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¿Nuevos lenguajes y nuevas vanguardias para los nuevos movimientos?

Fuentes: Eima

Traducido para Rebelión por el Colectivo Redactor de la revista de debates y movimientos sociales Eima

 

 

 

 

 

 

 

La frase según la cual lo que no sale en la televisión no existe no es una simple boutade, sino una media verdad y, al tiempo, expresión de la inveterada aspiración de quien domina al ejercicio del control total mediante la creación de un filtro entre la realidad y la percepción de ésta.

 

El debate político se ha trasladado de la plaza a la pantalla

 

Ello conduce a la configuración de un nuevo marco en que se plantean problemas nuevos, como la propiedad del medio-ágora, que implica el poder de modificar, condicionar o cortar el flujo comunicativo, como la imposibilidad de la sociedad de acceder a él directamente, o como el tipo de lenguaje inherente al propio medio (en el caso de la televisión, por ejemplo, unidireccional e icónico), a que se tiene que adaptar cualquier expresión comunicativa. Problemas no resueltos, aunque se hayan denunciado una y otra vez.

 

En este contexto, asistimos paralelamente a la eclosión de movimientos sociales cargados de elementos contraculturales, creativos, artísticos, que producen manifestaciones lúdicas, performances y acciones espectaculares por doquier. La difusión de modalidades comunicativas basadas más en la ejemplaridad de la acción, en su carga de representación simbólica de la transgresión (si el enemigo ha levantado una pared, yo la salto o, más a menudo, hago ver que la salto), ha ido acompañada de una reducción o reconversión de otras formas clásicas de lucha, que tenían como objetivo el control de las herramientas productivas,1 de los territorios donde se desarrolla nuestra vida social (barrios, calles, medios de comunicación), la conquista física de espacios y riqueza o aun la modificación de las reglas del juego político (mediante la presión político-parlamentaria o el vaciamiento de las instituciones a través de la creación de instancias de decisión colectiva autónomas o alternativas). No es que estos comportamientos y herramientas hayan desaparecido de la práctica militante (o activista), pero la sensación, incluso física, es que han quedado arrinconados a determinados sectores (sindicalismo, ambientalismo, etc.), útiles para ámbitos territoriales reducidos (el famoso «trabajo en los barrios», que tan a menudo esconde la voluntad de sustraerse a los mecanismos de enfrentamiento político en ámbitos que escapan al control directo de los activistas «locales»).

 

Acaso algún día se imponga un debate sobre las razones y oportunidades de la afirmación de esta tendencia. Aquí sólo quiero apuntar una consecuencia y una cocausa: el surgimiento y afirmación de vanguardias que ni se autoidentifican ni son reconocidas como tales por el conjunto de los movimientos pero que condicionan, orientan y marcan sus objetivos y estrategias, así como definen su imagen pública.

 

Una definición sumarísima de vanguardia podría ser: el grupo de personas o colectivos que orientan, dirigen, guían a una comunidad o conjunto social más amplio: clase, multitud, tanto da. Clásicamente, esta guía, orientación y dirección se producía por dos caminos: el de la organización de una estructura con presencia social bastante capilar que se presentaba como referente y se encargaba de la elaboración del discurso teórico en los diferentes ámbitos y de la confección de la estrategia que debía seguirse (partidos comunistas), o el de la acción ejemplar que invita a la imitación o provoca una respuesta indiscriminada del enemigo que acaba afectando y, por tanto, movilizando en el sentido deseado por la propia vanguardia a sectores en un principio pasivos.

 

En la nueva cultura política, la primera vía prácticamente ha desaparecido y en Cataluña dan bastante pena las organizaciones que pretenden asumir un papel de conducción o de ejemplaridad. La propia producción teórica se ha desplazado desde el ámbito de los partidos de izquierda y de la figura del intelectual orgánico a pequeñas agregaciones ─tipo observatorio─ a menudo próximas al mundo académico o a figuras internacionales autoras de best sellers. Pero eso no significa que haya desaparecido de la dimensión política movimientista la idea y la aspiración de «despertar, movilizar y educar a las masas». Son muchos los elementos reveladores en este sentido: el uso sistemático del imperativo consignista («¡ocupa tú también!», «no votes»), declaraciones públicas de «portavoces» o la propia obsesión por «salir en los medios».2

