Desde la invasión norteamericana de 2001, Afganistán no ha sufrido un momento de mayor violencia cómo el de estos últimos meses. Un dato espeluznante si se tiene en cuenta que los Estados Unidos están librando la guerra más prolongada de su historia, con un costo de más de un billón de dólares (en lo que […]
Desde la invasión norteamericana de 2001, Afganistán no ha sufrido un momento de mayor violencia cómo el de estos últimos meses. Un dato espeluznante si se tiene en cuenta que los Estados Unidos están librando la guerra más prolongada de su historia, con un costo de más de un billón de dólares (en lo que va de este año 45 mil millones). Además de que le ha producidos la muerte de unas personas 2.300 pertenecientes a las fuerzas norteamericanas y 22 mil heridos. También han muerto 1,720 «contratistas civiles» estadounidenses, entiéndase mercenarios, y unos 1.800 integrantes de las fuerzas de la OTAN.
Este último noviembre, se ha sido uno de los meses más sangrientos desde que el presidente Barack Obama, en 2014, ordenó iniciar el retiro escalonado de los casi 100 mil efectivos que los Estados Unidos mantenían en ese país.
Para enero de 2016, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, la dotación norteamericana en el país centroasiático, según la fuente, se estimaba entre 5400 y 8500 efectivos, con la orden de solo dar apoyo logístico, asistencia y entrenamiento al Ejército Nacional Afgano (ENA) y con la absoluta prohibición de participar en acciones de combate.
Trump que respecto a Afganistán, había prometido una victoria contundente bajo la consigna: «El pueblo estadounidense está cansado de la guerra sin victoria», por lo que se esperaban acciones concretas, lo que hasta ahora no ha sucedido. Solo ha aumentado a unos 16 mil hombres la dotación norteamericana e incrementando las operaciones aéreas realizando más bombardeos en los primeros diez meses de este año que en cualquier otro de los últimos diez. Lo que esta aumentado la muerte de civiles, el último «incidente» registrado se produjo en una operación sobre la provincia de Helmand, donde murieron al menos 23 personas, la mayoría mujeres y niños.
Según datos del Comando Central de las Fuerzas Aéreas norteamérica, (AFCENT) entre enero y finales de octubre, las misiones aéreas fueron cerca de 6600, superando al total de las del año pasado que alcanzaron un total de 4361 y mucho más las de 2016, que llegaron a las 1337 misiones.
El significativo aumento de la ofensiva norteamericana no ha podido contener la embestida del talibán, que fie en incremento desde el comienzo de la retirada norteamericana en 2014. Para lograr un resultado efectivo los Estados Unidos, deberían involucrar un número importante de tropa en el terreno, acción que hasta ahora parece lejana ya que la oposición de los contribuyentes a esta «solución» es mayoritaria.
En este momento el talibán ha alcanzado el mayor control territorial desde la invasión norteamericana entre sus territorios se encuentran dos provincias claves como Helmand donde se localizan los grandes sembradíos de adormidera y Kandahar, cuya capital del mismo nombre, es la tercera ciudad más poblada del país. El grupo wahabita ha incrementado el número combatientes, pasando desde 2008 a hoy de 15 mil a 60 mil hombres. Las acciones de los insurgentes también le han producido a las fuerzas de seguridad afganas unas 28 mil bajas desde 2015, a un promedio de 25 muertes por día. Al tiempo que las bajas civiles han aumentado cerca de un 40 por ciento en comparación con 2017, que según datos de Naciones Unidas fueron cerca de 3500.
Los intensos bombardeos norteamericanos, se han objetivado en lo que se conoce como «terrain denial» (negación del terreno), que intenta destruir la infraestructura terrorista, rutas de suministros y escape, arsenales, depósitos en general y las plantas de elaboración de opio y heroína, su principal fuente de financiación.
