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Perú

No es el único aprendiz

Fuentes: Rebelión

El verano 2022 no es tan caluroso como otros, pero la temperatura en el Perú está elevada por la crisis política que lo envuelve y agita.

Desde el 2016  vivimos recurrentes periodos de confrontación entre el ejecutivo y el parlamento, teniendo al fujimorismo como uno de los actores. En este lapso hemos visto como Keiko Fujimori tiró por la borda su capital político, al no reconocer su derrota ante  Kuczynski, lo que la llevó a hacer del parlamento un gobierno paralelo tal como lo anunciara en su momento.

Vizcarra no escapó de semejante ambiente.  Dio origen a Merino,   “el  breve”, en el peor momento de la pandemia.  Emerge Sagasti, amengua la crisis política y afronta con certeza la pandemia, e inicia el remonte económico y conduce al Perú a uno de los procesos electorales más limpios que haya acontecido, mereciendo el  refrendo de todos los veedores internacionales. Y, nuevamente Keiko Fujimori no reconoce el resultado y vocifera fraude. Pero esta vez, agrupa tras de sí, a la Derecha Bruta y Achorada.

Castillo, ignorado por los otros candidatos y la prensa, con un mensaje elemental y asertivo, concita el interés de un sector electoral. Su atípica campaña de apoyarse en el magisterio lo llevó a ganar la primera vuelta y disputar la segunda con el ícono del vandalismo mafioso fujimorista, Keiko Fujimori.

Segunda vuelta

La campaña de la segunda vuelta demanda ajustar la propuesta electoral a ambos contendientes y reagrupar a aliados. Keiko es aupada por  Vargas Llosa, “paladín” de la democracia.  Castillo, por la izquierda y el amplio sector ciudadano anti Fujimori.   Juntos por el Perú y Nuevo Perú concretan con Castillo una alianza denominada Compromiso por el Cambio.

La segunda vuelta será recordada como la campaña del miedo y terror.  Si en su oportunidad Abimael Guzmán asoló el país a punta de petardos y muertes, en esta oportunidad la derecha rancia y reaccionaria intimidó con miedo y terror al electorado, como nunca antes visto.  Basta recordar los mensajes en los paneles, la chilla en las redes sociales y, que decir de la manopla mediática.  Pánico y terror se esparció a caudales en el electorado ante la posibilidad que el candidato Castillo, “comunista”, “terrorista” y “émulo de Hugo Chávez” gane.  A decir de la Derecha Bruta y Achorada nos conduciría al despeñadero e infierno de la pobreza y subdesarrollo.

Seis meses lleva Castillo como presidente, tiempo suficiente para constatar que lo que se dijo de él es falso de falsedades, al igual de que “era el peón de Cerrón”. Recordemos que en el primer acto de juramentación,  Cerrón produjo el impase que motivo que Pedro Francke se retirara del acto, para después retornar al día siguiente a juramentar como ministro de economía, previa reculada de Cerrón, mediante su portavoz Guido Bellido. Seguidamente, Castillo a los dos meses marca distancia con Perú Libre, organización que lo aupó como candidato.

Destacados son los resultados en la lucha contra la pandemia,  el 80% de la población  ya vacunada y, estamos remontando la tercera ola sin mortandad generalizada, sin mayores daños clínicos  en los infectados.  En lo  económico,  son más  que meritorios los indicadores que refrendan la excelente gestión en el MEF.  La economía se ha reactivado. Pero no falta quien por interés político mezquino desmerezca estos logros, aún a sabiendas que la pandemia paralizó la economía global.

Aprendiz

El Perú ha sido gobernado por presidentes dependientes de litio, de la botella etiqueta azul, de videntes y de su cónyuge. Castillo no es la excepción en estos menesteres. Sin una organización política que lo sustente al distanciarse de Perú Libre, con un parlamento obstruccionista y con propósito principal de vacarlo;  se refugia en su familia y coetáneos, quienes se constituyen en buro político y gestores tras bambalinas, no exentos de pirañas con anhelo de convertirse en tiburones de la corrupción.