 

Para educar a las masas actualmente es necesario pasar por el altavoz mediático, cosa que impone dinámicas y lenguajes adaptados al medio y que hace que a menudo sean publicistas y artistas quienes confeccionen los mensajes, traduciendo los contenidos que se hayan formulado en sede asamblearia. Como dice el dicho, traduttore-traditore: es inevitable que, a menudo, en este paso de un código a otro haya modificaciones y que el objetivo político finalmente percibido por la sociedad-público no sea el elaborado por el conjunto del movimiento sino la interpretación que hace de éste un grupo restringido de personas, que, por este simple hecho, asume ya un papel objetivo de vanguardia.

 

La dinámica que conduce a la formación de la imagen pública y del discurso de numerosos movimientos es la siguiente: se crea un ámbito de agregación colectiva en torno de un tema donde se comparten contenidos, análisis, reflexiones, informaciones y propuestas. Se obtienen consensos, pero, en el momento de extender las propuestas al conjunto de la sociedad, aparece la necesidad de adoptar mecanismos y herramientas concretas. Y es en este punto donde intervienen dinámicas inerciales que imponen la opción «creativista» (¿qué sentido tiene repartir octavillas ─o flyers─ en la plaza y hablar con la gente si logramos una visibilidad muy superior con 20 segundos de televisión?). Y la elección de esta opción implica, al tiempo, el protagonismo de aquellas personas capaces justamente de interpretar los contenidos propuestos y traducirlos en momentos espectaculares susceptibles de interesar a los medios. Obviamente, estos sectores tienen su visión del mundo y de la comunicación social y, por tanto, no sólo abocan su subjetividad en la creación artística portadora del mensaje elaborado colectivamente, sino que tienen tendencia a intervenir también en la definición del propio mensaje, a fin de hacerlo más «digerible», más «expresable» en términos visuales o radiofónicos.

 

Un par de ejemplos: en la campaña contra la guerra de Iraq se elaboraron propuestas de boicot que eran fruto de una reflexión en profundidad sobre causas y responsables de la guerra y de una búsqueda de eficacia práctica en la acción colectiva. Los medios, pero también amplios sectores de la campaña, despreciaron la propuesta priorizando una serie de acciones espectaculares (coreografías de masa, performances, etc.) portadoras de un mensaje simplista en el fondo y genéricamente pacifista. También la campaña de resistencia al Fòrum 20043 se vio abocada a la espectacularización a pesar de que desde el principio diferentes sectores apuntaran la necesidad de una respuesta articulada y compleja a una operación de alta elaboración ideológica de base especulativa y de control despótico de la propia producción discursiva de la sociedad barcelonesa. La percepción final de la campaña fue la de una genérica ─e impotente─ denuncia de la especulación inmobiliaria (realidad reconocida por la propia administración, con la clásica coletilla del ¿y qué?).

 

En general, se considera que en un marco de lucha es legítimo que cada cual exprese la revuelta, la disidencia, la propuesta, de la forma que considere más oportuna y, por ello, no ha habido a penas discusión en los últimos años en torno de las muchas iniciativas «mediáticas». Pero esta falta de tratamiento crítico ─que, en cambio, se aplica rigurosamente a las expresiones «violentas»─4 no parece muy lógica ante temas como la visibilidad de los propios movimientos y su identificación por la sociedad.

 

Desde la Consulta sobre la deuda externa de 2000 y las movilizaciones contra el Banco Mundial5 hasta el May Day de 20056 ha habido una progresión en la adecuación del discurso movimentista al lenguaje televisivo (eslóganes de corte publicitario, acciones espectaculares, coreografías, etc.). La pregunta es: ¿por decisión de quién?, ¿en aplicación de qué consenso?, ¿Cómo fruto de qué análisis? Y también: ¿en qué ámbitos de discusión y confrontación se han elaborado estas estrategias?

