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Nuevos desafíos de la Revolución Bolivariana

Fuentes:

Caracas fue durante la primera semana de diciembre sede de un acontecimiento con características inéditas en el ámbito planetario. Más de 340 intelectuales y artistas provenientes de 52 países se reunieron en la capital venezolana para debatir problemas y amenazas inseparables de la propia supervivencia de la humanidad. El Llamamiento de Caracas traduce bien el […]

Caracas fue durante la primera semana de diciembre sede de un acontecimiento con características inéditas en el ámbito planetario. Más de 340 intelectuales y artistas provenientes de 52 países se reunieron en la capital venezolana para debatir problemas y amenazas inseparables de la propia supervivencia de la humanidad.

El Llamamiento de Caracas traduce bien el espíritu de ese Encuentro Mundial de representantes de la intelligentsia en Defensa de la Humanidad. En el, hombres y mujeres de culturas muy diferentes coincidieron en lo tocante «a la necesidad de construir un muro de resistencia frente al proyecto de dominación mundial que hoy se pretende imponer»

Más expresivo del significado del evento que las decisiones tomadas fue la atmósfera de permanente combatividad del Encuentro, marcada por la solidaridad entusiasta con la Revolución Bolivariana.

No es exagerado afirmar que la iniciativa vendrá a señalar una radicalización del proceso de transformaciones profundas en curso que hacen de Venezuela la vitrina de una lucha de clases como el mundo no conocía desde las Revoluciones Rusas de 1917.

«Mañana puede ser demasiado tarde»

Esa frase de Fidel, repetida por Hugo Chávez en el discurso de clausura del Encuentro, dio fuerza a las ideas centrales que sustentaron los discursos pronunciados por el Presidente en aquellos días.

El líder de la Revolución al anunciar repetidamente la radicalización de la Revolución dejo muy claro que su pueblo va a enfrentar gigantescos desafíos y que solamente avanzando y no reculando podrá defender y profundizar las conquistas ya realizadas. Chávez esta consciente de que el choque frontal con el imperialismo es inevitable.

La ruptura con el sistema de dominación – afirmo con claridad esa evidencia – exigirá del pueblo enormes sacrificios y una gran firmeza.

En el diálogo que mantuvo con las delegaciones extranjeras en el Teatro Teresa Carreño – un anfiteatro con 2500 lugares – utilizo las preguntas formuladas para iluminar su discurso inicial cobre el binomio antagónico revolución y golpe con respuestas que gradualmente dieron color y forma a otro discurso, complementario, en el cual la información, los proyectos y el recurso constante de los ejemplos se integraron en un conmovedor panel de la Revolución.

Todo fue transmitido de una forma espontanea, directa. Chávez es un comunicador excepcional. Pero su oratoria torrencial no debe ser confundida con la de los lideres populistas tradicionales en cuyas arengas la retórica oculta la ausencia de contenido.

Las palabras dirigidas por el líder venezolano a los intelectuales presentes en el Encuentro fueron espontáneas y cargadas de mensajes ideológicos.

El evaluó los riesgos de su opción al insistir repetidamente que la Revolución Bolivariana no es solamente una revolución nacional porque, hostilizada por el imperialismo, solo podrá sobrevivir si rompe el aislamiento, asumiendo los contornos de una revolución defendida por la humanidad progresista. En otras palabras, la solidaridad internacionalista paso a ser no solamente imprescindible, sino un factor de supervivencia.

La complejidad del desafío lanzado por Chávez en el Encuentro de Caracas se desprende de algunas de las «sugestiones» por él formuladas. Al defender la creación de un Banco Central Latinoamericano y de un Fondo Monetario Latinoamericano e insistir por la fundación de Petrosur – una empresa que agruparía a PVDSA venezolana, a PEMEX mexicana, a Petrobrás brasileña y a la empresa petrolera estatal argentina – Chávez no se limita a reafirmar su rechazo a la dominación imperial sobre el país. Va mucho más lejos porque sus propuestas dejan entrever la decisión de internacionalizar la Revolución Bolivariana.

