Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín y Fabiola Schäffer
«… Estamos durmiendo en tiendas para 4-5 personas, muy juntitos para calentarnos con lo que nos traen. (Por cierto chicas, por mucho frío que haga, se está muy calentito durmiendo entre dos chicos)».
Extraído del relato publicado de una de las románticas «protestantes».
Como es sabido, la historia se repite dos veces. En forma de tragedia y de farsa absurda. La plaza Maidán en Kiev, fue escenario de un espectáculo de cien mil personas, cuidadosa y siniestramente dirigido. No cesaba el ruido de los tambores, los discursos eran continuos, el día sustituía a la noche, mientras Ucrania entera permanecía agarrotada a la espera. Finalmente la muchedumbre se salió con la suya.
Se celebró la tercera vuelta -algo nunca antes visto en la historia mundial- y esa muchedumbre, prácticamente nombró presidente a Víctor Yuschenko. Por supuesto no hubo ninguna «revolución», a Yuschenko y Yanukovich incluso después de todas las maquinaciones y la presión de Maidán sólo les acabó dividiendo unos cuantos puntos porcentuales. La sociedad acabó partida en dos.
¿Qué tiene esto en común con las elecciones Bielorrusas? NADA.
Milinkievich obtuvo un 6%, Gaidukievich un 3,5% y Kozulin apenas un 2,3%. Mientras, por el presidente Lukashenko dieron su voto el 82,6% de los electores.
¿A qué viene tanto revuelo entre los vencidos? Son gente inteligente, catedráticos; y ya que no hemos podido hacer de ellos políticos, ya es hora, como diría Ostap Bénder (protagonista de la novela de Ilya Petrov, «Doce sillas». N de la T.), de reconvertirlos en administradores.
Pero Milinkievich y Kozulin han decidido «combatir» a los electores bielorrusos, exigiendo la absurda pretensión de repetir las elecciones. Debemos entender por tanto que mientras los electores no capitulen y les acaben eligiendo ellos, continuará habiendo elecciones, y en verano y en invierno. Sin descanso para comer.
Sorprendentes «políticos» los que ha engendrado nuestra época. Incluso en el lejano Zimbabwe, aunque los derrotados refunfuñen por decoro, no dicen tonterías y no exigen elecciones hasta el «victorioso final». Pero aquí todo es posible.
Recordemos nuevamente aquellos días de Kiev, en diciembre de 2004 y comparemos con el «Maidan» de Minsk. Ayer, el fotógrafo de la agencia Reuter se subió al tejado de un edificio colindante con la Plaza Octubre y captó unas instantáneas desde arriba. ¡Vean!, ¡Aquí tienen todo el «Maidan»!. Apenas un puñado de gente donde hay más banderas que «protestantes». Teleoperadores extranjeros, ¡bravo! Cuando enfocan esta pequeña multitud desde abajo, desde las bocas del metro, consiguen el efecto de una plaza abarrotada. Y vuestros no menos desvergonzados colegas escriben en el «respetable» periódico «Times», que en la plaza hay una turba poderosa de 35.000 personas. Al menos en algo podemos estar de acuerdo, ¡el poderío salta a la vista! Pobres barrenderas a las que les toca recoger todos los desperdicios. Como nos descuidemos se abalanzarán sobre los «protestantes» con sus palas y sus escobas. Aunque no lo creo, son mujeres trabajadoras pero de buen corazón. Refunfuñan, pero en el fondo sienten pena de todos estos menores, amoratados de frío y no siempre sobrios, y maldicen a aquellos que han montado toda esta pantomima. Pero por supuesto escupen a las tiendas de campaña, donde estas chicas tan liberales están encantadas de dormir entre dos chicos. ¡»A sus madres habría que traer, para que vean todo este libertinaje y orgía que se han montado»! Exclaman enfadadas las barrenderas.
Pero claro, los de la limpieza desconocen muchas cosas. ¿Cómo van a saber ellos que todo este circo ya está pagado, que entra en el programa de cuentas que tienen que rendir los embajadores a sus gobiernos, que cada foto de este «combate» de la plaza de Octubre sirve como justificante del trabajo realizado, una especie de informe financiero, que esa visita repentina y sorprendente a la plaza, de unos cuantos embajadores de países de la UE, no es un paseo sin más, sino una comprobación in situ de sus inversiones?