 

La expresión artística, creativa, lúdica, como forma de lucha no es nada nuevo. Prácticamente en todos los movimientos sociales de las últimas décadas ha habido un fuerte componente de investigación de nuevos lenguajes y técnicas que permitieran invertir u obstaculizar los mecanismos de construcción de imaginarios o idearios colectivos por parte de las fuerzas productoras de ideología dominante: la ironía, el detournement, la provocación intelectual, la reivindicación de la alegría de vivir y la invención siempre han estado presentes en el bagaje de todas las revoluciones (mientras pudieron definirse como tales). La novedad ─y el peligro─ reside en la curiosa mezcla de autonomía y liderazgo respecto del conjunto de los movimientos que caracteriza a los sectores portadores de estas prácticas y teorías aquí y ahora. Debe decirse que a menudo ni siquiera se trata de figuras físicamente identificables, sino de una actitud que ya está impregnando al tejido movimentista y que produce fenómenos paradójicos. Así, respecto a las formas tradicionales de lucha y visibilización de los conflictos (huelgas o manifestaciones en la calle), las nuevas modalidades expresivas complican o impiden la participación activa del mayor número de gente: todo el mundo puede participar en una huelga o manifestación; no, en cambio, en una performance, en una acción tipo Reclaim the Streets o en una paterada.7 Los esfuerzos de visibilización que inspiran el activismo artístico suelen ir dirigidos a la contaminación o utilización del entramado mediático establecido, con poca o ninguna atención por las posibilidades de crear canales alternativos o de utilizar masivamente herramientas de difícil control, al menos en lo atinente a la producción y circulación de contenidos (Internet). Parece muy contradictorio que justamente los sectores más partidarios de la espectacularización de los movimientos en nombre de su modernización sean tan tímidos y poco originales a la hora de buscar canales alternativos de difusión del mensaje, sobre todo en lo tocante a la gestión de los flujos comunicativos (nadie puede dirigir o manipular una campaña por Internet o una consigna por teléfono móvil).

 

Pero las aparentes contradicciones desaparecen si atribuimos a estos sectores ─o dinámicas─ otra característica propia de la idiosincrasia vanguardista: el afán de control. Eso explicaría también, dicho sea de paso, la preferencia que, entre las formas de expresión mediática, los mismos sectores otorgan a las modalidades escritas y visuales (vídeos, televisiones, fanzines, diarios), respecto, por ejemplo, a las radiofónicas o a los foros abiertos en Internet, ya que dichas modalidades necesitan de una separación muy clara entre productores y receptores del mensaje (en el caso radiofónico, en cambio, es más fácil técnicamente invertir o anular estos roles). La objeción a este planteamiento y duda suele ser que la gran mayoría de iniciativas han sido aprobadas en ámbitos asamblearios. Pero, sin querer caer en acusaciones de manipulación, hay que recordar que uno de los rasgos distintivos de las vanguardias es precisamente el de saber convencer a las masas. No se trata de valorar oportunidades y eficacia, sino el peso específico que tiene cada acción en la percepción colectiva y las fuentes de su legitimidad.

 

Acaso haya que empezar a renunciar a los nuevos apriorismos y conformismos (plasmados en un vocabulario reducido pero omnipresente), de la misma manera que hemos conseguido renunciar a los viejos, y recuperar de nuestro bagaje histórico herramientas de indudable utilidad, como la crítica y la autocrítica, la exigencia de responsabilidad, el respeto o la solidaridad de clase (que no es exactamente lo mismo que la tribal, ideológica o estética). En Cataluña tenemos una historia reciente y no tan reciente de luchas de liberación social, económica, cultural y política, con infinidad de experiencias e intentos de transformación social. Es en estas raíces donde pueden injertarse nuevas prácticas, nuevos retos, nuevas formas de combate y nuevos lenguajes, pero como fruto de una reflexión y elaboración colectivas, y no de la imposición de fórmulas homologadas a escala global y adaptadas al formato pantalla por parte de esta mezcolanza de vanguardias creativas, instituciones culturales municipales o estatales y periodistas interesados en un nicho de mercado. Y también tenemos una sociedad civil rica, viva a pesar de todo, capaz de generar tensiones creativas y oposiciones que a menudo para obtener el rango de propuesta, de alternativa, sólo necesitan salir a la luz del Sol, explicarse (no sólo «visibilizarse»). Y en este sentido sí que hoy más que nunca es necesario un trabajo a fondo por la conquista u obertura de canales de comunicación que permitan el fluir de ideas, iniciativas, experiencias, conocimientos y saberes. Cosa muy y muy diferente del recurso a estrategias de marketing destinadas a ser integradas y fagocitadas por el ensordecedor ruido ambiental.

