Yibrán Tueni, diputado y periodista libanés de 48 años de edad, contrario a la presencia siria en su país, murió este lunes junto a tres de sus hombres en el barrio cristiano de Mkales, al sureste de Beirut, tras la explosión de un coche bomba. La muerte del parlamentario «antisirio» coincidió con la presentación de […]
Yibrán Tueni, diputado y periodista libanés de 48 años de edad, contrario a la presencia siria en su país, murió este lunes junto a tres de sus hombres en el barrio cristiano de Mkales, al sureste de Beirut, tras la explosión de un coche bomba.
La muerte del parlamentario «antisirio» coincidió con la presentación de la segunda parte del «informe Mehlis» sobre el asesinato del ex primer ministro libanés, Rafik Hariri, que el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, tiene prevista para este lunes.
De acuerdo a los funcionarios intervinientes, se espera que este segundo informe ofrezca «detalles» sobre el supuesto rol que jugaron Siria y sus servicios de inteligencia en la muerte de Hariri a principios de este año.
También el asesinato del periodista coincide con el recrudecimiento campaña mediática internacional lanzada por EEUU e Israel orientada a acusar a Siria de proteger a los grupos «terroristas» que amenazan a la paz y estabilidad de la región.
La Casa Blanca condenó este lunes el asesinato del parlamentario libanés Yibrán Tueni y lo calificó como un «acto de terrorismo» encaminado a imponer el dominio de Siria en su país vecino.
«Su asesinato es otro acto de terrorismo encaminado a intentar subyugar a Líbano ante la dominación siria», afirmó McClellan, quien no atribuyó directamente el asesinato al gobierno de Damasco.
Camino de Filadelfia, donde el presidente de EEUU, George W. Bush, pronunció hoy un discurso sobre Irak, el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, afirmó que Washington condena «tajantemente» el asesinato de Tueni, conocido por su decidida oposición a la injerencia de Siria en el Líbano.
Según McClellan, el asesinato «está claramente encaminado a intimidar a aquellos en Líbano que dicen lo que piensan de manera abierta y valiente» y representa «un ataque violento y directo» contra la libertad de prensa en Líbano.
El portavoz hizo un llamamiento a la comunidad internacional para «seguir insistiendo en hacer cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU para poner fin a la injerencia siria en el Líbano de una vez por todas».
Por su parte, el ministro sirio de Información, Mehdi Dakhlallah, negó hoy cualquier implicación de su país en el atentado en el que murió el conocido diputado y periodista libanés Gibran Tueni, cuyo convoy sufrió la explosión de un coche bomba a su paso por un barrio cristiano del este de Beirut.
«Detrás de esto están los enemigos de Líbano», declaró Dakhlallah a la cadena de televisión libanesa LBC.
En cambio, el ministro libanés de Telecomunicaciones, Marwan Hamadeh, un aliado de Washington, acusó hoy a Siria del atentado en el que murió su sobrino y diputado Yibran Tueni y amenazó al Gobierno con dimitir.
El ministro libanés exige la constitución de un tribunal internacional de la ONU con la misión de investigar la serie de atentados con bomba que está sacudiendo al país y «los continuos crímenes del régimen sirio».
Las similitudes con el asesinato de Hariri
La muerte del periodista y legislador libanés guarda «extrañas similitudes» con el asesinato del ex premier libanés, Rafic Hariri, también por un coche bomba en febrero de este año, cuya responsabilidad Washington y Tel Aviv atribuyeron a los servicios secretos sirios.
Inmediatamente después del atentado, y a pesar del que el sector de Hariri estaba manteniendo una postura «dialoguista» con Damasco, el eje Washington Tel Aviv acusó a Siria de estar detrás de la operación de asesinato de Hariri y comenzó a presionar en la ONU para que ese país retire sus tropas de Líbano.
Fuentes del gobierno sirio, por su parte, señalaron que las imputaciones de EEUU e Israel en su contra formaban parte de una operación mediática internacional cuidadosamente preparada por la CIA y el Mossad, cuya trama empezó a desarrollarse tras el asesinato con las denuncias de las planas mayores de Washington y Tel Aviv.
Portavoces de Damasco señalaron queel asesinato de Hariri tenía que ver con la preparación de un «clima anti-Siria» que habían lanzado la Casa Blanca y el Pentágono como marco justificatorio para las operaciones militares que tienen previstas contra Siria y las organizaciones que operan contra Israel desde territorio libanés.
En opinión de los voceros de Damasco, el sector «anti_Sirio» de Hariri, tras su derrota, había perdido predicamento político, y su asesinato no hizo otra cosa que fortalecer a la oposición al gobierno y a los grupos pro-estadounidenses que piden el retiro de las tropas sirias del Líbano.
