Han pasado 70 años, pero los últimos supervivientes de Auschwitz recuerdan como si fuera ayer los gritos horribles de los electrocutados, la angustia permanente de morir y las caras de las mujeres y niños camino de las cámaras de gas. Algunos de ellos, casi todos ya nonagenarios, tienen aún fuerzas para asistir el martes a […]
Han pasado 70 años, pero los últimos supervivientes de Auschwitz recuerdan como si fuera ayer los gritos horribles de los electrocutados, la angustia permanente de morir y las caras de las mujeres y niños camino de las cámaras de gas.
Algunos de ellos, casi todos ya nonagenarios, tienen aún fuerzas para asistir el martes a las ceremonias del 70 aniversario de la liberación del mayor campo de exterminio alemán por el Ejército Rojo, el 27 de enero de 1945.
«Nadie puede imaginar el grito de una persona electrocutada» cuando, desesperada, se tira contra la alambrada para poner fin a sus días, explica la polaca Zofia Posmysz, de 91 años, con la cara marcada por la emoción y el dolor pese a los años transcurridos desde su llegada al campo en 1942. Los recuerdos atormentan a esta mujer bella y menuda que soportó tres años en Auschwitz y en Ravensbrück: «Vi cadáveres colgando de las alambradas de espino. Por la noche, las mujeres jóvenes salían de los barracones e iban a tirarse contra las vallas electrificadas. ¡Era horrible, era realmente horrible! «Por la noche nos despertaban esos gritos espantosos», recuerda la interna nº 7566.
Peluquero del verdugo
Jozef Paczynski, de 95 años, preso n° 121 podría rehacer, con los ojos cerrados, el corte de pelo de Rudolf Höss, el verdugo de Auschwitz, de quien fue su peluquero habitual.
espués de tantos años, todavía no sale de su asombro. ¿Por qué el comandante del campo lo eligió a él, un «miserable prisionero» enviado a la unidad de peluqueros tras su llegada en junio de 1940 con unos 700 hombres del primer convoy de presos políticos polacos.
«Había ocho o diez peluqueros profesionales de Varsovia y Höss ordenó que un aprendiz como yo fuera a cortarle el pelo», relató a AFP. «Me temblaban las manos, pero una orden es un orden. Tuve que hacer mi trabajo», dijo. «El corte era muy sencillo, a la alemana. Había que rasurar la nuca con cuchilla y luego pasarle la maquinilla por los lados. Tenía buenos instrumentos, mis colegas me habían afilado bien la cuchilla». ¿No se le pasó por la cabeza matar a Höss con esa cuchilla? «A menudo me lo preguntan. Era consciente de las consecuencias, no estaba loco, si le cortaba el cuello, la mitad de los prisioneros de campo serían ejecutados de inmediato».
Lejos del perro y del kapo
Cuando fueron deportados, Zofia y Jozef tenían ambos 19 años. Sobrevivieron porque eran jóvenes, aprendieron rápidamente a vivir en el campo y fueron afectados a un «buen trabajo».
«Aprendí a sobrevivir en ese lugar. No ponerse en primera fila, no estar en los lados cuando había que andar en grupo. Estar en el medio para estar lejos del perro, del guardia, del kapo que podía pegarte. Había que hacerlo todo para no exponerse a los castigos», recuerda Zofia Posmysz.
Kazimierz Albin, de 92 años, sobrevivió porque consiguió escapar el 27 de febrero de 1942 con otros seis internos. «Era una noche estrellada. Hacía unos -8° o -10°C», recuerda el prisionero n° 118. «Nos desnudamos y estábamos atravesando el Sola cuando en medio del río escuché la sirena […] Había placas de hielo flotando alrededor nuestro». En cuanto estuvo libre, Kazimierz Albin se unió a la Resistencia.
Las evasiones fueron poco habituales. De unos 1.300.000 deportados a Auschwitz, solo 802 -entre ellos 45 mujeres- se escaparon, según datos del museo del campo. Un total de 144 recuperaron la libertad, 327 fueron detenidos y se ignora qué suerte corrieron los otros 331. 1,1 millón de personas murieron, entre ellos alrededor de un millón de judíos de varios países de Europa.
«¿Se pueden olvidar todos estos asesinatos, se pueden perdonar? Yo no podré olvidar nunca a estas mujeres, estos niños llevados a las cámaras de gas», dijo Jozef Paczynski, aunque enseguida agrega: «¿Vamos a librar una guerra sin fin? Los muertos no van a resucitar». Hoy «estoy contento de que haya reconciliación, de que haya paz, de que se hayan caído las fronteras, estoy contento y se lo digo abiertamente a los alemanes».