Tras el comienzo de la retirada norteamericana y de la OTAN en 2014, el talibán, reinició sus ofensivas, incrementado las áreas de control a casi el 15 % del territorio nacional y operando en cada una de las 34 provincias del país, incluso en Kabul, y ha logrado tomar en varias oportunidades capitales provinciales como Khunduz y Ghazni. Mientras que el gobierno nacional, solo controla el 55% del territorio nacional y mantiene casi un 33 % en una situación extremadamente crítica respecto al control, ya que no solo el talibán, sino también, las fuerzas del Daesh Khorasán, el nombre del Estado Islámico en la región, le están disputando posiciones no solo a las fuerzas de Kabul, sino también al Talibán.
El Da Afganistán Islami Amarat (Emirato Islámico de Afganistán) , como prefieren llamarse los talibanes, a lo largo de noviembre, como todos los años, ha desplegado operaciones en todo el país, dada la inminente llegada del invierno, en que la rigurosidad del clima aletarga las acciones y con la mira puesta en las elecciones legislativas, preparatoria de las presidenciales de 2019 y las discusiones que se dan entre el Talibán y diferentes referentes internacionales en Moscú, alentadas por el Ministro del Exterior ruso Sergei Lavrov; Ginebra, donde este último miércoles 28, una vez más ha llamado el presidente afgano Ashraf Ghani, a negociar a los talibanes que se niegan rotundamente a asistir arguyendo que Kabul, no es quien toma decisiones sin el consenso norteamericano. Además los muyahidines afganos, desde hace meses vienen manteniendo reuniones con el Departamento de Estado en Qatar, sin la presencia del gobierno afgano, lo que demuestra que son ellos quienes tienen la última palabra sobre la paz en Afganistán.
Muchos relojes y poco tiempo.
A lo largo de noviembre la sangría ha sido permanente, con atentados y ataques en pequeña escala a unidades del Ejército Nacional Afgano, en diferentes puntos del país. El más significativo se produjo el día 12 en el distrito de Khaki Safed en la provincia de Farah, cerca de la frontera con Irán, donde unos 45 policías locales fueron asesinados y otros 90 tomados prisioneros por los muyahidines sin que se conozca su suerte final .
Ya el día tres, se había reportado el asesinato del comandante estadounidense Brent Taylor de la Guardia Nacional de Utah, ejecutado por un miembro de las fuerzas militares al que le estaba dando instrucción en una base cercana a Kabul. El día cinco, trece soldados murieron en Ghazni, diecisiete policías en Kandahar y otros y siete soldados en Herat.
El martes, 20, en el Palacio de Bodas de Urano, próximo al aeropuerto internacional de Kabul, donde se desarrollaban una celebración religiosa por el nacimiento del Profeta Mohamed, donde asistían unas mil personas y con la presencia de importantes ulemas llegados del todo el país, un comando suicida se detonó, asesinando a unos 55 asistentes e hiriendo a otras 96, 24 de ellos en gravísimo estado. Este atentando si bien no ha sido revindicado por ninguna fuerza insurgente se cree que haya sido realizado por el Daesh Khorasán, ya que es replica de otros muchos que los hombres del Abu Bakr al-Bagdadí vienen realizando en la capital.
El martes 27, tres soldados norteamericanos murieron en una ruta de la provincia de Ghazni, cuando la unidad en la que se trasladaban pisó un IED (dispositivo explosivo improvisado) colocado por la insurgencia.
El trágico mes cierra con el ataque del miércoles veintiocho al complejo del G4S ( Group 4 Securicor ) de «contratistas de seguridad» británicos en Kabul, que da protección a la Embajada Británica y otras empresas. El número exacto de bajas ha sido mantenido en secreto, pero se supo que el ataque, dejó al menos diez mercenarios muertos y unos treinta y dos heridos.
El ataque se inició cuando un comando suicida estrelló un camión cargado de explosivos contra la puerta del complejo a última horas de la noche. Tras el estallido entre seis y diez muyahidines armados con fusiles de asalto y granadas lograron colarse en el recinto, donde los combates se prolongaron varias horas. Tras el ataque el talibán se adjudicó la operación por medio de un tweet.
El alto espíritu de combate de los hombres de mullah Hibatullah Akhundzada, confirman su leyenda de invencibilidad, al tiempo que continúan confirmando aquello que los talibanes dicen de sí mismos: «Los norteamericanos tienen todos los relojes y nosotros tenemos todo el tiempo».
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.