¿Atentado o accidente? Obviamente, en Paraguay la política no se hace con buenos modales y hay tradición suficiente para considerar que un atentado contra el ex general golpista Lino Oviedo es perfectamente posible. De hecho, muchos de sus allegados dicen que la caída de su helicóptero el pasado 3 de febrero -aniversario del derrocamiento del […]
¿Atentado o accidente? Obviamente, en Paraguay la política no se hace con buenos modales y hay tradición suficiente para considerar que un atentado contra el ex general golpista Lino Oviedo es perfectamente posible. De hecho, muchos de sus allegados dicen que la caída de su helicóptero el pasado 3 de febrero -aniversario del derrocamiento del dictador Alfredo Stroessner- fue producto de un sabotaje. Antecedentes a la vista: el vicepresidente José María Argaña fue abatido a tiros en plena calle de Asunción en 1999.
Uno de los acusados como autores intelectuales del magnicidio fue precisamente el general Oviedo, quien estuvo preso por intentos golpistas, luego protegido por Carlos Menem en Argentina y más tarde absuelto. Proveniente del Partido Colorado -que funcionó como partido único durante casi cuatro décadas- y con ideología fascistoide, Oviedo estuvo cerca del sillón presidencial, pero para las elecciones del 21 de abril próximo no superaba el 10% de los votos. Oviedo fue también quien detuvo a Stroessner en el 89, cuando, según sus amigos, hizo temblar al generalísimo al amenazarlo con una granada y encañonarlo con su arma.
Los comicios de abril se realizan a la sombra del golpe institucional que derrocó a Fernando Lugo el año pasado y dejó en el poder al vicepresidente liberal Federico Franco, que se había transformado en uno de sus principales opositores. A partir de allí Paraguay fue suspendido del Mercosur y su Gobierno no es reconocido por casi ningún país del mundo. Por eso las próximas elecciones tendrán un valor adicional: reinsertar al país mediterráneo en la comunidad de naciones. Pero esta reinserción no será sencilla: las encuestas anticipan un retorno del Partido Colorado, el partido que hizo de Paraguay uno de los países más corruptos del mundo. Y dentro de ese ex partido-Estado, Horacio Cartes ya amarró su candidatura. Se trata de un empresario que hizo una carrera política meteórica y que, según Wikileaks, fue investigado por la DEA por lavado de dinero.
Así lo contaba el cable difundido por la organización de Julián Assange -desde hace meses asilado en la embajada ecuatoriana en Londres sin chances de salida-: «La operación Corazón de Piedra es una investigación transnacional coordinada concentrada en la interrupción y el desmantelamiento de una importante empresa de tráfico de drogas y lavado de dinero que opera dentro del área de la Triple Frontera (TBA) de Argentina, Brasil y Paraguay, y en otras partes alrededor del mundo. Esta investigación ha establecido lazos desde y entre tráfico de drogas, lavado de dinero y otras organizaciones criminales y, como tal, ha sido aprobada como una investigación de Objetivo Organizacional Prioritario Consolidado (CPOT) designada durante abril de 2009 (…) Empleando un acercamiento estratégico para apuntar a los centros internacionales de control y comando de estas organizaciones criminales basadas en la Triple Frontera, los agentes se concentraron en las actividades investigativas en un esfuerzo por llevar a cabo esta investigación de cara a presentar a la DEA UC al designado del CPOT, Horacio Cartes». A eso se refería el presidente uruguayo José Mujica cuando dijo que el golpe parlamentario contra Lugo fue organizado por los narco-colorados.
Pudo haber sido un atentado pero, también y quizás más probable, Oviedo puede haberse accidentado. En todo caso, su muerte -que Franco promete investigar- altera un paisaje político ya bastante crispado. La democracia paraguaya, después de la frustrada administración reformista de Fernando Lugo, está lejos de consolidarse. Entretanto, el acaparamiento de tierras, la violencia contra los campesinos, las gigantescas injusticias sociales y la megacorrupción siguen dibujando el estado del Estado paraguayo. Y el futuro cercano no parece muy promisorio.
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