En  contrapartida los gabinetes, nos vamos por el cuarto,  sin liderazgo presidencial, sin cohesión política y gestores capaces,  evidencia la acelerada dilapidación del capital político del presidente Castillo y desazón de quienes lo eligieron. De seguir así, terminará tal como lo caricaturizó Carlin, como cuy en tómbola, asustado y arrimado a quien lo ampare o, desaforado. 

Castillo inicia el año concediendo entrevistas, y en ellas evidenciando lo obvio: sus limitaciones e incapacidades. Mismo cándido, manifiesta que está aprendiendo. Pero esta inocentada permite evidenciar que no es el único.   Tenemos a la presidenta del Congreso que en España se mostró tal cual es, gestora de la vacancia y demandadora de apoyo de fuerzas políticas  extranjeras a su propósito.

No faltan los congresistas con neurona unicelular,  monotemáticos que por más que muestren su pechera con insignias, dijes y  demás latas, muestran una seria y grave deficiencia de comprensión política. Creen que bramando con voz de mando, el conflicto se soluciona. Otros, también aprendices, se parapetan en una u otra comisión. Pero eso sí, hay quienes tienen bien claro su propósito en el parlamento, el de servir a sus intereses,  una muestra,  las universidades bambas.

Contados con los dedos son los congresistas que se esmeran y luchan por políticas de estado, por un país que incluya a todos, garantizándoles bienestar y calidad de vida.

Crisis

Crisis política   sin estampida de capitales y  ni alza del precio del dólar   como aconteció meses atrás. Pero recién estamos iniciando el año. El descontento social emergerá más temprano que tarde. Si se diera  el alineamiento de crisis política, económica y convulsión social, momentos peores viviremos y el oportunismo político se hará presente con propuestas maximalistas, autoritarias y fascistoide. Lo grave y lamentable es que adolecemos de clase política que se respete.  Lo que existe son agrupaciones de intereses, destacando las mafiosas y de membrete. En el Perú han desaparecido los partidos políticos, dando paso a mil y una cofradías. Y  esto es gravísimo. Así sólo  estamos expuestos a los advenedizos y oportunistas políticos, a permanente inestabilidad y recurrentes crisis políticas.

Un nuevo gabinete no solucionará la crisis política.  Lo real y cierto es: Castillo representa el ascenso de un amplio sector ciudadano al cenáculo del poder y, fuera cual fuera el fin de su gobierno, emergerá otro con mayores capacidades y liderazgo en la disputa por el poder. No un aprendiz sino alguien bien preparado.

La lucha por el poder

Desde la campaña por  la segunda vuelta electoral hasta ahora, el poder económico se embarcó en una descarnada lucha por el poder político. El ejecutivo implementa las políticas y dispone del presupuesto al que anhelan echar mano.

Y aquí  está el quid de la cuestión, quien tiene el poder orienta y dirige las acciones en beneficio de sus intereses. Lava jato es la muestra de tantas otras.  En el parlamento,  sus representantes al unísono se opusieron a la reforma tributaria. Esta, la reforma tributaria cuestiona el capítulo económico de la Constitución, en su propósito y fin  para quien sirve y beneficia.  El rentismo de los recursos naturales a costa de la precariedad social.

Lo sorprendente aquí es que mientras Francke la sustentaba y defendía,  la izquierda no midió el alcance de la misma, dejando pasar una gran oportunidad de movilización popular.  Reforma tributaria y nueva constitución son caras de la misma moneda.

No cofradías, si partido  

La breve gestión de Francke y Cevallos son clara demostración de capacidad de gestión. Pero eso no es suficiente, se necesita  fuerza política que respalde. Los logros alcanzados en salud y economía si no son capitalizados,  pronto pasarán al olvido.

Mientras sigan pululando las cofradías políticas sólo alcanzaremos a colgarnos del ganador para después demandarle que asuma nuestras propuestas. Es hora de plantearse la disputa del poder, de  asumir el gobierno y demás instancias gubernamentales,  con un programa político propio. Y eso se logra mediante un partido político de masas y no con un conglomerado de cofradías políticas. Se trata de forjar una alternativa de poder de cambio, de forjar una organización política con capacidad de afrontar todos los frentes en donde se disputa el poder. Esto demanda  dejar de ser aprendiz en esta lucha.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.