Hariri mantenía una postura dialoguista tanto con el gobierno pro-sirio como con las organizaciones armadas islámicas, y apostaba a tomar de nuevo el poder en un proceso democrático, por lo que su asesinato no benefició a Siria sino a los que impulsan la fractura del Libano.
La operatoria de la CIA y el Mossad con el «terrorismo»
Tras el asesinato de Hariri, medios árabes, entre ellos la cadena Al Jazeera, habían señalado que el explosivo utilizado para el atentado no formaba parte del arsenal de ninguna organización islámica de la región, y su alto potencial (mató a Hariri y a sus escolta completa, además de otras personas) quedó demostrado en el cráter de casi 10 metros de diámetro que dejó.
La prensa árabe reveló peritajes de los servicios secretos libaneses señalando que el material explosivo utilizado en el atentado sólo se encuentra en poder de la CIA, el Mossad israelí y el M-16 británico, y proviene de la central nuclear de Dimona en Israel.
Tanto la operación con el asesinato de Hariri, como el crimen del periodista libanés, Tueni, se orientan a probar que Siria sigue estando detrás de todas las operaciones terroristas a través de la presencia en su territorio de bases y campos de entrenamientos de «extremistas» islámicos.
Según coinciden varios expertos y fuentes de inteligencia árabe, los últimos ataques «terroristas» de Al Qaeda a los hoteles en Jordania se orientaron a preparar un clima «anti-sirio» entre el establishment de poder de ese país.
No bien consumado los ataques terroristas en Jordania, EEUU e Israel desarrollaron el mismo esquema que utilizaron con el asesinato de Hariri en Líbano: culparon del atentado a las fuerzas «terroristas» de Al Qaeda con bases operativas en Irak y Siria.
Como siempre, la auto-adjudicación de Al Qaeda de los atentados resultó totalmente funcional a las acusaciones contra Siria emanadas de Washington y Tel Aviv.
La complicidad de la ONU y de la UE
En noviembre pasado, Detlev Mehlis, un investigador alemán contratado por la ONU para investigar el asesinato de Rafiq Hariri, publicó un polémico informe que lanzaba acusaciones sin pruebas contra los servicios secreto sirios basadas en las «confesiones» de un supuesto desertor sirio.
El documento intentaba dar sustento a las acusaciones sobre la participación de Siria en el asesinato provenientes de los más altos funcionarios de Washington y Tel Aviv, incluidos los presidentes George W. Bush y Ariel Sharon quienes señalan a ese país como el responsable del atentado explosivo que terminó con la vida de Hariri y 7 de sus custodios.
Sobre la base de este informe EEUU e Israel están operando una nueva resolución de condena a Siria en la ONU por proteger al «terrorismo», tanto de Irak como del Medio Oriente, desestabilizando y poniendo en peligro a toda la región.
Desde el lado de los sirios les responden -casi sin eco en la estructura de los medios masivos- que lo único «amenazado» con su presencia en el Libano es la expansión del dominio del Estado de Israel, socio estratégico y privilegiado de las políticas depredadoras de EEUU en todo el Medio Oriente.
La maniobra contra Siria cuenta con el visto bueno de la ONU, la Unión Europea, Rusia y países de la Liga Arabe implicados en los intereses económicos de la dominación imperial judeo-norteamericana, tanto en Medio Oriente como en la zona del Golfo.
Como ayer Saddam y su régimen, hoy es Siria quien se encuentra imputada de «dictadura protectora de terroristas».
Las grandes cadenas internacionales, habituales usinas mediáticas de la CIA, realizan por su parte una desembozada campaña «anti-Siria» recreando en sus contenidos y titulares el modelo paradigmático de acusaciones a Siria realizadas por los funcionarios de Washington y Tel Aviv.
Jordania, Egipto y la Autoridad Palestina (aliados de Washington y Tel Aviv) coinciden con Israel y EEUU en el mismo objetivo de exterminar a las organizaciones guerrilleras (Hamas y otros) que se oponen a la expansión y ocupación de las tropas sionistas de Israel en Palestina, Líbano y Medio Oriente.
Y también coinciden con la «apreciación» del Pentágono: las bases operativas, logísticas y organizacionales de estas formaciones «terroristas» se encuentran en Siria.
Expulsada Siria del Líbano en cumplimiento de una resolución de la ONU refrendada por la Unión Europea, queda abierta la puerta para una intervención militar estadounidense-israelí orientada a exterminar las bases logísticas y los comandos operativos de las organizaciones armadas que combaten a Israel y a EEUU en la región, principalmente en Irak y Palestina.
