla, a cuidarla, los y las revolucionaras del continente. Desde la gesta […]
Nicaragua, tierra de huracanes, de lluvias y tormentas, inclementes y constantes, durante todo el siglo pasado y lo que va del XXI.
Nicaragua, la revolución que nos conmovió cerrando los setenta y abriendo los ochenta, tanto nos conmovió que corrimos a defenderla, a sostenerla, a cuidarla, los y las revolucionaras del continente. Desde la gesta republicana no se veía compañeros y compañeras que, desde diferentes disciplinas, pertenencias orgánicas y profesiones, tan prestos a defender a esta tierra del café, de Fonseca y Tomas Borges.
Allá fuimos las y los comunistas, cuando mediaban los ochenta, con nuestras épicas Brigadas del Café Libertador San Martín. Desde acá miles juntando dólares, comida, medicamentos, cuadernos, lápices y decenas de decenas de solidaridades consumadas y materializadas.
Ay Nicaragua Nicaragüita, cuanto te lloramos ese lunes 26 de febrero del 90 a la noche, ya de madrugada saliendo para Ezeiza rumbo a Moscú, a dónde la Federación Juvenil Comunista nos enviaba en misión formativa. Lo imposible había ocurrido y aquella revolución que no pudimos defender caía en votos, pero antes había caído en hostigamiento incesante, en una muerte al menos por cada familia nica, en sembrados envenenados, en sabotajes, en guerra económica permanente del Imperio asesino de niños y niñas.
Y hasta ahí pareciera ser que estamos de acuerdo. Y un poco más también. Después vino el chamorrismo, así en minúsculas, que era parte de la estrategia yanqui de desmontar el proceso, de ir por sus conquistas, cosa que jamás pudieron del todo. Por cada mojón de derechos que intentaban tocar había un pueblo que no lo permitía y había una organización que daba pelea. La de siempre, la de toda la vida, la que entrega su vida y su sangre por la libertad. Esas cuatro letras así como en el somozismo se pintaban con carbón en las paredes, en el desmonte liberal aparecían en banderas, en pantallas, en papeles y en votos: FSLN. Hasta que el pueblo dijo ahorita y el Frente volvió a gobernar.
En poco tiempo el músculo mostró no estar dormido, la historia y la memoria volvió en políticas sociales, en escuelas, en electricidad, en caminos, en barrios, en espacios culturales y deportivos, y otra vez Fidel, y ahora con Chávez en largas conversas con Daniel. Porque no hay revolución sin fuerza política que la condense. Y no hay fuerza política sin líderes populares que encarnan voluntades de transformación. Y Daniel, el Comandante, junto a Tomás mientras siguió vivo, y ahora con Rosario, se transformaron en un hueso duro que el imperio no estaba dispuesto a aceptar.
Y ahí, pareciera que ya no estamos de acuerdo.
Porque si no entendemos que el accionar del Imperialismo yanqui sigue siendo constante, porque si desconocemos que así como armaron y sostuvieron la Contra en los ochenta, ahora desde la USAID (United Staty Agency International Development// vinculada al Departamento de Estado) y la IAF(Inter American Foundation dependiente del Congreso de EEUU) y su Red América financian ONG’s de difusos derechos colectivos y Medios de Prensa , que en realidad son cazamatas enemigas que amplifican estrategias de desgaste, de descontento, de confusión, para buscar socavar y descabezar los procesos revolucionarios o populares apenas, receta aplicada con éxito en Argentina, Brasil, Ecuador y fracasada en Cuba ( siempre) Bolivia y Venezuela, y… también en Nicaragua.
Porque lo ensayaron en Egipto con la primavera árabe, lo volvieron a probar en Irak, y en Libia, como en el siglo XX fue Argelia el laboratorio triste de la guerra contrainsurgente.
Pero claro, aquellas personas que en el siglo XX veían atrocidades, hoy se incomodan y hablan de libertades de prensa abstractas, de libertades de asociación incomprensibles, cuando en un territorio agredido y hostigado, la libertad es correlación de fuerzas, y cuando «Libertad» ha sido el concepto con el cual las derechas y las clases dominantes han erigido para defender su propiedad y sus intereses.