Obviamente la concreción de esas propuestas no es, por ahora, posible. Cualquiera de ellas toparía con obstáculos insalvables. Pero su significado no debe ser subestimado.

El Nacional y El Universal, los dos grandes diarios de la oligarquía, no dedicaron una sola línea al Encuentro Mundial de intelectuales – lo que es esclarecedor de su concepto de democracia e información – pero la declaraciones del Presidente fueron inmediatamente interpretadas en Washington como un gesto intolerable, de contenido subversivo.

Chávez no masticó palabras. Dijo del ALCA lo que piensa de él como proyecto recolonizador e imperial y defendió un concepto de integración latinoamericana que lo hace aparecer a los ojos de la Casa Blanca como un revolucionario satánico, un segundo Fidel Castro.

La solidaridad plena con Cuba seria suficiente para alarmar a Washington, más la profundización de la colaboración entre los dos países en múltiples áreas es asumida con orgullo. Chávez no esconde que camina hombro con hombro con «la república hermana».

Escritores y cientistas políticos que visitaban Venezuela por primera vez quedaron impresionados por la utilización constante de la historia en el discurso chavista. Las citas de Bolívar, las referencias al héroe tutelar ayudan a comprender lo que es y significa ser hoy bolivariano. La modernidad de Bolívar como revolucionario aparece en paralelos oportunos entre situaciones del pasado y las opciones que hoy hace la Revolución.

Chávez se inspira en el Libertador al enfrentar dificultades que en la apariencia se presentan como insuperables. Contemplando el futuro inmediato advierte: «lo que hicimos fue muy poco; lo principal esta por hacer».

Con frecuencia la evocación de episodios vividos en el transcurso del proceso le sirve para iluminar el heroísmo popular. Emociono al auditorio cuando, describiendo los días del lock out petrolero, con el país casi paralizado, sin gasolina, y privado de abastecimientos, contó su encuentro con una familia muy pobre en un barrio deteriorado. Una mujer lo tomo del brazo, arrastrándolo para la casucha donde vivía. Chávez percibió que cocinaban alguna cosa en una cacerola. Quito la tapa y vio que era un pedazo de madera. La mujer comento «esto vamos a comer lo que resta del tiempo». Y acrecentó «Ve tranquilo, vamos a aguantar. ¡Resiste Chávez!».

La historia contemporánea de América Latina, de Europa, de Medio Oriente agredido por el imperialismo, fue el común del discurso ideológico.

No fue sin sorpresa que muchos de los participantes extranjeros acompañaran su apología de la alianza obrera-campesina en el país y en la América Latina. Sorpresa aún mayor cuando, recordando los encuentros que mantuvo con dirigentes islámicos, exhortó a los pueblos de América Latina a levantarse solidarios con los iraníes y sirios, si estos fueran objeto de nuevas agresiones imperialistas.

Al día siguiente, hablando en la clausura del Encuentro, Chávez pronunció un discurso menos elaborado, aún más radical. Retomando la idea de la profundización de la Revolución, fue enfático en la afirmación de que ella va a entrar en una nueva fase. Y fue más lejos. Presento al socialismo como la única alternativa al neoliberalismo, al sistema de dominación imperial que amenaza a la humanidad.

La alternativa socialismo o barbarie, formulada por Rosa Luxemburgo hace un siglo, aparece hoy como actualísima, reactualizada por el desarrollo de la historia.

¿Más habrá sido adecuado el momento escogido por Chávez para dejar aparecer por primera vez su opción socialista?

INCOGNITAS Y DEBILIDADES

A lo largo del último medio siglo acompañé revoluciones y contrarrevoluciones que marcaron el rumbo de América Latina. Con excepción de Cuba, no recuerdo una relación similar a la existente hoy en Venezuela entre un gobernante y el pueblo que lo apoya. La confianza de las masas en el líder es total, ilimitada. Impresionó a los intelectuales extranjeros tanto en las aclamaciones por él recibidas en el Encuentro como en los contactos que ellos mantuvieron con moradores pobres en las visitas a las comunidades de la capital y de los estados.