En general, se está desarrollando en el centro de Minsk un misterio fantástico, una bufonada y una perfecta representación teatral de lo absurdo. Como apoteosis, las banderas con tres franjas: banca, roja y blanca (N de la T. símbolo de la oposición nacionalista bielorrusa), en los peldaños del museo de historia de la Gran Guerra Patria…
Veamos ahora las costumbres políticas de nuestra oposición ¿quién de nuestros competentes expertos no sabía que iba a surgir un conflicto entre Kozulin y Milinkievich? Son gente demasiado diferente; el «ex marine» Kozulin hace tiempo que no tiene los pies en el suelo, mientras que el silencioso y aparentemente sesudo Milinkievich tiene su talón de Aquiles: su sorprendente esposa Inna Kuliey.
Milinkievich que es un hombre maduro, prudente, hace tiempo que estaría entregado a sus aficiones en su acogedora casa de campo, de no ser porque su mujer no se lo permite. Los aficionados veteranos al deporte, recordarán al famoso boxeador polaco de apellido Kuliey y apodado el toro; tenía una obsesión enfermiza con ganar siempre y golpear a sus adversarios hasta la extenuación. No se si será parienta suya Inna Kuliey o si es mera coincidencia que compartan apellido, pero el carácter es el mismo. Cuando Milinkievich vio que había perdido y que podía empezar a recoger sus cosas, llegó a la conclusión de que convenía buscar un compromiso con Kozulin y salir de escena con sigilo. Kozulin con dos causas judiciales a cuestas y un futuro más bien sombrío, valoró la situación y estuvo de acuerdo para iniciar conversaciones sobre el cese de las algaradas públicas.
Para desilusión de los papanatas callejeros y de los diplomáticos y bajo la sonrisa maliciosa de Lebedko y Poznyak, los amigos a muerte se dieron la mano y escenificaron ante las cámaras de televisión, la paz y la amistad. Así que mientras las adolescentes retozaban, bebían cerveza e imaginaban ser como los «dekabristas», (Decembristas: grupo de aristócratas y militares que en 1830 intentaron dar un golpe de estado para colocar al príncipe Constantino -que había renunciado al trono- como zar e iniciar una serie de reformas para liberalizar y modernizar Rusia, incluyendo una constitución. N de la T.). sus líderes ponían pies en polvorosa. Pero algo salió mal. Como informó Kozulin, consternado por la cobardía del profesor Milinkievich, este, le habría traicionado y echado por tierra su pacto de caballeros. Ya sabemos que Kozulin no es precisamente de los que tienen pelos en la lengua.
Kozulin relató airado lo que muchos ya sabían: en casa de los Milinkievich, la señora Kuliey es la que lleva los pantalones. Sueña con verse convertida en primera dama, en Anastasia Slutskaya (princesa bielorrusa del s.XVI. N de la T). Una mujer tan ambiciosa es capaz de todo. ¡Pobre Milinkievich! Como recuerda todo esto a la historia reciente de nuestro primer ministro, cuya mujer tanto ansiaba acostarse con el presidente, que empujaba a su marido, apicultor aficionado, a arriesgadas hazañas al frente del gobierno, que lo llevaron a la cárcel y casi le dejaron en la indigencia. Menos mal que en el último instante, el hombre pudo reaccionar y poner a su mujer en su sitio y este pragmático colmenero, volvió en sí y pudo seguir ocupado en temas útiles. Milinkievich tiene todavía todo por hacer. Tiene que resolver un complicado dilema político-familiar. O la señora Kuliey persigue a latigazos a su marido, o este la calma y le demuestra que el lugar más adecuado para una «primera dama» es en la cocina friendo sabrosas croquetas. Sea como fuere, Milinkievich y Kozulin se han enzarzado en un intercambio de acusaciones e insultos, que hace que sus mentores occidentales se rasquen la nuca de la alergia que les produce el haber creído en la inquebrantable victoria del «Maidan de Minsk». Se sienten como idiotas, aunque no quieran reconocerlo. La corrección política se lo impide.
Mientras tanto en la plaza, envuelta en los aromas de los animosos jóvenes y sus organismos calentados por la cerveza, continúan ocurriendo milagros. De vez en cuando, aparece algún joven con la mirada encendida y grita a pleno pulmón: «¡Hurra! Vienen a Minsk nuestros compañeros de Brest. ¡Hemos ganado!». Como respuesta se oye un clamor entusiasta y la espera absurda de la llegada de una hilera interminable de autobuses. Al mismo tiempo, en las esquinas de la plaza se ven corros de gente menos escandalosos, conversando sin alzar la voz, pero hablando de cosas no menos trascendentes, que pueden aclarar muchas cosas.