Por lo tanto: el «objetivo» convergente es un ataque militar «preventivo» a Siria, según consignan fuentes de la la inteligencia siria y analistas militares árabes.
El gobierno sirio, según el decálogo bushiano de la Casa Blanca, cumple acabadamente con el modelo: es un régimen «dictatorial» que protege y promueve al «terrorismo».
El «Plan Siria»
La Operación Siria, pieza maestra del plan, busca como objetivo estratégico afianzar el control de las reservas energéticas en el Medio Oriente y en los Estados del Golfo, asegurar una base de control geopolítico-militar con proyección al Asia, y seguir con las conquistas de nuevos mercados, apoyándose en el poder nuclear-militar de Israel a nivel regional.
El plan tiene a Jordania, Egipto, y a algunos países de la Liga Arabe como aliados, y cuenta con que la mayor parte de los emiratos mantengan una actitud pasiva como la que tuvieron con Irak.
Los especialistas árabes y sirios coinciden en el plan de inteligencia militar y de acción psicológica mediática para justificar las operaciones militares contra Siria es un calco del que utilizaron para invadir Irak:
1)Demostrar que Siria apoya al «terrorismo internacional»,
2) Siria «amenaza la seguridad de sus vecinos», y está en posesión de armas de destrucción masiva.
Entre las tesis justificatorias (constantemente recreadas por las usinas mediáticas de la CIA) se cuentan:
A) Siria pone en peligro la paz en Medio Oriente, y su presencia militar puede embarcar a la región en otra cruel guerra civil como la que vivió el Líbano en la década del 70.
B) La situación del Medio Oriente amenazado por red internacional del «terrorismo islámico» con bases en Siria, justifica una operación militar contra Damasco para exterminar la cabeza de hiedra de la «amenaza islámica» a la región.
Las ideas fuerza de «Siria protectora de terroristas», lanzadas masivamente por medio de consignas periodísticas, «cierran» con el plan madre del sionismo judeo-norteamericano de Washington fogoneado por la troyka de expertos neoconservadores del Lobby judío-cristiano de la Casa Blanca y el Pentágono.
Este lobby, dirigido políticamente desde la Casa Blanca por el vicepresidente Dick Cheney, y liderado en la secretaría de Defensa por su titular, Donald Rumsfeld, representa en esencia el interés de las armamentistas, las petroleras y los consorcios de servicios que operan contratos millonarios con el Pentágono estadounidense.
El grupo de neoconservadores, ejecutor de la línea matriz de la política exterior norteamericana desde el 11-S, defiende abiertamente la intervención militar en todo el mapa de Medio Oriente para eliminar «la amenaza árabe a Israel».
Después de planificar la invasión a Afganistán (bajo el pretexto de destruir a la red «Al Qaeda»), y de la ocupación militar de Irak (bajo el pretexto de terminar con las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein) el lobby y los halcones norteamericanos, fortificados por la reelección de Bush, y contando con la sumisión de Europa y de Rusia a la «guerra contraterrorista», han puesto la mira en tres países claves: Siria, Líbano e Irán.
Tras el apoderamiento militar de Irak, y la retirada de las tropas sirias del Líbano, en el tablero sólo quedan dos países fuera de control: Irán y Siria.
Siria es un objetivo aún más «inmediato» que Irán, dado que el Pentágono necesita neutralizar una posible convergencia masiva de los guerrilleros islámicos (provenientes de Siria y el Medio Oriente) a Irán en caso de que este sea atacado militarmente por EEUU.
En este contexto estratégico, también motorizado por los ataques terroristas de «Al Qaeda», tanto en Egipto como en Jordania, conforman la fase preparatoria final para los comienzos de una nueva operación contra Siria del eje EEUU-Israel-Unión Europea en la ONU, asentada por nuevas resoluciones y declaraciones condenatorias a las «bases terroristas» de ese país.
El territorio y las tropas jordanas, bajo control operacional de oficiales israelíes y norteamericanas, servirían de nueva cabeza de playa fronteriza para un ataque militar de EEUU a Siria.
As u vez la «Operación Jordania» con Al Qaeda buscaría consolidar una «triple frontera» militar contra Siria (Irak al Este, Líbano al Oeste, Jordania al Sur) desde la cual emprender una acción envolvente contra el gobierno de Damasco, para establecer en su lugar un régimen títere y funcional a la estrategia judeo-norteamericana en la región.
Cumplimentados estos requisitos -según los expertos árabes y sirios- queda despejado el camino para el comienzo de los ataques militares aéreos contra Siria, complementados por operaciones especiales terrestres lanzadas desde las «cabeceras de playa» en Jordania y el Líbano.