Pero la dependencia del líder es también una fragilidad de la revolución. Porque toda revolución es un proceso molecular, que se desenvuelve en una atmósfera de lucha de clases, un proceso cuya duración no es previsible, que exige una organización revolucionaria preparada para la lucha prolongada. Ahora tal organización no existe aún en Venezuela. La participación masiva del pueblo, asumiéndose como sujeto de la historia, permitió, en momentos decisivos, que las fuerzas, unidas, de la derecha casera y del imperialismo fueran derrotadas. Más, en un momento que se anuncia una nueva fase, en que el dirigente radicaliza su posición y relaciona la supervivencia del proceso con la ruptura del aislamiento admitiendo que la revolución bolivariana asume la dimensión de un desafío continental al imperialismo – la ausencia de una organicidad revolucionaria es inocultable. Ni el Movimiento V República, ni los Círculos Bolivarianos, ni las actuales Patrullas podrán desempeñar el papel movilizador y estructurador de la organización revolucionaria exigida por la situación histórica.

La gran incógnita persiste. ¿Hasta donde será posible transformar radicalmente a la sociedad venezolana en un cuadro institucional en que segmentos importantes del Estado no son controlados por el gobierno?

En este contexto la actitud de las Fuerzas Armadas asume una importancia fundamental. Chávez enuncia una realidad al afirmar que la revolución bolivariana no es, contrariamente a la chilena, una revolución desarmada.

La gran mayoría del cuerpo de oficiales apoya el proceso de cambios. Eso no significa que el Ejército corresponda al ideal definido por Bolívar: «el Pueblo en armas».

Un oficial revolucionario, con altas responsabilidades, me dijo, en confianza: «Después de la derrota del golpe, el desfile por la Plaza de Francia (Altamira)(1) de oficiales ligados a la oposición fue un regalo del cielo, porque permitió eliminar del ejército lo que en él quedaba de podrido»

La opinión deja ver alguna ingenuidad. La historia demuestra que las simientes de la contrarrevolución germinan en las revoluciones por la propia dinámica de estas.

Más de cien oficiales superiores, incluyendo muchos generales y almirantes, fueron retirados después del 11 de abril. Pero un número no cuantificable de oficiales que no inspiraban confianza – de algún modo cómplices de la intentona fascista – permanece en las filas. Muchos fueron transferidos para guarniciones distantes de Caracas, sobretodo a la explosiva frontera con Colombia. No habrá sido una opción feliz. Esa frontera es un auténtico polvorín. Allí se concentran ganaderos y terratenientes reaccionarios, narcotraficantes, contrabandistas y aventureros extranjeros. Los paramilitares colombianos todo hacen, con la cobertura del gobierno neofascista de Álvaro Uribe, para crear en la región una atmósfera de permanente tensión. Algunos de los incidentes allí ocurridos valen como una advertencia. Es innegable que el virus transmitido por la escoria humana de aquella zona es contaminante.

Estamos frente a un problema entre muchos. ¡Pero no es subestimable!

La nueva fase de la revolución, anunciada por Chávez, exige que la participación del pueblo sea elevada a un nivel superior. La disponibilidad para la lucha en situaciones de angustia no basta para una respuesta revolucionaria permanente, lucida, adecuada a la ambición transformadora y desafiante esbozada por el Presidente.

Todo indica que la radicalización del proceso bolivariano, anunciada por Hugo Chávez en el Encuentro Mundial de Caracas, y reafirmada en el Congreso Bolivariano de los Pueblos, va a hacer del 2005 un año decisivo para el destino de la revolución en curso en la patria de Simón Bolívar.

Traducido por la Secretaría de Relaciones Internacionales del Partido de los Comunistas, de México

1- Altamira, en Caracas, es el barrio donde la clase dominante promovió durante meses concentraciones, con la presencia de militares, en que el gobierno era objeto de constantes provocaciones.