¿O es que ya no hay intereses?
¿O es que ya no hay propiedad privada?
¿O es que ya no hay lucha de clases?
¿O es que ya no hay Imperialismo fase superior…?
Mucho se dice y dijo, y de muchos y muchas era esperable que dijeran, porque para eso cobran, de eso viven y de construir realidades virtuales y mediáticas se han transformado en expertos. Luis Almagro y Sergio Ramírez, tal vez los más destacados intelectuales orgánicos del imperialismo. Pero también y eso entristece, preocupa, desconcierta, muchos de los y las más queridas de las nuestras y nuestros que hablan de presos y presas políticas, de torturas, de persecuciones, de incautaciones, cuando en realidad lo que hubo y hay es un intento de Golpe de Estado, ni duro ni blando, GOLPE DE ESTADO, desbaratado por el pueblo y su gobierno.
Vivió Nicaragua la aberrante arremetida en nombre de la «democracia y la libertad», cuando en un abrir y cerrar de ojos destrabaron los cerrojos del mal.
Una nación eternamente golpeada por la naturaleza y por políticos de oligárquico pasado, cayó bajo la insolencia de quienes sin importar la vida ni la soberanía, se hicieron de macabros planes hilvanados son saña y mercenaria sombra.
Hicieron de la locura de un golpe de suave a violento, un laberinto de infamias, ofensas, amenazas, hasta llegar a plantearse un holocausto, que inició regado por la consecuente refriega y seguido del sicariato golpista al mejor estilo narco.
Siguió la infamia, siguieron supuestos crímenes, las persecuciones de sandinistas y defensores de un poder revolucionario ganado en batalla y con votos.
Las personas autoconvocadas que cayeron en la trampa y la estafa de la mentira, pronto vinieron conociendo los «rostros del golpe», que no eran convocados sino «financiados».
La prueba está, en que del golpe fracasado quedó una estela de destrucción y muerte, porque nunca han demostrado hacer nada para la gente, sólo para sus bolsillos. Y con grandes actos de corrupción.
Entonces, la insolencia llegó a extremos de convertir a grupos opositores en escuadrones de la muerte, sin remilgos de usar bandera, fe, iglesia, organismos internacionales dudosos en su triste actuar y todo símbolo de confusión, como armas de lucha para acabar la libertad, la soberanía y el progreso para el pueblo.
Y acá estamos, compañeras y compañeros, el Comandante se queda. Nos quedamos.
La batalla es contra el fascismo rociado de «agua de zopilotes».
Y ojalá podamos entender que cuando un pueblo agredido genera estrategias de defensa, debe ser el humilde respeto, la desinteresada solidaridad, si esa, acordate, la que vos y yo; y colectivamente decíamos que era la ternura de los pueblos, la que debe ser nuestra tarea, no ser fiscales en nombre de vaya a saber qué cosa, sino como con la España Republicana, estar ahí y al servicio, no opinando sobre Negrin. ¿O no recordamos como debatíamos con aquella Brigada Simón Bolivar del trosquismo latinoamericano que, se decía solidaria, pero en plena guerra con la Contra organizaba de manera paralela al Gobierno Popular del Frente Sandinista?
Hoy hay una guerra en curso, bestial, descomunal, despiadada, sostenida por el Imperialismo, que busca reprimarizar las economías, que busca desterrar procesos autónomos y generar estadios casi tribales que le permitan saquear los recursos naturales desde México hasta Tierra del Fuego.
¿Y si volvemos a Guevara el insolente cuando en la ONU en 1964?
«…Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados; la van a escribir las masas progresistas, los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina. Lucha en masas y de ideas, epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraban rebaño impotente y sumiso y ya se empieza a asustar de ese rebaño, rebaño gigante de doscientos millones de latinoamericanos en los que advierte ya sus sepultureros el capital monopolista yanqui…»
Y como ayer dijo Martí «no debe prestar su pluma ninguno de los nuestros para escribir dudando de aquellos que están dando las batallas que hay que dar para que la llama no se apague y para que haya chispas que vuelvan a encender praderas.»
Federico Nanzer es miembro del Comité Central del Partido Comunista de la Argentina
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