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¿Por qué China es inmune a la crisis económica global?

Fuentes: Rebelión

«Luan» la palabra china para caos, es el término más temido por los ciudadanos de ese país. Luego de ciento cincuenta años de guerras civiles, revoluciones, rebeliones, actos de depredación por parte de potencias extranjeras, hambrunas y masacres, no hay nada más importante para ellos que el orden y la certidumbre de propósito. En ningún […]

«Luan» la palabra china para caos, es el término más temido por los ciudadanos de ese país. Luego de ciento cincuenta años de guerras civiles, revoluciones, rebeliones, actos de depredación por parte de potencias extranjeras, hambrunas y masacres, no hay nada más importante para ellos que el orden y la certidumbre de propósito. En ningún otro lugar la planificación económica juega, por tanto, un papel tan importante.

A través del análisis de sus planes quinquenales se puede tener una clara comprensión de hacia donde se dirige el país. No sólo porque en el papel queda trazado un sentido definido de rumbo, sino porque no existe duda de que las metas allí definidas serán instrumentadas a través de un férreo voluntarismo político. En noviembre del 2005 el undécimo primer plan quinquenal chino, aún vigente, fue presentado. En aquel momento se definieron dos prioridades claras: la expansión del consumo doméstico y el programa de desarrollo urbano.

La expansión de la demanda doméstica perseguía un cambio en los parámetros tradicionales de crecimiento económico. El binomio inversiones-exportaciones había constituido la clave de este crecimiento desde los tiempos de Deng Xiaoping. El plan quinquenal referido buscaba transformar al consumo doméstico en la nueva turbina de crecimiento: «Ajustaremos la distribución del ingreso, aumentaremos los ingresos urbanos y rurales y mejoraremos la capacidad de consumo doméstico». (NDRC minister on 11th Five-Year Plan, http://english.gov.cn/2006-03/23/content_234832.htm). En otras palabras, sin abandonar el crecimiento económico «hacia afuera», se buscaba equilibrar éste con una importante expansión del crecimiento «hacia adentro».

El programa de desarrollo urbano, por su parte, persiguía hacer frente a la brecha que siempre ha existido entre zonas costeras de mayor desarrollo y espacios interiores atrasados. Desde tiempos ancestrales esta dualidad ha atentado contra la estabilidad del país. El interior alberga a una economía rural siempre en conflicto con una topografía montañosa poco apta para el cultivo. La costa, en cambio, ha sido lugar de florecimiento urbano, industrial y comercial.

Para hacer frente a la dicotomía anterior, el undécimo primer plan quinquenal contemplaba el más ambicioso programa de migración humana del campo hacia las ciudades en la historia contemporánea. Allí se estableció que en los próximos quince años, trescientos millones de campesinos debían abandonar los espacios rurales para pasar a habitar cientos de ciudades nuevas de tamaño medio (Willy Lam, http://www.asianresearch.org/articles/2756.html).

La combinación entre el incremento masivo del consumo doméstico y la urbanización acelerada de una parte muy importante de su población rural, ha venido generando un crecimiento exponencial de sus importaciones de materias primas. Según Thomas Friedman: «Actualmente de 700 a 800 millones…viven en el campo…de ellos aproximadamente la mitad habrán de migrar a las ciudades en las próximas dos décadas…ello generará una gigantesca expansión en la demanda de carros, casas, vigas de acero, plantas eléctricas, plantas de tratamiento de aguas, tendidos eléctricos» (The World is Flat, Londres, 2006).

En la dualidad crecimiento «hacia adentro» y urbanización, se encuentra la clave del crecimiento económico del 8% previsto para el 2009. Mientras el mundo atraviesa la mayor crisis económica global en setenta años, China permanece impertérrita. Más aún, dicho país se ha transformado en el gran dinamo de la recuperación economica mundial. De no haber sido por las metas trazadas por el undécimo plan quinquenal, China hubiese seguido orientada hacia las exportaciones. La crisis económica internacional, con particular referencia a la contracción de su principal mercado, Estados Unidos, le hubiese representado un problema de proporciones superlativas.

La planificación económica y el voluntarismo político -capaz de movilizar las gigantescas energías del país en torno a las directrices definidas- resultaron determinantes. Pero también lo fue la buena fortuna de haber haber tomado la decisión correcta en el momento adecuado. Gracias a estos tres elementos, China pudo evitar el «luan» que ha venido cabalgando a sus anchas por el mundo desde la segunda mitad el año pasado.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.