 

* Rolando participa en el colectivo Comunicant (www.comunicant.info)

 

Notas:

 

1 La idea de la pérdida del control por parte del capital de las herramientas básicas de producción nuestros cerebros y cuerposprovocada por el paso al postfordismo debería ser objeto de largo debate.

2 Resulta casi imposible plantear actualmente estrategias de «silencio» mediático y de trabajo dirigido a una auténtica comunicación horizontal, ya que las posiciones favorables a la búsqueda del «impacto mediático», a la «visibilización» de la lucha vía medios cuentan con inercias y condicionamientos externos a la argumentación política y jamás cuestionados por, entre otras causas, la inexistencia de ámbitos de reflexión colectiva que permitan analizar la eficacia o efectos reales de una u otra estrategia comunicativa.

3 Foro «Universal de las Culturas» organizado en Barcelona por el ayuntamiento de la ciudad, con la colaboración de la Generalidad de Cataluña y del Gobierno de España y el patrocinio de importantes representantes del capital privado (entre los que destacan El Corte Inglés, Telefónica, Toyota, Endesa, Coca-Cola, Iberia, Ranstad, Pascual, Nestlé o la empresa dedicada a la investigación armamentística Indra). La realización de este evento se enmarca en un proceso de brutal transformación urbanística con el objetivo de atraer empresas privadas de alta tecnología, y, más en general, construir una ciudad-escaparate de negocios y turismo, y fue precedida de un virulento proceso de gentrificación, todo ello disfrazado con una retórica de «paz» y «multiculturalismo». Véanse al respecto: «Fòrum 2004. L’espectacle sobre les runes», Eima, 5 (2004); Assemblea de Resistències al Fòrum: «Deu raons per estar contra el Fòrum 2004», http://barcelona.indymedia.org/newswire/display_any/67096, y Desafectos: «La banalización del «bien»: el Forum de las Culturas», en Desafectos. Publicació d’Història Crítica, 5 (2004), http://www.historiacritica.org/anteriors/anteriors5/index.html. (n. del t.) 

4 Cabe decir que la rotura de cristales o las representaciones de enfrentamientos con la policía buscan implícita o explícitamente el mismo resultado «indirecto» de obtener alguna cuota de presencia mediática.

5 Campaña contra el neoliberalismo y las instituciones financieras internacionales realizada por una miríada de colectivos con motivo de la reunión que el Banco Mundial tenía proyectado realizar en Barcelona en junio de 2001. Las protestas, además de hacer desistir al Banco Mundial de celebrar dicha reunión en la capital catalana, constituyeron la primera acción de masas en Barcelona y acaso en el conjunto del Reino de España del llamado movimiento antiglobalización y marcaron un punto de inflexión en el ciclo de movilizaciones sociales acaecidas en Barcelona hasta el año 2004. (n. del t.)

6 Alusión a la manifestación de la tarde del Primero de Mayo, alternativa a la convocatoria matinal de los sindicatos (tanto mayoritarios como alternativos). Si bien se trata de una manifestación que, convocada por el colectivo Resistència Anticapitalista, ya se celebraba anteriormente y se caracterizaba esencialmente por el recurso a las acciones directas, a partir de 2004 la manifestación amplió notablemente el número de convocantes, se realizó simultáneamente en diversas metrópolis europeas y adquirió un carácter eminentemente lúdico y festivo. (n. del t.)

7 Alusión a la acción de protesta realizada el 18 de julio de 2004 en el recinto del Fòrum 2004 consistente en la entrada a éste por mar mediante objetos que representaban pateras ─en referencia a las pateras «que cruzan el estrecho de Gibraltar buscando un mundo mejor» con el fin de denunciar la especulación urbanística y la falta de diálogo con el vecindario por parte de las administraciones públicas. Véase http://www.indymedia.org/es/2004/08/111601.shtml (n. del t.)