Ayer, por la primera cadena se ofreció una grabación de una conversación telefónica, entre Pavel Kazanietsky, director del Centro Democrático para Europa del Este, y el miembro del Partido Cívico Unido, vicedirector del cuartel general de Milinkievich, Víctor Kornienko. Pero antes un par de cosas sobre el «pan» (señor) Kazanietsky. Hace unos años, «Sovietskaya Bielorussia» publicó el trabajo de investigación de un periodista que actualmente reside en Ucrania, Mijail Podoliak. Podoliak, aportó entonces multitud de pruebas, que caracterizaban a Kazanietsky como un vulgar trepa aprovechado y estafador. Kazanietsky, escribía Podoliak, se encargaba de la «recaudación» y «distribución» de flujos financieros. O lo que es lo mismo, desde los EE.UU. y algunos países de la UE, se destinan fondos gubernamentales para la organización de actos desestabilizadores en Bielorrusia. Como el dinero no puede llegar a Minsk por una vía directa, se recurre a un peculiar intermediario, representado por el director del «centro democrático», que formalmente no está relacionado con los gobiernos, por lo que puede dividir los recursos de un modo honrado y transparente. Como si Washington no tuviese aquí nada que ver, el dinero fluye en grandes cantidades. Hablamos de millones. Podoliak describió con todo detalle el mecanismo de distribución de las sumas. El «democrático» pan Kazanietsky, ha desarrollado un brillante sistema de «transporte». Llega por ejemplo a Varsovia el conocido opositor de Minsk «L». Pongamos que le corresponden 100 mil dólares. Las reglas del juego las conocen ambos. Kazanietsky le entrega 150 mil, «L» firma el recibí, y después, le devuelve por debajo de la mesa los 50 mil. Y todos contentos y satisfechos. Aunque en honor a la verdad, como escribía Podoliak, casi todos los clientes de Minsk odian al astuto polaco Kazanietsky, pero prefieren guardar las formas. Si Kazanietsky se sintiera ofendido, no le costaría nada cerrar el grifo vivificador. Los aspirantes a recibir su parte del pastel sobran. La fila es larga.
No puede sorprender pues a nadie, que en el epicentro de los acontecimientos del «Maidan de Minsk» se encuentre el espabilado pan Kazanietsky.
Bien, esto es lo que ofreció ayer la televisión y que pudimos grabar con el dictáfono de la redacción.
P. Kazanietsky : ¿cómo está el ambiente?
V. Kornienko : bueno, está llegando gente, por la noche había poca, unos 500, ahora puede que haya cerca de mil. Seguramente hoy lo dejaremos.
P. Kazanietsky: ¿pero qué dice? Nada de parar.
V. Kornienko: ¿Seguro?
P. Kazanietsky: no paren. Hay que seguir con las tiendas hasta el final.
V. Kornienko: ¿si?
P. Kazanietsky: Hay que provocarles, para que ellos (el gobierno) opten por retirar las tiendas de campaña.
V. Kornienko: Está bien.
P. Kazanietsky: ¡ Que lleguen a tirarlas!
V. Kornienko: Está bien.
P. Kazanietsky: ¿y cuantas tiendas hay en total?
V. Kornienko: una veintena.
P. Kazanietsky. No está mal. Pero para la tarde, tendrían que ser unas 60.
V. Kornienko : Estamos esperando que llegue ahora Aleksandr, veremos como va viniendo la gente. El problema, Pavel, es que si seguimos siendo los mismos por la tarde, es poco .
P. Kazanietsky: ¿Y los conciertos? Hay que organizar conciertos…escucha, tenéis que aguantar un par de días todavía. Pero no paréis, hombre, bajo ningún concepto se puede abandonar.
Bueno, ahora ya está claro quien paga, quien encarga la música, y quien dirige desde Varsovia a los «patriotas» de Minsk, a los «luchadores contra el régimen». Ahora el conocido opositor, señor Kornienko, se puede rasgar las vestiduras, demostrando que es una persona íntegra, y siervo de su propia conciencia. Sólo que ¿quién le va a creer?
Resumamos: la farsa postelectoral está organizada, pagada y dirigida desde Varsovia. Los «políticos» de Minsk, son simples marionetas que necesitan «pasar la noche y aguantar el día». Que para eso está ya todo pagado…
La televisión bielorrusa continuó emitiendo la grabación de la conversación telefónica, que tuvo lugar hora y media más tarde.
P. Kazanietsky (en tono irritado e imperativo): Nos ha llegado la información de que queréis de todos modos retirar las tiendas.
V. Kornienko: Lo estamos consultando con Ivashkievich (uno de los líderes del Frente Popular Bielorruso)
P. Kazanietsky: No tiene sentido, no es lo acordado. Tenéis que demostrar que en la plaza ocurre algo, organizad un concierto, levantad el mayor número posible de tiendas, es el modo de poner en apuros al gobierno.
V. Kornienko: (con una sonrisa): la radio francesa acaba de decir que ya hay montadas 30 tiendas .
P. Kazanietsky: Hay que exigir al gobierno condiciones concretas. Que repitan las elecciones.
V. Kornienko: Hasta entonces no nos disolveremos.
P. Kazanietsky: Bajo ningún concepto se pueden retirar las tiendas. Sería una vergüenza, vuestro fin… Hay que armar una buena…el problema lo tiene ahora el gobierno. Algo tendrán que hacer con vosotros.
V. Kornienko (en tono triste): el problema es si va a venir más gente…
P. Kazanietsky: incluso si no llegan, pero se montan más tiendas, ya tendremos algo. Que lleguen pronto a derribar las tiendas, que haya detenciones, ¿entiendes?
V. Kornienko: Está bien
P. Kazanietsky ( en tono severo): ¡Las tiendas no se quitan!
V. Kornienko : No las quitamos .
P. Kazanietsky : Está bien, aguantad .
V. Kornienko (en tono triste): no es fácil estar de pie, nos duelen los pies, estamos ateridos de frío.
P. Kazanietsky: Me hago cargo, relevaros de vez en cuando .
V. Kornienko: nos iremos relevando.
Este material, ofrecido por la televisión demuestra bien a las claras todos los mecanismos de la provocación, que se ha desplegado ahora en Minsk. Dudo que las adolescentes, muchas de las cuales ven en lo que está ocurriendo algo divertido, entienden lo que ocurre a sus espaldas. Esos cínicos consumados sólo se ganan con su ayuda los anticipos recibidos. Necesitan una buena toma televisiva, un mar de tiendas, que atestigüen la seriedad de sus intenciones, banderas, gritos y caras deformadas por la rabia. Pero lo que de verdad necesitan es que el gobierno, no aguante más tanta insolencia y tome medidas legales, pero decididas. Que retire las tiendas, limpie la plaza y ponga orden. Veremos entonces los aullidos de denuncia de la «dictadura» y de la violación de los «derechos humanos». Pero el gobierno, que una vez más ha salido vencedor, es fuerte y magnánimo. No va a caer en las provocaciones. Dejémosles que bailen, que se diviertan. Recoger la basura tampoco será demasiado complicado. Mientras la sociedad habrá podido comprobar nuevamente, quienes son esos intelectuales, catedráticos, que tanto aman de boca a Bielorus, y qué es lo que quieren sus acreedores extranjeros… Los «catedráticos» gustan de echar peroratas sobre las «artimañas» del gobierno, demonizarlo, contraponer a la «dictadura», sus casullas blancas. Solo hay que leer la información de Kozulin, difundida por internet el 19 de marzo:
«espero que por la tarde, el ministerio del interior saque a la calle a su gente de paisano, para romper escaparates, organizar peleas e incendiar coches». Una imaginación desbordante. Me viene a la memoria Ruchechnik, el protagonista de la película «El lugar de la cita no se puede variar» con su inmortal monólogo: «Jefe, tendrías que escribir libros…»
Gracias también a nuestros «honrados» periodistas, que en estos días se han puesto las gafas de sol impenetrables, y enturbian pintorescamente el agua, maravillados por el inexistente Maidan, dedicándose en cuerpo y alma a tan indecorosa tarea. Muy bien chavales. Y lo que no deja de ser curioso es que algunos de estos colegas se sientan en esta fantasmagoría como si fuesen Julius Fuchik, dando a entender: «¡Permaneced alerta! ¡Siempre os quise!»
Vivimos en una época sorprendente, estimados lectores.